espectros

Robert Rauschenberg, La cabra,
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por ROGÉRIO SKYLAB*

Reflexiones sobre Derrida, King Hamlet, Chris Hani y Marielle Franco

la obsesión

En “Los Mandamientos de Marx”, el primer capítulo del emblemático libro de Jacques Derrida, Espectros de Marx, publicado por primera vez en Brasil en 1994 por Relume-Dumará (un año después de la publicación original en Francia), hay un pasaje al final del capítulo que es muy sintomático del tema que queremos abordar y que se refiere a la performativa. hechos.

Es entonces cuando el forense declara la muerte: “La forma constativa tiende a tranquilizar. El hallazgo es efectivo. Realmente quiere y debe ser. Es, en efecto, un performativo que busca certificar, pero certificándose primero certificándose, porque nada es menos cierto que aquello, cuya muerte desearíamos, está efectivamente muerto” (Derrida, 1994, p. 71). .

Es sobre el amenazante retorno del pasado en el futuro que abordarán las dos conferencias de Derrida, los días 22 y 23 de abril de 1993, en la Universidad de California (Riverside), en un simposio cuyo título es “¿Marchitar el marxismo?”. Es imposible perder de vista este contexto de 1993: la crisis financiera mundial y el neoliberalismo; el controvertido gobierno socialista de François Mitterrand. Detrás de una certeza -la muerte del marxismo y el pasado irreversible al que estaría condenado- habría, según Derrida, un enjambre de dudas. ¿Cómo conjurar la amenaza del regreso? Es como el acto performativo del forense que declara la muerte, sobre todo, para tranquilizarse a sí mismo. Es como decir: “lo que se mantuvo vivo, ya no vive y, por tanto, no sigue siendo eficaz en la muerte; usted puede descansar seguro".

Era una bienal del libro, allá por 1998. Quizás ese libro era una edición sobrante, pero igual me sorprendió. Después de todo, Derrida no fue un marxista clásico. Es como si Deleuze hubiera escrito un libro sobre Marx (parece que este fue precisamente su último proyecto). Estábamos en el gobierno de FHC. Compré el libro, traté de leer algunas páginas y lo dejé. Pero los muertos siempre vuelven. Aquí estaba Hamlet obsesionado por el regreso fantasmal de su padre; allí estaba el Timón de Atenas bajo el signo del perjurio. Al traer dos obras de Shakespeare, citadas varias veces por Marx, Derrida termina por subrayar dos significados equívocos de la palabra “conjuración”: conspiración y exorcismo.

En lo que se refiere a la conspiración, se jura detener el tiempo y desquiciarlo, tal como se nos describe al comienzo de Hamlet. En el exorcismo, como en el caso del forense, se contacta con la muerte para matar (exactamente como sucedió a mediados de los 90: se contacta con la muerte del marxismo para matarla); o se jura no cumplir – una especie de traición que en Timón de Atenas asociarse con la naturaleza.

Las diversas imágenes de Marx, así como estos dos significados equívocos de “conjuración”, nos hacen tomar conciencia, entre otras cosas, de los mandatos de Marx y de cuánto había disyunción entre ellos, incluso siendo intraducibles entre sí. Derrida recuerda que el marxista Marx compartía con los representantes del poder la frontera entre realidad y espectro. Por otro lado, el marxismo engendrado cruzó esta frontera a través de la revolución – tal imagen traduce bien la idea de obsesión:

Marx estaba obsesionado con cruzar el límite entre lo real y el espectro, un cruce que trató de rechazar a toda costa. Siguiendo la misma línea de razonamiento, la hegemonía de la vieja Europa (o la hegemonía contemporánea del neoliberalismo) organizaría siempre la represión del fantasma y, paradójicamente, la confirmación de una obsesión (de ahí que el neoliberalismo no pueda deshacerse de todos los fantasmas de Marx). ). Los diferentes sentidos de conjuración atestiguan algo en común, aunque sean sentidos equívocos e incluso intraducibles entre sí.

 

La lógica del regalo.

