por AFRANIO CATANÍ*
Comentario al libro de Jean Baudrillard
Jean Baudrillard (1929-2007) escribió un texto bélico. Olvídate de Foucault (Sobre Foucault, París: Éditions Galilée, 1977) terminó pasando, creo, aquí desapercibida, ya que rara vez se la cita, ya sea en los trabajos de quienes investigan desde la misma perspectiva que Michel Foucault (1926-1984), o en los textos de los que critican la obra del pensador francés.
Es una pena, porque Baudrillard realiza una profunda reflexión sobre el pensamiento de Foucault, incluso, en ocasiones, complementando los caminos trazados por Marx y Freud -no se puede olvidar que la traducción de Contribución a la crítica de la economía política, de Marx al francés fue realizada por Baudrillard.
En la presentación de la traducción brasileña, Muniz Sodré cuenta una historia entre bastidores. Según él, Baudrillard, un amigo de Foucault, escribió un artículo criticando su trabajo, entregando el trabajo al crítico y proponiendo que Foucault escribiera una respuesta. Así, ambos publicarían los artículos en el mismo número de una revista determinada. A Foucault le gustó la idea y dijo que estaba bien. Mientras tanto, pasaba el tiempo y él permanecía en silencio.
Baudrillard telefoneó a su amigo y escuchó la siguiente respuesta: “Decidí no escribir nada, tú mismo puedes publicar tu texto”. Cuando Baudrillard envió el artículo a la revista, según lo acordado con el editor, este último, avergonzado, le dio la siguiente explicación: Foucault, “un intelectual de gran influencia en la editorial, había blandido el sello de sin imprimátur”. Baudrillard reaccionó publicando Olvídate de Foucault en forma de libro en otra editorial.
Baudrillard escribe que el mismo movimiento del texto de Foucault “traduce admirablemente lo que propone: esta espiral generativa de poder, que ya no es una arquitectura despótica, sino un encadenamiento en un abismo, una voluta y una estrofa sin origen (o catástrofe), de una extensión cada vez más vasta y rigurosa; por otra parte, esta fluidez intersticial de poder que impregna todo el sistema poroso de lo social, mental y corporal, esta modulación infinitesimal de las tecnologías de poder (donde se mezclan indisolublemente las relaciones de fuerza y de seducción) – todo esto se lee directamente en el discurso de Foucault (que es también un discurso de poder): fluye, penetra y satura todo el espacio que abre, los más pequeños calificativos se entrometerán en los más pequeños intersticios de sentido, proposiciones y capítulos en espiral, un magistral arte de descentramiento permite abrir nuevos espacios (espacio de poder, espacios de discurso) que son inmediatamente borrados por el minucioso desarrollo de su escritura. No hay vacíos en Foucault, ni fantasmas, ni contracorrientes: una objetividad fluida, una escritura no lineal, orbital, sin fallas. El significado nunca excede lo dicho: sin vértigo; por otro lado, nunca vuela hacia un texto que es demasiado grande para él: nada de retórica. En definitiva, el discurso de Foucault es un espejo de los poderes que describe” (p. 11-13).
Interpretando a Baudrillard, Muniz Sodré afirma que “desconfía de los cartesianismos disfrazados, de los excesos lógico-racionalistas”. Y añade: “su crítica a Foucault va en esa dirección, que quizás se pueda resumir así: es demasiado lógica para ser verdad. O bien: ¿ver tanto poder no sería cegarse en una relación seductora con uno mismo?”. (pág. 10).
La causticidad de Baudrillard continúa cuando se dedica más profundamente al análisis de la poder, es decir, al estudiar uno de los temas centrales de la obra de Foucault, escribiendo que cuando se habla demasiado del poder “es porque no está en ninguna parte”. Ampliando su razonamiento, habla de la omnipresencia de Dios: “la fase en la que estaba en todas partes precedió muy de cerca a la de su muerte (…). Ídem con poder: es porque está muerto, fantasma, títere (...) de lo que tanto y tan bien se habla: hasta el refinamiento y la microscopía del análisis son un efecto de la nostalgia” (p. 92-93) .
Para Baudrillard, el poder mismo no siempre se deja llevar por el poder, “y el secreto de los grandes políticos era saber que el poder no existe. Que es sólo un espacio perspectivo de simulación, como el espacio pictórico del Renacimiento, y que si el poder seduce es precisamente (...) porque es simulacro, porque se metamorfosea en signos, se inventa a partir de signos (. ..). El secreto de la inexistencia del poder, el secreto de los grandes políticos, es también el de los grandes banqueros, de saber que el dinero no es nada, que el dinero no existe, de los grandes teólogos e inquisidores, de saber que Dios no existe. , que está muerto. Esto les da una superioridad fabulosa. Cuando el poder descubre este secreto y se lanza a sí mismo este desafío, entonces se vuelve verdaderamente soberano. Cuando desiste y trata de encontrar una verdad, una sustancia, una representación (en la voluntad del pueblo, etc.), entonces pierde soberanía, y son los demás quienes le devuelven el desafío de su propia muerte, hasta él perece efectivamente por esta presunción, este imaginario, esta superstición de sí mismo como sustancia, esta falta de conocimiento de sí mismo como vacío, como reversible de la muerte. En el pasado, los jefes eran asesinados tan pronto como perdían ese secreto” (p. 90-92).
En varios momentos de Olvídate de Foucault el lector probablemente se sentirá un poco desorientado, porque Baudrillard, además de escribir en un estilo no muy directo, hace uso de categorías psicoanalíticas y también de ideas centrales de Marx, del propio Freud y de varios filósofos, realizando un abordaje verdaderamente transdisciplinario.
A pesar de las dificultades y de una serie de desencuentros vividos a lo largo de este recorrido analítico, no se puede dejar de señalar el genio y la erudición de Baudrillard, así como reconocer que Foucault se topó, en este caso, con uno de sus críticos más severos y astutos. se sintió completamente empoderado, no se molestó en responder a Baudrillard…
*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.
referencia
Jean Baudrillard. Olvídate de Foucault. Traducción: Cláudio Mesquita y Herbert Daniel. Río de Janeiro: Rocco, 1984.