por CILAINE ALVES CUNHA*
Extracto de la Introducción a la nueva edición de dos libros de Castro Alves
Em los esclavos, de Castro Alves, el estímulo a la insurrección de los cautivos negros corre paralelo a la compasión y, de manera aparentemente paradójica, a un cierto sentimiento de resignación ante la tortura y el cautiverio. Aquí y allá, la incitación lírica de esta insurrección representa una amenaza latente, impulsada por el ejemplo de la Guerra Civil norteamericana.
En “El Siglo”, los jóvenes y “las bocas de mil esclavos” forjan la abolición. El poema “Despero” se desarrolla según la máxima de que los crímenes de un esclavo contra quienes le impusieron cautiverio son derechos naturales. En esta obra, la venganza negra es una ley sublime, inherente a la condición humana: “Que dice: 'A la sombra del crimen/ La venganza debe marchar'./ ¿No oyes un grito del Norte,/ Que late en el pies del infinito,/ ¿Que despertará Franklin?”[i]. A lo largo de los esclavos, el llamamiento a favor de la libertad de los negros también se produce como una celebración de los personajes históricos que defendieron la agenda abolicionista,[ii] como José de Bonifácio de Andrada e Silva, Benjamín Franklin y Pedro Ivo.
“Bandido Negro” y “A Mãe do Cativo” son, entre otros, los poemas más conmovedores en los que el autor prioriza el elogio de la insurrección negra. El aspecto principal del discurso de Castro Alves sobre el tema reside en la vívida intensidad con la que dramatiza esta revuelta, diseñada así para provocar lástima. El discurso del héroe de “Black Bandit” adopta predominantemente el tiempo presente y, al hacerlo, hace presentes sus acciones bélicas. Alternando sextillos y cuartetas, el poema escenifica el viaje acelerado del héroe, junto con sus compañeros, hacia la granja del dueño de esclavos para ajustar cuentas. La intensidad sonora con la que Castro Alves pinta la acción central del poema se hace evidente en el ritmo martilleante de los versos y el galope de los caballos que imitan los jadeos, la ira y el grito de libertad del héroe.
El poeta pretendía formas líricas serias y serias para los esclavizados, incluidas canciones de origen trovador. “Black Bandit” sigue el modelo de la balada, una especie lírica de origen medieval, destinada a narrar aventuras siniestras o sobrenaturales de amor, guerra y temas legendarios. El poema traspone la heroicización del personaje maldito y marginal, o noble “bandido”, propia del romanticismo, a la figura del negro, elevación acentuada por su caracterización como guerrero intrépido o “león africano”.
Las ocho cuartetas del poema, alternadas con los ocho sextiles, contienen siempre los mismos versos: “Cae, rocío de la sangre del esclavo/ Cae, rocío sobre el rostro del verdugo./ Crece, crece, cosecha roja,/ Crece, crece, feroz venganza ." La repetición anafórica de “Cai, devalho” y “Cresce, cresce”, las aliteraciones, las asonancias y la regularidad de la rima externa (ABCB) recuerdan el sistema sonoro de las canciones populares. Sin embargo, teniendo en cuenta que casi todas las estrofas contienen imágenes de sangre, lucha y terror, las cuartetas crean un efecto que oscila entre lo lúdico y lo siniestro.
Para evaluar las enseñanzas que la madre pretende para su hijo, “A Mãe do Cativo” se compone como un pretendido diálogo entre el yo lírico y la heroína muda del título. Mientras libra este debate, el poeta incorpora a su discurso los valores con los que ella lo educa, centrados en la práctica de la virtud, la humildad cristiana y la experiencia con el trabajo “duro”. Pero para el sujeto de la enunciación, este tipo de educación forma un individuo cobarde y servil.
En cambio, aconseja, con un tono doctoral para los gustos contemporáneos, la formación moral de un líder revolucionario que se familiarice con situaciones de deshonra y miseria, con una vida de crimen, al frío y al sol abrasador. Entre las ventajas de este método, el niño, ya adulto, además de no recibir miserias y torturas a cambio de su arduo trabajo, no se vería obligado a entregar a su esposa “al lecho libertino del mismo amo!...” .
