Entre la realidad y la forma

Imagen: Antonio Lizárraga
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por MONA LISA BEZERRA TEIXEIRA*

La escritura insubordinada en "hora estrella"

“¿Qué es la ficción? es, en definitiva, supongo, la creación de seres y acontecimientos que en realidad no existieron pero que podrían existir de tal manera que cobraran vida” (Clarice Lispector)

Rodrigo SM, el autor/narrador o narrador/autor de hora estrella, justo en los momentos iniciales del relato sobre Macabea, presenta sus preocupaciones sobre el proceso de creación y la posición del escritor en la sociedad: “Escribo en este momento con cierta vergüenza previa por invadirte con una narración tan externa y explícita [. ..]. Si hay de verdad en ello –y es claro que la historia es verdadera aunque sea inventada– que cada uno la reconozca en sí mismo porque todos somos uno […]” (LISPECTOR, 1999b, p. 12).

Y todavía dice: “Lo que escribo es más que un invento, es mi obligación contar sobre esta chica entre miles de ellos. Es mi deber, aunque sea de poco arte, revelar su vida” (LISPECTOR, 1999, p. 13). La forma en que comienza a delinear las características físicas de su personaje y el universo de experiencias para contar la historia termina revelando sus propias experiencias y frustraciones personales. La relación con la escritura es problemática, ya que no se menciona una atmósfera inspiradora y fácil caracterización del protagonista. Y esta “historia real, aunque inventada”, escrita para nosotros, que “nos hacemos sonar”, toma forma al mismo tiempo que se narra también a través de las reflexiones del autor, que predominan en la trama sobre las desventuras de Macabea.

Además, hay un desajuste de un orden narrativo convencional, con la presencia de un autor/narrador, narrador/autor, que también dice Clarice Lispector, en la dedicatoria que abre la novela. Vale la pena resaltar la ironía presente en la historia, ya que la figura que narra enfatiza la necesidad de ser prominentemente masculino. Rodrigo SM dice que esta historia la puede contar cualquiera, pero tiene que ser un hombre, de lo contrario, siendo mujer, la historia puede sonar cursi. De esta forma, la forma literaria asume varios matices, el de la mujer escritora que escribe haciéndose pasar por un hombre, un hombre que piensa en otro hombre para escribir la historia de una mujer, que, en muchos momentos, ni siquiera se reconoce a sí misma. como ser humano.

Hay una especie de ficción apalancada en la búsqueda de la mejor forma de representar la realidad, pero sin hacerlo de manera convencional, porque si bien la historia tiene un principio, un nudo y un final, como bien dice el autor, sin dejar de ser irónico-, las interferencias, los miedos, los cambios de dirección, que están presentes a lo largo de la trayectoria de Macabea, acaban acercándose a una experiencia más realista de la condición humana, llena de conflictos e interrupciones repentinas, como la propia muerte, anunciada nada más comenzar la historia. .

Estas cuestiones pueden aproximarse a lo que Mijaíl Bajtín en su texto “La forma espacial del personaje”, en Estética de la creación verbal, llama el “excedente de la visión estética”, que, desde una “mirada exterior” al otro y también a sí mismo, es capaz de construir, moldear el personaje y ejercer alguna injerencia en su composición. Para Bajtín, al autor le interesa la totalidad del personaje, sus rasgos, sus vivencias, pensamientos y lo que es capaz de sentir. En las relaciones humanas en sociedad, sin embargo, no interesa todo el sujeto, sino “algunos de sus actos con los que operamos en la práctica y que nos interesan de un modo u otro” (BAKHTIN, 2011, p. 4).

Se exponen las dificultades y caminos posibles para la elaboración y desarrollo del conjunto de Macabea en la narración y, junto a este problema, se discute también el uso de palabras apropiadas para describir el relato, así como reflexiones éticas sobre hasta dónde apuntan. , él, Rodrigo SM, el autor, “en realidad Clarice Lispector”, y que también se posiciona como personaje, conoce la realidad que pretende presentar a los lectores.

Una vez más, el discurso también es irónico en relación a una experiencia real de sufrimiento y resignación para llegar a la existencia de Macabea: “Ahora no es cómodo: para hablar de la niña tengo que estar días sin afeitarme y adquirir ojeras de Durmiendo poco, simplemente adormilado por el agotamiento, soy un manitas. Además de vestirme con ropa vieja y rota. Todo esto para ponerme al mismo nivel que una mujer del noreste. Sabiendo, sin embargo, que tal vez tenía que presentarme de manera más convincente a las sociedades que se quejan mucho de los que ahora mismo le dan a la máquina de escribir” (LISPECTOR, 1999b, p. 19).

