por ANDRÉ LUIZ DE SOUZA*
El orden social como fundamento para la estabilidad de los sistemas de interacción entre los actores sociales
Talcott Parsons y Peter Berger se preocupan por uno de los temas que ha guiado los estudios sociológicos en el último siglo: las formas en que la vida en sociedad se basa, no solo en las voluntades individuales, sino en normas, leyes y formalidades, a veces implícitas o no. –, establecidos de antemano y garantizados mediante mecanismos de control (instituciones).
Hay, en estos autores, cierta reticencia a abordar la discusión de la distribución de las personas dentro de la sociedad en la que viven y los diversos elementos de consonancia entre lo individual y lo colectivo. El objetivo es, por lo tanto, comprender el propósito y la funcionalidad de estas distribuciones, lo sean o no, y qué mecanismos garantizan una vinculación de los arreglos convencionales de reproducción y transformación. Al menos este último punto se destaca con un mayor conflicto de comprensión a partir del cual los propios autores no convergen en similitudes analíticas.
En el texto de Jeffrey Alexsander (1990), inicialmente, se hace un rescate histórico del período de crisis vivido por el teórico Talcott Parsons. El año 1930 fue convulso en varios sentidos, principalmente en lo que se refiere a las contradicciones político-ideológicas que se desataron entre la derecha política (centrada en el nazismo) y la izquierda (comunismo). Para Jeffrey Alexsander (1990), esto es un reflejo de la ineficacia de la teoría liberal clásica, que ya no brindaba fundamentos sólidos a las demandas de la sociedad, más aún en un momento de crisis económica mundial.
Fue en este contexto que surgió la sociología de Talcott Parsons con la preocupación de responder a la crisis, enfatizando el orden social como fundamento para la estabilidad de los sistemas de interacción entre los actores sociales. De esta forma, el teórico se lanzó a la búsqueda de una base epistemológica que presentara otro aparato teórico para la realización efectiva de los estudios sobre la realidad y, al mismo tiempo, contribuyera a la teoría liberal para que garantizara la “integridad del individuo”. y el ejercicio de la razón”.
Si bien inicialmente se inspiró en el modelo teórico funcionalista de Émile Durkheim, Talcott Parsons incorporó nuevos elementos que distanciaron la noción de actores sociales y la configuración del sistema social. Criticó el utilitarismo y trató de distanciarse de las lecturas que condicionaban las acciones individuales a la estructura social, precisamente en el aspecto en el que se encuentra el esfuerzo de Peter Berger: la especulación de que existe un conjunto de estructuras predeterminadas a los individuos e inherentes a sus voluntades que prescribe una serie de formas de relación y acción social a partir de las cuales los individuos sólo actúan de acuerdo con “lo que la sociedad espera de ellos”, quitando su capacidad transformadora. Y lo que se puede observar como el elemento más importante agregado por Talcott Parsons es la idea de voluntarismo.
Esta nueva propuesta reconoce que los individuos tienen la capacidad de actuar en la estructura social a través de sus esfuerzos individuales. Es una especie de capacidad de reconocimiento de estructuras y de libertad individual para actuar. Sin embargo, el simple uso de la acción voluntaria no es suficiente; deben existir condiciones y situaciones externas que escapan al control del actor para lograr el éxito y la eficacia en las acciones. Los individuos actúan sobre la estructura, la cual responderá sobre los individuos. De esta forma, ha ido rompiendo con la idea de que las estructuras adquieren un carácter automático coercitivo y autorregulador ajeno a las individualidades. En otras palabras, se niega la “conciencia colectiva” durkheimiana de garantizar la cohesión social y se enfatiza que el esfuerzo individual organizado también puede aportar compromisos y construcciones sociales que garanticen el funcionamiento de la sociedad.
En el otro punto que conviene destacar, ambos autores logran comprender el efecto que las estructuras socialmente dadas provocan en los individuos en su formación y en el proceso de asimilación de la lógica de actuación en una sociedad reinante, así como los mecanismos de control social que operan. sobre individuos que no corresponden a lo que se les da como conducta o norma. Esto se puede explicar en dos partes.
Inicialmente, volviendo a Peter Berger, existen estratos sociales que significan un sistema de jerarquía, a partir del cual los individuos asumen posiciones, ya sea preestablecidas desde su nacimiento o mediante el esfuerzo, superiores o inferiores en términos de poder, prestigio y privilegio. Al mismo tiempo, como cada capa social se distribuye con diferentes atribuciones e influencias, esto garantiza que los individuos tiendan a absorber formas y reglas sociales bajo diferentes interpretaciones y formas de actuar. En otras palabras, quien nace en una comunidad quilombola tiende a reproducir las prácticas de ese grupo, considerando el grado de proximidad e injerencia del organismo colectivo que asume su seguridad de existencia, funcionamiento y éxito a través del control social de los individuos. Aquí viene el segundo punto. Los autores presentan varios argumentos, ejemplos y situaciones que justifican tales procedimientos.