Nos toca a nosotros pensar en el “tiempo fuera de la articulación”, que estará asociado a la aparición del fantasma en Hamlet: “el espectro de mi padre – armado! Mal olor a caza. Surgirán acciones viles aunque el suelo las cubra para la visión humana” (Shakespeare, 2015, p. 66). Hay una relación entre el fantasma y el futuro, como si el primero lo anunciara. La aparición del fantasma, en este caso del rey Hamlet, es una especie de articulación entre el pasado (que está ausente) y el futuro. De esta manera, el presente se prescribe y se ordena en las dos direcciones de la ausencia. Esta disyunción, que Heidegger mostrará en su traducción de Anaximandro, expone a sí misma la no contemporaneidad del tiempo presente. Disyunción que abre la asimetría infinita de la relación con el otro.

Esta perspectiva de disyunción es importante porque establece la dimensión trágica, contraria a la pesimista y nihilista frente a la injusticia del presente, según la cual, correspondería al derecho reparar la injusticia y saldar la deuda, en de acuerdo con la lógica de la venganza y la ley. Lo que Derrida destaca es otra lógica, la del don sin restitución, sin cálculo y sin contabilidad: sólo la disyunción podría hacer justicia o hacer justicia al otro como otro; dejar al otro ese acuerdo consigo mismo que le es propio y le da presencia; dar lo que él mismo no tiene; conceder o añadir en suplemento, fuera de comercio, sin cambio.

Y aquí, toda la importancia de la deconstrucción, como pensamiento de don y justicia. Deconstrucción del presente o de cualquier síntesis o sistema a favor de la heterogeneidad de su condición. Es en este sentido que la justicia es un favor concedido bajo el signo de la presencia, ante la síntesis o un sistema en un horizonte totalizador.

 

La cuestión de la herencia

Cuando Derrida trae el texto de Maurice Blanchot, Los tres discursos de Marx, acaba subrayando algo que el propio Blanchot no destaca: el imperativo político. El texto de Blanchot es explícito: “la palabra 'comunista' se reinventa con frecuencia en nombre de un pensamiento de singularidad y relación, que no se limita a la política” (Blanchot, 2014, p. 2, nota 4). Serían formas múltiples de la palabra escrita, que no sabrían retraducirse unas en otras, produciendo un efecto irreductible de distorsión que conduciría a una incesante reorganización por parte de su lector. En este sentido, a diferencia de la ciencia, que siempre depende de la ideología, la exigencia o mandato de la escritura se hace cargo de todas las formas y fuerzas de disolución, de transformación, que es el juego sin sentido de la escritura misma. Pero en Derrida está la cuestión de la herencia, de la elección: ¿qué imagen de Marx debería elegirse?

 

el acto performativo

Hay varios mandatos, demandas, imágenes de Marx. Y no siempre, el que se va a heredar, tendrá que ser exactamente igual al original. El “ejemplo” de Marx nos hace tomar conciencia de que el marxismo engendrado poco tiene que ver con el Marx marxista. Por cierto, hay todo un campo de trabajo, de la transformación del fantasma, que nos lleva a Valéry en La crisis del espíritu: “este cráneo aquí perteneció a Kant, que engendró a Hegel, que engendró a Marx…” (Valéry, 1957, t.1, p.993, apud Derrida, 1994, p. 19). El “ejemplo” es parte de la categoría de regalo: dar lo que no se tiene. Pero junto a todas estas fuerzas de transformación, que Blanchot señala pensando en los mandatos de la escritura, estará, por parte de Derrida, en su análisis de Marx, el privilegio otorgado al gesto político: es la respuesta a demandas. En otras palabras, es el tema de la herencia.

Y en este sentido cobra gran importancia el acto performativo: el juramento, la declaración. Una especie de violencia que interrumpe el tiempo, desquiciándolo, y que estará, en Hamlet, asociada a la aparición del fantasma del Rey. Pero para Derrida, esta performatividad, ligada al instante, una respuesta sin esperar a la demanda de justicia, estará asociada en Marx con la revolución permanente. Es un aquí y ahora bajo el signo del futuro. Toda la crítica de Derrida a la Universidad, al menos en su conferencia de 1993, se refiere al proceso de despolitización que se intentaría aplicar a la obra marxista: seguir el viejo concepto de lectura, tratar la obra con calma, objetividad, sin tomar partido. respetando las normas de la exégesis hermenéutica, filológica y filosófica – poniendo por tierra el imperativo político, la inminencia, la urgencia de una respuesta a las exigencias de una justicia impaciente e incondicional.

