Escribiendo con la inteligencia del mundo

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por CUENTOS AB'SÁBER*

La muerte del fragmento: cómo Microsoft Copilot redujo mi crítica del fascismo a clichés democráticos

Una noche, al despertarme en mitad de la noche, decidí escribir las ideas que me venían a la mente. Con solo mi tableta cerca, recordé que por fin debía descargar el programa de escritura que usamos en todas las computadoras. Sería bueno empezar a escribir aquí. Debería haber dejado de vivir con fragmentos de texto y textos torpes escritos en aplicaciones inapropiadas hace mucho tiempo.

Quería escribir una breve nota sobre el hecho de que el pensamiento mágico es la base de la política fascista, mientras que su libertad imaginaria está garantizada por la sumisión al amo del ideal del ego. Esto contrasta con el control obsesivo de la magia, típico del ciudadano político, un ser despojado de pasiones, conforme a la democracia liberal. Volveré a este tema más adelante. Cuando descargué el famoso programa de edición, en forma de aplicación, comprado allí mismo, venía conectado a una pequeña pantalla auxiliar en la base de la pantalla tradicional. En ella estaba escrito el nombre de una máquina nueva y desconocida: Copilot.

No entendía qué era. Había algo escrito en el cuadro, como "borrador", y una flecha que apuntaba al espacio principal de escritura. Como no podía escribir directamente en la página del editor, como hago ahora (el programa simplemente no liberaba espacio...), decidí escribir en ese cuadro. La página normal de Word estaba bloqueada, pero el cuadro estaba abierto para escribir. Escribí un texto corto. Quería que se ajustara a mis criterios actuales.

Al terminar, pulsé el comando que debería haber introducido el borrador en la página del editor de texto tradicional. Para sorpresa de un completo ignorante, mi texto no se transfirió. Tras unos segundos de trabajo, en los que el programa indicó que estaba pensando, mi conciso texto, en forma de fragmento, fue transformado por el programa en una breve disertación de comunicación periodística genérica. Fue este texto, y no lo que yo había escrito, lo que apareció en el editor.

Me asombró leer la resubjetivación que la inteligencia artificial había realizado de mi obra. Desarrolló pasajes, añadió ideas y amplió el fragmento original, haciéndolo más denso, parcial y concentrado, como yo prefería. Todo se volvió muy claro, se perdió algo de cierta poética o estilo, y las ideas se transformaron en una especie de pensamiento general actual, que me pareció de carácter global.

Una manifestación, sin sombra de fricción, como queríamos manifestarnos, como queremos ser iguales, en lenguaje general, ya listos para una exhibición de toma de corriente, a cualquier público, en cualquier parte del mundo. También estaban los inevitables clichés democráticos, de un humanismo desvanecido y kitschRepetición de nociones genéricas y vacías, cuya fuerza reside únicamente en su repetición en el vacío. Me sentí mágicamente transformado, similar a esos oradores que vemos en películas y vídeos de YouTube, que actúan en reuniones de intereses empresariales disfrazados de acción cultural, o en ferias para salvar el mundo.

En pocos segundos se realizó una obra significativa, superior a la mía. Pero en la dirección opuesta. La máquina impuso a mi pensamiento la obra de milenios de civilización y violencia, de transformarnos a todos al lenguaje igualitario de la «inteligencia general», al nivel de tecnología de la época.

Un mundo común, de textos con un mismo estilo global, escritos rápidamente mediante la captura de información y el trabajo de otros, de todos nosotros. Me introduje, incluso sin quererlo y sin tener nada que ver con ello, en uno de los aspectos del apocalipsis textual, el verdadero fin de la escritura que anuncia nuestra época, que será el doble necesario del ya avanzado fin de la lectura.

Aquí está el texto que mi compañero algorítmico, Copilot, decidió escribir sobre el fragmento de mi ensayo. Después de escribir lo siguiente, intenté reciclar. En pocos segundos, el coautor escribió una segunda comunicación sobre mis líneas originales, que habían perdido su esencia y se habían convertido en meros argumentos e informes. No existe el original, solo existen versiones.

