por CELSO FAVARETTO*
Comentario a dos libros del teórico del arte Nicolas Bourriaud
estética relacional e Post-producción son ejemplos interesantes del reciente intento teórico-crítico de atribuir al arte un sentido que tendría el mérito de absorber todo lo que aparece en una situación, la de la cultura capitalista tardía, en la que se suprime la distinción entre producción y consumo. El intento es fascinante, porque, apostando por la transformación del estatuto de la obra de arte, el autor cree en la viabilidad de un arte que articule la sensibilidad colectiva, fruto de la interacción, a un mundo de servicios y reciclaje, configurando un cultura de uso o cultura de actividad.
A pesar del aplanamiento crítico de las cuestiones involucradas en esta toma de posición genérica, relacionada con la política, el consumo y la participación, no se puede subestimar su interés, particularmente como síntoma de un estado de cosas surgido con la “desestetización”, con la ruina de la estética y afirmación del arte como cultura. Una de las virtudes de estos libros es la imbricación del ejercicio teórico en las obras de artistas paradigmáticos, lo que ayuda a quitar el carácter puramente propositivo de esta estética, aunque los ejemplos parecen elegidos para confirmarlo.
La estética relacional se esfuerza por recodificar las categorías y la vida histórica de las obras de arte para dar cuenta de la imposibilidad de mantener en el arte contemporáneo las cuestiones patentes en la obra de vanguardia. La diferencia destacada por el autor es el énfasis de la estética relacional en nociones interactivas, convivenciales y relacionales; es decir, en la posición central de la comunicación, presente en gran parte de la producción contemporánea que utiliza las tecnologías digitales, el video y el cine.
Considera que hoy la práctica artística aparece como un campo fértil de experimentación social, como un espacio parcialmente reservado para la normalización de comportamientos. El vértice de la concepción está en el subtítulo de la traducción brasileña del libro Post-producción. “Cómo el arte reprograma el mundo contemporáneo”: una declaración, no una pregunta. El arte ya no anuncia un mundo futuro, como lo hacía en el modernismo; hoy presenta modelos de universos posibles.
El giro propuesto se refiere, según esta teoría, al hecho de que el arte actual adopta como horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, más que a la afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado, que se configura en una inversión radical que se aparta de la objetivos estéticos, culturales y políticos postulados por el arte moderno. Esta es sin duda una afirmación totalizadora, demasiado genérica, y que se vuelve aún más extraña cuando abarca sin mediaciones las proposiciones del paradigma estético de Guattari, con su énfasis en la producción de subjetividades.
Un aspecto sugerente de la teoría es la consideración de que el trabajo contemporáneo ya no puede ser entendido como un espacio por recorrer, sino como una duración por experimentar, como una apertura para la discusión ilimitada, continuando el trabajo moderno de proponer modelos perceptivos, experimentales, crítico y participativo. Cuando se presentan fragmentadas y aisladas, estas experiencias ya no tienen el poder de articular una visión global del mundo que les dé el peso de una ideología; están condenados a generar una serie de pequeñas modificaciones en un espacio heredado de la modernidad ya abandonar una reconstrucción global del espacio habitado por la humanidad.
Es la proposición de un realismo operativo, que puede definirse como la oscilación de la obra de arte entre su función tradicional como objeto para ser contemplado, y su inserción más o menos virtual en el campo socioeconómico, que parece dirigir la función de representación de este arte relacional, reinterpretando así la actitud de la modernidad de Baudelaire para adecuarla también al modo de producción social contemporáneo; es decir, el circuito de intercambios, con énfasis en el valor de exposición y el valor de uso. Porque ahora la obra de arte ya no se presenta como la huella de una acción pasada, sino como el anuncio de un acontecimiento futuro o la propuesta de una acción virtual. En todo caso, siempre se presenta como duración material, actualizada en cada exposición.
Considerando que, por una ley de “dislocación”, el arte sólo ejerce su deber crítico con la tecnología cuando ésta desplaza sus contenidos, el primer libro da un paso atrás en cuanto a la absorción de las imágenes digitales en las obras artísticas, ya que serían meras representaciones de un alienación simbólica frente al entorno informático y de su propia alienación frente a los modos de producción impuestos.
Sin embargo, no desdeña que el arte se ve profundamente afectado por las tecnologías de la información y la cámara de video, especialmente destacadas en su propuesta de postproducción. Afecta especialmente a la exposición, forma-exposición; escenografía, vitrina, escenario que en esta teoría se ha convertido en la unidad básica del modo de ser del arte contemporáneo, a partir de la cual es posible pensar las relaciones entre el arte y la ideología generada por las técnicas en detrimento de la obra original.
La propuesta de una cultura del uso, con la disolución de las fronteras entre consumo y producción en actividades vinculadas al mundo de los servicios y el reciclaje, abrió la adhesión a las tecnologías de postproducción. En este, el interés se concentra en la configuración de un paisaje cultural construido a partir del uso de las imágenes disponibles, registradas por los sistemas técnicos de la informática y por técnicas de muestreo.
Así, lo político proviene de la noción de desviación artística que produce el uso de cualquier objeto, proceso, procedimiento u obra, en tanto sirvan para componer tramas o una cultura de la actividad, propias del capitalismo tardío. Ahora la cuestión es asignar un valor positivo a la nueva versión; articular usos, relacionar formas en lugar de la búsqueda heroica de lo inédito y lo sublime que caracterizó al modernismo.
La estética relacional pretende ser, no una teoría del arte, sino una teoría de la forma, en la que la forma es concebida como unidad, la estructura como principio de aglutinación dinámica, erigida en un mundo, posibilidades de vida inmersas en la dimensión del diálogo. . Esta dimensión implica la participación del espectador, ya que garantiza la transitividad del objeto relacional, el lugar geométrico de una negociación con innumerables corresponsales y destinatarios, un dispositivo relacional, una máquina de provocar y generar conexiones y encuentros casuales, individuales y colectivos que establecer una comunicación intempestiva, perturbadora, de redes de comunicación.
En esto estaría el político del arte contemporáneo; en las interferencias, a través de las cuales el artista llena los vacíos del vínculo social y produce transparencia social. Sintomáticamente, el propio autor adelanta la crítica obvia que muchas veces se dirige a este aspecto de la estética relacional: representaría una forma edulcorada de crítica social.
*Celso Favaretto es crítico de arte, profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y autor, entre otros libros, de La invención de Helio Oiticica (Edusp).
Referencias
Nicolás Bourriaud. estética relacional. Traducción: Denise Bottmann. São Paulo, Martins, 152 páginas.
Nicolás Bourriaud. Post-producción. Traducción: Denise Bottmann, São Paulo, Martins, 110 páginas.
Publicado originalmente en Revista de reseñas, No.6, octubre de 2009.