por RONALDO VIELMI FUERTES & ALEXANDRE ARANHA ARBIA*
Presentación del libro que recoge entrevistas de György Lukács entre 1966 y 1971
El conjunto de entrevistas reunidas en esta colección constituye una parte considerable de los testimonios brindados por el pensador marxista húngaro György Lukács en el período de 1966 a 1971. y la cultura, entre otros. Podemos seguir, en este contexto, a un Lukács centrado en dos tareas principales: concluir su obra sobre la ontología del ser social, fundamental, en su valoración, para una renovación del marxismo y, concomitantemente, demostrar cómo el pensamiento marxista puede interpretar y ofrecer soluciones a los problemas contemporáneos.
En el período en el que se concedieron estas entrevistas, se publicó el primer volumen (de los tres inicialmente previstos) de Die Eigenart des Ästhetischen [La peculiaridad de la estética] ya estaba publicada y el plan de escribir una ética ya había sido superado por la primacía de escribir la ontología del ser social. Todo el movimiento del pensamiento del autor en la década de 1960 demuestra un amplio esfuerzo por establecer bases teóricas seguras y rigurosas, capaces de brindar lineamientos precisos para la práctica política, cultural y social de su tiempo. La inserción en el debate de la ontología del ser social y la persistencia en realizar la crítica de la sociabilidad contemporánea, tanto socialista como capitalista, no fueron el resultado de inclinaciones e intereses limitados a la esfera personal, tuvieron en cuenta la necesidad transformar la realidad frente a los grandes dilemas que se presentaban en su día, algo que sólo podía ser efectivo a través de una reflexión rigurosa sobre los procesos de génesis y desarrollo del ser social.
Los testimonios dados por el pensador en el período demuestran la relación directa entre sus posiciones políticas y sus trabajos teóricos. La práctica política y las reflexiones filosóficas del autor tienen en común la prerrogativa de “volver a Marx”, medio necesario, según él, para llegar a alternativas reales de superación de las grandes contradicciones de su tiempo. Lukács, convencido de la necesidad de retomar el pensamiento marxista en sus rasgos originales –perdidos por los marxistas a lo largo del siglo XX–, insiste en sus elaboraciones sobre la suficiencia de las reflexiones marxistas para la producción de un conocimiento comprensivo, capaz de espejar, a nivel de ideal, realidad, más fielmente posible, a través de la aprehensión rigurosa de la dinámica social en sus múltiples complejos constitutivos.
Vale la pena insistir: el campo de la teoría, para Lukács, se encuentra en una articulación ineludible con la actividad política. No hay manera de separar ambos. Como afirma en sus entrevistas autobiográficas, “el movimiento siempre es útil en el trabajo, porque así se delinean más claramente las tendencias y queda claro lo que la gente quiere”. En este sentido, el papel del ideólogo en la construcción del conocimiento científico riguroso es también una forma de militancia. Esta convicción del papel del pensador en la determinación de los principios y elementos más fundamentales de la lucha revolucionaria es consistente con la proposición de Marx según la cual "el arma de la crítica no puede, por supuesto, reemplazar la crítica del arma, el poder material debe ser derrocados". por el poder material, pero la teoría también se convierte en una fuerza material cuando se apodera de las masas.
Luchando en el campo donde mejor podía aportar –el de la ideología–, el marxista húngaro tuvo que “moverse entre luces y sombras” para exponer sus oposiciones, desde un punto de vista marxista, en la gran batalla filosófica de la época. Para nuestro autor, se trata de devolverle al marxismo la dignidad de una filosofía de gran importancia, de demostrar en el pensamiento de Marx el punto de llegada de la filosofía como momento de inflexión decisiva de las grandes cuestiones filosóficas de la humanidad.
Esta intención hace que su obra termine limitándose a dos frentes fundamentales: la crítica a las interpretaciones distorsionadoras del pensamiento de Marx y la crítica a las teorías predominantes en el pensamiento occidental a lo largo del siglo XX.
