por ROMUALDO PESSOA CAMPOS FILHO*
El derrocamiento de los simbolismos que confrontan las luchas contra las desigualdades sociales, el racismo, la misoginia y todo tipo de prejuicios
“El historiador deja la futurología a otros. Pero tiene una ventaja sobre el futurólogo: la historia le ayuda, si no a predecir el futuro, al menos a reconocer lo que es históricamente nuevo en el presente, y así, quizás, arrojar luz sobre el futuro” (Eric Hobsbawm)[ 1 ]
En estos tiempos insidiosos, no todo se limitaba a la resistencia y la lucha contra el virus “sars cov-2”. Los gritos centenarios de quienes viven en un estado de opresión permanente despertaron en las calles de Estados Unidos, históricamente ligados a un oscuro pasado de esclavitud. Personas de piel negra, negros como orgullosamente insisten en ser llamados, víctimas constantes del racismo estructural, como aquí en Brasil, salieron a las calles acompañados de multitudes de personas que se asumen como antirracistas, para romper un ciclo de La represión policial violenta y mortífera que se viene repitiendo desde hace siglos.
En medio de esta explosión de justificada furia, como reacción a la violencia absolutamente innecesaria e injustificada de una estructura policial racista y ligada a las ideas y conductas típicas de los supremacistas blancos, ola que se extendió a otras partes del mundo, se convirtieron en blancos de la turba, estatuas que glorifican a los colonizadores responsables de imponer ese sesgo de permisividad que justifica en el imaginario de la sociedad la distinción entre héroes y bandidos por el color de su piel, por su condición social o por su lugar de residencia. Como también vemos mucho aquí en Brasil, las afueras de las ciudades, las comunidades pobres son permanentemente blanco de acciones violentas de la policía, casi siempre terminando en el asesinato de jóvenes inocentes. Y el orden se invierte en sentir miedo de quién.
A raíz de esta reacción, que condujo a la destrucción o amenaza de retirada de estatuas de plazas y lugares públicos, circuló una serie de preguntas y reportajes a través de los medios de comunicación, tratando de entender estos actos considerados extremos y vandálicos, o debatiendo qué importancia tienen estos símbolos que repartidos por prácticamente todas las principales ciudades del mundo. En muchos casos, se convierten en atractivos turísticos por la grandiosidad de las artes que los elevaron a esta condición, pero sin que la historia sea capaz de exponer toda la realidad de lo que se esconde detrás de estos personajes.
A lo sumo se presentan informes oficiales, que sirven más para crear falsos mitos en torno a estos individuos (en su mayoría hombres, y blancos) a través de iconografía manipulada, apreciación de imágenes y desprecio por la historia y por quienes eventualmente no tuvieron voces para oponerse a la fuerza. de sus colonizadores, los mercenarios que recorrían el país cazando indios y saqueando oro, y los coroneles cuyos grados fueron adquiridos por actos políticos debido a las fuerzas regionales que poseían.
Lo que nos queda por hacer es la iconología, para que podamos entender la historia y/o temática detrás de cada uno de estos personajes, representados por estatuas, nombres de lugares públicos y edificios públicos, y conocer el verdadero significado de sus acciones. Evidentemente con mucho cuidado de no cometer el error del anacronismo. Pero es fundamental que podamos realizar una amplia revisión historiográfica cada cierto tiempo, para que la sociedad pueda saber qué representa o representó a estas figuras. Es claro que sus exposiciones de esta manera no son una mera muestra de agradecimiento. Representan, a través de este simbolismo, valores que se vinculan a las clases sociales dominantes en cada época. Y, al seguir dominando como clases para el tiempo que vino, significan el mantenimiento de estos valores, y apuntan objetivamente a continuar en el intento de persistir en el control del poder político.
