Ernesto Che Guevara – pensando en tiempos de revolución

Imagen Gerhard Lipold
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por JANETTE HABEL Y MICHAEL LÖWY

Contra el enfoque sesgado de Samuel Farber

Las manifestaciones que tuvieron lugar en Cuba el 11 de julio de 2021 pusieron en evidencia la gravedad de la crisis que atraviesa la isla. Desde el triunfo de la Revolución Cubana, el país no había atravesado dificultades económicas, sociales y políticas tan dramáticas, con excepción de los años que siguieron a la caída de la URSS, durante el llamado “período especial”, marcado por la escasez de todos los tipos. La muerte de Fidel Castro en 2016 y el retiro de Raúl Castro en 2021 dieron paso a un nuevo ejecutivo.

Si bien esta transición generacional se ha desarrollado sin problemas, su legitimidad está lejos de establecerse e incluso comienza a ser cuestionada, como lo demuestran las protestas más localizadas que se han producido en todo el país desde el 11 de julio de 2021 contra la escasez de alimentos y medicamentos y la cortes prolongados de energía eléctrica, como atestiguan numerosos sitios web independientes, blogs y reportajes en redes sociales desde que comenzaron a extenderse por todo el país. Las nuevas generaciones de cubanos intentan reevaluar el pasado y reexaminar el relato de la historia revolucionaria, para comprender y dilucidar los impasses actuales, a más de 60 años del derrocamiento de la dictadura batistiana.

En este contexto, ha resurgido el legado político y teórico de Ernesto Che Guevara, asesinado en Bolivia a los 39 años. Aunque el acceso a muchos de sus numerosos escritos sigue restringido, la última carta que escribió a Fidel Castro en vísperas de su salida definitiva de Cuba, el 25 de marzo de 1965, recién se publicó en 2019, es decir, 54 años después.[i]. Más que una carta, es en realidad un importante documento analítico. En octubre de 1965, durante la presentación nominal del nuevo Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) –que no incluía a Ernesto Guevara–, Fidel Castro leyó una carta de despedida del Che, sin hacer referencia alguna a esta otra, mucho más larga. uno. .

En esta última, calificada por Guevara como “crítica constructiva”, se analizan inequívocamente las perturbaciones económicas y organizativas que afectaron la situación general del país en los primeros años de la revolución y se aclaran las concepciones políticas del Che sobre la economía de la transición al socialismo y sus divergencias con el sistema soviético.

Seis décadas después, Cuba ya no es la misma. Pero los últimos escritos del Che, su crítica al régimen soviético y su concepción ética del ejercicio del poder resuenan en las nuevas generaciones que cuestionan el pasado. Pero, por el contrario, la mayoría de los opositores al régimen rechazan al Che y desfiguran su legado. No están solos en este esfuerzo. Hay otros, a la izquierda, que extienden la mano.

El texto que sigue es una revisión de Che Guevara. Ombres et lumières d'un révolutionnaire[ii], de Samuel Farber, quien se presenta como un crítico “marxista” de Guevara. No es que no sea perfectamente legítimo examinar los errores o limitaciones de Guevara. Pero la obra de Samuel Farber, debido al balance generalmente negativo de su valoración de Guevara, está plagada de acusaciones falsas, inexactas y caricaturizadas. El libro, publicado por primera vez en 2016 en inglés y luego en 2017 en francés, se centra principalmente en las "sombras" y muy poco en las "luces".

 

¿Una tradición “marxista clásica”?

Samuel Farber nos remite a una supuesta “tradición marxista clásica” en la que él mismo se reconoce: “Mis raíces políticas se remontan a la tradición marxista clásica[iii] que precedió al estalinismo en la Unión Soviética”, escribe. Por otro lado, “si bien Ernesto Che Guevara fue un revolucionario honesto y consagrado, no tuvo la clásica formación marxista de Lenin, quien hizo su legado democrático del ala radical de la Ilustración”[iv].

La Revolución Cubana nació de peculiares circunstancias históricas y geopolíticas que posibilitaron el triunfo de un proceso revolucionario imprevisto en un país -una isla- donde no se esperaba que sucediera: a unos 145 km del flanco sur de Estados Unidos, en en medio del Mediterráneo americano, donde el fatalismo geográfico parecía excluir cualquier posibilidad de emancipación de la tutela estadounidense. Sin embargo, fue en esta isla donde tuvo lugar la primera revolución socialista del continente -inicialmente una rebelión armada contra la dictadura de Batista-, en ese “extremo oeste”[V] Latino Americano.

La especificidad del proceso revolucionario cubano, la organización de una guerra de guerrillas acompañada de insurrecciones cívicas, su radicalidad, la amplitud del apoyo popular que recibió y la originalidad de una dirección aparentemente inclasificable desde el punto de vista ideológico hacen de este proceso un caso único. en la historia de las revoluciones. Es necesario ubicar a la Revolución Cubana en su propia perspectiva histórica, en lugar de referirla a las invariantes de un “marxismo clásico” que existiría en cualquier tiempo y lugar.

La revolución de Cuba fue “una rebelión contra… los dogmas revolucionarios”[VI], escribió Che. Una revolución que vino a hacer valer el vaticinio del gran marxista latinoamericano José Carlos Mariátegui, quien escribió que el socialismo en América Latina no debe ser “imitación y copia”, sino “creación heroica”.[Vii]. En cuanto a Lenin –a quien Samuel Farber menciona como referente del “marxismo clásico”– escribió lo siguiente en el cartas desde lejos: “Si la revolución triunfó tan rápidamente y –aparentemente, para quienes se contentan con una mirada superficial– tan radicalmente, fue sólo porque, por una situación histórica sumamente original, confluyeron, de manera asombrosamente 'armoniosa', corrientes absolutamente diferentes, intereses de clase absolutamente heterogéneos, aspiraciones políticas y sociales absolutamente opuestas”[Viii]. Un análisis que podría aplicarse, un siglo después, palabra por palabra, a la Revolución cubana.

 

Una ruptura generacional y política

Fue en un contexto político nacional e internacional excepcional que se forjó una nueva generación revolucionaria, cuya conciencia política se radicalizaría bajo la presión de los acontecimientos. En la década de 50, una nueva generación, joven y combativa, surgió y se politizó en Cuba y otros países del Tercer Mundo. El auge de las luchas de liberación nacional, la Conferencia de Bandung y la Guerra Fría configuraron una nueva realidad histórica. En América Latina, las revelaciones del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) habían debilitado a los ya débiles partidos comunistas.

En ese contexto, que poco tenía que ver con el llamado “marxismo clásico” reivindicado por Samuel Farber, nació el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), que tendría su acto fundacional en el sangriento asalto a la Cuartel Moncada. Proveniente de las filas del Partido Ortodoxo, que era un partido nacionalista, Fidel Castro y los líderes del M-26-7 encarnaron la rebelión de la juventud ante la pasividad de otros partidos políticos, expresando la voluntad de derrocar a Batista. dictadura, sino también para liberarse de la corrupción y la dominación que había impuesto durante mucho tiempo su poderoso vecino del norte.

Samuel Farber caracteriza a estos jóvenes rebeldes como “descalificados”, en el “sentido que estaban desvinculados de la vida organizativa de las clases trabajadoras, medias y altas de la sociedad cubana”[Ex]. Cabe señalar que la reducción de la sociedad cubana de la época a las “clases trabajadoras, medias y altas” es, cuanto menos, esquemática. Pero lo más significativo es el análisis del M-26-7 como un “movimiento pequeño burgués”, en contraste con la posterior caracterización de Farber del Partido Popular Socialista (PSP) –nombre entonces atribuido al Partido Comunista de Cuba– como un partido político trabajador de una fábrica. ¡Extraña interpretación del marxismo que hace de un movimiento pequeñoburgués el promotor y agente de una revolución socialista!

Como señala el escritor francés Robert Merle, quien a principios de la década de 1960 se quedó en La Habana mientras realizaba investigaciones, “entre los reclutados por el Movimiento después del Moncada, los campesinos ocuparán un lugar muy importante, una vez que [el Movimiento] logre consolidarse. si en la Sierra Maestra. Por eso sorprende tanto que, antes de Moncada, el movimiento fuera casi en su totalidad proletario”[X]. Añadamos que, en Cuba, los vínculos de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) con el movimiento obrero son históricos, se remontan a la época de la llamada “revolución de los treinta”, que puso fin a la dictadura de Gerardo Machado y marcó la entrada en la escena política cubana del entonces sargento-taquígrafo Fulgencio Batista. Para diciembre de 1955, la FEU había apoyado activamente la huelga de los trabajadores bancarios, así como la gran huelga de los trabajadores azucareros.[Xi].

Finalmente, Samuel Farber parece ignorar la trayectoria ideológica de Fidel Castro. Ya en 1953-1954, cuando estaba en prisión, hizo referencia a Marx y definió una estrategia y un pensamiento político que nada tenía de “pequeñoburgués”. Citar el 18 Brumario de Luis Bonaparte – “una obra formidable” – y escribe que en ella “Karl Marx ve el resultado inevitable de las contradicciones sociales y la disputa de intereses (…). A partir de ahí terminé forjando mi cosmovisión”, concluye[Xii]. Sin embargo, Farber insiste en que la revolución “fue realizada por un movimiento multiclasista bajo una dirección formada por los descalificados”[Xiii].

