Entre la Biblia y el litio

Dora Longo Bahia, Paraíso – Consolação (proyecto para la Avenida Paulista), 2019. Acrílico, pluma al agua y acuarela sobre papel (24 piezas) 29.7 x 21 cm c/u
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por RICARDO PAGLIUSO REGATIERI; NATALY SOUSA PINHO y TAINÃ PACHECO CAIRES*

Bolivia en vísperas de elecciones

América Latina en el siglo XXI

El ciclo neoliberal que asoló América Latina en la década de 1990 tuvo como respuesta, desde principios de la década de 2000, la llegada al poder de líderes de izquierda moderada, en un movimiento que pasó a llamarse "ola rosa". Así, en 2003, Luís Inácio Lula da Silva en Brasil y Néstor Kirchner en Argentina asumieron la presidencia -a diferencia de lo que logró hacer Carlos Menem en Argentina, Fernando Henrique Cardoso no logró desmantelar por completo el tejido social y económico de Brasil, aunque este diseño no es ajeno al PSDB – en 2005 Tabaré Vázquez asumió la presidencia de Uruguay, en 2006 llegó al poder Evo Morales en Bolivia, en 2007 asumió Rafael Correa en Ecuador y en 2008 le tocó el turno a Fernando Lugo en Paraguay. Antes de eso, en 1999, Hugo Chávez asumió como presidente electo de Venezuela, siete años después de liderar un fallido golpe de Estado que lo llevó a la cárcel.

En general, este ciclo progresista moderado, que duró alrededor de una década y media, trajo consigo una revalorización del papel del Estado, crecimiento económico, menor o nula dependencia del FMI, institución que había sido un fantasma rondando los años ochenta. .y 1980s-, una disminución del desempleo, inversión en infraestructura, educación, políticas sociales y políticas para minorías, además de una reorientación geopolítica que busca afirmar una mayor autonomía para el subcontinente en relación a los Estados Unidos. La creación de UNASUR y la iniciativa de Lula de formar los BRICS son dos símbolos de la orientación sur/sur que guió la política exterior de América Latina durante este período. Sin embargo, como se destaca Maristella Svampa, la tendencia a la inclusión social de los gobiernos de este ciclo coexistió con un pacto con el gran capital, a saber, el agronegocio, los sectores extractivo y financiero y, en el caso de Brasil, las grandes constructoras. En particular, cabe señalar que dicha combinación se basaba en la auge de los precios internacionales de . impulsada por el crecimiento de China.

Las políticas de inclusión social estuvieron, por tanto, respaldadas por la expansión china y el suministro de materias primas como granos, carne, minerales y petróleo al país asiático por parte de los países latinoamericanos. De modo que, para estos últimos, tal dinámica implicó la reprimarización de sus economías y la dependencia de China para garantizar la prosperidad interna. Cuando China se desaceleró tras la crisis económica de 2007-2008, comenzó a cuestionarse la viabilidad de continuar con el modelo primario-progresista. A los efectos económicos negativos de la recesión china se sumó el desarrollo de agendas opositoras conservadoras (el caso paradigmático de esto es Brasil) durante el período progresista y, como lo señala Ramón Grosfoguel, un renovado interés de EE.UU. en América Latina derivado de su fracaso en el Medio Oriente.

La destitución de Fernando Lugo en 2012 fue pionera en un nuevo tipo de toma de poder, teorizado por Wanderley Guilherme dos Santos bajo el nombre de golpe parlamentario. Pero la marca definitiva del declive del período progresista fue el golpe parlamentario en Brasil en 2016, que sacó del poder a Dilma Roussef. Además de estos dos casos, las fuerzas de derecha regresaron al poder a través de elecciones en Argentina en 2015 con Mauricio Macri, en Ecuador con Lenín Moreno en 2017 y en Uruguay en 2020 con Luis Alberto Lacalle Pou. A fines de 2019, Evo Morales sufrió un golpe militar blanco y renunció a la presidencia. Es en el caso boliviano y en el papel de las elecciones presidenciales que se realizarán en el país próximamente el 18 de octubre que nos enfocaremos a continuación.