Por tanto, son símbolos que tienen sus valoraciones artísticas, aunque algunos de ellos sean de un profundo mal gusto, pero en realidad portan elementos de una cultura política, marcada por la imposición de la fuerza de la clase dominante y la subordinación de los pobres, de los más económicamente y población culturalmente frágil. En cualquier circunstancia que analicemos, en cualquier país, estas estatuas representan esos poderes y su mantenimiento. Hubo un tiempo, a finales del siglo XIX y principios del XX, en que a esto se le llegó a llamar “estatuamanía”, según Eric Hobsbawm.
Lo que una vez se llamó “estatuamanía” alcanzó su apogeo entre 1870 y 1914, cuando se erigieron 150 estatuas en París, contra solo 26 de 1815 a 1870, y estas figuras básicamente militares, casi todas eliminadas después de 1870. (…) Pero después de la Gran La guerra, con la excepción de los nuevos monumentos de guerra universales, las estatuas de bronce y mármol claramente pasaron de moda”.[ 2 ]
No debemos mirar estas representaciones solo por el aspecto artístico, que muchas veces llama la atención por la belleza de la plasticidad con la que fueron realizadas. Porque siempre lleva un fuerte simbolismo. Cualquiera que sea la obra de arte, refleja una concepción ideológica, muchas veces marcada por un movimiento que rompe con los modelos anteriores, y se impone con nuevas líneas, y que se adapta a la época en que fue construida. Independientemente de si analizamos bajo el sesgo político a la izquierda oa la derecha. Es representativo de algún tipo de expresión que refleja ese momento, ya sea para oponerse al poder establecido y confrontarlo, o para reproducir la ideología dominante.
Se dice que Pablo Picasso fue interrogado por un funcionario franquista sobre la obra que se exhibía, que acababa de pintar. "Hiciste eso"? Le habría preguntado al oficial. Y Picasso le habría respondido: “No, fuiste tú”. Fue el cuadro denominado “Guernica”, una de las obras artísticas más importantes, representativa del estilo cubista, que tuvo a este artista español como uno de sus principales referentes. En él retrató el bombardeo alemán nazi, en 1937, de la ciudad de Guernica, durante la guerra civil española.
Por eso no sólo la iconografía es importante a la hora de analizar una obra de arte. Pero también es necesario realizar un estudio iconológico, que pueda interpretar de manera más profunda todo el contexto que llevó a la producción de esa pieza, las condiciones históricas. Es decir, que va más allá del análisis estético y comprende la contextualización de la época en que tuvo lugar y las concepciones ideológicas que conlleva.
De ser así, podemos y debemos cuestionarnos las razones por las que ciertas representaciones artísticas prevalecen en un tiempo que está más allá de su existencia como objeto artístico al que fueron destinadas. Su permanencia obedece a intereses que se vinculan con los poderes, las ideologías dominantes y el mantenimiento del statu quo, con las consecuentes determinaciones que están detrás de todo su simbolismo: control ideológico, conformación social y aceptación de una historia oficial, más allá de la realidad inmanente.
Para continuar el análisis de Hobsbawm un poco más: “Hay tres demandas básicas que el poder suele hacer del arte, y que el poder absoluto hace a una escala mucho mayor que las autoridades más limitadas. El primero de ellos es demostrar la gloria y el triunfo del poder mismo (…); La segunda función principal del arte en este contexto era organizar el poder como un drama público. Los rituales y las ceremonias eran esenciales para el proceso político (…); Un tercer servicio que el arte podía prestar al poder era educativo o propagandístico: podía enseñar, informar e inculcar el sistema de valores del estado.[ 3 ]
Históricamente han tenido lugar, o han tenido lugar, movimientos insurreccionales o revoluciones que se extendieron a lo largo del tiempo en diferentes partes del mundo. Para cualquiera de ellos que se imponga habrá simbolismos que serán representados en las obras artísticas, y que casi siempre, e inevitablemente, reemplazarán a otros que representaban los valores dominantes que existían hasta entonces. No es raro ver estas representaciones artísticas, principalmente estatuas, siendo derribadas en medio de algunos de estos levantamientos populares, aunque no salgan victoriosos. Pero si el proceso de transformación social se lleva a cabo con la intensidad que implica la alteración radical de las clases al mando del poder político y económico, los símbolos que las representaban serán ciertamente derribados. En el mejor de los casos, formarán parte de un museo, donde estas reliquias se mostrarán con el fin de comprender la historia de un pueblo, de un país, o para el análisis estético como obra de arte.
