por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE*
La cuestión ambiental es el punto crítico en la lógica del modelo capitalista civilizatorio
Introducción
El uso de combustibles fósiles, inicialmente carbón y durante los siglos XX y XXI petróleo, parece funcionalmente necesario para la acumulación capitalista. Es interesante observar que, irónicamente, como consideró el historiador Eric Hobsbawm en su magnífico era de los extremosSólo después de 1973, cuando el cártel de productores de petróleo, la OPEP, empezó a cobrar lo que el mercado podía pagar, un gran número de responsables políticos de los países centrales del capitalismo empezaron a prestar atención a las consecuencias medioambientales del modelo de desarrollo económico establecido. durante los últimos tres siglos.
El texto está dividido en cuatro segmentos, además de esta introducción, inicialmente en las dos primeras secciones discutiremos elementos esenciales del capitalismo, incluidas sus características cíclicas; En la siguiente sección nos ocuparemos de la formación y mantenimiento del patrón “fósil” del capitalismo. Finalmente, concluimos preguntando sobre la naturaleza de la crisis ambiental y energética, postulando que la lógica de la acumulación capitalista conduce necesariamente al agotamiento ambiental, independientemente de los subterfugios que el sistema y sus ideólogos buscan construir.
Valor energético y trabajo.
El proceso de trabajo es el componente básico de la relación del hombre con la naturaleza, durante la cual el ser humano, con su propia acción, impulsa, regula y controla su intercambio material y energético con ella. A lo largo de la historia, la humanidad (el hombre colectivo) puso en movimiento “las fuerzas naturales de su cuerpo, apropiándose de la naturaleza, dándoles una forma útil a la vida humana” (Marx, 1987).
Em La capital, Marx (2013) compara al ser humano con otras formas orgánicas, señalando que “lo que distingue al peor arquitecto de una abeja es que figura en su mente su construcción antes de transformarla en realidad”. En otras palabras, podemos decir que la fuerza laboral humana es una energía creativa y orientada a objetivos, que permite reorganizar la materia natural según el objetivo de la propia naturaleza humana.
Cinco elementos componen el proceso de trabajo: (i) el trabajo en sí; (ii) el objeto del trabajo (materia prima y materiales auxiliares, siendo los principales insumos energéticos); (iii) instrumentos de trabajo (herramientas de trabajo como máquinas y edificios); (iv) ciencia tecnológica; y (v) los convertidores inorgánicos que procesan los aportes de energía.

El desarrollo de las relaciones de producción capitalistas puso en tela de juicio un aspecto inusual en relación con las formas económicas y sociales anteriores: la completa alienación de la naturaleza y el trabajo humano. Las fuerzas de creación y destrucción desarrolladas bajo el capitalismo han planteado la posibilidad potencial de que toda la naturaleza se convierta en un mero objeto del trabajo humano, incluso si sólo una parte de ella se convierte en realidad en materia prima y material auxiliar del proceso productivo, pero su totalidad está subordinada a los crecientes intereses de la acumulación de capital.
Los medios de trabajo son un conjunto complejo de instrumentos. La ciencia funciona permitiendo un dominio creciente sobre las propiedades mecánicas, físicas y químicas de las cosas para hacerlas actuar sobre otras, según el objetivo o meta que se quiera alcanzar. Este compuesto es en parte hombre y en parte máquina, y requiere una inversión de energía cada vez mayor a medida que el proceso de producción bajo el capitalismo se vuelve más complejo.
El capitalismo opera en cuatro frentes que dispersan la energía y entran en conflicto con los principios del equilibrio termodinámico en sistemas cerrados.[i]: (a) estructura el proceso de producción en una escala creciente de apropiación y alienación del trabajo y la naturaleza de manera descoordinada y anárquica, produciendo una gran cantidad de valores que no son socialmente útiles, transformándose en residuos; (b) la expansión de los mercados requiere una transformación cada vez mayor de los valores de uso colectivos en valores de uso individuales y mercantilizados. Así, la telefonía celular, por ejemplo, constituyó un invento necesario para la expansión de nuevos mercados, pero de acuerdo con el formato individualista e ideológicamente más necesario al capitalismo que el anterior sistema de telefonía fija;
(c) la expansión espacial es una necesidad, la creciente incorporación de nuevos territorios dominados por la acumulación, haciendo de la destrucción de biomas una condición sistémica; (d) la compresión temporal, a través del sistema crediticio, expande la producción de valores en una escala sólo necesaria para la especulación y los intereses de grupos limitados.