Otros poemas de Castroalvin estimulan una conmoción indignada contra la mercantilización del cuerpo negro. Pero, a diferencia de lo que ocurre en los poemas anteriores, algunos poemas difunden el conformismo. En “Lúcia”, el cuadro de las relaciones afectivas con la familia propietaria de su cuerpo produce la imagen de la esclava fiel a quien, supuestamente bondadosa, “tanto te quiso y te amó”.
Esta familia patriarcal contrasta con otro tipo de patriarca representado en poemas, como en “Tragedia del hogar”, como un verdugo secuestrador de niños. A lo largo de los esclavos, el más notable entre los crímenes de este personaje es la instrumentalización de la carta de manumisión a favor del patriarca quien, así, se libera de los gastos para la supervivencia de los viejos esclavizados, condenándolos a la mendicidad; la corrupción de los jóvenes negros por parte del patriarcado que los obliga a cometer actos criminales; tortura; la violencia sexual y la prostitución de la doncella negra; y el asesinato de tantos otros.
Pero en contrapunto a este tipo de patriarca, en “Lúcia” el argumento sentimental de que el yo lírico blanco aprendió, de la niña del título, canciones que marcan su memoria afectiva; que, a pesar de que vendía la heroína, esta familia la trataba “como si fuera una hija y no una cautiva…”; Todo esto no imita lo existente, sino el ideal de un patriarcado paternalista increíblemente benevolente. En el momento en que la Abolición apenas parpadeaba y mientras no llegaba, Castro Alves prescribe el alivio mítico de “suavizar” el sistema esclavista.[iii]
En sus poemas protagonizados, sobre todo, por mujeres, niños y ancianos esclavizados, el yo lírico ofrece el consuelo de la libertad conquistada a través de la muerte. La resignación de estos personajes indefensos surge, en gran parte, de los límites del romanticismo “realista” del propio autor, que reduce la acción revolucionaria a jóvenes héroes masculinos. La furia jaguar de la madre en “Tragedia en el hogar”, contra el secuestro de su hijo, no es suficiente para detener el narcotráfico, ilegal desde hace tiempo.
La posibilidad de venganza para los jóvenes guerreros negros contrasta con el aislamiento al que están sometidos las mujeres, los niños y los ancianos. De esta manera, al representar la imposibilidad de reaccionar contra el cautiverio, la alianza entre la trata, el mercado y la granja, con la aprobación de la justicia, garantiza la eficacia casi absoluta de este sistema.
Pese a ello, en “Vozes da África”, Castro Alves, según Alfredo Bosi, remonta el régimen esclavista a un origen bíblico y, al hacerlo, lo naturaliza y mitifica. El poema apoya la ideología de que la condena de Noé a su hijo Cam se habría trasladado a todos sus descendientes negros, en un mito que lleva a la nación africana a disculparse por su supuesto error heredado ancestralmente.[iv]
De manera análoga a lo que propone Madame de Staël, en De la literatura,[V] El sistema poético de Castro Alves prevé, en medio de sus funciones prácticas, cantar un gemido ante los males sociales que azotan al país, endulzar el sacrificio de sus ciudadanos por la nación y sembrar la resignación: “Es justo que para llorar los pequeños dolores Dios hizo el cariño, para llorar la humanidad – poesía”.[VI]
De forma recurrente, en los esclavos, la descripción condensada de acciones que representan la violencia cotidiana que sufren los negros presupone, en esta denuncia, valores propiamente burgueses[Vii] o normas morales de conducta propias del estrato patriarcal, estilizadas como una ausencia negativa. En el contrapunto que la trata impuso a la formación de familias por parte de los negros, Castro Alves idealiza relaciones amorosas entre ellos esencialmente monógamas, algo ascéticas, propias de la familia burguesa. Como se ve en “Desesperación”, la familia, la religión y las leyes son, para él, las principales instituciones de la civilización.
Em La cascada de Paulo Alfonso, el poeta quería hacer “más odiosa la situación del esclavo mediante la lucha entre la naturaleza y el hecho social, entre la ley y el corazón”.[Viii] En Lucas, el sentimiento fraternal, considerado natural, se sitúa por encima de los derechos del ciudadano. Entre otros preceptos con los que el poeta estiliza la cultura afrodescendiente, hay una tendencia en sus poemas a dotar a la heroína negra de un supuesto y valioso “instinto” de maternidad, recientemente inventado con el ascenso de la burguesía desde finales del siglo XVIII. siglo. La mujer negra se convierte en una alegoría de la madre, hermana y amante, descrita por Marianly como una santa, religiosamente responsable de la vida y la muerte de los hijos y de los seres queridos.