 

Che, “bohemio”

Como él mismo afirma en la introducción de su libro, Samuel Farber se propone “desvanecer muchos de los mitos comunes”[Xiv] alrededor del Che. Un gol loable, considerando lo distorsionada que estaba la personalidad de Guevara. Pero, lejos de contribuir a ello, lo curioso es que, desde el primer capítulo, Farber se dedica a examinar “los orígenes bohemios del pensamiento político del Che”, “su formación bohemia”[Xv], que Farber opone a sus propias “raíces políticas”. El adjetivo “bohemio” aparece nueve veces en el primer capítulo, una media de una cada tres páginas, y un total de dieciocho veces a lo largo de todo el libro.

Para comprender el significado peyorativo de este término, es necesario compararlo con la caracterización que hace Samuel Farber del Movimiento 26 de Julio como un movimiento pequeño burgués, que agrupa a "descalificados" y "aventureros".[Xvi], los mismos “aventureros” que protagonizaron una de las revoluciones socialistas más importantes del siglo XX; razón suficiente para revisitar la “tradición marxista clásica” que reivindica Samuel Farber.

Como suele ocurrir, en cada momento histórico, cada generación forja un instrumento político diferente. Eso es lo que pasó con el M-26-7. La incomprensión de Farber radica en su visión dogmática –podríamos decir pobre– de las premisas del Movimiento 26 de Julio, sus orígenes, su orientación, su líder Fidel Castro y la influencia política que, junto a él, el argentino Ernesto Guevara, a quien conocería en México. Pero Farber agrega una falsedad a estos adjetivos: “Guevara (…), en cambio, se formó en la herencia política de un marxismo estalinizado”[Xvii] y “sus puntos de vista revolucionarios eran, por lo tanto, irremediablemente (sic) antidemocráticos”[Xviii].

Bueno, nada en la infancia del Che, en su círculo familiar, en su trayectoria, tiene relación alguna con un “marxismo estalinizado”. Su viaje en moto, a los 23 años, con Alberto Granado, da testimonio de la evolución de su pensamiento político y de su radicalización, itinerario que culminará con su experiencia del fracaso de la revolución en Guatemala, las lecciones que extrae de la acción del guatemalteco Partido Comunista y sus intercambios con su compañera peruana Hilda Gadea, cercana a los círculos trotskistas del Perú. Como indica Gadea, hablando del Che, “su verdadera transformación comenzó [en Guatemala], a pesar de que [al derrocar el gobierno del presidente Arbenz] ya tenía una buena base teórica marxista”.[Xix].

Así lo confirma el exdiplomático cubano Raúl Roa Kourí: “En ese momento [en Guatemala], el Che ya tenía una educación política avanzada, sobre todo, claras convicciones sobre la raíz de nuestros males en la explotación imperialista y la dominación de una burguesía orientada hacia el extranjero y dependiente (...). Puede decirse que, fundamentalmente, su pensamiento se orientó a partir de ese momento hacia el marxismo. Admiraba la Revolución de Octubre y conocía el leninismo”.[Xx]. Tras su encuentro con Fidel Castro y el M-26-7, el Che se compromete por primera vez con un movimiento político. Hasta entonces, no había sido miembro de ningún partido comunista.

En México entrena con los demás integrantes del M-26-7. Fidel Castro se prepara para desembarcar en las costas cubanas en noviembre de 1956 para organizar el derrocamiento de la dictadura. El aterrizaje no se produjo en la fecha ni en el lugar previsto y provocó la pérdida de numerosas vidas. Entre los que lograron sobrevivir estaba Guevara. Tenía 28 años cuando estalló la lucha armada en la Sierra Maestra y no conocía Cuba. Escribiría más tarde: “Fue con este espíritu que comencé la lucha: honorablemente sin esperanza de ir más allá de la liberación del país, dispuesto a partir cuando las condiciones de la lucha subsiguiente se tornaron a la derecha (…)”[xxi].

Cuando llegó a La Habana por primera vez, en diciembre de 1958, como comandante del Ejército Rebelde, coronado por el halo de sus impresionantes victorias militares, Ernesto Guevara tenía 30 años. Acababa de compartir dos años de combate con Fidel Castro en la Sierra Maestra, dos años de reflexión e intercambio. Su pensamiento estaba en plena evolución. Se declara marxista y cree, por un breve período, que podría encontrar en los países del Este, “detrás de la llamada cortina de hierro”[xxii], referentes útiles para la construcción de otra sociedad. Las decepciones no tardarían en llegar, ni tampoco las críticas.

En 1960, escribió: “Seguimos [a Fidel Castro], éramos un grupo de hombres con poca preparación política, solo con una carga de buena voluntad y un honor innato”[xxiii]. En cuanto a la mencionada carta, que se refiere a los países “detrás de la llamada Cortina de Hierro”, pronto cambiaría de opinión. Luego, mencionaría su inicial percepción errónea de Fidel Castro, a quien entonces consideraba “un auténtico líder de la izquierda burguesa”, cuyas convicciones antiimperialistas y visión estratégica subestimó en medio de un proceso que conduciría a una “herejería”. " revolución.[xxiv].

 

Revalorización del viejo partido estalinista (PSP)

Si, por un lado, Samuel Farber censura al Che, ese bohemio pequeño-bohemio, por su deuda con “un marxismo estalinizado”, por otro lado, tilda al viejo partido comunista cubano, el PSP, de “partido obrero”. ”, cuyo carácter estalinista y la gravedad de sus errores políticos Samuel Farber subestima. En 1959, para Moscú y el movimiento comunista internacional, la Revolución Cubana, la primera revolución socialista victoriosa en América Latina no dirigida por un partido comunista, fue una completa herejía. El auge de los partidos comunistas latinoamericanos estuvo siempre obstaculizado por su alineamiento dogmático y su subordinación a Moscú, esa “tradición marxista clásica”, alejada del marxismo heterodoxo del peruano Mariátegui. De hecho, es Samuel Farber -y no Guevara- quien rehabilita el papel del PSP en la Revolución Cubana. Según Farber, “el PSP (…) jugó un papel fundamental en el proceso revolucionario cubano, especialmente después del triunfo de la revolución”[xxv]. Incluso llega a defender al PSP de la acusación de reformismo, afirmando que “durante la Revolución Cubana ninguna figura importante del PSP mostró la menor inclinación o compromiso por preservar la statu quo capitalista"[xxvi].

No estamos de acuerdo con esta valoración positiva del papel jugado por el viejo Partido Comunista estalinista en Cuba. Tras la victoria revolucionaria de 1959, el PSP se opuso firmemente, en nombre de la doctrina estalinista de la revolución por etapas, al giro socialista de la Revolución Cubana.

Basta un ejemplo para ilustrar esta actitud: en agosto de 1960, cuando el gobierno revolucionario cubano comenzó a intervenir en las empresas y a expropiar a los grandes terratenientes cubanos, en un incipiente giro anticapitalista, esto es lo que Blas Roca –no una “figura importante” , pero el secretario general del PSP – dijo en la VIII Asamblea Nacional del Partido: “(…) en la etapa actual, democrática y antiimperialista, es necesario -dentro de los límites que se establezcan- garantizar las ganancias de los empresas privadas, su funcionamiento y desarrollo (...). Hubo excesos, hubo intervenciones abusivas que se pudieron haber evitado (…). Intervenir en una empresa o en una fábrica sin razón suficiente no nos ayuda, porque irrita y se vuelve contra la revolución (…) elementos de la burguesía nacional que deben y pueden permanecer del lado de la revolución en esta etapa (…)”[xxvii].

Pero eso no es todo. Al mismo tiempo, el PSP publicó un folleto titulado Trotskismo: agentes del imperialismo en el que proclamó: “Los provocadores trotskistas mienten cuando dicen que 'el pueblo cubano se está apoderando de las propiedades de los imperialistas y sus aliados nacionales'. Esto es lo que dicen todos los días la AP, la UPI y otros voceros del imperialismo. Pero es falso (…)”[xxviii].

Citas que ilustran cuán lejos estaba el PSP -como tantos otros partidos comunistas latinoamericanos- de los grandes marxistas del continente como Mariátegui.

Estas valoraciones son parte de una continuidad política. Ya en un artículo de carta semanal, la revista del PSP, publicada el 3 de septiembre de 1953, es decir, cinco semanas después del asalto al cuartel Moncada, en el que decenas de jóvenes fueron asesinados por policías de la dictadura, el PSP condenó públicamente la actuación de los atacantes en estos términos: “Todo el mundo sabe que el Partido Socialista Popular ha sido el opositor más decidido a las aventuras, el que más ha hecho para mostrar a las masas que este es un camino falso. De todos es sabido que el Partido Socialista Popular es el único que señaló el camino correcto para resolver la crisis cubana: el camino de rechazar resueltamente las aventuras, el terrorismo y las 'expediciones', el camino de rechazar los 'compromisos' y el aislacionismo”[xxix].