El proceso de trabajo como proceso de transformación está relacionado con el uso de una determinada capacidad de energía creativa actuando sobre un cuanto de materia prima (naturaleza apropiada). En este proceso tenemos cuatro movimientos integrados: (i) el gasto de fuerza física y mental humana, que, a su vez, requiere una cantidad previa de energía para su reproducción; (ii) el uso de la naturaleza; (iii) creación de valores de uso; (iv) producción de residuos entrópicos, proporcional a la complejidad de los procesos antropomórficos, de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica. En el capitalismo, tres movimientos van más allá de los anteriores, que podemos llamar expansión excesiva del Antropoceno: (v) creación de valores de cambio con uso dispersivo; (vi) producción de valores especulativos y; (vii) producción de residuos entrópicos dispersivos y especulativos.
Este conjunto de movimientos resulta en una expansión creciente de la acumulación de capital, no teniendo como centro la producción de valores de uso sino la producción de valores apropiables en forma de ganancia por el capital, pero requiriendo un sustrato material que implica dispersión. y destrucción material y energética a escala exponencial. A medida que el proceso de trabajo se convierte en una forma alienada del capital, se refuerza la producción de desechos entrópicos dispersivos.
Rotación de capital y ciclos energéticos.
Toda la riqueza social en el capitalismo se descompone en tres componentes: (1) capital constante, que abarca las magnitudes monetarias de los medios de producción, las materias primas y los insumos de energía; (2) capital variable, referido a la suma de los salarios pagados en la economía (∑w); y (3) el valor creado con cada nuevo ciclo reproductivo y que, cuando se realice en el mercado, se descompondrá en diferentes formas de ingreso (beneficio del empresario, interés del banquero, renta de la tierra del controlador de la tierra e impuestos del Estado capitalista). .
La naturaleza intrínseca especulativa y expansiva del capital lo obliga a acelerar la velocidad de rotación de sus ciclos de reproducción económica. Para los capitalistas en general, es fundamental que su valor capital se fije durante el menor tiempo posible en cada ciclo, acelerando la rotación y reduciendo los tiempos de producción y circulación, garantizando la apreciación en ciclos rotacionales cada vez más cortos y, por tanto, medios más dispersos de energía y energía necesarios. materiales, cumpliendo la máxima condición de que “todo lo sólido se disuelva en el aire”.
La expansión capitalista ocurre inicialmente con la expansión del uso capitalista de toda naturaleza, expandiendo la producción comercial hasta el límite donde la escasez de fuerza de trabajo, por un lado, o de insumos naturales (energía y materiales), por el otro, determina una gradual disminución de la tasa de ganancia. Será en respuesta a la mencionada caída de la tasa media de ganancia que se producirá el movimiento de los ciclos de innovación tecnológica, con miras a aumentar la plusvalía relativa y extraordinaria y recomponer la ganancia capitalista. Los avances tecnológicos que abaratan la energía y los recursos materiales actúan reduciendo la participación del capital constante en la masa de valor global asignada al proceso de producción, reduciendo la composición técnica del capital y favoreciendo un aumento de la tasa de ganancia.
El uso de electricidad y combustibles fósiles permitió, entre otros aspectos, una aceleración de los ciclos del capital y una reducción del tiempo de rotación requerido, ya sea por el uso más dinámico que dieron al transporte de mercancías, permitiendo la circulación de grandes cantidades de capital- bienes, ya sea por el aspecto de producción ininterrumpida que permite el uso más flexible de la máquina herramienta y la iluminación. Podemos decir que el combustible fósil, por sus características, se ha convertido en la forma de energía más conveniente para el modo de producción capitalista, como veremos a continuación.
El modelo de energía fósil
El desarrollo de las relaciones de producción capitalistas se produce inicialmente sobre bases muy discretas, lo que Deleage (1993) llamó protoindustrialización. En general, se trató de una “movilización más intensa del excedente de mano de obra campesina y una optimización del uso de las fuentes de energía y de los convertidores tradicionales”, en otras palabras, una “reducción sistemática de las reservas naturales de energía”. Podemos señalar que el capitalismo en sus inicios somete el trabajo y la naturaleza a las condiciones tecnológicas en las que se encuentra históricamente, como bien afirma Marx. La acumulación primitiva de capital, teniendo como una de sus bases de apoyo la protoindustrialización, estableció las condiciones necesarias para la revolucionación tecnológica productiva y energética que requerirá el capitalismo para su insaciable expansión.
El desarrollo de la maquinaria industrial moderna liberó al capitalismo de las limitaciones al crecimiento de la acumulación impuestas por el control relativo de los tiempos de trabajo por parte del trabajador y, por lo tanto, la expansión de las ganancias seguía siendo una función de la explotación absoluta de la fuerza laboral, lo que implicaba más tiempo. horas de trabajo. Así, el conjunto de mejoras tecnológicas de los últimos dos siglos tiene su lógica condicionada al aumento de la productividad laboral y la preponderancia de los combustibles fósiles en la matriz energética estará determinada por las ventajas que presenten en un uso industrial específico.