En “La canción del violista”, la pérdida de la mujer que ama implica la decisión del violista de dejar de amar la tierra donde vive. En “Lúcia”, la venta de heroína sacude los sentimientos que la vinculaban al paisaje físico de la región.
Así, en la pintura de la cultura africana, Castro Alves, como ya se ha reconocido tantas veces, habla según su lugar social, pero no desde la perspectiva de los negros. Hijo de una familia acomodada identificada con los blancos, el poeta de los esclavos Exige a sus pares respeto por el derecho de los negros a ejercer los mismos valores que la burguesía consideraba sagrados. Su obra prevé como lector implícito a las personas alfabetizadas del estrato patriarcal a quienes busca enseñar y corregir.
En este sentido, el poeta no se propone ni puede rastrear la “especificidad cultural y psicológica de los negros”, como quería José Guilherme Merquior.[Ex] Castro Alves caracteriza a sus personajes a través de categorías externas a su vida interior, transformándolos en una alegoría del bien o del mal. Esta fue una tendencia del romanticismo brasileño, aunque no exclusiva. Gonçalves Dias, Maria Firmina dos Reis, José de Alencar (con excepción de Dama e luciola) y Castro Alves recurren al método de componer personajes morales y sentimentales y, al hacerlo, reducen los conflictos humanos a una oposición estanca entre vicio y virtud, sujeto y objeto.
“La Canción Africana” pinta África utilizando técnicas similares a las que utiliza Gonçalves Dias en “A Escrava” (Primeros cantos, 1847) y María Firmina dos Reis, en Úrsula (capítulo IX, “La Susan negra”), utilizando las metonimias del sol abrasador y la arena del desierto para representar ese continente, pero sin aludir a la trata de esclavos. En Castro Alves, África se representa a sí misma como una comunidad cuyos miembros vivirían en armonía solidaria, ajena a la mercantilización: “La gente allí no se vende/ Como aquí, sólo por dinero”.[X]
Pero en la gran mayoría de sus poemas, los afrodescendientes se identifican con el paisaje brasileño. El poeta se distancia así de algunos románticos, como Gonçalves Dias, que elogian África como una estrategia para defender el regreso de los africanos a sus orígenes, excluyéndolos así de la ciudadanía brasileña. En Castro Alves, las mujeres negras adquieren rasgos típicos asociados con la belleza tropical de Brasil. Al integrar a los negros en el paisaje local, los mantiene incluidos en el panorama de la vida social del país, reconociendo que, a pesar de su exclusión, merecen los derechos que pertenecen a todos.
Como en gran parte de la cultura alfabetizada de la época, el sentimiento de pertenencia estilizado por él está vinculado a la generalidad de los habitantes de una nación, como se ve en el canto de los marineros españoles, italianos e ingleses en “El barco de esclavos”. La alianza entre los negros y los trabajadores blancos pobres no se expresa en su obra. Su poesía entiende que el derrocamiento de un régimen político es el trabajo conjunto de los habitantes de la nación.
La figuración, en Castro Alves, del sentimiento de pertenencia está ligada a toda la comunidad nacional, aunque este sentimiento, inventado recientemente, no se difundió entre la población, restringiéndose a la élite política y alfabetizada del país.
Castro Alves no aborda la semiesclavitud de los trabajadores negros libres, o de los trabajadores blancos pobres que, en su época, dependían para sobrevivir de la ideología de que la oportunidad de trabajar sería una acción benévola del patriarcado, pagada con salarios de miseria. . Habiendo vivido en el período inmediatamente anterior a la abolición, la expansión del mercado laboral y el proceso de industrialización del país, murió antes de poder presenciar la perpetuación de las prácticas esclavistas en la vida de los negros libres, arrojados a la mendicidad, y en la de los clase obrera. Su defensa del desarrollo de las fuerzas productivas y económicas del país lo lleva a defender el trabajo formal, el llamado “libre”.
Algunos de sus poemas identifican al trabajador libre con las tareas rurales. En “Ao romper d'alva”, el yo lírico califica al tropeiro como un cantante de canciones de nostalgia por su amada y lo distingue por el uso del ponche. La hipérbole con la que la intrepidez del vaquero se vuelve indiferente a la aspereza del tronco de la jurema y superior a la fuerza del tapir, que se esconde en su presencia, estetiza su labor de conducción del rebaño.