Con respecto al primero de estos frentes de combate, podemos decir que la parte más sustantiva de las dificultades que enfrenta el marxismo en el campo del pensamiento se debe a la forma en que fue mutilado y propagado por el estalinismo. El problema central del estalinismo es, según Lukács, la tacticismo: la sumisión de la “idea de estrategia a la táctica y […] las perspectivas generales del socialismo a la estrategia” (ver, en este volumen, p. 60). En tal forma de proceder, la teoría se elabora siempre al servicio de la táctica política, abandonando así el principio fundamental de entender la realidad como elemento crucial para la elaboración de la estrategia.
Por lo tanto, era inevitable que la influencia del estalinismo condujera a la falsificación teórica y vulgarización y empobrecimiento del marxismo. En este “combate” vivo se concentra una de las principales posiciones de confrontación interna, es decir, de autocrítica de los marxistas como forma de superar la crisis del socialismo. Las vulgarizaciones del pensamiento de Marx, que tuvieron lugar a lo largo del siglo XX y que se desarrollaron aún más agudamente a fines de la década de 1960 y principios de la de 1970, poblaron el espectro de la producción marxista, no solo en Oriente, sino también en la producción marxista occidental. Para el marxista magiar, si Stalin había sido derrotado, el estalinismo, por el contrario, se mantenía con gran vigor. El problema para Lukács nunca fue solo la figura de Stalin; su denuncia siempre destacó al estalinismo como un fenómeno social de proporciones mundiales, cuyas influencias y principios son fácilmente perceptibles en los contenidos programáticos de los partidos políticos comunistas de su época.
La certeza de Lukács sobre la suficiencia del pensamiento de Marx lo pone en oposición directa a los intentos de “complementar” o “salvar lagunas” del marxismo importando soluciones ajenas a su universo metodológico. En buena medida se trata de cuestionar el destino trágico del pensamiento de Marx que se extiende desde el siglo XX hasta nuestros días. Sus obras son textos de combate que refutan intentos conciliadores, arreglos, remodelaciones y revisionismos de los más diversos matices, desde la versión positivista, kantiana (Adler) hasta la estructuralista. Los elementos de su crítica corroboran de manera decisiva para los desarrollos posteriores del pensamiento marxista.
Las notas críticas de Lukács se extienden también a la consideración de las principales tendencias y corrientes de pensamiento predominantes en su época, lo que constituye lo que aquí designamos como el segundo de sus combates críticos.
Tratándose de las corrientes filosóficas del pensamiento occidental, Lukács se opondrá francamente a las filosofías “burguesas”, demostrando que las posiciones defendidas en Die Zerstörung der Vernunft [La destrucción de la razón] permanece en el del Proyecto de sus elaboraciones intelectuales. Con respecto a su posición filosófica, podemos decir que las preocupaciones de Lukács por las cuestiones ontológicas no enfriaron su intransigente crítica al irracionalismo, tal como se formuló en las décadas de 1940 y 1950.
Frente a Nietzsche, Lukács mantiene la valoración de la década de 1950, época en la que clasificó al filósofo alemán como el “fundador del irracionalismo de la época imperialista” y no dudó en identificarlo como la antípoda de las elaboraciones de Marx y Engels. Lukács no profundiza en las consideraciones sobre el irracionalismo, pero percibimos que la valoración del pensamiento de Nietzsche como expresión de la decadencia (ideológica) burguesa en la inauguración de la fase imperialista (en su pesimismo, relativismo, nihilismo autocomplaciente y estado de desesperanza y rebelión) mantiene.
En otras palabras, la dureza con la que Lukács rechaza a Nietzsche no sólo mantiene abierta una enorme brecha entre el pensamiento marxista y las posiciones del filósofo alemán (vemos a lo largo de las entrevistas que, para él, parece increíble que cualquier marxista serio pueda vislumbrar, en la filosofía de Nietzsche, algo capaz de suplir vacíos en el pensamiento marxista), pero también rechaza, en conjunto, cualquier posibilidad de conciliación entre el marxismo y las corrientes filosóficas afiliadas a dicho sesgo. Este es el espíritu que lo guía, por ejemplo, en sus tópicas alusiones al estructuralismo en las entrevistas: si bien no puede “resolver la situación del marxismo” (p. 129), el estructuralismo aparece, junto a muchas otras alternativas, como una solución “. equivocado” en el intento de dar al marxismo una forma “adecuada a los tiempos modernos” (p. 48).