Las consideraciones de Rodrigo SM a lo largo de la narración otorgan un carácter libre de juicios a la obra. ¿Podría haber sido esta la respuesta de Clarice Lispector a quienes la criticaban por no escribir de tal manera que enfatizara aspectos más inmediatos de la realidad? Otro punto digno de mención es la posición del autor, quien, como ya se ha dicho, se coloca como personaje justo al comienzo de la narración: “La historia – lo determino con falso libre albedrío – tendrá unos siete personajes y yo soy uno de los más importantes, por supuesto” (p. 13).

El dueño del cuento no se da mucha importancia a sí mismo, revelando, en varias ocasiones, una posición de fragilidad frente a la dirección de su escritura. Y, por momentos, se pone al mismo nivel que Macabea: “Ay, tengo miedo de empezar y todavía no sé ni el nombre de la niña. Sin mencionar que la historia me desespera por ser demasiado simple” (p. 19). “Es virgen e inocua, nadie la necesita. De hecho – ahora me doy cuenta – no lo extraño para nada, y hasta lo que escribo lo escribiría otro” (p. 14).

En este proceso se intercala la discusión sobre la escritura y su capacidad para representar el mundo, el modo de narrar, el destino del personaje y la vida del autor, tanto en relación a aspectos personales y biográficos, como en su rol de creador. de una obra de arte. Rodrigo SM dice que “la acción de esta historia resultará en mi transfiguración en otra persona y mi materialización finalmente en un objeto” (LISPECTOR, 1999, p. 20). Este objeto lo encontramos en forma de libro, con las impresiones sociales, históricas y culturales que le son inmanentes como logro estético.

Bajtín señala –vale la pena mencionarlo– que no se deben establecer conexiones inmediatas entre la vida del autor y la elaboración de sus personajes, como si sólo se tratara de un traslado autobiográfico al universo de la creación artística, sino que señala que las experiencias del autor también puede percibirse en sus obras: “Lo que acabamos de decir no pretende, en absoluto, negar la posibilidad de comparar de manera científicamente productiva las biografías del autor y del personaje y sus visiones del mundo, comparación eficiente tanto para la historia de la literatura y para el análisis estético” (BAKHTIN, 2011, p. 9).

En cuanto a la escritura, siempre se comenta la delimitación del espacio que ocupan las palabras, ya sea en función de su capacidad o de la imposibilidad de aprehender el mundo que nos rodea a través de ellas, de forma totalizadora, o en relación con Macabea y su deslumbramiento. Antes que ellos. El personaje está encantado de escribir las palabras, de escuchar sus diferentes significados en Rádio Relógio, de copiarlas en el trabajo a instancias de Raimundo, pero es incapaz de usarlas como un instrumento de reivindicación, lo que le da un carácter realista al texto de Clarice. Macabea no puede hacer nada, no es capaz de cambiar nada, está atrapada en una masa que moldea a quienes intentan sobrevivir en los grandes centros urbanos brasileños.

Esta novela, escrita hace más de 40 años, no dista mucho de la existencia anónima actual de otras Macabeas y las cuatro Marías, dependientas de Lojas Americanas, sus compañeras de cuarto. Río de Janeiro expuesto en hora estrella es lo opuesto a la ciudad maravillosa. Se encierra en las zonas periféricas, en los suburbios, en los muelles del puerto y en otros paisajes marginales. La atmósfera más tenue sólo se presenta a través de la imaginación del personaje, su sencillez al observar lo que otros desprecian, como el canto del gallo, la hierba rala, las flores de plástico, el libro humillado y ofendido, aunque no entiendo su dimensión. No hay “derecho a gritar” en la existencia de Macabea: “Como la mujer nororiental, hay miles de muchachas esparcidas por los conventillos, camas vacías en una habitación, tras mostradores trabajando hasta la extenuación. Ni siquiera se dan cuenta de que son fácilmente reemplazables y que existen o no existen” (LISPECTOR, 1999b, p. 14).

En una crónica titulada “Ficción o no”, Clarice Lispector comenta la recepción a la novela La pasión según GH y los cuestionamientos de la crítica sobre si la obra tiene o no forma de novela. Lo que le llama la atención es el hecho de que la crítica tiene dificultades para aceptar el formato de ficción elaborado por ella, y al mismo tiempo se analiza a la protagonista de la historia como personaje, incluyendo su trayectoria en la trama. Lo que ella enfatiza es no querer el marco de la concepción clásica y “prescindir de todo lo que se puede prescindir” (LISPECTOR, 1999a, p. 271).