 

La década de 60 y la construcción de un nuevo partido: la creciente influencia del PSP

Desde los primeros años de la Revolución, la cuestión de organizar un nuevo partido estuvo en la agenda. Para Fidel Castro era necesario unir y unificar las tres corrientes políticas que habían contribuido, en distinto grado, a la victoria –el M-26-7, el Directorio Revolucionario y el PSP–, asegurando, al mismo tiempo, la hegemonía del M-26-7. Sin embargo, Moscú y el movimiento comunista internacional desconfiaban de los líderes cubanos, al mismo tiempo que depositaban su confianza en el PSP.

La construcción del nuevo partido sería larga y difícil y pasaría por varias etapas. Los sucesivos proyectos de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y, posteriormente, del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) no fueron suficientes para lograr este objetivo. Recién en 1965, seis años después de la toma del poder y luego de largas negociaciones, se inició la construcción del nuevo PCC. Esta vez, sin embargo, su primer secretario no sería Blas Roca, sino Fidel Castro”.[xxx].

Para ilustrar cómo se concibió este nuevo partido, vale recordar las palabras de un instructor político del PSP, Gaspar Jorge García Galló, en las que proclamaba la supremacía duradera del PSP y sus cuadros sobre el Movimiento 26 de Julio, que luego generaría numerosas tensiones. En un discurso dirigido a los militantes del partido en la Escuela de Instrucción Revolucionaria Leoncio Guerra, titulado “El partido del proletariado y el pueblo”, García Galló recordó que el 26 de Julio no era un partido marxista-leninista regido por reglas de organización leninistas y dentro de ella coexistían diversas corrientes y fracciones de derecha, centro e izquierda, aunque todas aceptaban el liderazgo de Fidel.

En cuanto al acercamiento entonces en curso entre las tres corrientes políticas -el M-26-7, el PSP y el Directorio Revolucionario- agrupadas en la ORI, con el objetivo de fundar el futuro partido único, García Galló anticipó las reglas de funcionamiento del nuevo partido: sus miembros deben ser disciplinados, seguir las instrucciones recibidas como un soldado seguiría las órdenes de sus superiores y luchar sin descanso contra todo tipo de actividad divisional[xxxi]. Es esta concepción, heredada del estalinismo, la que prevalecerá durante la formación del futuro PCCh, a pesar del pluralismo político inicial. Sus conexiones con la URSS llevarían al PSP a tomar el control del aparato burocrático y explicarían las numerosas crisis que surgieron y marcaron la primera década revolucionaria. Las reglas de funcionamiento del PCC se mantuvieron sin cambios. Y Fidel Castro eventualmente se adaptaría a la situación. El Che se distanció cada vez más del control ejercido por el PSP y de la creciente influencia de los conceptos soviéticos en las esferas económica, política y cultural.

 

acusaciones sin fundamento

Contrariamente a las afirmaciones infundadas de Samuel Farber de que "las ideas políticas del Che se parecían más a la militancia ultraizquierdista del llamado Tercer Período de la Internacional Comunista (Comintern) de finales de los años veinte y treinta [que a las maniobras políticas de la doctrina de la Unión Popular]. Frente]"[xxxii], una breve comparación de las ideas de Guevara con las del estalinismo del llamado Tercer Período sería suficiente para revelar la inanidad de tal argumento. Uno de los principales aspectos del estalinismo entre 1929 y 1933 fue la negativa a ver al fascismo y al nazismo como el principal enemigo.

De hecho, en Alemania y en otros lugares, los estalinistas consideraban a la socialdemocracia, definida como “socialfascismo”, como el mayor enemigo del movimiento comunista, con consecuencias catastróficas para los trabajadores y la humanidad. Esta fue la característica más importante y decisiva del Tercer Período de la Comintern y la razón por la cual, ya en 1933, Trotsky llegó a la conclusión de que se necesitaba una nueva internacional.

En la década de 1930, el Partido Comunista de Cuba, antecesor del PSP y fiel discípulo de Moscú, había aceptado sin reservas las instrucciones de la Tercera Internacional sobre el “socialfascismo” y la lucha de “clase contra clase”, que la conducía, como los demás partidos comunistas del subcontinente, adoptar una política sectaria y estéril y rechazar cualquier colaboración con otras fuerzas políticas de izquierda. Los comunistas cubanos, por ejemplo, no participarían en las luchas que derrocaron la dictadura de Machado.

¿Es posible encontrar algo similar en Guevara? ¿Consideró que las dictaduras militares en América Latina, apoyadas por el imperialismo, no eran el principal adversario a combatir? ¿Definió a los partidos socialistas -por ejemplo, en Chile o Argentina- como el principal enemigo? ¿Ha utilizado alguna vez el término “socialfascismo” para referirse a socialdemócratas o reformistas?

El Tercer Período del estalinismo no fue un “giro a la izquierda” en la política exterior, sino un período de brutal represión de la disidencia, en el que miles de opositores comunistas, incluidos Trotsky, sus camaradas y simpatizantes, fueron enviados a campos de concentración en Siberia y, en ocasiones, asesinados. . También fue el período en que millones de campesinos fueron acusados ​​de ser “kulaksfueron exterminados. ¿Algún parecido con Guevara?

¿Son las opiniones del Che sobre economía política comparables a las de la industrialización soviética forzada de 1929-33? Recuerda que Ernest Mandel, economista marxista, visitó Cuba en 1964[xxxiii] por invitación de Guevara y había escrito un artículo apoyando las posiciones del Che en el debate económico que se desarrollaba en Cuba en ese momento. Mandel aparentemente no sabía que las posiciones de Guevara eran las del estalinismo del Tercer Período. Por otro lado, otro economista marxista, Charles Bettelheim, había criticado duramente las tesis de Guevara calificándolas de heréticas y “no marxistas”, porque estaban en contradicción con… las teorías económicas de Stalin.[xxxiv].

Según Samuel Farber, “El estalinismo, el maoísmo y el guevarismo del tercer período mantuvieron una postura más agresiva y revolucionaria hacia el capitalismo, como parte de su intento de extender su forma de dominación de clase más allá de sus propios países”.[xxxv]. Ciertamente, el “internacionalismo” del discurso estalinista durante el Tercer Período, o del maoísmo en los años 60 o 70, no fue más que un instrumento al servicio de los intereses de las burocracias soviética y china, respectivamente. ¿Se puede extender esta actitud al internacionalismo de Guevara? ¿Tiene alguna relevancia para sus intentos revolucionarios internacionalistas en Congo y Bolivia, que terminaron siendo derrotados? ¿A qué intereses burocráticos sirvió cuando, como argentino, decidió unirse a los revolucionarios cubanos en 1956?

Para concluir esta pregunta, nada nos impide hacer un examen crítico de las posiciones de Guevara, que él mismo alentó en sus debates con colaboradores del Ministerio de Industria.[xxxvi]. Pero la analogía artificial, por no decir calumniosa, con el estalinismo del Tercer Período es la manera más segura de perder el punto. No solo no podemos identificar al Che con las razones que llevaron al fracaso de la Unión Soviética, sino que, además, un cuarto de siglo antes de la desaparición de la URSS y la caída del Muro de Berlín, el Che predijo la crisis y el derrumbe de la Unión Soviética. el régimen soviético y preveía la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y en los países de Europa del Este.

 

El Che y el Gran Debate Económico: Transición al Socialismo y Subdesarrollo

Fue a la luz de su experiencia en el ejercicio del poder que el Che analizó los problemas y dificultades de la transición al socialismo en Cuba. La relectura de sus últimos textos en el gran debate económico que lo opuso a los partidarios de las reformas liberales soviéticas de los años 60, su ensayo Socialismo y Hombre en Cuba[xxxvii], sus últimos discursos, en particular el que pronunció en Argel en 1965, y su Notas críticas sobre el Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS[xxxviii] ilustran su visión premonitoria de los graves problemas que enfrentaba la Unión Soviética y las dificultades que probablemente sobrevendrían a Cuba por su dependencia económica y financiera de Moscú.

El gran debate de 1963 y 1964 en el Ministerio de Industria, que encabezó el Che, versó esencialmente sobre la construcción del socialismo, sobre la planificación y organización de la economía durante la transición al socialismo en una pequeña isla dependiente, sujeta a las presiones de la mercado internacional, cuyo desarrollo se vio obstaculizado por un drástico embargo económico y comercial impuesto por la primera potencia económica mundial. Además del debate teórico sobre la persistencia de las categorías mercantiles y la ley del valor durante el período de transición, surgieron diferentes planteamientos políticos al interior del gobierno cubano, al mismo tiempo que, en la década de 60, los economistas soviéticos Evsei Liberman y Vadim Trapeznikov presentaban propuestas de reformas económicas basadas en el mercado. Al señalar la ineficacia de los métodos de gestión utilizados en la URSS, Liberman y Trapeznikov criticaron la planificación basada en reglas obligatorias, que consideraban demasiado restrictivas. Para remediar esta situación, propusieron la reintroducción del beneficio como uno de los criterios de buena gestión empresarial.