Presioné el botón de reciclaje de nuevo, y el programa produjo un tercer ensayo, que evocaba aspectos del texto original, pero ahora con un carácter filosófico, acercándose por fin, al menos un poco, a la tensión entre idea y forma. Me imagino que si presionara el botón de reciclaje un millón de veces, el programa acabaría entregándome el ensayo más perfecto posible para una inteligencia artificial: mi propio texto.

A continuación se muestran las tres versiones de mis ideas, escritas en colaboración con Copilot. Intenté por todos los medios encontrar otro botón que me llevara de vuelta. Pero Microsoft decidió que ya no debía recordar lo que escribí.

Primera versión – pensamiento mágico y subjetividades políticas

El pensamiento mágico, una fuerza que habita en las profundidades de la imaginación humana, emerge en las subjetividades políticas como un engranaje central de la dinámica psíquica y social. No solo moldea las prácticas artísticas, donde la creación surge de lo intangible, sino que también permea las estructuras que sustentan fenómenos como el fascismo, en su más cruda y paradójica libertad de destrucción.

Pensamiento mágico: entre el arte y la política

En el ámbito artístico, el pensamiento mágico se celebra como un potencial creativo. Es la capacidad de transmutar ideas, sentimientos y visiones en formas concretas que cautivan y provocan. Sin embargo, al trasladarse al ámbito político, el pensamiento mágico asume una postura ambivalente. Puede ser un motor de utopías y cambio, pero también una herramienta de manipulación, alienación y violencia.

El fascismo y el resurgimiento del mago

En el fascismo, los poderes del pensamiento mágico renacen, pero de forma distorsionada. La libertad que invoca el fascista no es la libertad iluminadora y emancipadora, sino la libertad destructiva que se manifiesta en la violencia y la eliminación de los demás. Esta libertad es, en realidad, una servidumbre encubierta, una sumisión absoluta a un «líder» o a una entidad externa que dicta la existencia del individuo.

El fascista ha perdido la llave para controlar la dimensión mágica. Su obsesión es, paradójicamente, simple y repetitiva: busca un líder que determine qué hacer y quién es. Esta rendición total no es solo un acto de irresponsabilidad, sino la realización de una magia de irresponsabilidad, donde la acción individual se diluye en la voluntad del otro, del jefe, de la «cosa».

La psicodinámica de la sumisión

La sumisión del fascista al líder trasciende la política; es un fenómeno psíquico. No está limitado por imperativos internos, porque su límite es externo, encarnado en el líder. Este líder se transforma en un tótem de poder, objeto tanto de amor como de desprecio. Así, el fascista disfruta de la sumisión, encontrando placer en la abdicación de su autonomía. Su libertad reside en ser liberado por el «sueño del amo» de actuar sin restricciones, de destruir y subvertir las estructuras democráticas que lo obligan a reconocer al otro como igual.

Consideraciones finales

El poder del pensamiento mágico, como elemento intrínseco de la psique humana, puede ser tanto creativo como destructivo. En el contexto político, especialmente en dinámicas fascistas, se convierte en una poderosa arma de manipulación y alienación. Romper esta lógica requiere la recuperación de la responsabilidad y la autonomía, un antídoto contra la magia de la sumisión y el autoritarismo. Es un desafío que exige no solo resistencia política, sino también una profunda comprensión de las fuerzas psíquicas que moldean nuestras acciones y subjetividades.

Segunda versión – pensamiento mágico y dinámica política y artística

Explorando las raíces psíquicas y sociales del fascismo y el arte

El pensamiento mágico, a menudo asociado con la dinámica del inconsciente humano, emerge como un elemento central tanto en las subjetividades políticas como en los logros artísticos. Funciona como un puente entre lo racional y lo irracional, permitiendo que las ideas y deseos latentes se cristalicen en acciones o expresiones, a menudo con consecuencias impredecibles. Sin embargo, al canalizarse hacia el ámbito del fascismo, este tipo de pensamiento adquiere contornos inquietantes, subvirtiendo la libertad creativa en favor de una lógica de destrucción, sumisión y eliminación.

