Esquema de autoanálisis

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por AFRANIO CATANÍ*

Comentario al libro de Pierre Bourdieu

1.

parte de Esquema de autoanálisis Fue escrita entre octubre y diciembre de 2001 en el hospital, aunque Pierre Bourdieu llevaba años trabajando en el texto. Fue concebido a partir de su último curso en Collège de France, como una versión desarrollada y reelaborada del capítulo final de Ciencia de la ciencia y reflexividad (2001). Es un testimonio conmovedor, con un lenguaje conciso, emotivo y agudo. Publicado previamente en Alemania (2002), salió en Francia en 2004.

De la misma manera que se había preparado en 1982, cuando se incorporó a la Collège de France, una Clase sobre la clase, donde la reflexividad extrema marcó la pauta, en este curso se sometió, como desafío final, “al ejercicio de la reflexividad que había constituido a lo largo de su vida de investigador uno de los requisitos necesarios para la investigación científica”. En la introducción a la edición brasileña, Sergio Miceli escribe que Pierre Bourdieu utilizó la palabra “boceto” en Esquema de una teoría de la práctica (1972), considerada “la obra principal de la etapa afirmativa de su proyecto intelectual”, en la que ajusta cuentas con el estructuralismo, prueba hipótesis sobre la congruencia de fuentes y materiales, “completa el recorrido iniciático vinculando las experiencias del Béarn a las del trabajo de campo en Argelia, y un desafío mayor a las teorías y modelos de parentesco entonces hegemónicos en antropología” (p. 19).

2.

La obra introdujo una larga digresión sobre los modos de conocimiento, especialmente “el que se plantea mediante la praxis, que está en la raíz del concepto de habitus”, lo que conformaría “una sociología centrada en la razón práctica, marca que la distinguiría tanto de las corrientes interaccionistas como de las estructuralistas” (Miceli, 2005, p. 19).

Pierre Bourdieu escribe que en su esfuerzo por explicarse y comprenderse a sí mismo, se apoyará en “los fragmentos de objetivación de mí mismo que he dejado a lo largo del camino, a lo largo de mis investigaciones, y trataré de profundizarlos e incluso sistematizarlos aquí” (p. 39).

Para justificar las posiciones que marcaron su carrera, realiza un análisis del campo intelectual francés en los años 1950, cuando completó sus estudios de filosofía en Escuela Normal Superior y también su propia educación, caracterizada por el éxito académico y un origen social modesto: su padre era cartero en un pueblo del suroeste de Francia. Sus primeras obras exploran el desarraigo de sus orígenes –su familia en una comunidad rural de la región de Béarn– y la necesaria familiarización con los espacios sociales para la adopción en París. En algunas entrevistas afirmó que esa familiarización forzada incluso le hizo perder su fuerte acento: recién a los 11 años, en el instituto de Pau, dejó de hablar únicamente gascón.

De 1951 a 1954 fue alumno de Escuela Normal Superior estudiando filosofía, una época en la que era la disciplina dominante, con el campo intelectual dominado por Jean-Paul Sartre. Entiende que “el shock de 1968” fue decisivo para los filósofos que entraron en los años 1940 y 1950 para enfrentar el problema del poder y la política –cita los casos paradigmáticos de Deleuze y Foucault (p. 42)–.

Además de la corriente intelectualmente dominante, representada por Jean-Paul Sartre, hubo otras, entre las que destacaron Martial Gueroult, Jules Vuillemin, Gaston Bachelard, Georges Canguilhem, Alexandre Koyré, Éric Weil, Maurice Merleau-Ponty. La revista crítico, dirigida por Georges Bataille y Éric Weil, al dar acceso a una cultura internacional y transdisciplinaria, “permitió escapar del efecto de clausura que ejerce cualquier escuela de élite” (p. 47).

Ataca las posiciones de Jean-Paul Sartre, habla de su mentor Raymond Aron, de su simpatía por Georges Canguilhem y de sus compañeros filósofos de su generación, Jean-Claude Pariente, Henry Joly y Louis Marin. Reconstruye el espacio de posibilidades que se abrió ante él en este período de transición entre la filosofía y la sociología. En esta disciplina destacaron Georges Gurvitch, Jean Stoetzel y Raymond Aron, además de otros en ascenso: Alain Touraine, Jean-Daniel Reynaud y Jean-René Tréanton (sociología del trabajo); Viviane Isambert-Jamati (sociología de la educación); François-André Isambert (sociología de la religión); Henri Mendras, Paul Henry Chombart de Lauwe y Joffre Dumazedier se dedicaron, respectivamente, a las sociologías rurales, urbanas y del ocio (p. 62-63).

Había pocas revistas (Revista Francesa de Sociología, Revistas Internacionales de Sociología, Archivos Europeos de Sociología, Sociología del Trabajo e Estudios rurales), pero nada fue tan motivador, hasta el punto de escribir que “la vida científica estaba en otra parte” (p. 62), elogiando la acción de Fernand Braudel y la gran influencia ejercida por la revista. El hombre, liderado por Lévi-Strauss, ocupando una posición dominante en el ámbito académico francés (p. 68).

Dedica varias páginas al período transcurrido en Argelia, desde mediados de los años 1950, cuando comenzó el servicio militar, donde realizó sus primeras investigaciones de campo sobre la sociedad cabila y publicó Sociología de Algeria (1958). Regresó a París y se convirtió en asistente de Aron, después de enseñar filosofía y sociología en la Facultad de Letras de Argel. Comenzó una carrera exitosa, convirtiéndose en un estudioso de las ciencias sociales, como etnólogo y sociólogo, en tiempos de una guerra de liberación que para él marcó una ruptura decisiva con la experiencia escolar (p. 71).