El debate tuvo lugar en La Habana, en paralelo a la introducción de estas reformas en la URSS. La isla se vio entonces ante la necesidad de redefinir una estrategia de desarrollo económico y social ante el desafío de la inserción en una economía capitalista globalizada. A esto se sumaba la dificultad -escribió en su momento Ernesto Che Guevara- de que “todos empezábamos a aprender esta marcha hacia el comunismo”[xxxix], al mismo tiempo que “no se había creado la economía política de todo este período [de transición]”[SG].

Samuel Farber dedica más de 20 páginas de su libro a este debate económico. Para empezar, afirma que “el Che llegó a concebir el socialismo basado en la planificación económica centralizada y el rechazo a la competencia y la ley del valor”[xli]. Pero Samuel Farber no leyó bien los escritos del Che, que por el contrario, en relación a la aplicación de la ley del valor en el socialismo, y en respuesta a un artículo de Alberto Mora titulado “Sobre la cuestión del funcionamiento de la ley del valor valor en la economía la cultura cubana”, expresó lo siguiente: “Cómo manejar conscientemente el conocimiento de la ley del valor (…) es uno de los problemas más graves que enfrenta la economía socialista (…) La vigencia de la ley del valor no es impugnada, se considera que esta ley tiene su forma de acción más desarrollada a través del mercado capitalista y que, las variaciones introducidas en el mercado por la socialización de los medios de producción y aparatos de distribución, implican alteraciones que impiden una calificación inmediata de su acción (...)[xlii]. Cuando aceptamos la validez de la mercancía, no aceptamos la validez principal del mercado (…) como organizador de la economía nacional”[xliii].

Lejos de las declaraciones de Samuel Farber, aquí están los matizados comentarios de uno de los que se opuso al Che en ese debate, el exministro Carlos Rafael Rodríguez, quien destacó la complejidad de la polémica: “La teoría de eliminar la ley del valor no la presentó el Che. como absoluta, es interesante recordarla, ya que admitimos la validez de la ley del valor para ciertos fines. Dijo que la ley del valor no podía regir la actividad económica, que teníamos condiciones creadas por el socialismo para manipular la ley del valor, para usarla en beneficio del socialismo. Creo que esto es importante (...) Porque, en realidad, no se trata, como intentaron establecer algunos de los defensores del cálculo económico de la época, de la defensa absoluta de la vigencia de la ley del valor y de la inevitabilidad del mercado, sino el uso de la ley del valor bajo control, fundamentalmente teniendo en cuenta los elementos que impone la responsabilidad de la economía de nuestro tiempo, en nuestro país”[xliv].

Samuel Farber lanza acusaciones contra concepciones atribuidas por otros al Che, sin antes confirmarlas. Destacamos tres.

“Su crítica al mercado capitalista y la competencia, que tienden a mercantilizarlo todo, y su elogio al compromiso altruista con la colectividad, sientan las bases de una utopía reaccionaria que busca emular las formaciones sociales precapitalistas”[xlv]. ¿Dónde podemos encontrar en Guevara alguna referencia a “formaciones precapitalistas”? ¿En qué sentido las declaraciones del Che contra el mercado capitalista ya favor del compromiso altruista son “una utopía reaccionaria”? Samuel Farber no ofrece ninguna explicación, ni cita ningún texto del Che en apoyo de tan extraña acusación.

José Carlos Mariátegui, en la década de 1920, se refería al colectivismo de las formaciones precapitalistas y consideraba que la ayllu tradicional –la comunidad rural precolombina– podría ser un punto de partida para la movilización de los campesinos en un movimiento socialista moderno. Sin embargo, Mariátegui no era un “reaccionario”, aunque algunas de sus opiniones fueran consideradas similares a las de los “populistas” (populista) por los estalinistas. No sabemos si Guevara compartió estas ideas con Mariátegui, pero solo los estalinistas podrían haberlas considerado como pertenecientes a una “utopía reaccionaria”.

Según Samuel Farber, en su notas criticas sobre el manual soviético de economía política, al referirse a las prioridades económicas, Guevara “[da] la impresión de que eso lo decidiría exclusivamente el Partido Comunista en el poder”[xlvi]. Sin embargo, en su notas criticas, mantenido en secreto por las autoridades cubanas hasta principios de la década del 2000, el Che escribió exactamente lo contrario cuando defendió que el plan debía concebirse “como una decisión económica de las masas, conscientes de su papel (…) algo que era elemental, la importancia, el entusiasmo que tiene la gente cuando sabe que va a elegir a sus representantes”[xlvii]. En la misma línea, Farber acusa a Guevara de “evitar y rechazar la elección por el pueblo de sus representantes”[xlviii].

Esta lectura inexacta es desmentida por la crítica de Guevara a los sindicatos ya la intervención del Partido: “Aquí la democracia sindical es un mito, se dirá o no, pero es un mito perfecto. El Partido se reúne, luego propone 'fulano de tal' a las masas, una sola candidatura, y de ahí se elige al candidato electo; uno con mucha asistencia, otro con menos asistencia, pero en realidad no hubo un proceso de selección por las masas”[xlix]. E insiste: “Esto es algo que nos debe llamar la atención desde el (…) punto de vista institucional, que es el hecho de que la gente necesita expresarse, necesita un vehículo para expresarse. Tenemos que reflexionar sobre este tema (…) [el de establecer] un vehículo necesario de democracia para que se creen las nuevas instituciones”[l].

También criticó la burocracia sindical que se había creado y no quería volver a trabajar con las manos.[li] y señala que “la labor de la Central de Trabajadores de Cuba había dejado mucho que desear en los últimos tiempos”[lii]. La relación entre el socialismo y el hombre estaba en el centro de sus preocupaciones. Decir que, a los ojos de Guevara, correspondía exclusivamente al Partido Comunista en el poder tomar las decisiones económicas más importantes no es cierto.

Para Samuel Farber, en los escritos del Che, como Socialismo y Hombre en Cuba, “hay un silencio ensordecedor (…) sobre el aumento sustancial de los bienes de consumo y, más en general, sobre la elevación del nivel de vida de las personas”[liii]. El propio Samuel Farber contradice esta afirmación. Varias docenas de páginas antes, señala que, como ministro de Industria, Guevara había propuesto “más que duplicar el nivel de vida de los cubanos en solo cuatro años”.[liv]. Si es cierto que, como admitiría más tarde Guevara, este plan no era realista, demuestra que “el aumento sustancial de los bienes de consumo” no estaba fuera de su concepción del socialismo: “el guajiro también aspira a tener televisión”[lv], observar.

De igual manera, y siguiendo su costumbre de reconocer los errores, reiteró la necesidad de vivienda para los cubanos y lamentó que la construcción de viviendas siga en declive, criticando implícitamente los errores de planificación y las decisiones de otros ministerios.[lvi]. Cabe señalar, de paso, lo decisiva que fue la planificación para el Che, extraña preocupación para una mente “bohemia”.

“A mediados de 1961, [Guevara] anunció, en nombre del gobierno revolucionario, un plan económico de cuatro años muy poco realista, cuyos objetivos eran poco realistas”[lvii], escribe Samuel Farber, ilustrando el “voluntarismo” del Che. Ignoremos que esta decisión fue tomada “en nombre del gobierno”, encabezado por Fidel Castro, alguien que no se dejó imponer sobre decisiones con las que no estaba de acuerdo, sobre todo teniendo en cuenta que el intento de rápida industrialización realizada al inicio de la Revolución respondió al compromiso asumido por Fidel Castro en 1953, en su discurso La historia me absolverá, y posteriormente por la dirección de la M-26-7 en la Sierra Maestra, para romper con la histórica dependencia del monocultivo de la caña de azúcar. Sin embargo, la dirección revolucionaria había subestimado los obstáculos que eventualmente enfrentaría para romper con décadas de subordinación económica, lazos documentados por numerosos autores, entre ellos los historiadores cubanos Ramiro Guerra y Manuel Moreno Fraginals.[lviii].

Impulsado por su impulso, Samuel Farber compara el plan que atribuye a Guevara "con el Gran Salto Adelante [en la China de Mao-Tse Tung]", una campaña que resultó en "el hambre y la muerte de millones de personas".[lix]. Una vez más, Farber señala con el dedo a Guevara y lo culpa por la catástrofe agrícola ocurrida en la década de 60, ignorando las propias responsabilidades de Fidel Castro, como tuvo que señalar René Dumont en ese momento. El verdadero desastre agrícola lo provocó el fracaso del plan de cosechar 10 millones de toneladas de azúcar en la zafra de 1970, objetivo ligado a acuerdos con Moscú que el Che desconocía.

 

contra el dogmatismo

Quizás la más escandalosa de todas las acusaciones de Samuel Farber contra el Che es que propugnaba, en términos generales, una "concepción monolítica del socialismo que ignoraba la división jerárquica del trabajo y descartaba la posibilidad de cualquier conflicto de intereses distintos de los intereses de clase en el proceso de abolición”[lx], como la evidencia de lo contrario es abundante, llegó a ser considerado un hereje y fue erróneamente etiquetado como trotskista por los soviéticos. Farber guarda silencio sobre la postura del Che a favor de la libertad de expresión, y aunque reconoce que protegió a los trotskistas cubanos, resta importancia a esta práctica, atribuyendo la actitud del Che al hecho de que los trotskistas cubanos "eran partidarios, aunque críticos, del partido único estatal".[lxi]! Curiosa caracterización de militantes políticos pertenecientes a un partido trotskista independiente del Partido Comunista, semiclandestino, reprimido y finalmente proscrito.