Bolivia en 2020

El primer presidente indígena de un país donde más del 60% de la población se identifica como tal, Evo Morales fue elegido en 2005 luego de las protestas generalizadas que se conocieron como la “guerra del gas” en 2003 y la crisis política que llevó a su renuncia. por el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en 2004 y por su sucesor Carlos Mesa en 2005. La guerra del gas implicó una disputa por este recurso natural contra el gobierno central, que pretendía exportarlo a Estados Unidos y México a través de un puerto chileno, para popular afirma que esto no debe hacerse hasta que se garantice la extensión de su uso doméstico e industrial en el país. Morales jugó un papel destacado en este proceso y ganó las elecciones de 2005 con el 54% de los votos.

De acuerdo con sus orígenes como líder. cocalero y con la plataforma de su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), Morales llevó a cabo la nacionalización del gas y el petróleo a partir de la Ley de Hidrocarburos de 2005, cuadriplicó el PIB de 9,5 millones de dólares en 2005 a más de 40 millones de dólares en 2018, redujo la pobreza extrema de 38,5% a 15,2% en el mismo período, redujo la desigualdad de ingresos medida por el Índice Gini, que pasó de 0,60 a 0,47, implementó educación, salud y reforma agraria, y redujo la dependencia del país del Fondo Monetario Internacional (FMI) . El gran hito simbólico del gobierno de Morales fue la promulgación de la nueva Constitución boliviana en 2009, aprobada en referéndum popular por más del 60% de los votantes, que transformó a la República de Bolivia en el Estado Plurinacional de Bolivia.

La Constitución de 2009 reconoció la autonomía y el autogobierno de los indígenas, sus lenguas y culturas, estableció la wiphala (bandera tradicional andina) como símbolo del Estado, prohibió la propiedad de la tierra, promovió la igualdad de género y la libertad de creencias religiosas (según la anterior). Constitución, el catolicismo era la religión oficial de Bolivia) establecía servicios básicos que debían ser provistos por el Estado a la población (tales como la provisión de agua potable, energía eléctrica, gas, recolección de alcantarillado, etc.).

En 2016, durante su tercer mandato, Morales realizó un referéndum (que se llevó a cabo el 21 de febrero y pasó a ser conocido como 21F) para consultar a la población boliviana sobre la posibilidad de postularse a la presidencia por cuarta vez. Más del 50% de los votantes se mostró en contra de esta posibilidad, pero aun así, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), equivalente a la corte suprema del país, decidió que Morales podría buscar la reelección en 2019. Morales renunció el 10 de noviembre del año pasado.

Morales recibió el 47% de los votos en las elecciones de 2019, mientras que su oponente Carlos Mesa (el mismo Mesa que había renunciado en 2005) obtuvo el 36,5%. Como se requería una mayoría absoluta o más del 40% de los votos con una diferencia del 10% del segundo candidato, Morales resultó reelegido. Durante el conteo, el sistema de conteo de votos se desconectó y, cuando volvió, el escenario que parecía indicar una segunda vuelta apuntaba a una victoria de Morales ya en la primera vuelta. Este hecho provocó que la oposición a Morales levantara la sospecha de fraude electoral. Esto, sumado a la indignación de la oposición por el irrespeto al referéndum, culminó en una ola de protestas por el derrocamiento del presidente reelegido. La Organización de los Estados Americanos (OEA) fue convocada para auditar las elecciones y mediar en la crisis que se había desatado. Pero, como se informó Sue Iamamoto y Rafaela Pannain, la OEA señaló la existencia de fraude incluso antes de concluir su investigación, a pesar de que no presentó pruebas para demostrarlo. Además de haber influido directamente en el ambiente de gran tensión existente, la OEA jugó un papel de intervención que no le correspondía como organismo internacional mediador de la situación.

El ejército obligó a Morales a renunciar, pero el poder lo tomó una civil, la senadora Jeanine Áñez. La participación del ejército permite caracterizar el golpe de Bolivia como más cercano a un golpe militar que a la familia de golpes parlamentarios ocurridos en Paraguay y Brasil y que se valieron del instrumento de la acusación. El acto simbólico de la llegada de la conservadora Áñez al poder fue ella entrada al palacio presidencial portando una biblia y afirmando que ahora este libro sagrado volvió al edificio. Al establecer la laicidad del Estado boliviano, la Constitución de 2009 había reemplazado el juramento sobre la biblia por el juramento sobre la constitución durante la toma de posesión del presidente. Morales, por su parte, abandonó el país y se exilió primero en México y luego en Argentina. Sin embargo, esta secuencia de hechos no se produjo sin una reacción popular: una serie de grandes protestas, en su mayoría de campesinos, pueblos indígenas y movimientos populares, se produjeron en el país en defensa de la democracia y el respeto a los resultados de las urnas. Estas protestas fueron reprimidas por una fuerte represión estatal, expresando el sesgo autoritario del nuevo gobierno.

