estos ingleses

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por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*

Comentarios sobre narrativas de la vida británica en la literatura y el cine

1.

En literatura alta, o en serio, cualquiera que quiera saber sobre las élites inglesas y americanas de la belle époque puede leer a Henry James y Edith Wharton. En cuanto a los franceses, nadie discute el galardón de Marcel Proust, el más grande de todos, rey del esnobismo/contraesnobismo.

Los ingleses contemporáneos cuidan de sus clases dominantes, revelando la fascinación que sienten por la familia real, de escándalo en escándalo, alimentando los tabloides. Las dimensiones de la producción de estudios y artefactos sobre la realeza es asombroso. Mira cómo proliferan los ya numerosos capítulos de la serie La corona. Y, para mantenerse en la agenda seria, cada año aparecen nuevas tesis doctorales con biografías de monarcas terrenales, incluso de los más insignificantes, constituyendo prácticamente un género literario. Las críticas se multiplican en organismos serios como el Revisión de libros de Londres e El economista.

En la esfera pop, son abundantes y divertidos. Baste recordar el esnobismo de Agatha Christie y la novela policiaca inglesa en general. Sin olvidar las autobiografías de personajes inteligentes, como la propia “reina del crimen”, o de actores por encima de la media, como Alec Guinness (¡tres libros diferentes!) o David Niven (dos).

Además de estos, hay escritores y guionistas ingleses especialistas en esnobismo, que tienen mucho éxito con libros, películas y series de televisión. Tratan temas picantes, llenos de glamour y conocedores de los ritos y protocolos de la nobleza. Y cultivan lo que se llama “humor inglés”, un humor peculiar, lleno de subestimaciones, litotes o doble negación, y autoburla. Todo es muy sutil, evitando la hipérbole y cualquier tipo de exceso, apostando a que menos es más.

Abundan los secretos de alcoba, las intrigas palaciegas, el adulterio y el incesto. La pluma es afilada y tan afilada, tan cruel que se convierte en bisturí, pero con gran decoro y respeto por las convenciones de escritura. Muy lejos de las tripas desnudas y la sangre que brota de la convención predominante de hoy.

El mascarón de proa es Julian Fellowes, escritor de la serie. Abadía de Downton y de Gosford Park, imitación de Las reglas del juego, de Jean Renoir, una de las mejores películas jamás realizadas. También es autor de bestsellers como snobs, con un título tan apropiado, la edad dorada y principalmente Belgravia, que cuenta 200 años de historia de las clases dominantes inglesas, pasados ​​en las mansiones que rodean esta plaza tan exclusiva de Londres. Comienza la víspera de la batalla de Waterloo, en Bruselas, en el baile que la duquesa de Richmond ofreció a Wellington, comandante en jefe de la coalición contrarrevolucionaria, victoriosa al día siguiente. Se dice que muchos salieron directos del balón al combate, vestidos con sus uniformes de gala.

Aquí había un cachorro, y bien dicho: la sobrina Jessica Fellowes escribió otro éxito de ventas, El mundo de Downton Abbey, con prefacio de su tío, contando el backstage del rodaje y trazando un paralelismo con la historia de Inglaterra a principios del siglo XX. XX, pasando por la Primera Guerra, las innovaciones tecnológicas y los cambios en las costumbres. Entre otros títulos, Jessica Fellowes escribió El asesinato en el tren, novela policiaca a la manera clásica que sitúa a las hermanas Mitford como personajes de una serie de gran éxito, con el título general de Los asesinatos de Mitford. Hay seis libros, uno para cada hermana.

Una palabra sobre ellas: las seis hermanas Mitford, hijas de un baronet, existieron. Notoria en la época y perteneciente a la alta sociedad inglesa, una de ellas se casó con el líder de los nazis en Inglaterra, sir Oswald Mosley, que pasaría casi toda la Segunda Guerra en la cárcel. La mayor, Nancy Mitford, autora de La búsqueda del amor e Nobleza obliga, entre muchos otros, además de una vida aventurera, hizo carrera como escritor y periodista.

Buscó el material para sus diversos libros desde adentro hacia afuera del funcionamiento de una familia de la alta burguesía, vista desde adentro con una mirada cáustica y divertida. Y todo ya está impregnado de una pizca de locura. Inolvidable como su padre, un maníaco cazador de zorros, este gran ritual de alta burguesía, jugaba con las seis hijas. A caballo y armado, galopaba con su jauría adiestrada tras las niñas, quienes, en el papel de zorras, se encargaban de correr y esconderse en el monte mientras su padre las perseguía. Y era un pasatiempo inocente...