Con respecto a Heidegger, Lukács no sólo recuerda que el existencialista alemán colaboró con el nazismo (p. 30), sino que, más allá de esta crítica común, de la que también se hace eco, su choque se establece a lo largo de sus obras (desde La destrucción de la razón., pasando por Existencialismo o marxismo?, por La peculiaridad de la estética. y posteriormente en Por una ontología del ser social), en cuanto a la oposición entre ontologías; quizás, aquí, tenemos una de las aportaciones más decisivas de Lukács a la filosofía del siglo XX. El marxista magiar insiste en rechazar el existencialismo como posibilidad de complementar el marxismo y denuncia su búsqueda, por ejemplo, por parte de la juventud húngara (p. 62), como síntoma de la desilusión provocada por la falta de respuestas a los candentes problemas de la sociedad. tiempo por parte del marxismo dogmático. Aquí, una vez más, el existencialismo aparece como una expresión de la desesperación individual frente a la decadencia burguesa en una fase madura del imperialismo, en otras palabras, una doble expresión del irracionalismo.
Si, por un lado, es necesario rechazar el predominio del pensamiento de autores como Nietzsche y Heidegger, por otro lado, su posición no constituye una intransigencia respecto a aceptar aportes de ciertas corrientes de pensamiento en Occidente. Hay que saber asimilarlos. Hay elementos importantes y contribuyentes en el pensamiento de autores como Sartre, Nicolai Hartmann, Gordon Childe, Werner Jaeger, Arnold Gehlen, etc. Las nuevas situaciones de su tiempo plantean cuestiones completamente insólitas, nuevos fenómenos sociales (movimientos de masas, nuevas figuras en el proceso de producción capitalista, etc.) que no pueden resolverse con una simple apelación a los escritos de Marx, Engels o Lenin.
La convicción de que la línea que va de Marx y Engels a Lenin es, para Lukács, lo mejor que se ha producido en términos de grandes análisis sobre los problemas concretos de la sociedad no significa, por tanto, una posición dogmática en relación con los clásicos de la sociedad. el marxismo. “Es necesario escribir La capital de nuestro tiempo”, dirá Lukács varias veces. La insistencia se justifica porque, para él, ocurrieron importantes transformaciones en el capitalismo en el siglo XX, y las elaboraciones de Marx, realizadas en el siglo XIX, por razones obvias, no pueden considerar una amplia gama de cuestiones y contradicciones importantes que surgieron después de su muerte.
En Marx encontramos una ciencia del rigor, capaz de realizar adecuadamente el análisis de estas transformaciones. Los elementos tendenciales más generales de la legalidad del orden societario del capital están presentes en su obra, sin embargo el desdoblamiento del capitalismo produjo nuevas figuras de procesos económicos y sociales que es necesario comprender en su propia concreción y en su nueva particularidad. De lo contrario, insiste nuestro pensador, seguiremos intentando abordar con viejos conceptos y viejas categorías las peculiaridades que se presentan en la formación corporativa del capitalismo de la actualidad.
Un ejemplo de esta pobreza analítica podría identificarse en la lucha por la simple reducción de la jornada laboral, tal como lo registró Marx en el capitalismo decimonónico. En el capitalismo del siglo XX, para Lukács, las reivindicaciones de reducción de jornada y aumento de tiempo no parecen ser suficiente enfrentar el problema de las nuevas formas de extrañamiento. El capitalismo de su época tiene como característica fundamental el predominio de la plusvalía relativa sobre la plusvalía absoluta. Esto significa más tiempo libre para el trabajador.
Sin embargo, si bien las condiciones de trabajo y consumo de los trabajadores de los países centrales han mejorado en relación al siglo anterior, tal mejora no significa, sin embargo, una desaparición de las condiciones de explotación y extrañamiento. Si antes el trabajador era tomado en su día por la jornada laboral, en la que se le expropiaba el valor que producía, ahora pasa a servir al orden del capital también en sus horas de ocio, en las que pasa a desempeñar el papel de consumidor. . La sociedad de consumo, que se apropia de las individuaciones humanas de manera más efectiva y profunda, crea estrategias de manipulación más intensas capaces de crear formas de individuación favorables al mantenimiento y perpetuación de la statu quo.
