Estanflación, subida del precio del petróleo y el dólar cuestionado: ¿los años 2020 o 1970?

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por LEDA MARIA PAULANI*

No es solo la niebla de la guerra lo que impide que las cosas se vean con claridad.

En los pasillos del colegio no se habla de otra cosa: del mundo en estanflación y de la subida meteórica de los precios del petróleo. Para colmo, las frecuentes especulaciones en torno a la capacidad del dólar estadounidense para seguir desempeñando el papel de medio de pago internacional.

Tal escena podría estar expresando el estado del arte de la economía mundial hoy, pero tiene lugar hace casi cincuenta años. Lo presencié, en los pasillos de la FEA-USP, en los primeros años de mi graduación en Economía. Dado el carácter cíclico del proceso de crecimiento capitalista, podríamos estar tentados a pensar que en realidad se trata de un retorno a una situación sustancialmente similar a la vivida décadas atrás. No puede haber mayor error.

Detrás de la estanflación de la década de 1970 hubo casi tres décadas de crecimiento económico estupendo, que se extendió prácticamente por todo el mundo. Detrás de la estanflación actual, cuatro décadas del régimen de bajo crecimiento inaugurado por la expansión de las prácticas neoliberales a principios de los 1980, además de una colosal crisis financiera hace una década y media.

Detrás del cuestionamiento del dólar, teníamos el agotamiento del bosque Bretton y el patrón dólar-oro, un arreglo que comenzaba a pesar mucho en la economía estadounidense. Detrás de las dudas actuales, varias décadas del exorbitante privilegio que ostenta EE.UU. para emitir una moneda inconvertible demandada por el mundo entero, atributo solo puesto en jaque ahora por las escaramuzas de la geopolítica.

Detrás del impresionante aumento de los precios del petróleo estaba la devaluación de la moneda estadounidense, consecuencia de la desvinculación del dólar del oro por parte de Nixon, que había reducido abruptamente, en términos reales, los precios del petróleo. mercancía (Por no hablar de las conjeturas de que la formación de la OPEP, que hizo posible el shock de precios, habría sido estimulada por los propios estadounidenses para atormentar la vida de Alemania y Japón, que entonces le dieron una paliza a la industria estadounidense y eran mucho más dependientes que los estadounidenses). USA de importaciones de productos).

Detrás del crecimiento actual, una industria petrolera y energética que se ha visto trastocada y desorganizada por la pandemia, incluso logísticamente, situación que se ha visto muy agravada por el aumento de la tensión en Europa y el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania (por no hablar de mencionar los crecientes problemas ambientales).

Dicho esto, cabe preguntarse qué se puede esperar de este nuevo capítulo de la historia del capitalismo, que parece, pero no es, un nueva versión (no deseado e insípido) de una vieja película. A raíz de aquellos convulsos años 1970, tuvimos lo que el economista francés François Chesnais llama el “levantamiento neoliberal”, con la difusión, por todo el mundo, de los preceptos del libre mercado: la satanización del Estado y los servicios públicos, la austeridad políticas públicas, la intensa apertura financiera, la prescripción generalizada de privatizar lo que aún producía el Estado, etc.

Pero el final de la década de 1970 también trajo lo que Conceição Tavares llamó, en una feliz expresión, “diplomacia del dólar fuerte”, a saber, el shock de tasas de interés provocado por Paul Volcker, entonces presidente de la FED. La subida brutal del tipo de interés básico estadounidense absorbió la riqueza financiera del mundo, haciendo desaparecer de la noche a la mañana las especulaciones en torno a la “fragilidad” del dólar y su condición de moneda mundial.

Los desarrollos que cabe esperar de la situación que se vive hoy son muy distintos e incluso opuestos. Si bien no se dice explícitamente, es claro que el coronavirus ha vuelto a colocar al Estado en el centro de la arena, pues una pandemia solo se combate colectivamente, con políticas públicas, salud pública, lineamientos preventivos, campañas de vacunación. Además, en muchos países se llamó al Estado en auxilio de una parte sustancial de la población, para que se respetaran las cuarentenas. Finalmente, el estallido de un conflicto militar abierto dentro del continente europeo parece echar por tierra de una vez por todas el cuento de viejas de que la globalización y la libre circulación de capitales conducirían al desarrollo para todos, unidos en los mismos intereses, bajo la batuta del capital, todas las naciones. ¿Cómo podemos esperar el fortalecimiento del discurso y la práctica neoliberal después de este terremoto?