Talcott Parsons enuncia diferentes piezas que contribuyen al sistema social, que es el espacio en el que habrá una relación de elementos que se complementan y garantizan el funcionamiento de las estructuras. Cada esfera asume un propósito en respuesta a la organización solidaria en la sociedad. Por ejemplo, la economía asimila una postura de adaptación. La familia, la educación y la cultura contribuyen con el papel de inserción de los individuos en este medio, casi en una especie de gestión continua de moldeo y mantenimiento de eventuales tensiones. En política, el individuo puede actuar voluntariamente.
A partir de ello, se puede hacer la siguiente valoración, que tal vez Talcott Parsons no quiso hacer explícita: el individuo, antes de presentarse a la acción, debe recibir toda una asimilación ideológica, religiosa, política, de tradiciones, de bien y de mal, de legales e ilegales, y después de formatearse casi por completo, si es posible, cuestionará el conjunto del mundo (a este nivel, ya asume un aspecto natural para el individuo en cuestión).
Por otro lado, se sabe que el mundo está permeado a lo largo de su historia de conflictos, en todos los ámbitos mencionados anteriormente. Así, mientras recibe la formación escolar, la influencia conductual de la familia, la imposición de gustos, costumbres y necesidades a través de los medios de comunicación, se enfrenta a la violencia de los individuos contra sí mismos o de la policía contra los demás; vive, al mismo tiempo, ambientes de contradicciones culturales, morales, étnicas, ideológicas, sobre todo tratándose de un mundo globalizado y supuestamente democrático en la convivencia con las diferencias (pero esto no es una regla general).
Por lo tanto, los individuos sí pueden disfrutar de su capacidad racional, sin estar necesariamente precondicionados a un solo pensamiento dado. Sin embargo, como cita Peter Berger, existe un fuerte control conductual y de acción de los individuos, que se hace cada vez más efectivo en la psicología de estos sujetos, a medida que se estrecha el ámbito de las relaciones, por ejemplo, la desaprobación de la familia ante la actitud X o el juicio Y que recibirán y posiblemente influyan en su conciencia y moldeen su forma de actuar, pues también buscan prestigio, reconocimiento, dado que necesitan crédito para continuar en un juego interminable de posiciones sociales en disputa.
En suma, además de medidas correctivas y de control en el ámbito que escapa al total control centralizador del Estado –es decir, en el ámbito de la familia, la comunidad, la cultura tradicional, en caso de que ésta no sirva para mantener el orden que Talcott Parsons así lo desea: existe el aparato superior para garantizar que las personas no ofrezcan "resistencia" y provoquen "perturbaciones". En última instancia, está la fuerza violenta que anulará la existencia de tales individuos o incluso comenzará a corregirlos a su manera, para que dé continuidad a los intereses de la sociedad. No hay forma de escapar a la acumulación histórica de técnicas e instituciones sociales mismas.
Sin embargo, aquí también, al igual que en el texto de Peter Berger, hay una limitación y aún es unilateral, en la comprensión de las instituciones, de la acción social en torno al mantenimiento de la statu quo y una funcionalidad solidaria de los mecanismos de garantía de la cohesión. Por un lado, están las estructuras sociales, instituciones, que acumulan experiencias de convivencia y formato social histórico producto de conflictos, acuerdos y diferencias, que pasan a regular y orientar la vida cotidiana individual y colectiva. Por outro lado, este mesmo coletivo de indivíduos (mais especificamente resgatando a ideia de Talcott Parsons) reage racionalmente às medidas de controle para uma “perpetuação da espécie” – da sociedade – e pode se organizar e apresentar outras formas de reconhecimento e de funcionamento para la orden.
Sin embargo, este mismo orden, si se analizan los fundamentos filosóficos e ideológicos (como es difícil de eludir, hasta hoy, en el campo de la investigación sociológica), debe ser garantizado por los aparatos presentados anteriormente (como puede observar todo estudioso de la historia) y resultado de conflictos de intereses, culturas, ideas, reglas y religión a través de guerras, asesinatos, imposiciones y golpes de Estado. Todo esto en beneficio de grupos que toman el control de la sociedad y comienzan a moldearla a su voluntad y beneficio. Al dominar los aparatos de fuerza violenta (ejército y policía), mantienen el control final (en la lógica de los autores) sobre otras instituciones reguladoras, como la economía, la política e incluso la cultura misma.