Las entrevistas reunidas en este volumen brindan un importante testimonio, dan plena prueba de que varios movimientos de protesta contra el sistema ocurridos a lo largo de la década de 1960 no pasaron desapercibidos para Lukács. Como ya hemos destacado, los movimientos sociales son, para él, “siempre útiles para el trabajo intelectual”. Al respecto, podemos citar sus consideraciones sobre el decisivo movimiento de revueltas de mujeres –particularmente en Estados Unidos–, que se opone a la explotación y la opresión social; el movimiento negro, que denunció con eficacia toda la segregación sufrida en las esferas más amplias de la vida social; el movimiento estudiantil combativo en Europa –los franceses del 68, el movimiento estudiantil en Alemania, en Italia–; o incluso el movimiento de liberación de los pueblos, principalmente los que tuvieron lugar en las antiguas colonias de África. También podemos agregar la fuerte preocupación por el tema de la convivencia entre países socialistas y países capitalistas, motivada por las fuertes crisis de la Guerra Fría –basta pensar en la crisis de los misiles nucleares en Cuba, en 1962.
Estas preocupaciones son evidentes en sus entrevistas y se reflejan directamente en sus obras. En su Ontología – particularmente en el último capítulo del voluminoso libro, “O extrañamiento” –, el autor aborda importantes detalles de estas nuevas formas de extrañamiento, sin dejar de lado la necesaria crítica a las formas insuficientes que estas revueltas y contestaciones asumen a veces en su lucha práctica. para la transformación social.
En el plano político, otro importante elemento crítico marca el pensamiento de Lukács en este período. En Demokratisierung heute und morgan (Democratización hoy y mañana), obra publicada póstumamente, el autor realiza apuntes relevantes sobre los principios básicos a adoptar como estrategia primordial para la transformación decisiva de la sociabilidad. De un polo a otro, la “democracia socialista” –para él, la auténtica democracia– aparece como la alternativa a las tendencias reales de las formas de poder en el llamado Este “socialista” y en el Occidente capitalista.
Mantenerse extremadamente crítico con las formas políticas de Occidente (que, según Marx, se basan en la división entre el hombre burgués y el citoyen), Lukács es claro sobre el “carácter no democrático de la democracia manipulada”, llevada a cabo en las sociedades occidentales. La idea de “democracia manipulada”, para él, atraviesa el sistema político y económico, pasando por la restricción de la libertad en la producción. Por favor, comprenda, en el espíritu de Ontología, Lukács no defiende una libertad “ilimitada” (algo que no sería más que una mera abstracción arbitraria), sino la libertad de elegir entre alternativas concretas. La libertad y la democracia, por lo tanto, para Lukács, se integran de manera realista, como la posibilidad de hacer elecciones autónomas, de acuerdo con necesidades genéricas, tomando decisiones conscientes sobre alternativas reales. Superar el estalinismo, en cuanto a la reanudación del sistema de consejos como paso inicial, es precisamente la perspectiva de instaurar una democracia real, alejada de la democracia (y la libertad) manipulada de los países capitalistas.
Y en cuanto a la reanudación de la democracia consejista, Lukács hace explícitas posiciones idénticas a las que había pronunciado en Democratización hoy y mañana. Retoma el espíritu de la idea de democracia socialista como “órgano de autoeducación del hombre (en la perspectiva histórico-universal, es decir, de autoeducación para ser efectivamente hombre en el sentido de Marx)”; en otras palabras, la reunificación entre burgués e citoyen, producido por la democracia socialista – y la reanudación de la democracia de consejos, de la que, en su percepción, dependía el éxito de las reformas económicas en Hungría – permitiría la reunificación de las decisiones sobre los destinos de la sociedad, en la vida cotidiana: “bajo el socialismo […] ], el ciudadano debe ser un hombre volcado en la realización material de su propia sociabilidad en la vida cotidiana, en cooperación colectiva con otros hombres, desde los problemas inmediatos del día a día hasta las cuestiones más generales del Estado”.
En cuanto a las entrevistas concedidas durante el período, es necesario considerar cierta formalidad en su forma de hablar y en la exposición de sus pensamientos. Es probable que toda esta formalidad estuviera destinada a cumplir el papel político del ideólogo que luchó y apostó por la posibilidad de rescatar los auténticos lineamientos del socialismo. En ellos, vemos en Lukács la preocupación de hablar siempre para vislumbrar, frente a todas las adversidades existentes en los países del Este, posibilidades de reorientación y retomo de los principios revolucionarios.