En 1964, durante una discusión con sus camaradas en el Ministerio de Industria, cuando los libros de Trotsky (incluyendo La revolución permanente) estaban a punto de ser destruidos, Guevara reafirmó: “Tenemos que tener la capacidad suficiente para destruir todas las opiniones contrarias [basadas en] argumentos o dejar que las opiniones se expresen. La opinión que hay que destruir a palos es la opinión que tiene ventaja sobre nosotros (…) No se pueden destruir opiniones a palos, y eso es precisamente lo que mata todo desarrollo, el libre desarrollo de la inteligencia”[lxii].

Estas declaraciones son tanto más significativas cuanto que confirman sus desacuerdos con los trotskistas. En 1965, en vísperas de su salida de Cuba, sacó de prisión al trotskista cubano Roberto Acosta Echevarría, a quien, tras darle un abrazo, se dirigió en términos similares: “Acosta, las ideas no se matan a palos”.[lxiii]. En el Ministerio de Industria, el balance y el análisis de la situación dieron lugar a desencuentros y polémicas, que fueron reproducidas en el libro de su viceministro, Orlando Borrego[lxiv]. En ese mismo ministerio, el Che recibió a Alberto Mora, exministro de Comercio Exterior y uno de sus opositores en el debate económico.

El 29 de septiembre de 1963, en su discurso de clausura del Primer Encuentro Internacional de Profesores y Estudiantes de Arquitectura, Guevara dejó claro su criterio: “Nunca rehuimos la confrontación o la discusión. Siempre hemos estado abiertos a la discusión de todas las ideas y lo único que no hemos permitido es el chantaje de las ideas ni el sabotaje a la Revolución. Éramos absolutamente tajantes en eso (…) Había profesionales que iban a la cárcel por tareas directamente contrarrevolucionarias, por sabotaje.

E incluso estos profesionales, en prisión, se rehabilitaron y trabajaron primero en prisión, luego se fueron y trabajaron en nuestras industrias, y están trabajando. En ellos depositamos toda la confianza que se puede depositar en cualquiera de nuestros técnicos y se adhieren a pesar de haber vivido la parte más dura, la parte más oscura de la Revolución, que es la represión, que es obligatoria en una revolución que triunfa (…) Pero (...) esa parte de la sociedad que toma las armas contra nosotros, ya sean armas directas de destrucción, o armas ideológicas para destruir la sociedad, la atacamos y somos despiadados. Contra los demás, los inconformes, los descontentos honestos, los que dicen que no son ni serán nunca socialistas, simplemente les decimos: 'Bueno, nadie te preguntó antes si eras capitalista o no. Tenía un contrato y lo cumplió. Cumple tu contrato, trabaja y da las ideas que quieras, no nos metemos en tus ideas'”[lxv].

El testimonio del poeta Heberto Padilla es revelador. De regreso de un viaje a la URSS, expresó sus críticas y decepciones durante un encuentro con Guevara, quien coincidió con él: “Maldita sea, sé lo que es todo eso, lo pude ver con mis propios ojos”.[lxvi]. Ante las inquietudes del poeta, que buscaba trabajo en periodismo, le advirtió: “Los tiempos no son buenos para hacer periodismo”[lxvii], y le aconsejó que abandonara la idea y se fuera a trabajar al Ministerio de Comercio Exterior, entonces dirigido por Alberto Mora. Tiempo después, en 1971, Padilla fue víctima de un juicio estalinista y obligado a realizar una autocrítica pública.

Samuel Farber intenta por todos los medios encajar al Che en el molde estalinista. Para ello privilegia -entre otras- fuentes como las de Jorge Castañeda[lxviii], declarado opositor de la Revolución cubana y detractor del Che, para aseverar que, desde su paso por Guatemala, “Guevara se identificó estrechamente con Josef Stalin” y que esa “identificación con Stalin se mantendría”[lxix]. Es cierto que, en una carta de 1953 dirigida a su tía, durante su gira iniciática por América Latina, Guevara elogiaba al “camarada Stalin”, pero el hecho de que nunca se había afiliado a ningún partido comunista, ni en Guatemala ni en México –como Farber él mismo reconoce[lxx] –, demuestra la poca importancia de un episodio que se remonta a la época en que el Che tenía 25 años. A partir de ahí, convertir a Guevara en un estalinista pasa por un largo camino, que Samuel Farber, un “marxista clásico”, sigue sin dudar.

De hecho, como recuerda Luis Simón, intelectual afiliado al M-26-7, cuando conoció a Guevara en septiembre de 1958, en medio de la lluvia y los mosquitos, le pidió prestada la obra de Merleau-Ponty. Existencialismo y marxismo, y cuando la conversación giró hacia la política internacional, atacó mordazmente al estalinismo y la masacre de Budapest.[lxxi]. En tus puntos críticos, Guevara señaló que “el tremendo crimen histórico de Stalin” consistió en “haber despreciado la educación comunista e instituido el culto irrestricto a la autoridad”[lxxii].

Samuel Farber también acusa a Guevara de haber sido un comunista represor, aunque “honesto”, comparable al revolucionario ruso Felix Dzerzhinsky. Al respecto, escribe: “Quizás (sic) se pueda establecer un paralelo entre Guevara y Felix Dzerzhinsky (…) Aunque, como jefe de la Cheka [policía política soviética], era conocido por sus acciones represivas, generalmente arbitrarias, Dzerzhinsky era considerado una persona honesta y comunista”[lxxiii]. ¿Encabezó alguna vez Guevara un cuerpo de policía política comparable a la Cheka soviética de Dzerzhinsky, responsable de la ejecución de miles de opositores, incluidos los de izquierda (anarquistas, eseristas de izquierda, etc.)?

En la misma línea, para Farber, “las opiniones [del Che] distan mucho de la filosofía 'humanista' que le atribuyen algunos de sus seguidores. Durante sus días en la Sierra [Maestra], Guevara se opuso a la muy efectiva táctica de retorno de prisioneros utilizada por Fidel Castro”.[lxxiv]. Farber toma esta “información” del libro de Castañeda, autor de una biografía hostil y mordaz del Che. En su bibliografía, Farber a menudo privilegia los escritos de opositores a la Revolución.[lxxv] en perjuicio de los numerosos testimonios de combatientes de la Sierra[lxxvi] y los que acompañaron al Che en el Ministerio de Industria hasta su salida de Cuba en 1965. ¡Pero la realidad es exactamente lo contrario de lo que afirma Farber!

Entonces en tu manual A guerra de guerrillas, Guevara proclama: “(…) mientras no haya bases de operaciones importantes y lugares inexpugnables, no toméis prisioneros. Los sobrevivientes deben ser liberados. Los heridos deben ser tratados con todos los recursos posibles en el momento de la acción”.[lxxvii]. Esta fue también su práctica como comandante guerrillero en Bolivia. En su diario boliviano escribió: “Dos nuevos espías fueron hechos prisioneros; un teniente y un soldado. Se les leyó el librito y fueron puestos en libertad”[lxxviii]. El propio Farber se ve obligado a admitir que el Che se opuso a la ejecución de Huber Matos -un opositor anticomunista condenado a 20 años de prisión- e incluso a su encarcelamiento. Según los informes, Guevara se puso en contacto con la familia de Matos y les sugirió que apelaran el veredicto de la corte, según el propio testimonio de Matos después de su liberación de prisión.[lxxix].

Otro testimonio, hecho público en Francia por Luis Alberto Lavandeyra, ex guerrillero que había sido miembro de la columna del Che en la Sierra Maestra, es ilustrativo de la ética y el respeto por la vida del Che durante la batalla de Santa Clara: "[Che] había meticulosamente preparó una emboscada en la parte alta de un valle por donde debía pasar un batallón de soldados batistianos, todos negros. El Che nos avisó que él sería el primero en disparar y esa sería la señal. La compañía pasó sin que el Che disparara.

Pasada la compañía, toda la tropa lo recibió sorprendida: “Te estábamos esperando para dar la señal. ¿Pero por qué no disparó, comandante? “Estaba pensando”, respondió el Che. Ganamos la guerra. ¿De qué serviría una masacre? Son soldados reclutados en los entornos más pobres y tienen esposa e hijos”.[lxxx]. Esta es una reflexión -en pleno combate- que obedece a consideraciones éticas. Todos los días, el Che se hacía preguntas de carácter ético. Fue una actitud política constante que mantuvo en Bolivia, donde liberaría a los soldados presos.