Lo que vale la pena mencionar es que en este aquí y ahora, instaurado por el acto performativo, hay una apertura de no-saber, generada precisamente por la heterogeneidad: el fantasma, como pasado, repetición de lo mismo; y el fantasma como futuro, inminencia, lo otro –repetición de lo diferente. Lo que me parece la línea principal del argumento de Derrida es el privilegio otorgado al futuro: esta apertura del presente, establecida por el no saber (después de todo, no sabemos si la muerte de la filosofía, proclamada desde el siglo XIX). siglo, es deseo de resurrección o deseo del otro), sólo el futuro afirmado. De ahí la importancia de la inminencia y la categoría de posible asociada a ella.

 

Santa alianza y nuevo orden mundial

Cuando Derrida aborda el manifiesto Comunista de 1848, y compara ese momento con 1993, cuando pronuncia la conferencia que da origen al libro, entiende que, en el fondo, el espectro es el futuro en ambas situaciones. Recordemos las primeras palabras del Manifiesto: “Un espectro recorre Europa: el espectro del comunismo. Todas las potencias de la vieja Europa se han aliado en una caza santa de este espectro: el papa, el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los policías”. En 1848, por tanto, todo el esfuerzo emprendido por la Vieja Europa, en una especie de conjuro entre nobleza y clero, estaba encaminado a que el mencionado espectro no encarnara en el futuro, a riesgo de la existencia misma de Europa.

En 1993, el regreso del espectro del pasado debe ser impedido, debe ser conjurado, como un médico forense certifica la muerte (esta vez, a través de una alianza bajo la tutela de Estados Unidos, el nuevo orden mundial es el nuevo conjuro). En ambas situaciones, el espectro comunista es el futuro: una amenaza por venir (en 1848, por primera vez; en 1993, como retorno del pasado). Ante estas amenazas, invertimos en un orden tranquilizador del presente (presente-pasado; presente-presente; presente-futuro) y en la oposición entre la realidad actual, entendida como presente del presente (presencia efectiva) y ausencia-no -presencia-ineficacia-inactualidad-virtualidad-simulacro.

 

El regreso de lo diferente

Cuando Derrida comenta sobre el significado de la pregunta que nombra el simposio, “¿Marchitar el marxismo?”, en 1993, que puede entenderse como “¿hacia dónde va el marxismo?” En cuanto a "¿Está pereciendo el marxismo?", Llamará a esa pregunta un anacronismo tedioso. Esto se debe a que ya en la década de 1950, contra el comunismo real de la Unión Soviética, su generación ya era insurgente. El caso es que en la década de 1950 el tema tenía un tono apocalíptico, producto de una deconstrucción que formaría parte del gran canon del apocalipsis moderno: el fin del hombre; fin de la historia; fin de la filosofia.

A la tradición de estos temas escatológicos se sumarían el terror totalitario en todos los países de Europa del Este, los desastres socioeconómicos de la burocracia soviética, el estalinismo pasado y el neoestalinismo entonces en curso (desde los procesos de Moscú hasta la represión en Hungría). el fin de la filosofia, de Maurice Blanchot, publicado en 1959, da la idea que persiste en el tema escatológico: “He aquí el crepúsculo que acompaña a todo pensador desde entonces (desde el siglo XIX), un extraño momento fúnebre que el espíritu filosófico celebra en una exaltación , de más, a menudo alegre, dirigiendo su lento funeral, durante el cual realmente espera, de un modo u otro, obtener su resurrección”. (Blanchot, 1959, pp. 292-3, apud Derrida, 1994, p. 56).

Según Derrida, no se sabe si la espera prepara la venida del futuro o si enfatiza la repetición de lo mismo, el no-saber que tiene que ver con una apertura que preserva la heterogeneidad, la única oportunidad para un futuro afirmado o, mejor dicho, , reafirmó-, esta apertura sería el futuro mismo. La misma pregunta, sin embargo, en 1993, bajo los influjos del final de la historia de Fukuyama, da la impresión de una generación retrasada para el último tren del final, sin embargo, sin quedarse sin aliento, todo lo contrario: infla el pecho en una conciencia limpia del capitalismo, el liberalismo y las virtudes de la democracia parlamentaria (formas pasadas de un dispositivo electoral y un aparato parlamentario).

Derrida llamaría a este medio anacronismo y conciencia tranquila: el fin del marxismo lo colocaría bajo el signo de la no presencia, de la ineficacia, en oposición a la realidad actual ya un orden tranquilizador del presente. Desde esta perspectiva de conciencia tranquila, habría un término final, telos de toda la historia, haciendo imposible el otro, la herencia y el futuro. El capitalismo sería homogeneidad, absoluta coherencia sistemática. Contra la ideología cientificista que unifica o purifica el texto de Marx y produce una frontera que separa lo real y lo fantasma, La capital, según Blanchot, invertiría en otra forma de pensamiento teórico, que socavaría la idea clásica de ciencia.

