estado de podredumbre

Imagen: Adrien Olichon
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por LUCIANO NASCIMENTO*

La constante sensación de riesgo inminente hace que estemos alerta, buscando todo el tiempo cualquier señal de amenaza contra nosotros.

Al afirmar que “la única manera de librarse de una tentación es ceder”, Oscar Wilde señaló la que quizás sea la motivación inconsciente más primaria para la búsqueda del conocimiento por parte del hombre. Saber, en un sentido amplio, es una especie de fetiche. Por cierto, según la lectura batida y refutada del relato mítico judeocristiano, el germen del llamado “pecado original” fue precisamente Adán al haber sentido y cedido a la tentación de conocer el conocimiento de que, en teoría, Dios guardado sólo para él. Nines-out, libre de cualquier dogmatismo religioso, es una alegoría interesante.

Muy al contrario de esta idea, también es interesante la máxima popular según la cual “la ignorancia es felicidad”. Es difícil no ver sabiduría en esto, sobre todo cuando, como en los días actuales, el reconocimiento de los principios, medios, fines y efectos del fascismo nos constriñe a intentar un diálogo asertivo con negacionistas convencidos, explotados por la fe, puritanos amorales, prejuiciosos discriminados y, la guinda del pastel, pobres derechistas. ¿Realmente merece la pena poder ver todo esto?

Impotente entre las tentaciones igualmente poderosas de ver y no ver su entorno, el brasileño adverso a la ceguera selectiva ha experimentado la condición de “un móvil suelto en el huracán” (¡Ave, Paulinho Moska!). Verse a sí mismo y al país, pacífica y concomitantemente, es una misión casi imposible. Por otro lado, también es casi imposible cerrar los ojos ante el escenario que te rodea, en un intento por preservar tu propia salud mental. Estamos atrapados en la trampa metafísica de una bucle paradójico Echo en brazil: Por aquí, hoy, la conciencia de la necesidad de mantenerse informado se ha convertido en un desencadenante del síndrome del avestruz. El efecto más visible de este bucle, al parecer, es el constante estado de preparación al que estamos sujetos, rodeados de zombis uberizados y secuaces súper ocupado sirviendo a la malvada rataria que emerge de las cloacas patrias.

No es nuevo: el estado de preparación es una reacción instintiva de las presas (potenciales) cuando intuyen o perciben amenazas depredadoras. Varios documentales sobre la vida salvaje ya han registrado este mecanismo de defensa. Resulta que, en general, tal estado de vigilia no es duradero, incluso entre los animales que forman la base de las cadenas alimenticias en sus respectivos ecosistemas.

Hay especies que son más asustadizas que otras, es cierto, pero si no me equivoco, las notas sobre especies que se asustan las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, los trescientos sesenta y cinco días del año no son recurrentes. – y es pura sofistería invocar en este punto la supuesta ignorancia de los animales no humanos respecto al cómputo del tiempo. Si hay otros además de nosotros que experimentan tal tortura, probablemente no haya ninguno que lleve este terror consigo a su propia casa (guarida, guarida, nido, hoyo o lo que sea). Gracias a Internet, la capacidad de autodestrucción del animal humano (“¿pulsión de muerte”?) puede profanar cualquier espacio. Cualquier. Incluyendo nuestra mente.

Sin duda, esta habilidad es una de las razones por las que estamos tan enfermos, y tampoco hay nada nuevo en eso. Datos oficiales fiables (de la OMS[i], de OPS[ii] y la USP[iii]) se dan cuenta de que Brasil es uno de los países con mayor número de personas que sufren de ansiedad y depresión en el planeta. Y, si se considera que, por aquí, existen varios obstáculos para el diagnóstico de estos trastornos y para el registro sistemático de su ocurrencia, se puede suponer que el subregistro de casos compromete la exactitud de los datos medidos por los citados organizaciones

Más allá de las frías estadísticas, en el calor del mundo de las personas de carne y hueso, las cosas parecen ocurrir más o menos así: la constante sensación de riesgo inminente nos hace estar alerta, buscando todo el tiempo cualquier señal de amenaza contra nosotros. ; la búsqueda de estas pistas agudiza nuestros sentidos y nos lleva a las noticias ya los libros; aumentan nuestra sensación de miedo, activando así nuestro estado de alerta; cuando/si nos damos cuenta del círculo vicioso, intentamos desconectarnos, olvidarnos del mundo al menos por unos momentos; allí experimentamos la certeza de ser ciegos y, por eso mismo, de ser presa más fácil; esta certeza reactiva nuestros sentidos, nos induce a estar nuevamente alerta, a buscar información en las noticias y explicaciones en los libros. Así bucle establecerse; así la mente se enferma.