Esta situación, comentada por Clarice sobre su forma de escribir, puede estar relacionada con la forma en que el autor/narrador se posiciona en hora estrella, retratado como un hombre de letras y de amplia experiencia en el universo intelectual, cuya pretensión de dar cuenta de la historia no oculta su inseguridad ante su creación y la “creación de una persona íntegra que probablemente esté tan viva como yo” ( LISPECTOR, 1999b, p. 19): “Claro que, como todo escritor, estoy tentado de usar términos jugosos: sé adjetivos esplendorosos, sustantivos carnosos y verbos tan esbeltos que traspasan bruscamente el aire en acción […] Pero gané No adorne la palabra, porque si toco el pan de la niña, ese pan se convertirá en oro, y la niña (tiene diecinueve años) y la niña no podrá morderlo, muriendo de hambre” (LISPECTOR , 1999b, pág. 14).

En su texto “La respuesta de Clarice”, Benedito Nunes aborda el acto de narrar en el universo de la creación. Señala que no existe una situación “efectiva” de conciencia literaria y, sobre el autor de hora estrella y otros narradores modernos, añade: “Al sentimiento de confiada adhesión al acto de escribir, a la entrega al rito de la creación, siguió una actitud de reserva crítica que obliga al escritor a indagar a cada paso sobre la razón de ser. , sobre el objetivo y el fin de su arte” (NUNES, 2007, p. 54).

Esta vacilación señalada por el crítico impregna la narración sobre Macabea desde el principio hasta el final de la historia, y este aspecto refuerza el carácter dramático del texto, pues la forma de narrar se convierte también en trama. La inseguridad del autor sobre su competencia para contar se transforma también en forma literaria: “¿Por qué escribo? En primer lugar porque capté el espíritu de la lengua y así a veces la forma determina el contenido (LISPECTOR, 1999b, p. 18); “Hay pocos hechos que narrar y yo mismo todavía no sé lo que estoy denunciando” (p. 28).

Al hablar del personaje, la autora la opone, manifestándose en muchos momentos la disparidad entre ambos. Se sitúa en su condición privilegiada, de observar a las personas y lo que les rodea, remediado en una capa de la sociedad que no tiene ni mucho ni poco. Macabea se muestra desde sus orígenes, equilibrándose en la línea de la supervivencia, sin darse cuenta de los tristes espacios que ocupa y sus relaciones: su infancia miserable, su adolescencia oprimida por su tía bendita, su juventud explotada y anónima, su amor embrutecido en la figura de Olímpico, la deslealtad de Glória y los vaticinios frustrados de la charlatana señora Carlota.

El autor da vida a quien no sabe que tiene derecho a vivir. La pasividad de Macabea y la “ausencia que tenía de sí misma” se convertirán en materia para la obra de Rodrigo SM como escritor: “El mundo es un horizonte de mi conciencia actoral” (BAKHTIN, 2011, p. 89). Es este matiz el que permite elaborar la conciencia de Macabea a partir del acto de creación y de las vivencias personales de la autora, pero sobre todo, por el hecho de que ella se pone en el lugar del otro, aspecto tan importante para la teoría de la estética de la creación verbal. , porque, a diferencia de lo que sucede en la realidad, en la literatura es posible moldear la vida, en las relaciones y en la observación de los demás encontramos sentido a nuestra existencia: “La forma en que experimento el yo del otro difiere completamente de la forma en que me experimento a mí mismo; esto entra en la categoría del otro como elemento integral, y esta diferencia es de fundamental importancia tanto para la estética como para la ética” (BAKHTIN, 2011, p. 35).

Esta observación de Bajtín enfatiza la posibilidad de experimentar la capacidad creativa del autor y su riqueza de representaciones a través de los personajes. Sobre esta experiencia en el lugar del otro, dice Rodrigo SM: “En cuanto a la niña, vive en un limbo impersonal, sin llegar a lo peor ni a lo mejor. Simplemente vive, inhalando y exhalando. De hecho, ¿para qué más que eso? Tu vida es escasa. Sí. Pero ¿por qué me siento culpable? Y tratando de quitarme el peso de no haber hecho nada concreto en beneficio de la niña. Esta niña –y veo que estoy casi en la historia- esta niña que dormía en una combinación de mezclilla con manchas muy sospechosas de sangre pálida” (LISPECTOR, 1999b, p. 23).