Este nuevo modo es precisamente la dimensión testamentaria: el “ejemplo” de Marx es ante todo para los demás y más allá de sí mismo (el que da el ejemplo es desigual al ejemplo que da). En otras palabras, los mandatos de Marx son intraducibles unos a otros, lo que abre todo un campo más allá, si es posible, del último extremo: el futuro mismo. La diferencia establecida entre las décadas de 1950 y 1990 da cuenta, según Derrida, de un proceso de clausura. Y por eso no se escatimarán esfuerzos para conjurar el regreso, la sorpresa, la intempestividad del último acontecimiento más allá del telos.

 

ley y Justicia

“Aprender a vivir”, como aptitud irreversible y asimétrica, por lo tanto, violenta, tiene una variación basada en el castigo y el castigo (“que esto sirva de lección”; “darle una buena lección a alguien”), expresando el carácter sádico de la enseñanza en la sociedad latino-cristiana y pervirtiendo así el ideal socrático. Existiría, sin embargo, otra variante: la heterodidáctica entre la vida y la muerte, que hace que el aprendizaje de la vida sólo suceda entre la vida y la muerte. En otras palabras, se aprendería a vivir con los fantasmas (una vida más justa, según las políticas de la memoria, la herencia y las generaciones).

En este sentido, Derrida diferenciará el derecho de la justicia, como Fuerza de ley, fundamento místico de la autoridad (Derrida, 1992): el derecho como reducible a derecho, y la justicia como algo furtivo e intempestivo, ya no perteneciente al tiempo y sus modalidades, como presente-pasado, ahora, presente-futuro, ni al presente vivo en general. Un ser vivo estaría más allá de su vida presente o de su ser-presente efectivo o de su eficacia empírico-ontológica. Su relación es con la sobrevida que disocia y desplaza la identidad del presente viviente. De ahí la responsabilidad por los muertos y por los no nacidos, una responsabilidad que va más allá de todo presente vivo (en el caso de Brasil, movimientos como “Tortura Nunca Mais” y políticas para reducir las emisiones de COXNUMX2, en este caso estaría conjugado).

 

La ley de la obsesión

La obsesión y su lógica, la obsilogía misma, es lo que, según Derrida, marcará la historia de Occidente: la caza de fantasmas, origen de la pregunta “¿hacia dónde va el marxismo?”. No es casualidad que la historia de Hamlet comience esperando la reaparición del fantasma, que ya se había aparecido dos veces a Bernardo y Marcellus. El comienzo es la espera del acontecimiento, es la inminencia de una reaparición. Así como el manifiesto Comunista comienza con: “Un espectro camina por Europa – el espectro del comunismo”. A esta leyenda del espectro se opone la Cartel, cuyo análisis de la Revolución Industrial expone sus demandas: la conquista de la reducción de la jornada laboral diaria – de 12 a 10 horas; y sufragio universal (solo para hombres). Pero parte de la estructura profunda de Europa sería el espectro, cuya principal característica estaría precisamente expresada por el verbo “andar” o merodear: habitar sin residir, sin confinarse en el espacio; asistir; obsesionar; sitiar; acosar. A diferencia de una ontología (pensamientos de ser), ser o no ser, regida por la oposición y anclada en la sustancia, la existencia, la esencia y la permanencia (la presencia misma).

La lógica de la obsesión se apoya en exigencias (mandatos), lo que abre todo un campo de posibilidades. De hecho, el espectro es el elemento foráneo que habita Europa sin residir y produce su interior (sin espectro no hay interior). Es imposible tenerlo a mano. Derrida llama la atención sobre algunos aspectos del espectro del rey Hamlet: nos ve (el efecto de visera abierta) sin que podamos verlo (el efecto de casco no se suspende cuando se levanta la visera); somos dejados a su voz de mando, de la cual heredamos la ley; propio cuerpo sin carne, pero siempre de alguien como otro, origen del valor de cambio (el dinero, por ejemplo, es siempre el espectro de algo, una idealización transfiguradora, una especie de espectropoética que produce la metamorfosis de las mercancías; por eso el espectro no puede ser confundido con el icono, ni con la imagen ni con el simulacro, el espectro es siempre otro); el espectro es una forma carnal y fenoménica del espíritu, el mismo devenir-cuerpo (cuando aparece, el espíritu desaparece); el espectro está ligado al acontecimiento y, por tanto, a la repetición, una especie de puesta en escena del final de la historia, cada vez completamente diferente.

