Enfrentar la pandemia es, hoy, central de la lucha de clases

Imagen: Elyeser Szturm
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por Ricardo Gebrim*

La izquierda debe reconstruir su relación con el proletariado, sacudida desde el golpe de 2016.

Para los luchadores populares no hay duda: el centro de la táctica en este momento es la defensa del pueblo, sus condiciones de sobrevivencia y salud. El gran grupo de riesgo es el proletariado. Por eso, nuestra lucha se materializa en exigir el máximo aislamiento social con provisión de ingresos, salarios y sin despidos.

Todavía sin ayuda de emergencia, las mujeres desempleadas luchan contra el hambre. Estamos ante una situación de tan profundo impacto en la humanidad que no es exagerado compararla con el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Todavía es temerario hacer cualquier pronóstico de posibilidades futuras ante la profunda crisis económica que enfrentaremos.

Sin embargo, ya se pueden predecir dos situaciones probables. La primera es que China, en su alianza estratégica con Rusia, dará un salto cualitativo en su superación económica y política del imperialismo estadounidense. Un escenario en el que EEUU confiará aún más en su capacidad militar, elevando la tensión mundial.

La segunda es que el repentino empeoramiento de las condiciones de vida abrirá una nueva “ventana histórica”, como concepto que expresa un marco temporal limitado, en el que las condiciones provisionalmente existentes hacen posible un determinado tipo de estrategia transformadora.

Sin embargo, debemos tener claro que la “ventana” se abre a las fuerzas populares, pero también a nuestros enemigos. Especialmente para las fuerzas neofascistas actuales. He insistido en recomendar la obra. La doctrina del shock, de Naomi Klein, que nos ayuda a comprender la capacidad capitalista para aprovechar las crisis como terapia de choque. Su libro demuestra cómo se utilizan las crisis para reforzar ideológicamente el sistema y siempre se pueden construir alternativas aún más reaccionarias y conservadoras, disputando el descontento popular.

La incipiente propuesta de generalizar la llamada “Tarjeta Verde Amarilla de Empleo”, más allá del período de emergencia de la pandemia, señala la intención de consolidar pérdidas laborales que se dan en un momento especial.

En Brasil, el potencial de muertes debido a nuestra desigualdad social es aterrador. Bolsonaro ha sido un obstáculo creciente para enfrentar la pandemia. En un movimiento de ida y vuelta, construye una apuesta arriesgada para oponerse al aislamiento social, buscando en el presente disputar a los trabajadores precarios y a sectores de empresarios perjudicados y, en el futuro, responsabilizar tanto de la inevitable crisis económica como del número de muertos en la espalda de gobernadores y alcaldes. Una postura característica del fascismo, que siempre busca señalar un falso enemigo para desviar la responsabilidad del capitalismo.

Derrotar a Bolsonaro, sacarlo de la Presidencia de la República es fundamental. En las últimas semanas ha ido perdiendo apoyos, sobre todo en los sectores medios que eran sus votantes. Pero aún cuenta con apoyo social y su apuesta por los sectores precarios puede cobrar fuerza con la necesaria extensión del aislamiento social y el empeoramiento de la situación económica.

La situación política se acelera y las fuerzas progresistas se unen contra Bolsonaro. Sin embargo, para las fuerzas de izquierda, “Fuera Bolsonaro” es un “eslogan” atípico. En su sentido clásico, una “consigna” no solo traduce una táctica, sino que concientiza a las masas para influir en la lucha política. Sin embargo, en coherencia con el aislamiento social que debemos defender con toda nuestra intensidad, nuestra capacidad de incidir en la lucha social es muy limitada.

En nuestras casas, la acción se restringe a hacer “publicidad” en las redes sociales, siempre limitada a nuestras “burbujas” de alcance ya importantes “panelaços” cuya versión final será dada por la Rede Globo y otros medios de los grandes medios.

Cierto es que siguen laborando importantes contingentes de trabajadores en actividades esenciales y que Italia incluso registró paros que exigían el paro de actividades para adherirse al aislamiento social. Sin embargo, con un movimiento sindical que enfrenta condiciones tan adversas, con medidas provisionales que permiten una reducción de las horas de trabajo y los salarios, las posibilidades de influencia del movimiento laboral en la situación actual enfrentan desafíos inmensos.

Momentos de profunda convulsión, como los actuales, conllevan un inevitable y breve desprendimiento de los intelectuales y representantes políticos de sus respectivas fracciones de clase. El movimiento de las fracciones burguesas, que venía manteniendo la unidad en torno al programa económico de Paulo Guedes, es todavía difícil de comprender. Prevalece un aparente caos de posiciones enfrentadas, que pronto se organizarán en defensa de sus respectivos intereses.

Nuestros callejones sin salida actuales son muchos y complejos. Como defensores de las garantías democráticas, la probable implementación de la consigna “Fora, Bolsonaro” debe ser necesariamente un juicio político, con todas las limitaciones de un Congreso Nacional que se reúne virtualmente. No hay garantía de una salida democrática con el juicio político a Bolsonaro: la llamada “salida de Mourao”. Actualmente estamos viendo, desde nuestras casas, un conflicto interburgués con baja capacidad de incidencia, limitado a las redes sociales y “panelaços” en el que le disputaremos la versión al Jornal Nacional.

Recordemos que, en países donde los picos de la pandemia ocurrieron antes, las fuerzas armadas ganaron una fuerte legitimidad popular: repartieron alimentos, detergentes, desinfectaron calles y transportaron ataúdes. En nuestro caso, además de estas tareas, es razonable suponer que participarán en la represión de posibles saqueos.

La cuestión central que se plantea para que la izquierda recupere su capacidad de incidir en el escenario de la lucha política es reconstruir su relación con el proletariado, sacudida desde el período anterior al golpe de 2016. De cambios de métodos y culturas políticas profundamente arraigados en las últimas décadas.

La pandemia será superada. Lo decisivo es construir las condiciones para enfrentar la “ventana histórica” que se abrirá. Las vanguardias organizadas, dotadas de una estrategia para la conquista del poder, seguirán siendo el elemento principal.

* Richard Gebrim Es abogado y miembro de la Junta Nacional de Consulta Popular.

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