La cultura, en esta relación, es lo que permea la vitalidad social y sustenta las medidas, sin embargo, al revertir este proceso, la cultura también puede orientarse. Como cita Peter Berger, los individuos llegan a legitimar, con el tiempo, reglas impuestas y mantenidas inicialmente mediante el uso de la fuerza. Los supuestos concluyentes de este autor se refieren a un mundo-prisión del que no se puede escapar, es decir, un lugar donde algunos celebran el prestigio y tienen el privilegio de oprimir a la amplia y casi totalizadora parte de la sociedad no dotada de mala fe. En sus palabras, refiriéndose a Durkheim (e incluso encontradas en Talcott Parsons al intentar una teoría de la capacidad voluntaria de los individuos para actuar en el sistema sobre ellos), todo esto funciona externamente a los individuos.
Y lo único que pueden hacer es actuar sobre las estructuras, separando adecuadamente su grado de influencia, interferencia y control. Esto tiende a beneficiar a los favorecidos por el liberalismo clásico, a sus herederos y a todos aquellos que vienen a adquirir poder o estado en este sistema claramente legitimado por los autores como jerárquico.
Peter Berger presenta las estratificaciones de la sociedad, legitimando que cada sociedad tiene muchas y que todas están relacionadas. Talcott Parsons intenta llevar al extremo los supuestos liberales de competencia y beneficio, sin embargo, critica ciertas inmadureces de los sujetos y fallas en la forma en que funcionan las cosas. Es decir, hubo desviaciones, crisis y cuestionamientos, como se mencionó anteriormente, en los ejemplos del ascenso del nazismo y/o comunismo, entre otros sistemas colectivistas.
Se advierte, pues, como el propio Jeffrey Alexander señalaba en la conclusión del segundo capítulo de su obra, una clara tendencia a mejorar el modelo liberal, jugando con la noción de defecto, anomalía del orden y funcionamiento de la sociedad occidental, cualquier propuestas que compiten con otros modelos culturales, económicos y políticos. La propia idea de competencia, de esta manera, cae en contradicción.
Sin embargo, no es posible abarcar el análisis de tal manera por encontrarse frente a pequeños fragmentos de grandes ideas que perduran, que se han perfeccionado o superado hoy en el campo científico sociológico, incluso por qué los autores no abordaron lo que los antropólogos han planteado. centrado, principalmente ocupado durante un largo período: la aprehensión de una transición del estado animal/natural del hombre al estado en sociedad, así como el surgimiento de instituciones que, aún hoy, se creen “eternas”, tales como la familia, o incluso el papel social de la violencia.
Sin embargo, es importante valorar sus esfuerzos, al menos en la comprensión del funcionamiento de estructuras avanzadas de acumulación y reproducción social que ciertamente no serán borradas o modificadas según los deseos individuales. Se ha llegado a un grado de complejidad en estas estructuras y en la propia sociedad en pleno apogeo de la globalización que ya no es posible destruir lo que históricamente sostiene a la humanidad y al mundo. Hay, sin embargo, disputas sobre proyectos, hegemonías e ideas remanentes o no de la ilustración liberal, pero todo ello ponderado durante el período de gestación de tales concepciones filosóficas.
En otra dirección, no se puede naturalizar las instituciones, sino -ahora rescatando las inquietudes de los autores en el sentido del papel de la sociología frente a todo esto y qué método analítico utilizar- desmitificarlas principalmente con el uso constante de la referencia histórica. , incluso modificando una idea de clases de Berger (sin dejar que se la califique como un mero estrato) poco para definir las culturas y el conjunto de predilecciones, normas, propósitos filosóficos y toda interferencia de intereses que rodean y actúan en las sociedades, ya sea directamente en las estructuras y sus reproductores históricos o que provengan de individuos que apunten o no a la revolución o reforma de tales instituciones.
* André Luiz de Souza es candidato a doctorado en sociología en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS).
Referencias
ALEJANDRO, Jeffrey. Primera síntesis de Parsons. En: ALEJANDRO, Jeffrey. Teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Gedisa Editorial SA, 1990. p. 17-25.
ALEJANDRO, Jeffrey. El estructural-funcionalismo. En: ALEJANDRO, Jeffrey. Teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Gedisa Editorial SA, 1990. PAG. 25-34.
BERGER, Peter L. La perspectiva sociológica – el hombre en sociedad. En: Berger, Peter L. Perspectivas sociológicas: una visión humanista. Petrópolis: Voces, 1976. p. 75-100.
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