Este tiempo de angustia

Imagen: Ronaldo Santos
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por GEDER PARZIANELLO*

Lo que la ciencia ya sabe sobre el sufrimiento humano y cómo afrontarlo

Al abordar el tema de la angustia, Jacques Lacan la describió en relación con lo real, con lo imposible de describir. Simplemente lo sentimos. Es diferente del miedo, por ejemplo. Cuando tenemos miedo, sabemos lo que es y podemos elegir huir de él o enfrentarlo. No angustia, se presenta en relación con el mundo, con la realidad, y no es posible objetivarla.

Nuestro tiempo de pandemia ha acelerado los procesos de angustia. El regreso a clases, después de dos años de pandemia, nos trajo relatos de todo Brasil de cómo este extraño sentimiento se ha apoderado del corazón y la mente de los estudiantes. En Recife, alumnos de una escuela pública sufrieron un ataque de ansiedad colectivo y 26 de ellos necesitaron atención médica en un servicio de urgencias. Fenómenos similares ocurrieron en el Distrito Federal, en Río de Janeiro y en São Paulo. Se corre el riesgo de tomarlos como hechos aislados, pero también se corre el riesgo de generalizar estos episodios como si fueran universales. Ni uno ni el otro.

La Asociación Estadounidense para la Investigación Educativa (AERA) publicó recientemente un artículo que informa sobre un estudio sobre los efectos del Covid-19 en los estudiantes e identificó síntomas claros no solo de ansiedad, sino también de depresión y angustia.

El psicoanálisis trata cada uno de estos síntomas de manera diferente. La ansiedad ha atraído mayor atención de los especialistas en este período. La Secretaría de Salud del Estado de São Paulo y el Instituto Ayrton Sena revelaron una investigación que indica que el 69% de los estudiantes de las escuelas estatales reportan síntomas de ansiedad. El Laboratorio de Investigación de Oportunidades Educativas de la UFRJ también detectó el aumento.

Las conclusiones parecen bastante obvias: estamos ante un problema de salud mental que no se puede subestimar ni estigmatizar, como si fuera otra cosa. Mucho menos reducido en forma de prejuicio, como tantas veces se hace en relación con otras enfermedades, como cuando se dice que una persona es obesa porque no se cuida o que bebe demasiado porque quiere. La obesidad y el alcoholismo son enfermedades. Angustia también.

Nadie sufre de ansiedad como se pensaba en la antigüedad: que era solo un sentimiento tonto de filósofos, poetas, sabios o románticos. La ansiedad es un sufrimiento para todo individuo que tiene dificultad para aceptar la vida tal como es. Hay variaciones patológicas, como en el tratamiento de la persona bipolar, por ejemplo. Pero la angustia es un sufrimiento real, basado en la dificultad de la persona para encontrarse en el mundo. Es difícil determinar sus causas y al no ser objetivo, como el miedo, su tratamiento también es siempre complicado, ya que no es posible atacar una motivación real.

La palabra angustia proviene del griego y se relaciona con ángulo (angus) asociado universalmente con dolor en el centro del pecho (justo en ese ángulo entre los senos). No es por casualidad. Es una metáfora que traduce a la perfección el sentimiento de necesitar un lugar donde te sientas seguro, donde puedas sentir que eres frágil. El psicoanalista Christian Dunker explica que el momento que estamos atravesando para volver a nuestra vida normal acentúa el sentimiento de angustia. La máscara, por ejemplo, que llevamos tanto tiempo, nos dice mucho sobre lo que suscita en nosotros en relación con los demás. “El peligro está ahí, el peligro es el Otro”.

Ahora nos toca dar nuevos sentidos a lo que estamos viviendo. Es esta necesidad la que trae angustia. Cuando nos damos cuenta de que todo acaba, que nos vamos a morir, que se nos acaba el tiempo, o que estamos en un periodo de transición, en una fase de liminalidad, por ejemplo, cuando ya no somos lo que éramos y pasamos a una etapa donde aún no tenemos somos lo nuevo, surge la angustia.

Jacques Lacan demostró que las manifestaciones de angustia afectan el cuerpo del sujeto. Pero cada persona puede reaccionar de formas muy diferentes ante sensaciones angustiosas como decenas de intentos de entrar en una universidad, aprobar un examen, una selección o un concurso, por ejemplo, o incluso, encontrar una oportunidad laboral.

Según Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, la angustia es una señal de peligro del Yo (Angstbereitshaft). Es lo que provoca en todos nosotros sentimientos inconscientes de culpa y una especie de sentimiento de abismo (Abismo).

En el origen del término, la metáfora del ángulo también conduce a la idea de estrechamiento, opresión, asfixia. La angustia se revela, pues, como algo que aprieta el cuello, que impide respirar con normalidad, que nos “aprieta”. No sabemos cómo explicárselo a los que nos preguntan. Porque uno no tiene angustia con relación a las cosas objetivas, por mucho que aparezca en las situaciones objetivas. Lo que sentimos y que nos trae sufrimiento es una sensación indescriptible y, por más que tratamos de racionalizarla, no parece resolverse ni tener sentido. Hay algo, pero no sabes exactamente qué. Lacan lo describió así: “il n'est pas sans recursos”. Es subjetivo, nunca objetivo.

El malestar de la civilización ha aumentado los sentimientos de angustia. Nos sentimos históricamente cada vez más presionados. Muchas formas de presión son absolutamente simbólicas, pero tan fuertes que parecen reales. Y en cierto sentido, por esa misma razón, son absolutamente reales. No son “cosas en nuestra cabeza”, como dicen. El psicoanálisis es un camino terapéutico. Se basa en la idea de escuchar. Porque hablar de lo que nos causa sufrimiento siempre es liberador. Por eso, en este momento de vuelta al cole, especialmente, será necesario ponerse en la tarea de escuchar lo que los alumnos tienen que decir, de escuchar sus sentimientos, sin juzgarlos ni intentar solucionarlos. . Simplemente escucha. Y escuchar con interés, con aceptación, como una escucha que realmente se interesa por el Otro.

*Geder Parzianello Profesor de Periodismo en la Universidad Federal de la Pampa (UNIPAMPA).

 

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