 

Salida de Cuba. Bolivia

“A pesar de haber fracasado en el Congo”, escribe Samuel Farber, “[Guevara] no vio ninguna razón para cuestionar la decisión, que había tomado en 1965, de renunciar a la ciudadanía cubana y renunciar a sus responsabilidades en el gobierno”.[lxxxi]. Farber retoma la versión oficial y presenta esta decisión como una elección personal independiente de una situación política marcada por las tensiones entre La Habana y Moscú tras el discurso de Guevara en Argel. Farber no puede ignorar que la realidad era muy diferente. Tras su regreso a La Habana, Guevara no volvió a aparecer en público. A fines de 1964, el Ministro de Industria ya había dado a conocer sus numerosos desacuerdos con la política exterior y las reformas económicas soviéticas y estaba siendo atacado por algunos apparatchiks de la PSP.

Guevara lo sabe: “En toda una serie de aspectos expresé opiniones que pueden estar más cerca del lado chino: en la guerra de guerrillas, en la guerra popular, en el desarrollo de todas estas cosas (…) [Y] cómo me identifican con el sistema presupuestario, el trotskismo también aparece mixto. Dicen que los chinos también son divisionistas y trotskistas, y también me ponen 'sambenito'”[lxxxii], escribe (el sambenito es la prenda de la infamia que impone la Inquisición a los que serían quemados en la hoguera).

Cuando regresó a La Habana, el 14 de marzo de 1965, le escribió a su madre que pasaría un mes en el interior del país cortando caña de azúcar.[lxxxiii], lo que provocó malentendidos entre sus colaboradores más cercanos. Como indica René Dumont, de hecho, rechazado, Guevara ya había renunciado, muy discretamente, a su cargo de ministro.[lxxxiii].

Esta decisión fue el resultado del aumento de las tensiones entre La Habana y Moscú, tensiones en las que el Che tuvo un papel protagónico. Durante su último viaje a la URSS, según sus propias palabras, había sostenido varios debates científicos con estudiantes y economistas soviéticos invitados por la embajada de Cuba.[lxxxv]. O discurso pronunciado por el Che en Argel, durante el Segundo Seminario Económico sobre Solidaridad Afroasiática, fue el punto álgido de la expresión pública de sus diferencias, a las que se hará referencia en la carta a Fidel Castro[lxxxvi] que recién se publicaría en 2019, tres años después de la muerte de este último.

Tras el fracaso de su misión en el Congo, el Che escribe a Fidel para disuadirlo de enviar refuerzos, regresa clandestinamente a Cuba y finalmente abandona la isla en 1966, rumbo a Bolivia. La elección de los lugares y los preparativos organizativos y políticos se llevaron a cabo al más alto nivel de la dirigencia cubana.[lxxxvii].

Según Samuel Farber, "la fuerza expedicionaria del Che en Bolivia no logró establecer una relación efectiva de apoyo con la izquierda boliviana"[lxxxviii]. Sin embargo, la afirmación de Farber es categóricamente contradicha por diversas declaraciones de sindicatos mineros y organizaciones políticas de izquierda, con excepción del Partido Comunista de Bolivia (PCB), pero no de su organización juvenil. Así lo aseguró Guillermo Lora, secretario general del Partido Revolucionario de los Trabajadores (POR)[lxxxix], en entrevista con el periodista mexicano Rubén Vásquez Díaz: “La única forma en que la clase obrera -el proletariado boliviano- puede conquistar el poder en el país es a través de las minas.[xc] (…) La guerrilla sin la clase obrera no es nada. El POR apoya incondicionalmente a la guerrilla, porque es una consecuencia lógica de la situación actual de Bolivia (…) Y nuestra ayuda y apoyo son completamente ilimitados”[xi].

Ante la pregunta de Vásquez Díaz sobre si el POR estaba listo para enviar hombres a la guerrilla, Lora respondió afirmativamente sin dudarlo: “Hombres también, sí”.[xii]. La otra organización trotskista afiliada a la Cuarta Internacional (el POR de González Moscoso) había enviado militantes a entrenarse en Cuba y sumarse a la guerrilla boliviana. Estaban atrapados en la isla, sin poder salir del país para unirse a la guerrilla.

Em 1967: San Juan a sangre y fuego, los bolivianos Carlos Soria Galvarro, José Pimentel Castillo y Eduardo García Cárdenas[xiii] narrar este momento crucial en la historia del país andino-amazónico. En el primer capítulo del libro, “Mineiros e guerrilheiros”, Soria Galvarro relata los días de mayo de 1965, cuando se ratificó el pacto entre mineros y estudiantes universitarios y secundarios; período en el que los mineros fueron reprimidos sin descanso, en el que se atacó y condenó a los dirigentes sindicales que habían organizado asambleas y huelgas para defender sus reclamos, en el que el gobierno de la junta militar encabezada por Barrientos restableció la pena de muerte, en el que se declaró ilegales a los partidos de izquierda por haberse manifestado públicamente su solidaridad con la guerrilla y todas las reuniones y manifestaciones públicas fueron terminantemente prohibidas, y cuando, en marzo de 1967, la presencia de la guerrilla comenzó a ocupar las primeras planas de los periódicos, tras el inicio de los enfrentamientos con el ejército en el sureste de la país.

Otro testimonio que contradice la afirmación de Samuel Farber es el de Domitila Barrios de Chungara, dirigente minera boliviana, quien recuerda que en la guerrilla del Che había varios guerrilleros de las minas y que los trabajadores organizaban actividades a favor de la guerrilla, como esta era el ejército. del pueblo del Che, de los trabajadores, de los explotados y que habían decidido apoyarla enviándole el jornal, alimentos y medicinas. Según Barrios de Chungara, muchos mineros creían que ella era la encargada de coordinar el apoyo a la guerrilla e incluso fueron a apuntarse con ella para unirse a la guerrilla.[xiv].

El 25 de mayo de 1967, en su número 17, el femineros, órgano de prensa de la poderosa Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), publicó una nota titulada “Frente Guerrillero”, en la que decía: “Hambre, miseria, explotación, desempleo, violencia e intimidación, así como la persecución impuestas por el gobierno gorila de Barrientos, son consecuencia de la aparición de la guerrilla. Los generales dicen que son bandidos, enemigos de los pobres, pero nadie se lo cree. Podemos decir que la gran mayoría de los trabajadores ven con simpatía la acción guerrillera. Esta es la verdad. No puede ser diferente cuando se vive en la injusticia, sin trabajo y mal alimentado. Sabemos que los yanquis actúan como antiguerrilleros y eso repugna a los trabajadores”[xcv].

El 6 de junio del mismo año, en asamblea general de trabajadores y dirigentes sindicales de las minas de Huanuni, Siglo XX y Catavi, se aprobó una resolución con trece puntos, uno de los cuales llamó al “apoyo moral y material a las guerrillas patrióticas ( sic) que operan en el sureste del país" y el "envío de [medicinas] y alimentos"[xcvi]. Al día siguiente, la junta militar declaró el estado de sitio. “Según el vocero del gobierno [boliviano], la medida se había tomado principalmente por la amenaza de los mineros de Huanuni de marchar en protesta a la ciudad de Oruro y por el hecho de que varios líderes mineros habían pronunciado discursos “francamente subversivos y en contra”. apoyo a la guerrilla que opera en el sureste del país”[xcvii].

En una entrevista de 1967, el sociólogo René Zavaleta Mercado, ex ministro de minas en el gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), afirmaba: “Dentro de tres meses estaremos en condiciones de enviar los primeros contingentes a la guerrilla y, con alguna ayuda, esperamos estar en condiciones de formar una red de propaganda (…) El gran mérito de la guerrilla es haber roto con todas las concepciones políticas y líneas partidarias tradicionales”[xcviii]. Los mineros serían masacrados en vísperas de la festividad de San Juan, fue luego de esta carnicería que Guevara emitió el Comunicado No. 5, dirigido a los mineros bolivianos, que Farber malinterpreta. Como recuerda Farber, Guevara “advirtió a los mineros que no siguieran a los 'falsos apóstoles de la lucha de masas'” (…) y, a cambio, les hizo “la propuesta muy poco realista de dejar sus trabajos, sus familias y sus comunidades e irse a otro lado”. incorporarme a su grupo guerrillero (...) dirigido por militantes ajenos a su clase y provenientes de otros países”[xcix].

Pero, ¿qué dice el comunicado?[do]? “No debemos insistir en tácticas falsas; heroicos, sí, pero estériles, que sumergen al proletariado en un baño de sangre y adelgazan sus filas, privándonos de sus elementos más combativos. Contra las ametralladoras de nada sirven los pechos heroicos.[ci]. El comunicado recomienda “no comprometer fuerzas en acciones que no garanticen el éxito, sino que la presión de las masas trabajadoras debe ejercerse continuamente contra el gobierno, ya que esta es una lucha de clases sin frentes limitados”[cii]. Y concluye: “Compañero de Minas Gerais: la guerrilla del ELN lo espera con los brazos abiertos y lo invita a unirse a los trabajadores clandestinos que luchan junto a nosotros. Aquí reconstruiremos la alianza obrero-campesina rota por la demagogia antipopular; Aquí convertiremos la derrota en triunfo”.[iii]. Esta conclusión está en línea con los debates de la década de 60 sobre la relación entre lucha armada y lucha de masas en América Latina, siete años después del triunfo de la Revolución Cubana.