El elogio de la libertad de actividad laboral de algunos trabajadores libres toma prestados recursos propios del regionalismo en boga. Ubicandolos en un hermoso paisaje silencioso, su pintura también se basa en temas de la poesía pastoral. Al acercarlos a la figura del pastor-cantante, el poeta dejó de lado las vivencias sociales y económicas de los trabajadores.
La urgencia, en su obra, de extinguir la esclavitud se reconoce, por tanto, no sólo considerando el carácter filantrópico y humanitario de esta acción. Concebidos desde la perspectiva de la élite alfabetizada progresista y democrática, los temas abolicionistas de sus poemas están interconectados con otros principios liberales del autor, considerados un conjunto esencial para el país. Paradójicamente, este idealismo predica las mismas fuerzas productivas del sistema global de acumulación de capital que, en Brasil, siempre crean obstáculos para el logro de estas utopías.
A pesar de todo esto, el poeta de los esclavos En su época logró conferir humanidad a los esclavizados y dignificar, a su manera, la poesía de temática negra que ya había surgido desde la década anterior.[Xi]
El mayor homenaje que un autor romántico rinde a sus héroes consiste en afirmar su autonomía, es decir, el derecho a la libertad de elegir, justa y conscientemente, su modo de actuar y de controlar el rumbo de su propia vida, única manera con la que el individuo, en esta perspectiva kantiana, se vuelve propiamente humano. En este sentido, el mayor crimen que alguien puede causar a otro es privarlo de este mayor bien.
*Cilaine Alves Cunha es profesor de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Lo bello y lo deforme: Álvares de Azevedo y la ironía romántica (Edusp).
referencia
Castro Alvés. Espumas flotantes; Los esclavos. Texto establecimiento: Ricardo Souza de Carvalho. São Paulo, Penguin & Companhia das Letras, 2024, 406 páginas. [https://amzn.to/3TNMq50]

Notas
[i] ALVÉS, Castro. “El siglo” en Espumas flotantes/ Los esclavos. Org. Ricardo Souza de Carvalho. São Paulo: Companhia das Letras, 2024, pág. 216.
[ii] Véase FILHO, Domício Proença. “La trayectoria de los negros en la literatura brasileña” en Revista del Instituto de Estudios Avanzados, v. 18, n. 54, pág. 164.
[iii] Véase COSTA, Emília Viotti da. De la monarquía a la república. São Paulo: Editora Unesp, 2010, pág. 291.
[iv] BOSI, Alfredo. “Bajo el signo de Cam” en dialéctica de la colonización. São Paulo: Companhia das Letras, 1992.
[V] Junto a George Sand, Emilia de Girardin y Harriete Stowe, Castro Alves considera a la señora de Staël como una de las mujeres representativas de aquellos tiempos que aún lograría, desde esta perspectiva, la emancipación femenina y le ganaría el voto. Véase ALVÉS, Castro. “Carta a las damas de Bahía” en obra completa. Org. Eugênio Gomes. Río de Janeiro: Nova Aguilar, 1997, p.772.
[VI] Ídem. “Poesía” en obra completa, op. cit., p. 667.
[Vii] Cf. CÁNDIDO, Antonio. Formación de la Literatura Brasileña. Belo Horizonte/ São Paulo: Ed. Itatiaia/ Edusp, p. 274-276,
[Viii] ASÍS, Machado. Carta del 18 de febrero de 1868 a José de Alencar en ALVES, Castro. obra completa, op. cit., p. 797.
[Ex] MERQUIOR, José Guilherme. De Anchieta a Euclides. Breve historia de la literatura brasileña. São Paulo, Realizações Editora, 2014, p. 164.
[X] ALVÉS, Castro. “El Niño” en Espumas flotantes/ Los esclavos, op. cit., p. 248.
[Xi] Para un recorrido por artículos, obras y escritores que, con la promulgación de la Ley Eusébio de Queirós, en 1850, reflexionaron sobre la esclavitud o produjeron poesía de temática negra, cf. RAMOS, Péricles Eugênio da Silva. Del barroco al modernismo. estudios de poesía brasileña. Río de Janeiro: Libros Técnicos y Científicos, 1979, p. 93-98.
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