A pesar de los desacuerdos que tuvo con Lévi-Strauss, reconoce que él, junto con Braudel y Aron, le garantizaron el ingreso, siendo muy joven, en la Escuela Práctica de Estudios Avanzados (p. 74). Publicó otras obras sobre Cabilia y Béarn, la región donde nació, en Estudios Rural nuestros Anales y Los tiempos modernos.

3.

Se presentan las investigaciones desarrolladas en las décadas de 1970, 80 y 90, que consolidaron su reputación, además de elementos autobiográficos e información familiar responsables de la formación de su habitus primario. Su padre era hijo de un aparcero y, hacia los 30 años (cuando nació Pierre), se convirtió en trabajador postal, ascendido más tarde a cartero-recaudador; Trabajó toda su vida como empleado en un pueblo cercano a Pau. “Mi experiencia infantil como desertor, hijo de un desertor, tuvo un impacto significativo en la formación de mis disposiciones en relación con el mundo social” (p. 109). Muy cercano a sus compañeros de primaria (hijos de pequeños agricultores, artesanos o comerciantes), tenía “casi todo en común con ellos, excepto el éxito académico, que me hacía destacar” (p. 110).

Los pasajes relativos al padre, a sus posiciones políticas y sociales, son conmovedores. Su madre provenía de una “gran familia campesina” por parte materna, enfrentándose al deseo de sus padres de “hacer que un matrimonio fuera percibido como una alianza desastrosa” (p. 111). Hijo único, su experiencia de internado en los colegios de Pau (1941-1947) y de Louis-le-Grand (1948-1951), en París, es vista como una “terrible escuela de realismo social, donde todo ya se ha hecho presente, debido a las necesidades de la lucha por la vida” (p. 115).

Habla del frío invierno, de la vergüenza de usar los baños, de las amonestaciones, de la lucha por conseguir su parte y conservar su lugar, de la disposición a dar una bofetada si es necesario. Su relato autobiográfico retoma el argumento desarrollado en As normas da arte (1992): “la ficción y la sociología son intercambiables, debido a que tienen como referencia el mundo social” (Miceli, 2005, p. 18).

Recibió más de 300 “suspensiones” y “reprimendas” a lo largo de su trayectoria escolar. Vivía angustiado: “Tenía 11 o 12 años, sin nadie en quien confiar o a quien siquiera entender” (p. 119). “Viví mi vida como pasante en una especie de rabia obsesiva […] Flaubert no se equivocaba del todo al pensar que, como escribe en Memorias de un loco“Quien ha conocido el internado sabe, a los doce años, casi todo en la vida” (p. 120).

Habla de las dificultades que enfrentó con sus compañeros de clase en la clase preparatoria de Louis-le-Grand y que comenzó a jugar al rugby con sus amigos del internado para evitar que su éxito académico lo alejara de la llamada comunidad viril del equipo deportivo, “el único lugar (…) de verdadera solidaridad, mucho más sólida y directa que la que existe en el mundo escolar, en la lucha común por la victoria, en el apoyo mutuo en caso de pelea, o en la admiración mutua por los logros de cada uno” (p. 123). El aula “se divide jerarquizando”; El internado “aísla atomizando”.

4.

Hay páginas muy interesantes sobre tu entrada en Secundaria de Francia y su comprensión de que “la ficción y la sociología son intercambiables, debido a que tienen como referencia el mundo social” (Miceli, 2005, p. 18). Volviendo a lo que había escrito antes, a través de la evocación de las condiciones históricas en las que se produjo su obra, logró “tomar el punto de vista del autor”, como decía Gustave Flaubert. Esto implica “colocarse en el pensamiento” exactamente “en el lugar que, como escritor, pintor y obrero o empleado de oficina, cada uno de ellos ocupa en el mundo social” (p. 134).

Sergio Miceli señala el silencio de Pierre Bourdieu “sobre su matrimonio, sus hijos, las mujeres importantes de su vida”, diciendo que la modestia de clase le impidió hacerlo: “no tenía la disposición para habitus requerido para tal autocomplacencia, que le habría permitido preparar una versión borrosa de su experiencia afectiva, similar a la transmitida, por ejemplo, en las narraciones conmemorativas de Sartre o Leiris, para tanto deleite de los estetas eruditos” (Miceli, 2005, p. 18).

A favor del trabajo sociológico del autor, concluyo con la frase de Ricardo Piglia que ilustra felizmente el proceso de autoanálisis desarrollado por Bourdieu: “La crítica es la forma moderna de la autobiografía. Una persona escribe su vida cuando cree que escribe sus lecturas (…) El crítico es aquel que encuentra su vida dentro de los textos que lee” (2004, p. 117).

*Afranio Catani es profesor titular de la Facultad de Educación de la USP. Autor, entre otros libros, de: Origen y destino: pensando en la sociología reflexiva de Bourdieu (mercado de cartas).

referencia


Pedro Bourdieu. Esquema de autoanálisis. Traducción: Sergio Miceli. Nueva York, Nueva York: Routledge, 2005, 144 páginas. [https://amzn.to/3EG2Qar]

Bibliografía


Ricardo Piglia. Formas cortas (traducción: José Marcos Mariani de Macedo). Nueva York: Routledge, 2004.

Sergio Micelli. La emoción racionada. En: Bourdieu, P. Esquema de autoanálisis. São Paulo: Companhia das Letras, 2005, pág. 7-20.


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