Pues bien, estamos viviendo un momento de intensas, aunque no repentinas, transformaciones sociales. Es ese período identificado cuando analizamos las decadencias de las formaciones económicas y sociales, de transición histórica. Momento en que un modo de producción es sustituido paulatinamente por otro. Un tiempo lento, que puede durar más de un siglo. Este proceso suele ser de intensos enfrentamientos, revueltas sociales, crisis económicas estructurales y políticas, que van acompañadas de un aumento de la criminalidad y la desobediencia civil. En ese momento suelen ascender al poder personajes populistas, con discursos fáciles, pero con comportamientos autoritarios y antidemocráticos. Cuando no hay una formación social en el horizonte que pueda reemplazar a la decadente, esta transición puede ser aún más larga y angustiosa.
Es en estas condiciones que actualmente vemos muchos cuestionamientos sobre personajes de carácter dudoso, o de conducta fascista y actos prejuiciosos contra poblaciones oprimidas, pero que son representados como héroes a través de estatuas y denominaciones de puentes y lugares públicos, por varias ciudades del mundo. . Fueron gobernantes, soldados, comerciantes, aventureros o mercenarios, en tiempos muy distintos al actual, aunque algunos en un pasado muy reciente. La mayoria de los hombres. Se destacaron, casi siempre, por adquirir fuerza y poder en acciones de ocupación y colonización contra poblaciones aborígenes en continentes como África, Asia y América Latina. Pero también son personajes que enriquecieron internamente a cada uno de los países de estas regiones a través de la esclavización de los pueblos indígenas y africanos, la acumulación de bienes a partir de estas acciones y el saqueo de las riquezas minerales y el acaparamiento de tierras.
Naturalmente, la radicalización social y política, la ocupación de las calles por multitudes que se levantan contra las agresiones de corporaciones militares y grupos organizados de carácter racista y prejuicioso, se ha vuelto contra estos íconos, estatuas que representan individuos que atraen la furia de quienes se levantan. frente a la opresión, las condiciones de desigualdad y la violencia que afecta a las poblaciones pobres, negras y mujeres. La temperatura ha subido rápidamente como consecuencia de una grave crisis económica, que ya estaba en marcha y se acentuó con el advenimiento de una pandemia que dejó prácticamente a cámara lenta al sistema capitalista. Como resultado de esta suma de situaciones que empeoran, el clamor de las calles tiende a aumentar, y estas representaciones estatuarias de los héroes de las clases dominantes se convertirán cada vez más en blanco de la furia de una multitud ávida de justicia.
Como ya lo expresé en otras publicaciones, y como historiador, aborrezco la presencia de una estatua en el centro de Goiânia, en la confluencia de dos de sus avenidas más importantes. No debemos negar la importancia y necesidad de estudiar las gestas y hechos que se esconden detrás de este personaje, llamado por un apodo cuya versión, probablemente fantasiosa, habría tenido su origen en el asombro de los indígenas que tenían la costumbre de encarcelarlos para esclavizarlos y venderlos en São Paulo, de donde era originario. Aunque vivió buena parte de su vida en los sertões y murió en Vila Boa de Goiás, actual Ciudad de Goiás, Bartolomeu Bueno da Silva, Anhanguera, "Viejo Diablo", como le llamaban, así como los demás bandeirantes, y a través de las expediciones denominadas “Entradas”, además de delimitar territorios, se dedicaban a perseguir negros esclavizados fugitivos y encarcelar indios.