Con respecto al dólar, incluso si el gobierno de EE. UU. mantiene las mismas armas en sus manos que antes, el ambiente no es el más favorable para una nueva ronda de diplomacia del dólar fuerte. En medio del estancamiento mundial agravado por la incertidumbre que produce la guerra, adoptar tal práctica significaría pegarse un tiro en el pie, pues sería lo mismo que adoptar una política de debilitamiento planificado de la economía real estadounidense, ya bajo gran presión. , sobre todo en el terreno tecnológico, por el gigante China.

Además, desde el punto de vista de su hegemonía, no parece haber un buen resultado para EE.UU. en este embrollo Europeo. Si por algún milagro se logra que una derrota militar imponga una derrota militar a Vladimir Putin, es evidente que eso acercará al gran país de Europa al coloso chino (al que ya se acercaba, por cierto, independientemente de la resultado de la guerra), que no parece nada bueno para el dominio continuo de EE. UU., incluido el poder del dólar. Si, como es más razonable suponer, Putin se mantiene firme y obtiene algunas concesiones del bloque OTAN/EE.UU., entonces la derrota estadounidense en su papel de liderazgo mundial se hará explícita, con consecuencias similares en el ámbito económico y monetario.

Teniendo en cuenta todos estos elementos, no hay forma de esperar un gran fortalecimiento de la moneda estadounidense en el próximo período. Por el contrario, todo parece jugar al revés. Pero, ¿podemos entonces simplemente considerar que esto es una inversión pura y simple de lo que sucedió después de la crisis de los años 1970, ayer satanización del Estado, hoy revitalización del Estado, ayer fortalecimiento del dólar, hoy debilitamiento del dólar?

El análisis sería mucho más fácil si ese fuera el caso, pero el mundo no es tan simple. Entre un momento y otro, una crisis de sobreacumulación sistémica no resuelta se agravó considerablemente. Así, aun con la multiplicación y proliferación en el mundo de expedientes expoliadores y recortes a los derechos de los trabajadores, no fue posible evitar, al final de la primera década del nuevo siglo, el estallido de una crisis financiera internacional de una dimensión solo comparable al terremoto de 1929 -30. La forma de reaccionar de los estados centrales ante la crisis no hizo más que profundizar las contradicciones que están en la base del sistema, pues implicó la continuación del crecimiento profundamente desequilibrado entre riqueza real y riqueza financiera que lo caracteriza al menos desde la década de 1980.

El brutal aumento de la desigualdad intra e interpaíses y la financiarización de todo son sólo las expresiones más visibles de estos movimientos tectónicos de acumulación. Este es el telón de fondo contra el cual analizar las consecuencias de los acontecimientos de hoy. Por lo tanto, es necesario que entren en juego una serie de otras variables si queremos hablar sobre el futuro del dólar y los estados nacionales. Es necesario recordar sobre todo el dominio indiscutible de las formas sociales capitalistas producido por cuatro décadas de prédica neoliberal desenfrenada, ayudada por el impulso decisivo de los medios corporativos en todo el mundo.

Si Karl Marx tenía razón al llamar la atención sobre el fetiche de la mercancía y al señalar el capital financiero como la forma acabada de este fetiche, el mundo quizás esté experimentando actualmente la forma de existencia más adecuada para estos conceptos que jamás haya tenido la oportunidad de experimentar. Nunca el mundo se ha visto tanto como hoy a través de los ojos de la forma de mercancía, nunca la transformación del capital en algo que parece autogenerar su propio crecimiento ha sido un proceso tan generalizado. Por lo tanto, no es solo la niebla de la guerra lo que puede impedir que las cosas se vean con claridad. Las nieblas producidas por la supremacía de la mercancía capital pueden ser aún más oclusivas.

*Leda María Paulani es profesor titular (y senior) de la FEA-USP. Autor, entre otros libros, de Modernidad y discurso económico (Boitempo).

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