Como observa Carlos Alberto Faraco (2011), en su texto “Aspectos del pensamiento estético de Bajtín y sus pares”, desde sus estudios iniciales Bajtín siempre ha sido crítico con los análisis biográficos y sociológicos del arte, pues no entienden la importancia de la principio creativo fundamental de la relación del autor con el personaje. En este caso, es el autor-creador, quien da forma al objeto estético y sustenta la unidad arquitectónica, y que se diferencia del autor-persona, que es el escritor, el individuo en el que se inserta en las complejas relaciones de la sociedad. Es a través del autor-creador que lo social, lo histórico y lo cultural se convierten en elementos intrínsecos del objeto estético. Así, para Faraco, la palabra es la base de la expresión, es el mecanismo de creación de un mundo que revela mucho más que las impresiones y vivencias del autor-persona.

Todavía en Estética de la creación verbal, en el capítulo “El autor y el personaje”, Bajtín dice que “la conciencia del autor es la conciencia de la conciencia” (p. 11), es decir, la conciencia que envuelve la conciencia y el mundo del personaje. Es necesario ver al otro más allá de la mirada superficial, ponerse en el lugar del otro para ir más allá de las propias concepciones y creencias individuales. De esta forma, la estructura del texto, su arquitectura, se consolida con los siguientes elementos analizados por Bajtín: la visión y su excedente, el carácter y el cumplimiento de los acontecimientos, la directriz volitivo-emocional concreta, es decir, la conciencia, la el sentimiento del personaje, y, por último, el centro axiológico, el conjunto del personaje y del acontecimiento, que están condicionados a los valores éticos y cognitivos de la narración.

En términos de Clarice Lispector: “¿Mi formación en escritura? Soy un hombre que tiene más dinero que los hambrientos, lo que me hace algo deshonesto. Y solo miento en el momento exacto de mentir. Pero cuando escribo no miento. ¿Que más? Sí, no tengo clase social, marginado que soy. La clase alta me ve como un monstruo extraño, la clase media sospecha que los desequilibraré, la clase baja nunca me ve” (LISPECTOR, 1999b, p. 18).

Volviendo al “excedente de la visión estética”, recordemos que Bajtín da una definición muy interesante al respecto: “es el capullo sobre el que reposa la forma y del que brota como una flor” (p. 23). Pero para que esta transformación se produzca de manera efectiva, es necesario completar el horizonte del otro individuo sin perder su originalidad. Esta es una de las manifestaciones de Rodrigo SM: ¿cómo lidiar con la nordestina tan alejada de su realidad? Dice: “¿Cómo puedo saber todo lo que seguirá y que aún no sé, ya que nunca lo he vivido?”. (pág. 12).

Y, más adelante: “El hecho es que tengo un destino en mis manos y sin embargo no me siento con el poder de inventar libremente: sigo una línea fatal escondida. Me veo obligado a buscar una verdad que me supere. ¿Por qué escribo sobre una joven que ni siquiera tiene adornada la pobreza? Quizás porque en él hay recogimiento y también porque en la pobreza de cuerpo y de espíritu toco la santidad, yo que quiero sentir el aliento de mi más allá. Ser más que yo, porque soy tan pequeño” (LISPECTOR, 1999b, p. 21).

La incompetencia de Macabea para la vida se extiende al autor, como Rodrigo SM no puede resolver nada, es vacilante y manifiesta la fragilidad de la palabra ante la brutalidad del mundo, acercándose a la misma condición que Macabea al momento de su muerte , que ve “entre las piedras de la cloaca, la hierba rala de un verde de la más tierna esperanza humana” (p. 80). De ese modo, hora estrella, en su escritura que “no acumula, sino que desnuda”, revela una estética innovadora en la historia de la literatura brasileña y también una mirada de amplia conciencia de la condición humana.

* Lisa Bezerra Teixeira Doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de São Paulo (USP)

Publicado originalmente en Annals of Asociación Brasileña de Literatura Comparada (Abrálico).

Referencias


BAKHTIN, Mijaíl. Estética de la creación verbal. Trans. Pablo Bezerra. São Paulo: Martins Fontes, 2011.

FARACO, Carlos Alberto. Aspectos del pensamiento estético de Bajtín y sus coetáneos.

Revista Letras de Hoy, Porto Alegre, v. 46, núm. 1, pág. 21-26, enero/marzo 2011.

LISPECTOR, Clarisa. El descubrimiento del mundo. Río de Janeiro: Rocco, 1999a.

LISPECTOR, Clarisa. hora estrella. Río de Janeiro: Rocco, 1999b.

NUNES, Benedicto. La respuesta de Clarisa. En: Clarice Lispector. tiempo de estrellas. Catálogo del Museo de la Lengua Portuguesa. São Paulo: Museo de la Lengua Portuguesa, 2007.

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