Pensamiento mágico y fascismo

En el fascismo, el pensamiento mágico se reactiva y se transforma. Conceptos como la «libertad» se distorsionan para justificar actos de violencia y represión. La libertad, en este contexto, no es una búsqueda de autonomía o emancipación, sino un permiso para aniquilar al otro, visto como enemigo o amenaza. El fascista renuncia al control sobre lo mágico, es decir, a la capacidad de imaginar y construir narrativas que trasciendan la violencia. En cambio, se aferra a una obsesión simplista y repetitiva: seguir a un líder que le dice quién es y qué debe hacer.

Esta transferencia de responsabilidad al "ego del líder ideal" crea una dinámica de despersonalización. El "ego" del fascista se proyecta por completo en el otro, el líder, quien se convierte en el centro de poder y autoridad. Esta magia de la irresponsabilidad permite una acción ilimitada, donde los impulsos más destructivos son legitimados por la autoridad externa. El fascista, entonces, encuentra placer en la sumisión absoluta, idolatrando figuras como reyes, papas, dictadores y pastores. Se entrega al destino de los demás, al mismo tiempo que se considera "libre" para actuar según los deseos y órdenes del líder.

El placer de la sumisión

El fascista experimenta un placer peculiar en la sumisión. Encuentra satisfacción en ser simultáneamente objeto del amor y el desprecio del líder, posicionándose como instrumento de las fuerzas superiores que personifican el destino. Este placer radica en el deseo de renunciar a la responsabilidad individual y ser liderado por una figura de autoridad. En la mentalidad fascista, la sumisión no es debilidad, sino liberación: la libertad de actuar sin restricciones morales ni democráticas, incluso si esto implica destruir instituciones, como la democracia, o atentar contra los derechos de otros ciudadanos.

El pensamiento mágico en el arte

Por otro lado, el pensamiento mágico también desempeña un papel fundamental en el logro artístico. En el arte, no es una fuerza destructiva, sino creativa. Permite al artista trascender los límites de la realidad, canalizando los deseos, miedos y esperanzas humanas en formas simbólicas que inspiran y transforman. El pensamiento mágico en el arte es una manifestación de libertad, una apertura a nuevos mundos y posibilidades.

Mientras que en el fascismo el pensamiento mágico es un instrumento de control y destrucción, en el arte es una herramienta de emancipación y creación. Esta dualidad revela la complejidad del fenómeno y destaca la importancia de comprender cómo opera en diferentes contextos.

Conclusión

El pensamiento mágico es una fuerza poderosa, capaz de moldear tanto lo mejor como lo peor de la experiencia humana. En política, puede manipularse para justificar actos de violencia y sumisión, como en el fascismo. En el arte, encuentra su máxima expresión, permitiendo la creación de mundos que trascienden la realidad. Comprender estas dinámicas es crucial para resistir los atractivos del autoritarismo y apreciar la capacidad transformadora de la imaginación humana.

Tercera versión – El pensamiento mágico y sus manifestaciones políticas y artísticas

Una reflexión filosófica sobre la subjetividad y el poder

El pensamiento mágico, a menudo relegado a un ámbito primitivo o infantil de la psique, es de hecho una fuerza profundamente arraigada en la dinámica de la subjetivación política y el logro artístico. Opera como un tejido invisible que conecta deseos, creencias y narrativas con los actos y decisiones que configuran tanto las sociedades como las obras de arte. En este entramado, encontramos no solo las posibilidades creativas de los seres humanos, sino también sus potencialidades destructivas, especialmente cuando son apropiadas por ideologías de dominación, como el fascismo.

