por ARACY PS BALBANÍ*
La política se ha convertido cada vez más en un caso de psicología y policía.
En vísperas de la segunda vuelta de las elecciones municipales, en muchas localidades continúa la controversia sobre el comportamiento del electorado. Intelectuales y periodistas examinan las causas del crecimiento de la derecha y la extrema derecha en ayuntamientos y ayuntamientos. Los analistas políticos proyectan consecuencias de los resultados electorales en los municipios más poblados en 2024 para la contienda presidencial de 2026.
Influencers digitales opinan sobre el impactante fenómeno de los votos en blanco, inválidos y abstenciones en una elección más en el país, donde el voto sigue siendo obligatorio, pero, en la práctica, la teoría es opcional.
Los militantes organizados y otros ciudadanos se preguntan cómo gobiernos o políticos abiertamente incompetentes enredados en complicados casos de corrupción logran ser los favoritos de los votantes. Especialmente entre los votantes más pobres y los perjudicados por una gestión pública ineficiente.
Louise Michel, una educadora francesa encarcelada en la década de 1880 como activista anarquista, le dijo a su amigo Paul Lafargue cuando la visitó en la prisión de Saint-Lazare: “No te quejes, soy más libre que muchos de los que caminan al aire libre; son prisioneros del pensamiento; Se les encadena a sus propiedades, a sus intereses en el dinero, a sus tristes necesidades de la vida, se les lleva hasta el punto de que ya no viven, ni son seres humanos pensantes”.1
Varios hechos concretos nos permiten aplicar la frase de Louise Michel al Brasil actual. Empezando por el aumento exponencial de la violencia política; no sólo con insultos y expedientes falsificados contra los opositores, sino también con ataques a tiros contra candidatos a plena luz del día y ataques con sillas en directo por televisión.
Los votantes son obligados a guardar silencio y votar por candidatos vinculados a milicias y otras organizaciones criminales. Los políticos tienen que pedir permiso a los líderes del tráfico de drogas y armas para realizar eventos de campaña en zonas plagadas de delincuencia. Ni siquiera las aldeas indígenas escapan a la opresiva vigilancia con drones del crimen estructurado.
El miedo no se disimula en los rostros de los pobres, cuyas chozas en las afueras y en las favelas exhiben llamativos carteles de propaganda política de candidatos millonarios que siempre han vivido en comunidades cerradas con seguridad privada. La política se ha convertido cada vez más en un caso de psicología y policía.
Incluso el “trabajo” temporal de un activista electoral ondeando banderas está al borde de la extinción. pancartas de viento Los productos fabricados en masa reemplazan el trabajo humano para hacer parpadear fotografías retocadas y Slogans de candidatos en esquinas y plazas.
El número récord de denuncias de acoso electoral en empresas muestra que el discurso colonialista y la práctica de la esclavitud están más vivos que nunca en Brasil. No faltan los sirvientes pobres que se prestan al papel de capataces de los patrones frente a sus compañeros de trabajo, que son tan explotados y despreciados como ellos.
Entre la clase media, consultar el sistema de rendición de cuentas pública de las campañas del Tribunal Electoral sería divertido si no fuera preocupante. Candidatos a concejales de un partido opositor al alcalde hacen donaciones al candidato… de la situación. ¿Como esto?
En las clases sociales media alta y alta, la circulación al aire libre, incluso en coches blindados de lujo, no garantiza la libertad de elección a la hora de emitir un voto secreto. Cualquiera que dependa de licencias y permisos de funcionamiento, de incentivos fiscales municipales o del suministro de bienes o servicios a los poderes públicos sabe que hay cientos de ojos y oídos indiscretos de coroneles políticos al acecho, dispuestos a menear la lengua y desencadenar represalias que afecten a las finanzas. ganancias. La apuesta política del coronel podría ser un vecino del elector-empresario en el condominio.
Al final, la militancia que tiene conciencia política resiste, mientras, en muchos municipios, la masa despolitizada, prisionera de sí misma o encadenada a intereses inconfesables, tiende a perpetuar en el poder a quienes roban, pero no siempre hacen algo que sea útil. .
Parece que realmente todo es cuestión de la cola: si está pegada o si es la que mueve al perro.
*Aracy PS Balbaní é Otorrinolaringólogo. Trabaja como especialista exclusivamente en el SUS en el interior de São Paulo.
Nota
1. Luisa Miguel. Yo pertenezco a la Revolución Social. Samantha Lodi, Ed. Entremares, 2022, pág. 128.
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