2.

Richard Curtis es guionista de exitosas películas como Cuatro bodas y un funeral, un lugar llamado Notting Hill e Simplemente amor. También fue director de este último.

Con la primera obtuvo un éxito de público sin precedentes, sacando al cine inglés de un estancamiento sin futuro. Exhibiendo protocolos y rituales de la clase dirigente, puso en escena a un grupo de sus hijos treintañeros, solteros, sin profesión y fracasados ​​en general, todos sumamente encantadores. Lanzó a Hugh Grant, guapo e indefenso, que tartamudea y parpadea, como teme, como sus amigos, creciendo y asumiendo responsabilidades. Aparece una rica modelo estadounidense y lo quiere para ella, algo que le resulta difícil de creer y que evita de todos modos. De ceremonia en ceremonia en la alta sociedad, como indica el título, la cámara sigue al grupo. La receta infalible repercutiría en otras películas agudas.

Las críticas por su class parti-pris llevaron al guionista a hacer penitencia en la siguiente película, A Place Called Notting Hill, trasladando el escenario a las zonas bohemias de Londres, con gente de extracción modesta. Otro grupo de amigos, todos trabajadores poco calificados, todos a quienes algo les ha ido mal en la vida. Una vez más, Hugh Grant, que sigue siendo guapo, tartamudea y parpadea ante otro estadounidense adinerado que lo quiere: nada menos que la actriz mejor pagada del mundo en ese momento, Julia Roberts.

Vive en Portobello Road, la misma del esplendor de los años 60, y es dueño de una pequeña librería de guías turísticas, siempre vacía. Vemos al personaje de Julia Roberts, hasta entonces estrella millonaria del cine de mala vida, en el que interpreta a astronautas, trabajando en Inglaterra en una película de época basada en la alta literatura. Insatisfecha con su destino como millonaria y celebridad, busca una vida más auténtica que todavía se puede encontrar en Inglaterra, etc. – y, tácitamente, se infiere, ya no en Estados Unidos. Una vida en la que el dinero y la fama no son determinantes... Y la película añade una nota antiimperialista.

Luego Richard Curtis escribiría el guión y dirigiría Simply Love, con el infalible Hugh Grant, que se había ido a Hollywood a ganar dinero y convertirse en una estrella de primera magnitud. Ya no es un fracaso como en las dos películas antes mencionadas, él, y mira cómo ascendió en la vida, es el primer ministro de Inglaterra. Cuajado de estrellas, se da otro éxito. Pero el éxito no falta en la vida de Richard Curtis, quien también es productor de programas de televisión, liderando causas humanitarias e iniciativas benéficas de gran alcance. Todo el mundo conoce sus innumerables puntos fuertes: Bridget Jones, el Sr. Bean con Rowan Atkinson, etc.

¿Qué puede unir a Richard Curtis e Ian Fleming, cuyos libros tienen como protagonista al espía James Bond? La estilización de Inglaterra como lo opuesto a la América del Norte materialista y vulgar, por supuesto. Lo curioso es que toda la serie de James Bond es claramente compensatoria, creada justo cuando Inglaterra acababa de perder la hegemonía imperialista ante Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial.

Ian Fleming también fue a Eton y Sandhust, como todos ellos, pero la Segunda Guerra le impidió ir a Oxford y Cambridge. Sin embargo, por familia y conexiones, era miembro de la sistema de niño viejo. Basta ver el esnobismo acentuado de la serie de James Bond, que nunca impidió su éxito, todo lo contrario: 100 millones de copias en todo el mundo, 26 películas hasta la fecha. Además de sus refinadísimas costumbres en cuanto a coches, tabaco, bebidas, ropa y mujeres, hay grandes diatribas. Como la escena en la que las investigaciones de Bond lo llevan al Instituto de Heráldica, donde él, tan rápido con la réplica como con el gatillo, se identifica como: "James Bond, de los Bonds de Bond Street..." Y el único tiempo que hace casado, estuvo con una condesa.

Ian Fleming era un agente secreto, en diferentes posiciones, y usó el entrenamiento para beneficiar a su espía. Su vida estuvo tan llena de aventuras inverosímiles que 007 sería la envidia... Por eso ganó tanto en cine y TV. Puedes comprobarlo en Spymaker - La vida secreta de Ian Fleming y en la serie de TV en 4 episodios Flamenco, de 2014.