Estos son algunos elementos que dan a la espectrología un carácter paradójico, más acorde con la lógica de la obsesión. Es como las traducciones de "El tiempo está fuera de juego”: la obra habita las numerosas versiones sin limitarse a ellas; como un fantasma, obsidia (asedia) las numerosas traducciones que se encuentran dispersas en una abrumadora diversidad; a las dispares solicitudes del espectro, las palabras de la traducción se desorganizan – “el tiempo“a veces es la temporalidad del tiempo, a veces es la historia (los días de hoy), a veces es el presente (el mundo de hoy). La relación con el espectro obedece, pues, a esta ley de la obsesión, que tiene más que ver con el quizás que con el ser, más ligada a los mandatos que a la presencia.

 

La tragedia del príncipe

La tragedia en Hamlet radica en la cuestión de lo trágico y en qué medida este aspecto se aleja de una explicación estética o psicológica. En otras palabras, el príncipe maldice el destino que lo impulsa a llevar a cabo la venganza y el castigo. Su tragedia reside en la precedencia pre-originaria y espectral del crimen ajeno, dejándolo con la misión de nacer para enderezar. Todo su retraso, toda su vacilación en vengarse, toda su deliberación, toda su antinaturalidad y cálculo no automático, toda su neurosis, en fin, proviene de una lógica distinta de la venganza. Es una especie de suspiro, según Derrida, por una justicia que un día dejaría de pertenecer a la historia y sería sustraída a la fatalidad de la venganza. Es contra la intolerable perversión en el orden de su destino que el príncipe se vuelve.

Refiriéndose a Heidegger, respecto a Anaximandro, la fatalidad circular, en la perspectiva del derecho y el deber, no permite comprender la neurosis, que tanto se ha querido explicar. En lugar de reparar la injusticia del presente (rasgo estético-psicoanalítico), Anaximandro, vía Heidegger, rearticularía la disyunción del tiempo presente, entendido como un estado transitorio: el paso del tiempo presente viene del futuro, para ir en el dirección del pasado. Anaximandro dice la disyunción, el tiempo fuera de lugar, la injusticia del presente, como condición de la justicia, del don sin restitución, sin cálculo y sin contabilidad. No por reparación, sino por rearticulación de la disyunción (rearticulación sin síntesis).

 

el disfraz neoliberal

Y nuevamente estamos hablando aquí de la herencia y, más aún, de la elección que está presente en el acto de heredar. Pero la revuelta de Hamlet finalmente fue sofocada; su suspiro por otra justicia, interrumpido. Al final prevalece la represión, como en Edipo. Sin olvidar, sin embargo, a Valéry y su importante observación que implica todo un trabajo espectrológico: “este cráneo de aquí fue de Kant, que engendró a Hegel, que engendró a Marx…” (Valéry, 1957, t.1, p.993, apud Derrida, 1994, pág. 19). Posteriormente, curiosamente, en su libro La política del espíritu, Valéry repite la frase y omite el nombre de Marx. “¿Marchitar el marxismo?Esta obsesión ha estado presente desde Hamlet y ni siquiera la hegemonía neoliberal es capaz de disfrazarlo. En su discurso de victoria siempre aparece la sombra espectral del marxismo y la forma desconocida que puede tomar en el futuro.

 

chris hani y marielle

Espectros de Marx está dedicado a la memoria de Chris Hani, héroe de la resistencia contra el segregación racial En Sudáfrica. Asesinado el 10 de abril de 1993, el mismo año en que se publicó el libro en Francia, Hani, mientras arrojaba bombas a varias comisarías en los duros momentos de segregación racial, también era conocido como un intelectual carismático que promovía debates apasionados sobre el futuro de África en las librerías, que hablaba latín y amaba Hamlet.