Naturalmente, son personajes que deben ser entendidos en su época, y estudiados históricamente, dándote la dimensión exacta de sus acciones. Sin embargo, la perpetuación de personajes que con el tiempo sus actitudes comienzan a ser cuestionadas por los avances de la sociedad, en la lucha contra la opresión y por los derechos humanos, representan afrentas a estos movimientos y a las conquistas obtenidas a gran costo y aún tenuemente. Sus exposiciones resultan ofensivas para aquellos segmentos que traen sus historias de ascendencia marcadas por la discriminación, el sesgo racista y el odio que se alimenta de estas deformaciones históricas que terminan justificando discursos prejuiciosos, falsas meritocracias y desprecio hacia las poblaciones más frágiles.
Anhanguera no es un héroe, ni merece el pedestal en el que se encuentra, representado por su estatua, con un trabuco en la mano, símbolo de conquista y opresión. Quienes refuerzan este falso mito perpetúan una lógica de dominación colonial, sumisión y provincianismo que termina por reducir el tamaño de la importancia y valoración de quienes construyeron, con su esfuerzo, trabajo y dedicación, otra historia, que representa mucho más los valores y cultura del pueblo de Goiás. Quizás otro símbolo representó mejor la ocupación de esa región, de asentarse en el lugar, a diferencia de los predicadores de indios y saqueadores de oro, cuyos resultados enriquecerían otros lugares.
Más recientemente Borba Gato fue blanco de grupos dementes, ávidos de revisar una historiografía paisajística que adorna, o afea, las ciudades, casi como en un movimiento iconoclasta moderno. Como otros bandeirantes, sus hechos “heroicos” están llenos de perversidades contra los pueblos originarios. Acusado de ser predicador de indios, saquear oro, esclavizar negros y violar mujeres indígenas, su aura de “santo” solo sirve a los intereses de la élite paulista, que se benefició de estos actos de violencia y ha sido utilizada culturalmente para formular el “ mito del héroe fundador. Representa pérfidamente todo el proceso sangriento de ocupación del interior y el genocidio cometido contra indígenas y negros. A pesar del “progreso” atribuido a estos aventureros, no se pueden omitir sus actos homicidas, y si sus hazañas no se pueden ver anacrónicamente al mismo tiempo, no se puede negar el papel destructivo de las etnias y extorsionador de riquezas de un interior que ha quedado. pobre por sus “gloriosas obras” que regocijan a las capas dominantes.
Así, en el cuestionamiento y en la revisión historiográfica, se hace necesario revisar muchos mitos creados al antojo de los intereses políticos de las clases dominantes, con el fin de mantener al pueblo sumiso, para idolatrar a personajes que alguna vez oprimieron a sus antepasados. En la radicalidad de la lucha, y en las transformaciones sociales, en el advenimiento de multitudes que cuestionan todo eso, se dan estas revisiones en la práctica, en el enfrentamiento y derrocamiento de aquellos simbolismos que confrontan las luchas contra las desigualdades sociales, el racismo, la misoginia y todo tipo de prejuicios.
*Romualdo Pessoa Campos Filho Es historiador y profesor del Instituto de Estudios Socioambientales de la UFG. Autor, entre otros libros de Araguaia: después de la guerra de guerrillas, otra guerra (Editora Anita Garibaldi).
Notas
[1] HOBSBAWM, Eric. Un siglo de simbolismo cultural. En: Tiempos fracturados, cultura y sociedad en el siglo XX. São Paulo: Cia das Letras, 2013, pág. 39.
[ 2 ] HOBSBAWM, Eric. Arte y Poder. En: Tiempos fracturados, cultura y sociedad en el siglo XX. São Paulo: Cia das Letras, 2013, pág. 271.
[ 3 ] Ídem, pág. 269-270.