La dimensión mágica en el arte

En el ámbito artístico, el pensamiento mágico trasciende la racionalidad, abriendo espacio para la creación de mundos alternativos capaces de redefinir la realidad. Cuando el artista se entrega a este tipo de pensamiento, abandona los límites de lo tangible y lo verificable, permitiendo que los símbolos y las metáforas se conviertan en realidades afectivas. La magia en el arte no es solo un mecanismo de escape, sino también una forma de emancipación, que posibilita nuevas maneras de percibir y experimentar el mundo.

Este tipo de subjetivación, sin embargo, es un espacio de ambivalencia. Si bien, por un lado, el artista es un agente activo que utiliza el pensamiento mágico para elaborar visiones transformadoras, por otro, también es susceptible a la fascinación de lo irracional. El arte puede, por lo tanto, subvertir regímenes de poder y reforzar mitologías autoritarias, dependiendo de cómo se movilicen sus poderes mágicos.

El pensamiento mágico en el fascismo

En el ámbito político, el fascismo es quizás la manifestación más clara de los poderes destructivos del pensamiento mágico. Se estructura como un teatro de creencias absolutas, en el que el líder encarna aquello inalcanzable para el individuo: control total sobre el destino, el poder de determinar la realidad, la libertad suprema de actuar sin consecuencias. El fascista, como sujeto, se entrega a esta estructura mágica de liderazgo, reemplazando la responsabilidad por la comodidad de ser liderado por otro.

El fascismo reaviva categorías mágicas como la libertad, pero de forma distorsionada: no como un proyecto colectivo, sino como una licencia para el caos, para destruir, violar y eliminar al otro. La libertad fascista es, paradójicamente, una libertad de sumisión total a la figura del líder, quien representa el único límite fuera del yo. Este desempoderamiento mágico permite al individuo renunciar a su autonomía sin afrontar la carga de la culpa, a la vez que se integra en un movimiento que externaliza la violencia como expresión de un destino superior.

La irresponsabilidad y el ideal del líder

Uno de los aspectos centrales del fascismo es la magia de la irresponsabilidad. El yo ya no se pertenece a sí mismo, sino que transfiere su legitimidad y decisiones a la figura del líder, o al «ideal del yo líder». Esto crea una dinámica en la que el individuo se desconecta de cualquier noción de límites o ética interna. No hay dilemas ni conflictos internos, porque toda autoridad emana del exterior, de un otro que es totalizador.

El fascista, por tanto, encuentra placer en su posición ambivalente: a la vez objeto del amor y del desprecio del líder, y agente “libre” para llevar a cabo los deseos proyectados por esta figura superior.

El desafío de la resistencia

¿Cómo, entonces, podemos resistir esta fuerza mágica que se infiltra tanto en proyectos artísticos como en regímenes políticos autoritarios? La respuesta podría residir en recuperar el pensamiento mágico como herramienta de construcción, no de destrucción. Es necesario reorientarlo hacia prácticas de creación colectiva y pluralidad, liberándolo del monopolio de las ideologías que lo utilizan para subyugar al individuo.

La democracia, con todas sus limitaciones, es quizás la antítesis del fascismo precisamente porque niega la centralidad de un único "mago" que dicta las reglas. Exige que cada persona asuma su parte de responsabilidad, incluso ante la incertidumbre y la complejidad. Al rechazar la sumisión mágica al líder, el ciudadano democrático acepta el reto de vivir con los demás como sujetos de derecho, en constante negociación y transformación.

Conclusión

El pensamiento mágico, en esencia, no es ni bueno ni malo; es una capacidad humana profundamente arraigada que puede movilizarse tanto para la creación como para la destrucción. Reconocer su presencia en las subjetividades políticas y artísticas es el primer paso para comprender cómo moldea nuestras realidades. El reto reside en reconfigurarlo como instrumento de emancipación en lugar de vehículo de opresión, redescubriendo su potencial en proyectos colectivos que celebran la diversidad y la responsabilidad compartida.

*Cuentos de Ab'Saber Es profesor del Departamento de Filosofía de la Unifesp. Autor, entre otros libros, de El soldado antropofágico (hiedra) [https://amzn.to/4ay2e2g]


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