Tal posición fundamentalmente estratégico-política del pensador húngaro no puede confundirse con una adhesión ingenua a las directrices conservadoras y dogmáticas del Partido, ya sea húngaro o soviético. No hay absolutamente ningún interés en contribuir a la mejora de la burocracia estalinista. Creemos que debe entenderse, sobre todo, como la esperanza de rescatar los caminos correctos trazados inicialmente por Lenin en el proceso preparatorio de la construcción de una sociedad auténticamente comunista.
Su apuesta no fue impulsada por ilusiones. Al respecto, ¿por qué no recordar aquí el testimonio recogido por István Eörsi, en el que Lukács, en una conversación privada, explicaba su desesperanza en relación a los logros de los llamados países socialistas: “parece que todo el experimento comenzó en 1917 falló, y todo tiene que empezar de nuevo en otro lugar”. Esta observación no estaba destinada al público, como señala el propio Eörsi, sin embargo, dada su relevancia, no podía ser ignorada. Esta convicción personal, no declarada públicamente, es consistente con la estrategia expositiva de sus testimonios, que subyace, a modo de leitmotiv, el énfasis en la necesidad de “volver a Marx”.
A través de este retorno, de manera cortés, pero rigurosa y severa en sus fundamentos, aparece de manera clara la crítica a las directivas de los países del Este, a su inviabilidad programática. No hay concesiones, ni conciliaciones, sus reflexiones conducen inevitablemente a la incómoda confrontación de las bases teóricas del pensamiento marxista con los rumbos de los Estados de Europa del Este. El lector atento podrá observar este contenido de sus pronunciamientos en prácticamente todas las entrevistas presentes en este libro.
Algunos pueden ver cierta oscilación en ciertas posiciones asumidas por Lukács, como, por ejemplo, su persistencia en seguir siendo miembro del Partido Comunista, incluso después de los acontecimientos de la Revolución Húngara de 1956. Siempre insistió en ser miembro del Partido. , algo que, en cierto modo, se justifica por su opción de realizar la crítica desde “adentro”, juzgándola más eficaz que la postura de rebatir directivas desde fuera de la organización partidaria. Esta misma opción se afirma respecto a su decisión de permanecer en Hungría después de 1956, bajo el argumento de que “la crítica es más genuina y, por tanto, más eficaz cuando se hace en suelo socialista” (p. 161), incluso si tal decisión implica poner en peligro su propia vida. Lukács rechaza así la condición de “oposicionista del sistema”, asumiendo la condición de “reformador del marxismo por renovar” (ídem). En definitiva, para él, la crítica está “moralmente mejor fundada si se hace en el propio país” (ídem).
Aún en este sentido, su afirmación según la cual “incluso el peor socialismo es mejor que el mejor capitalismo” no puede dejar de causar polémica. Tal afirmación no es en modo alguno un apoyo incondicional a los males y locuras de los países del Este. El contraste que Lukács busca resaltar a través de esta frase deliberadamente impactante es el de la oposición a las tendencias ya vigorosas en su época de la imposición de la estilo de vida americano, cuya figura puede definirse en sus líneas más generales como la mercantilización de todos los aspectos de la vida humana.
Es en este punto que la cultura, las artes cobran protagonismo en su papel de reformular y transformar los sistemas vigentes. El ejemplo parece simple, pero está, para el autor, lleno de significados. El libre acceso a las artes y el precio reducido de las ediciones de obras clásicas de la literatura, por ejemplo, brindan condiciones y oportunidades para que los individuos se formen a través del contacto con las grandes producciones de la humanidad -en el campo de la literatura, la música, las artes visuales, etc. El carácter venal de la cultura es la desviación de su papel efectivo en el marco espiritual del proceso de emancipación humana.