 

acto de acusación

El libro de Samuel Farber se lee como un acto de acusación. Farber sigue y sigue hablando de las carencias y carencias del Che. Toda una sección del segundo capítulo se titula “Esquematismo político e indiferencia ante contextos específicos” (pp. 23-25). Hay muchas variaciones sobre el mismo tema: “falta de comprensión de situaciones políticas específicas” (p. 4); “ignorancia e indiferencia ante contextos políticos específicos” (p. 23); “incapacidad para reconocer tramas políticas específicas y coyunturas históricas en Cuba durante el período de la lucha armada” (p. 23); “sordera política” (p. 23); “[falta] de ese rasgo difícil de descifrar pero real llamado instinto político” (pp. 23 y 46); “ceguera táctica” (p. 23); “[indiferencia] ante los datos históricos concretos y la trascendencia política” del período marcado por la Constitución de 1940 (p. 25), etc. Todo ello, siempre, en contraste con la “genialidad” de Fidel Castro.

Samuel Farber incluso pone en duda el internacionalismo del Che, ya que -según él- es la expresión de “[un] proyecto común para la creación de un nuevo sistema de clases” que “compartirá hasta el último momento” (…) “con los hermanos Castro y los comunistas cubanos alineados con Moscú”[civilización]. Para Farber, la burocracia es una nueva clase social a la que naturalmente se habría adherido el Che, un “bohemio pequeñoburgués” no proletario. Quod erat demonstrandum.

Según Samuel Farber, “La mayoría de los cubanos considera al Che una figura fallida quijotesca”[CV] y, hoy en día, “el Che no tiene absolutamente ninguna influencia entre las diferentes corrientes de la oposición cubana”[cvi]. ¿De qué oposición habla Samuel Farber? La oposición cubana no es homogénea. Es cierto que las nuevas generaciones cubanas juzgan con dureza el equilibrio de la dirigencia del país, pero estas críticas difieren entre sí y tienden a evolucionar. La lucha de Guevara contra los privilegios de la burocracia y contra el aumento de las desigualdades, sus visionarios análisis del posible colapso de la URSS, su concepción ética del ejercicio del poder, explican el prestigio que tiene en la izquierda crítica, especialmente entre los jóvenes de ruptura de actitud.

En un texto publicado en marzo de 2023 en La JovenCuba, el joven afrocubano Alexander Hall Lujardo –detenido durante las manifestaciones del 11 de julio de 2021–, refiriéndose a la última carta del Che a Fidel, recuerda cómo “las críticas hechas por el revolucionario internacionalista Ernesto Che Guevara desde una militancia marxista radical, a favor de la autonomía económica de la isla como única condición [capaz] de garantizar su soberanía nacional, fueron silenciados por la dirección cubana[,] durante más de cuarenta años”. Nada más ajeno al pensamiento de Ernesto Guevara que un enfoque apologético que oscurezca errores y diferencias. “Si no estás de acuerdo, escribe la tuya” – le dice a Enrique Oltuski lo que le dijo el Che cuando comentaba algún aspecto de la guerra revolucionaria”[cvii].

Interrumpido por su muerte a los 39 años, el proyecto del Che sobre la transición socialista quedó inconcluso, señala el historiador cubano Fernando Martínez Heredia. Su pensamiento estaba en constante evolución. Careció de una concepción estructural y orgánica de la democracia política que fue necesariamente pluralista en la transición al socialismo, pero en su breve existencia sólo conoció lo que él mismo llamó “democracia armada”.[cviii].

Sin embargo, no es posible comprender el pensamiento teórico y estratégico del Che, su influencia política y ética, si lo reducimos a un estalinista del llamado Tercer Período oa un chekista de la década de XNUMX. Também não se pode reduzir Guevara à figura de um idealista puro, de um personagem singular cuja “honestidade política [e] igualitarismo radical (…) poderiam tê-lo feito mais apto para ser um opositor comunista do que um governante comunista instalado no poder durante mucho tiempo (…)"[cix].

Tampoco es posible escribir sobre Ernesto Guevara sin referirse al contexto en el que pensó y actuó entre 1955 y 1959, y luego entre 1959 y 1965, cuando se le encomendaron las más altas responsabilidades en una revolución que iniciaba un proceso de transición socialista. por caminos inexplorados, en un contexto histórico que lo obligó a “navegar[r] entre la imperialista Caribdis y la totalitaria Escila”[cx].

*Janette Habel es politólogo. Autor, entre otros libros, de Cuba: La revolución en peligro (Verso).

*Michael Lowy es director de investigación en sociología en Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS).  Autor, entre otros libros, de ¿Qué es el Ecosocialismo?Cortez).

Traducción: Fernando Lima das Neves

Notas


[i] aurelio alonso,Discutidlo, con veneración e irreverencia. Sobre la carta del Che Guevara a Fidel, 25/04/1965", La Tizza, 28 de junio de 2019. También publicado bajo el título “Carta a Fidel. Por Ernesto Che Guevara" en: Cuba socialista. Revista trimestral teórica y política del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (2 de julio de 2019).

[ii] Che Guevara. Ombres et lumières d'un révolutionnaire, París, ed. Resumen, 2017 (https://amzn.to/3qElqJn). [edición original: La política del Che Guevara. Teoría y práctica, Chicago, Haymarket Books, 2016)].

[iii] Farber, La política del Che Guevara, ed. cit., pág. xvii. Nuestro énfasis (https://amzn.to/3qtwdWY).

[iv] Ibíd., pág. xwiii.

[V] Alain Rouquié, América Latina. Introducción a l'Extreme-Occident, París, Seuil, 1987.

[VI] Ernesto Che Guevara, Diario de Bolivia, París, La Découverte, 1997, pág. 222. [Ernesto Guevara, El Diario del Che en Bolivia (Prólogo de Fidel Castro), Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2003 (33ª edición)].

[Vii] José Carlos Mariátegui, “Aniversario y equilibrio”, ideología y política, en: trabajos completos, Lima, Amauta, 1971, tomo 13, pág. 252.

[Viii] Vladímir Ilich Lenin, Letras de lomo, Obras Choisies, Moscú, Éditions en Langues Étrangeres, 1962, vol. II, pág. 30

[Ex] Farber, en. cit., pág. 10.

[X] Roberto Merle, Moncada. Fidel Castro Premier Combate, París, Robert Laffont, 1965, pág. 84. Énfasis añadido.

[Xi] Véase Julio García Oliveras. “El movimiento estudiantil antibautista y la ideología de la revolución”, en: 1959: Rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios, La Habana, Ruth Casa Editorial/Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2009, p. 20

[Xii] Mirlo, Moncada, op. cit., Pp 341-348.

[Xiii] Farber, en. cit., pág. 116.

[Xiv] Ibíd., pág. xxvi.

[Xv] Ibíd., págs. 1-5 y ss.

[Xvi] Ibíd., P. 8

[Xvii] Ibíd., pág. xviii. Grifo nuestro.

[Xviii] Ibid.

[Xix] Hilda Gadea, Che Guevara. años decisivos, México, Aguilar, 1972, pág. 27

[Xx] Raúl Roa Kouri, en el torrente, La Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2004, págs. 79-80.

[xxi] Ernesto Guevara, Carta del 14 de diciembre de 1957 a René Ramos Latour (“Daniel”), en: Carlos Franqui, Diario de la Revolución Cubana, Barcelona, ​​R. Torres, 1976, p. 362.

[xxii] Ibid.

[xxiii] Carta a Ernesto Sábato, 12 de abril de 1960, en: Ernesto Che Guevara, Letras 1947-1967, París, Au Diable Vauvert, 2021, p. 261.

[xxiv] René Dumont, ¿Cuba es il socialista?, París, Seuil, 1970, pág. 30. [¿Cuba es socialista? (trad. Mariela Álvarez), Caracas, Editorial Tiempo Nuevo, 1970].

[xxv] Farber, op. cit.,pag. 116.

[xxvi] Farber, op. cit.,pag. 20.

[xxvii] Blas Roca, Balance del trabajo del Partido desde la última Asamblea Nacional y el desarrollo de la revolución, La Habana, 1960, págs. 87-88.

[xxviii] Citado por Silvio Frondizi, revolucionario antiestalinista argentino, en su libro la revolución cubana, Montevideo, Editorial Ciencia Política, 1960, p. 151.

[xxix] "El Camino”, carta semanal, No. 4, 3 de septiembre de 1953. Citado por Caridad Massón Sena, en: “Proyectos y acción del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958”, en: 1959: Rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios, La Habana, Ruth Casa Editorial, 2009, pág. 229.

[xxx] Ernesto Guevara no estaba entre los miembros del Gabinete Político ni del Comité Central del nuevo PCC. Había desaparecido de la vista del público cubano tras pronunciar un discurso en Argel en el que cuestionaba abiertamente la política exterior soviética, en particular la forma en que la URSS gestionaba sus relaciones con los países del Tercer Mundo.

[xxxi] Gaspar Jorge García Galló, “El Partido del proletariado y del pueblo”, La Habana, Departamento de Extensión Educacional, 1962, pp. 23-26.