Además de la derecha boliviana, el CEO de Tesla, Elon Musk, quien tiene interés en las reservas de litio de Bolivia, insinuó que estuvo involucrado en la salida de Morales de la presidencia. En lo que se ha venido a llamar “Golpe de litio”, quedó patente en la política boliviana la intervención de grandes actores del mercado global, con miras a facilitar la apropiación de este recurso natural, cada vez más codiciado por algunos sectores de la industria, como el automotriz, ya que Morales lo colocó como condición para su explotación. del litio el direccionamiento de ganancias a programas sociales. Ante el escenario actual, la explotación de litio asume un papel relevante para reforzar la tradición del extractivismo minero en Bolivia.

También en entrevista reciente, el actual candidato del MAS a las elecciones de octubre, Luis Arce, señaló la participación del gobierno brasileño en el derrocamiento de Morales. Y, como se ha señalado atilio boro aquí en este espacio no se puede entender el golpe sin tomar en cuenta las acciones del gobierno de Estados Unidos. En ese sentido, Emiliano Mantovani destaca la ofensiva neoimperialista liderada por Estados Unidos contra los procesos de inclusión popular en los países latinoamericanos, que se encuentran en un momento de estancamiento y retroceso en las transformaciones ocurridas durante los gobiernos progresistas.

Se suponía que Áñez encabezaría un gobierno de transición hasta nuevas elecciones, pero estas fueron pospuestas cuatro veces con el pretexto de la inviabilidad de realizarse en medio de la pandemia del COVID-19 del modelo construido por el MAS. Ahora, por fin, tendrán lugar el próximo día 18. Luis Arce lidera las encuestas, por delante del segundo puesto, el ineludible Carlos Mesa. Con la retirada del actual presidente de participar en las elecciones, la derecha boliviana está menos dividida y la victoria de Arce en primera vuelta, que hasta hace unos días estaba a la vista, no debería producirse.

Si Arce sale victorioso en estas elecciones, será el primer caso de la nueva ola de golpes de Estado latinoamericanos en ser derrotado en las urnas. Pero incluso si el MAS regresa al poder, sus contradicciones y callejones sin salida no desaparecerán de la noche a la mañana. Como en el caso de otros países de la región, el modelo de desarrollo boliviano se basa en la exportación de productos primarios. El ciclo primario-progresivo que terminó invirtió en invertir los ingresos obtenidos por la venta de estos productos en políticas e infraestructura de inclusión social. Y durante este ciclo, China se ha convertido en el mayor socio comercial de la región. Uno de los significados de los golpes recientes es la garantía de la apropiación privada de estos ingresos por parte de las élites locales y las empresas transnacionales, preferentemente de Estados Unidos y Europa.

Si es cierto que el modelo de los progresistas rosa puede parecer menos peor que el de las corporaciones globales, se ha mostrado insuficiente y limitado para sacar a los países latinoamericanos de su histórica situación de dependencia. El caso más radical de esta trampa es Venezuela, que inspiró al antropólogo Fernando Coronil en su El Estado Mágico: Naturaleza, Dinero y Modernidad en Venezuela hablando de “sociedades exportadoras de naturaleza”. Por el momento, donde han regresado (como en Argentina) y donde aún no han regresado (como en Bolivia y Brasil) al poder, no parece existir ningún cuestionamiento por parte de las fuerzas progresistas latinoamericanas de las primarias. -modelo exportador que pusieron en marcha a principios de este siglo.

*Ricardo Pagliuso Regatieri es profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Federal de Bahía (UFBA).

* Nataly Sousa Pinho es estudiante de posgrado en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Bahía (UFBA).

*Tainá Pacheco Caires es egresado de la Licenciatura Interdisciplinaria en Humanidades de la Universidad Federal de Bahía (UFBA).

 

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