3.

Estos ingleses son realmente irresistibles. Comenzando con Julian Barnes y su best-seller El hombre del abrigo rojo: ¿Quién podría resistirse a un libro de ficción biográfica que reúne al Conde Robert de Montesquiou, el Príncipe Edmond de Polignac y el Dr. ¿Pozzi, ginecóloga de la alta sociedad y mujeriego famosa por su belleza? El primero es el protagonista de Marcel Proust, que lo retrata como el Barón de Charlus: hay quien piensa que es su mayor creación.

El libro comienza con un viaje de compras completamente documentado a Londres, donde los tres van a abastecerse de telas para ropa personal y cortinas. Sin olvidar una visita a Libertad, porque era la época del estilo Liberty, el nombre de la tienda y su dueño. el medico Pozzi es el hombre de la casaca roja, como ilustra en la portada un espléndido cuadro de Sargent, reinterpretación de otro de El Greco, El caballero con la mano en el corazón. Destaca la delicada mano de cirujano y amante, entre la muda escarlata de la bata. La referencia a El Greco se acentúa con el cuello y los puños de encaje blanco. Mientras habla de los tres amigos, el autor amplía su lente y dibuja un panorama de la belle époque en las dos metrópolis, entonces el centro del mundo.

A medida que la aristocracia fue desapareciendo en el resto del planeta, los ingleses se fueron apropiando de ella como fuente de ingresos. delectación morosa, por lo que es un producto muy vendible. La veta bien cedería... Un hito en esta trayectoria fue Brideshead revisitado, por Evelyn Waugh. El autor, graduado en Oxford, era conservador, incluso reaccionario, imperialista, supremacista blanco, católico converso. El libro dio cachorros: la película deseo y poder (2008), con Emma Thompson interpretando a la formidable matriarca, y una serie de televisión de varios episodios de gran éxito con Jeremy Irons (1981). La serie trajo papeles secundarios clave a grandes figuras del escenario de Shakespeare como John Gielgud, Laurence Olivier, Claire Bloom.

Brideshead revisitado es un verdadero manual de esnobismo. Se bebe champagne todo el tiempo, que por cierto le llaman popular, mientras que en otros círculos lo llamarían burbujeante – eufemismos que subestiman la familiaridad. El narrador estudia en Oxford, por supuesto, pero no pertenece a los estratos más altos, con los que queda deslumbrado. Hay dos protagonistas pertenecientes a ellos: Sebastian y Anthony Branchan, ambos hijos de señores.

Anthony es un modelo extremadamente snob. Y, como pronto descubre el héroe, lleno de mitomanía y delirios de grandeza. Sebastian, de Brideshead (nombre de dominio familiar), también abusa de las visas. Tiene un osito de peluche, llamado Aloysius, al que atribuye opiniones y pensamientos. El problema es que Sebastián, además de ser muy rico y aristocrático, es de una belleza única y por ello atrae amantes de ambos sexos. El hecho de que sea misteriosamente infeliz y esté condenado solo aumenta su encanto.

Entre el esnobismo y la excentricidad celosamente alimentada, casi al límite de la veneta, estos ingleses atraen poco a poco a sus lectores y espectadores. La combinación fue destacada por Edith Sitwell, quien escribió en 1933 un libro encantador, Los excéntricos ingleses. Ella misma estaba dada a lucir: alta, angulosa y desgarbada, resaltó estos rasgos con un vestuario extravagante, junto con sus dos hermanos, Osbert y Sacheverell, los tres miembros de la nobleza, hijos de un baronet y una dama.

Los Sitwell no eran precisamente del Bloomsbury Circle, al que pertenecía Virginia Woolf, pero lo tocaban con frecuencia. Prestigiosos escritores, los tres constituyeron una familia literaria y tuvieron una presencia notable en los acontecimientos artísticos de vanguardia en Londres en la década de 1930, perdurando, por longevos que fueran, incluso más allá de la Segunda Guerra Mundial.

¿Cómo no admirar las excentricidades de estos ingleses, incluso sin esnobismo? La foto de Bertrand Russell -matemático, filósofo y premio Nobel, etc., un noble inglés con título de conde- la llevaban los policías por sentarse en medio de la calle, protestando contra la proliferación nuclear. Y tenía 90 años...

*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de Leer y releer (Sesc\Ouro sobre azul).


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