[xxxii] Farber, en. cit., Pp 17, 113.

[xxxiii] Tal como se publica en La Habana en la revista nuestra industria, dirigida por Guevara y luego reproducida en la revista Pensamiento crítico (1967-1971). Ver el índice completo de Pensamiento crítico em https://www.filosofia.org/rev/pch/index.htm.

[xxxiv] Véanse Ernesto Che Guevara, Charles Bettelheim, Ernest Mandel, El Gran Debate. Sobre la economía en Cuba, La Habana, Ocean Sur, 2005 (traducido al inglés y también publicado por Ocean Sur en 2006).

[xxxv] Farber, en. cit., pp 113-114.

[xxxvi] Alonso, “Discutiéndolo, con veneración e irreverencia…”, cit.

[xxxvii] ernesto guevara, Socialismo y hombre en Cuba, La Habana, Océano Sur, 2005.

[xxxviii] Véase Ernesto Guevara, Puntos críticos para la Economía Política, La Habana, Ocean Sur, 2006, y Orlando Borrego, Che. el camino del fuego, La Habana, Imagen Contemporánea, 2001, págs. 201-242.

[xxxix] Alonso, “Discutiéndolo, con veneración e irreverencia…”, cit.

[SG] Ibid y Guevara, puntos críticos, op. cit., PAG. 342, donde afirma: “La economía política del período de transición es totalmente inexistente”.

[xli] Farber, en. cit., PAG. 90. Énfasis añadido.

[xlii] Ernesto Guevara, “Sobre la concepción del valor (Controversia de algunas aseveraciones sobre el tema)”, Nuestra Industria. revista economica, La Habana, octubre de 1963. Tomado de Ernesto Guevara, escritos economicos, Córdoba (Argentina), Ediciones Pasado y Presente (Cuadernos de Pastado y Presente/5), pp. 69-77.

[xliii] Ernesto Che Guevara, Écrits d'un révolutionnaire, París, La Brèche, 1987, pág. 31. Énfasis añadido. Citado por Aurelio Alonso en “Del debate de ayer al debate de mañana”, prólogo de la 29 edición de la obra de Carlos Tablada el pensamiento económico del Che, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2017, p. 13

[xliv] Carlos Rafael Rodríguez, “Sobre el aporte del Che al desarrollo de la economía cubana”, Cuba socialista, No. 33, mayo-junio 1988. Conferencia pronunciada en el Ministerio de Industria y reproducida parcialmente en la revista cubana Bohemia, en octubre de 2017, con motivo de una edición especial por el cincuentenario de la caída en combate y posterior asesinato del Che.

[xlv] Farber, en. cit., pág. 110.

[xlvi] Ibíd., P. 93

[xlvii] Ibíd., pág. 413.

[xlviii] Farber, en. cit., pág. 126.

[xlix] Orlando Borrego (comp.), El Che en la Revolución Cubana, La Habana, Editorial José Martí, 2013, tomo VI, pág. 438.

[l] Ibid.

[li] Ibíd., P. 439

[lii] Ibíd., P. 529

[liii] Farber, en. cit., pág. 78.

[liv] Ibíd., P. 21

[lv] Guevara Puntos críticos, op. cit., pág. 475.

[lvi] Véase, por ejemplo, Borrego (comp.), El Che en la Revolución Cubana, ed. cit., tomo VI, pág. 553 y pasa.

[lvii] Farber, en. cit., pág. 21.

[lviii] Véase, entre otros, Manuel Moreno Fraginals, El ingenio. Complejo Económico Social Cubano de Azúcar, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978.

[lix] Farber, en. cit., pág. 113.

[lx] Ibíd., Págs. 67, 68, XNUMX-XNUMX.

[lxi] Ibíd., P. 17

[lxii] cordero, en. cit., tomo VI, pág. 427.

[lxiii] Rafael Acosta de Arriba, “El fin del trotskismo organizado en Cuba”, en: Caridad Massón (ed.), Las Izquierdas Latinoamericanas. Multiplicidad y Experiencias durante el XX Siglo, Santiago de Chile, 2017, Ariadna Ediciones, págs. 299-230.

[lxiv] cordero, en. cit., tomo VI, pássim.

[lxv] cordero, op. cit., tomo IV, págs. 390-391.

[lxvi] Herberto Padilla, el mal recuerdo, s/l, Hipermedia, 2018, pág. 107.

[lxvii] Ibíd., P. 108

[lxviii] Jorge Castañeda, La vida en rojo. Biografía del Che Guevara, Barcelona, ​​ABC, 2003.

[lxix] Farber, en. cit., pág. 16.

[lxx] Ibid.

[lxxi] Luis Simón, “Mis relaciones con el Che Guevara”, París, Cuadernos, 60, mayo de 1962. Citado por Pierre Kalfon en: Che: Ernesto Guevara, una leyenda del siglo, París, Seuil, 1997, pág. 229.

[lxxii] Guevara Puntos críticos para la economía., op. cit., P. 214.

[lxxiii] Farber, en. cit., pags. 135, nota 8.

[lxxiv] Ibíd., P. 72

[lxxv] Este es el caso de Jacob Machover –a quien Farber cita como referencia en la p. 15 de sombras y luces – cuya implacable oposición a la Revolución Cubana lo llevó a negar el impacto destructivo de las sanciones estadounidenses contra Cuba.

[lxxvi] Recopilamos numerosos testimonios de exguerrilleros –algunos de los cuales aparecen en una película de Maurice Dugowson, así como en el citado libro de Pierre Kalfon– que contradicen estas afirmaciones.

[lxxvii] Ernesto Che Guevara, escritos y discursos, Volumen 1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1972.

[lxxviii] ernesto guevara, El Diario del Che en Bolivia (Prólogo de Fidel Castro), Madrid, Siglo XXI de España Editores (33.ª edición), 2003, p. 166.

[lxxix] Farber, en. cit., pags. 143, nota 26.

[lxxx] Fabián Augier, Souvenirs d'un guerillero tendre, Louis-Alberto Lavandeyra, el teniente francés de Che Guevara, París, Les Indes savants, 2022.

[lxxxi] Farber, en. cit., pág. 42.

[lxxxii] cordero, Che en la Revolución Cubana, edición cit., vol. VIP. 428.

[lxxxiii] dumont, ¿Cuba es il socialista?, edición cit., pág. 51.

[lxxxiii] Ibíd.

[lxxxv] KS Carol, Los guerrilleros al poder. L'itinéraire politique de la révolution cubaine, París, Robert Laffont, 1970, pág. 331. [Ed. especialmente: La guerrilla en el poder, Barcelona, ​​Seix Barral, 1970.]

[lxxxvi] Ver nota 1.

[lxxxvii] Véase el Prefacio de François Maspero a la reimpresión del Diario del Che en Bolivia (Diario de Bolivia, París, Maspero, 1950).

[lxxxviii] Farber, en. cit., pág. 44.

[lxxxix] El trotskismo boliviano se dividió en dos organizaciones, POR de Lora y POR-Combate de Hugo González Moscoso (IV Internacional), que apoyaban a la guerrilla. También había dos partidos comunistas, el de Mario Monje (Partido Comunista de Bolivia – PCB), pro-Moscú, y el de Óscar Zamora (Partido Comunista de Bolivia (Marxista-Leninista) – PCB(ML)), pro-China.

[xc] Rubén Vásquez Díaz, bolivia a la hora del che, México, Siglo XXI Editores, 1978 (4 ed.), p. 162. La cita está tomada del original en español. Ver también: Carlos Soria Galvarro, José Pimentel Castillo y Eduardo García Cárdenas 1967: San Juan a sangre y fuego, La Paz, Punto de Encuentro, 2008, págs. 264.

[xi] Vásquez Díaz, op. cit., pags. 162)

[xii] Ibid.

[xiii] soria galvarro Y al mismo tiempo, op. cit.

[xiv] soria galvarro Y al mismo tiempo, op. cit., P. 181.

[xcv] Ibíd., Págs. 148, 149, XNUMX-XNUMX.

[xcvi] Ibíd., P. 155

[xcvii] Ibíd., P. 17

[xcviii] René Zavaleta Mercado, «Hay que organizar la resistencia armada» (Entrevista, 1967), en Escritos sociológicos y políticos., Cochabamba, Serie del Pensamiento Latinoamericano, 1986, págs. 9-12.

[xcix] Farber, op. cit., P. 52.

[do] Guevara diario boliviano, edición cit., pág. 285.

[ci] Ibíd., Págs. 255, 256, XNUMX-XNUMX.

[cii] Ibíd., P. 256

[iii] Ibíd., P. 256

[civilización] Farber, op. cit., págs. 118-119.

[CV] Ibíd., pág. XV.

[cvi] Ibíd., pág. xvi.

[cvii] Enrique Oltuski, gente del llano, La Habana, Imagen Contemporánea, 2001, pág. 1.

[cviii] Fernando Martínez Heredia, Piensa en Che, La Habana, CEA/Editorial José Martí, 1989-1992, tomo I, pág. 357.

[cix] Farber, en. cit., pág. 118.

[cx] dumont, en. cit., pág. 236.


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