Pero, ¿cómo no podría ser de otra manera si la Peste, el Hambre, la Guerra y la Muerte desfilan entre nosotros, riendo, todo el tiempo? ¿Cómo podría ser diferente si nuestros hijos han sido abandonados a su suerte, han caído de edificios, han sido asesinados por balas perdidas (siempre en las mismas direcciones) dirigidas (siempre a los mismos cuerpos)? ¿Cómo, si hay padres y madres que descuidan con orgullo la integridad física y psíquica de sus hijos e hijas, e incluso atacan su vida con un método y una frecuencia mucho mayores de lo que el absurdo jamás sospecharía? ¿Cómo los pueblos indígenas, negros, mujeres y LGBTQ no podrían sentirse arrinconados en una tierra fundada, sumida por más de quinientos años en el asesinato, la esclavitud y la segregación? ¿Será posible que el brasilero reacio a la estupidez humana escape? bucle macabro made en Brasil, inmerso en un tiempo-espacio que eleva las caricaturas estúpidas a la categoría de “mitos” y las entroniza bajo la corona de la estupidez engreída?

Nada de esto parece posible, y la razón de esta aparente imposibilidad es la siguiente: nuestra ineludible disposición, por ostensible que sea, es solo una gran secuela. La causa de nuestra enfermedad colectiva es mucho más grave. Nosotros, Brasil y los brasileños, en realidad estamos viviendo en un estado de podredumbre, algunos por el desgaste, otros por el disfrute, la mayoría por el abandono. La pura surrealidad de nuestros días tiene un efecto paralizante malsano en algunos de nosotros, en la misma medida que provoca el disfrute eufórico de tantos otros. Apretada entre paralizada y eufórica, la gran masa sólo trata de sobrevivir; para ella, el horizonte de vidas mejores es una especie de fantasía embriagadora, que a veces parece plebeya, a veces noble... ya veces huele a azufre.

Vivimos en una época en la que el olor a azufre parece haberlo impregnado todo. La rataria que emergía de las aguas residuales de nuestro podrido pasado colonial mostraba que, después de todo, no era realmente pasado, sino presente. Nunca hemos dejado de ser una especie de “tierra santa” al revés, paraíso de bárbaros venales y genocidas, con ríos cada vez más contaminados donde se arrastra lodo y hiel. En este sentido, es consistente que ellos -las ratas y los secuaces encantados por la flauta maldita del cacique- se han apropiado de la bandera nacional. Que se queden con ella y aprovechen al máximo.

Nosotros, que rechazamos la ceguera selectiva y optamos por intentar progresar en la búsqueda de un conocimiento que promueva algún efectivo bienestar colectivo, deberíamos ceder a la tentación de refundarnos (al menos metafóricamente), y podríamos empezar por establecer una nueva bandera (aunque imaginaria) que simbolizaba esta onírica “liberación conjunta de todos los hombres” (¡Evoé, Paulo Freire!). En la entonces “bandera multicolor de nuestra nueva tierra” (¡Gracias por el préstamo, Castro Alves!) en lugar del infame “Orden y progreso”, tal vez podría haberse escrito la sabia dedicatoria de Brás Cubas: “Al gusano que primero royó el frío carne de mi cadáver, dedico estas memorias póstumas como memoria nostálgica”…

Deseo que alguna otra belleza nacional pueda resurgir de estas palabras mágicas, bajo las bendiciones inventivas de la Bruja negra de Cosme Velho.

* Luciano Nascimento Doctor en Letras por la UFSC y profesor del Colégio Pedro II.

 

Notas


[i] Disponible https://g1.globo.com/fantastico/noticia/2020/12/06/ansiedade-e-o-transtorno-mais-comum-entre-os-brasileiros-sintomas-pioraram-durante-a-pandemia.ghtml.

[ii] Disponible https://www.paho.org/pt/noticias/2-3-2022-pandemia-covid-19-desencadeia-aumento-25-na-prevalencia-ansiedade-e-depressao-em#:~:text=2%20de%20mar%C3%A7o%20de%202022,Mundial%20da%20Sa%C3%BAde%20(OMS).

[iii] Disponible https://pe.cut.org.br/noticias/especial-os-impactos-da-depressao-e-ansiedade-na-vida-da-classe-trabalhadora-1877.

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