Jefe de Estado Mayor de Umkhontowe Sizwe (MK), el brazo armado del Congreso Nacional Africano (ANC) de Mandela, Hani organizó la lucha armada por la liberación de Zambia. De guerrillero a secretario general del Partido Comunista de Sudáfrica (SACP) en 1991, acabó convirtiéndose en príncipe de la paz a principios de 1993, adoptando una actitud conciliadora. Precisamente durante este período ocurriría su asesinato, con la clara intención de sabotear el proceso de democratización en curso. Por orden del diputado Clive Derby-Lewis, del partido conservador, un inmigrante polaco de extrema derecha, Janus Walusz, dispararía varios tiros contra Hani, desencadenando la violencia en Sudáfrica. El caso es que el efecto del atentado, sorpresivamente y contra todas las expectativas de la minoría blanca que luchaba contra la democracia, dio impulso a los moderados de ambos bandos, permitiendo una transición pacífica del país con la victoria de Nelson Mandela un año después. después del ultraje.

En este momento, 2022, es decir, casi 29 años después del asesinato de Chris Hani, Brasil está consternado por un crimen ocurrido el 14 de marzo de 2018 y que hasta el momento no ha sido esclarecido. Un concejal negro, como Chris Hani, sería ejecutado salvajemente, con todos los indicios de motivación política. Momentos antes del ataque, Marielle participaba en una reunión llamada “Jóvenes Negras Moviendo las Estructuras”.

A diferencia de lo ocurrido en Sudáfrica, con el rápido esclarecimiento del caso y la detención de los responsables, Brasil sufre el bochorno internacional ante un crimen que no deja de repercutir precisamente por su falta de esclarecimiento. A pesar de todos los movimientos de solidaridad con Marielle, no hubo violencia en las calles, como la hubo en Sudáfrica, aunque en Brasil una fuerte polarización política ofreció todas las condiciones para tales conflictos.

¿Quién mató a Marielle? Al cierre del fatídico año 2018, la victoria electoral de las fuerzas conservadoras explicaba la no explosión de violencia y el poco interés del Poder Judicial por esclarecer el crimen. Todavía estamos bajo este estado de fuerzas y los comunistas se visualizan en medio de una obsesión que llega a las fronteras del delirio: “los comunistas están infiltrados en las instituciones”.

Veo un documental sobre Marielle en las redes sociales (Las dos tragedias de Marielle Franco). No se mencionan sus gustos literarios. Nada parece que le haya gustado Hamlet, pero su madre muestra varias fotos de ella, cuando era niña, siempre frente a los libros, fue la demanda de Marielle. En ese mismo documental, Marielle mira directamente a la cámara y dice: “Yo soy porque nosotros somos; Soy defensor de los derechos humanos porque somos vida”. Esta frase, que suena a enigma, promueve un desplazamiento de uno mismo hacia el otro.

Vuelvo a Derrida: “'Un ejemplo' siempre lleva más allá de sí mismo; abre así una dimensión testamentaria. El 'ejemplo' es ante todo para los demás y más allá de uno mismo. A veces, quizás siempre, la persona que da el 'ejemplo' es diferente del 'ejemplo' que da (es un ejemplo imperfecto del 'ejemplo' que da). Que dé, dando luego lo que no tiene y hasta lo que no es” (Derrida, 1994, p. 54). La vida de un ser vivo va más allá de su identidad hacia sí mismo, de ahí su relación con lo múltiple. La calavera... que engendró a Chris Hani, que engendró a Marielle,...

*Rogério Skylab es ensayista, cantante y compositor.

 

Referencias


BLANCHOT, Mauricio. Los tres discursos de Marx. círculos marxistas - Sesión 1; Bloque Izquierdo – Oporto. Disponible: https://circulosmarxistas.files.wordpress.com/2014/10/01-as-trecc82s-palavras-de-marx_mb.pdf

DERRIDA, Jacques. Espectros de Marx: el estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional; traducción de Anamaria Skinner. Río de Janeiro: Relume-Dumara, 1994

DERRIDA, Jacques. Fuerza de Ley, 'El fundamento místico de la autoridad'. En: La deconstrucción y la posibilidad de la justicia, TR. M. Quaintance, Ed. D. Cornell, M. Rosenfeld, DG Carlson; Routledge, Nueva York, Londres, 1992.

SHAKESPEARE, Guillermo. La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca; traducción, introducción y notas de Lawrence Flores Pereira; São Paulo: Penguin Classics Companhia das Letras, 2015.

Valery, Pablo. La crisis del espíritu; Biblioteca de La Pléiade, Gallimard, 1957.

Documental Las dos tragedias de Marielle Franco, disponible https://www.youtube.com/watch?v=hEyl3KR-m3s

 

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