Subyace a todo este argumento la fecunda idea del arte y la cultura como elementos de construcción humana. El papel del arte es sacar al individuo de su particularidad, elevándolo al nivel de las grandes cuestiones de la humanidad en el curso de su historia de autoproducción. El arte aparece en su función desfetichizadora y desenganchadora, juega un papel decisivo en la construcción y elevación de subjetividades, haciéndolas capaces de comprender los grandes desafíos y problemas humanos de una época determinada y creando así las condiciones favorables para el advenimiento del factor subjetivo necesario para la realización de grandes transformaciones sociales.
No es casualidad que veamos que la gama de temas abordados por Lukács en sus obras y en sus entrevistas se amplía a temas aparentemente dispares, que van desde temas políticos y filosóficos, desde la crítica literaria hasta las políticas culturales de su tiempo. El denominador común es, en efecto, el interés por la emancipación de las individualidades, por la transformación de la forma de sociabilidad humana, en sus más diversos matices.
Hay un rasgo muy peculiar en los escritos que Lukács escribió a lo largo de su vida. Sus obras son siempre obras de transición. Del joven idealista preocupado por cuestiones éticas: El alma y las formas. -, pasando por Historia y conciencia de clase (su obra más famosa), hasta la elaboración de su estética y su ontología del ser social, lo que se comprueba es el tortuoso curso de la construcción de su pensamiento. La constante autocrítica es la característica más llamativa de sus producciones. Si bien libros como los aquí citados le han dado protagonismo internacional, Lukács no duda ni un momento en rechazar tales obras cuando percibe en ellas graves errores. Escribe prólogos con severas y consistentes críticas a las reediciones.
La satisfacción con sus escritos duró poco, ya que siempre avanzaba el movimiento de búsqueda de determinaciones auténticas, como una forma de acercarse cada vez más a las determinaciones efectivas de la realidad social. Este ímpetu lo lleva a afirmar sin rodeos que esenciales son los libros no escritos. Esta consideración marca el rumbo intelectual de Lukács, por lo que optamos por titular el conjunto de estas entrevistas con esta lapidaria frase del pensador magiar. De mayor relevancia fueron las obras que aún estaban por escribir. El pensador octogenario se mantuvo activo hasta los últimos momentos, hecho que se puede apreciar en sus esfuerzos finales en la elaboración de su ontología e incluso en los testimonios dados en el período final de su vida.
La importancia, para nuestros días, del conjunto de testimonios aportados por el autor consiste en su capacidad para explicar problemas y candentes cuestiones de su tiempo que, en buena medida, siguen siendo temas centrales aún hoy. La crítica rigurosa y persistente a las dos formas políticas de su tiempo no deja de inspirar, en nuestros días, la inconformidad con la sociabilidad imperante, vuelve a plantear el desafío, más que nunca necesario de afrontar, del ser y destino del ser humano. ser.
Su obra, su pensamiento, se inscribe, en este sentido, en el desafío decisivo ya puesto a discusión por la tradición filosófica (que se remonta a una trayectoria que va desde Descartes, pasando por Rousseau, hasta Hegel): si el ser humano es un ser autoproducido, debe asumir las riendas de su propia existencia y definir su propio destino. Este es el desafío ético presente en las letras de la obra de Lukács.
No se trata aquí de hacer una defensa acrítica de la vida y las ideas del pensador húngaro. Tal postura ni siquiera se corresponde con el espíritu y las enseñanzas de Lukács, para quien la mejor manera de mostrar respeto a un pensador es realizar una crítica seria y rigurosa de sus ideas. Sin embargo, el pensamiento y el curso de la vida de este pensador son de una inmensa riqueza y complejidad.
Es una personalidad notable, bien por las experiencias vividas en el convulso y violento siglo XX, bien por la diversidad y fecundidad de su pensamiento. Para la comprensión de los grandes dilemas actuales de la sociabilidad capitalista, para la perspectiva de un futuro auténticamente emancipador de la humanidad, podemos afirmar, sin temor alguno, que el pensamiento de Lukács es ineludible.
*Ronaldo Vielmi Fortés es profesor de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Federal de Juiz de Fora.
*Alexandre Aranha Arbia Tiene un doctorado en Trabajo Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
referencia
György Lukács. Esenciales son los libros no escritos. Organización, traducción, notas y presentación Ronaldo Vielmi Fortes. Revisión técnica y presentación Alexandre Aranha Arbia. São Paulo, Boitempo, 2020.