La maquinaria industrial moderna ha permitido el uso ventajoso del combustible fósil, y se pueden enumerar cuatro factores que lo han convertido, por así decirlo, en el combustible adecuado de la acumulación capitalista: (i) su capacidad energética favorece su uso industrial intensivo; (ii) sus costos de producción fueron disminuyendo y su elasticidad de oferta fue aumentando, hasta la década de 1970; (iii) tiene gran movilidad de uso, pudiendo accionar diferentes tipos de motores con bajos costos de transporte; (iv) su uso en máquinas de transporte (ferrocarril, carretera, navegación) favoreció la circulación de mercancías a escala global.
Como señaló Hobsbawm (1982), fue la posibilidad de usos variados, ya sea en la máquina móvil o en la máquina fija, lo que determinó la preponderancia del carbón mineral y, más tarde, del petróleo, como combustibles característicos del proceso de acumulación capitalista. Inicialmente este modelo se basó en el carbón mineral, característico de la expansión inglesa.
El llamado modelo fordista de desarrollo, basado en un régimen de acumulación y consumo intensivo, fue la marca predominante del imperialismo estadounidense desde la segunda mitad del siglo XX en adelante. Elmar Altvater (1995) denomina “fordismo fosilista” al modelo de desarrollo que se estructurará desde EE.UU., jugando el uso del petróleo como insumo energético un papel central en la dinámica económica de este modelo.
Ya en sus inicios, este modelo demostró una enorme capacidad para, mediante el aumento tecnológico y la competencia concentrada en grandes oligopolios industriales, alimentar el ciclo de acumulación. El uso de energías fósiles y electricidad acompañaron esta dinámica, como se desprende del conjunto de innovaciones que llevaron al desarrollo del automóvil en las dos primeras décadas del siglo XX.[ii] El modelo de desarrollo estará tan marcado por el uso del automóvil y la forma específica de producción de este bien en la cadena de montaje propugnada e implementada por Henry Ford, que el título Fordismo se referirá con relativa precisión al patrón de acumulación del siglo pasado. .
El balance energético mundial es ilustrativo de las dimensiones y la importancia que han adquirido los combustibles fósiles (sólidos, petróleo y gas natural) en la economía capitalista desarrollada. El siguiente gráfico hace referencia a la distribución porcentual en términos globales de las principales fuentes de energía en términos de consumo final. Los combustibles fósiles representan más del 80% del balance energético mundial, con una tendencia al aumento en las últimas décadas, representando el petróleo el 31,6%.

Crisis energética y crisis ambiental: ¿cuáles son los límites de la acumulación de capital?
Como se señaló a lo largo de la exposición, la acumulación capitalista tuvo como contrapartida más obvia la explotación casi completa de la naturaleza en todas partes del planeta, sin mencionar la contradicción más inmediata que es la alienación del trabajo humano y la subordinación de la mayoría de la humanidad a los intereses de la minoría que controla financieramente el proceso de producción.
La expansión económica de la posguerra proporcionó al menos a un tercio de la humanidad, en su mayoría ubicada en los países de la OCDE, un alto nivel de vida y una aparente sensación de que el capitalismo había resuelto sus contradicciones, al menos en el espacio restringido de los países centrales. En cualquier caso, como consideró Hobsbawm (2012), la economía mundial creció a ritmos explosivos durante los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial en los cuatro rincones del globo, de tal manera que el comercio mundial de productos manufacturados se multiplicó por diez entre principios y de los años cincuenta y principios de los setenta.
Sin embargo, las siguientes décadas del último cuarto del siglo XX demostraron que la dinámica cíclica del capitalismo había cambiado de ritmo, pero no había eliminado su característica estructural de presentar crisis de sobreproducción y tasas de ganancia decrecientes. En general, desde el siglo XIX se diagnostican y registran las características de las crisis del capitalismo: deflación, fuerte reducción de la producción, disminución de los salarios nominales, aumento del desempleo, escasez de crédito (aunque abunda el capital crediticio inactivo). , aumento de tipos de interés, devaluación de títulos y activos diversos, procedimientos de quiebra generalizados. Un episodio similar todavía está caliente en nuestra memoria en relación con la crisis de 2008.
La novedad de las décadas de crisis en el capitalismo tardío, como argumentaron Hobsbawm (2012) y Mandel (1988), es que el sistema había sido transformado por cambios tecnológicos, por la transnacionalización del capital a una escala mucho mayor y por la intervención estatal que suavizó la crisis. los ciclos. Sin embargo, el avance capitalista global tenía ahora consecuencias ecológicas que el simplismo de los economistas ya no podía tratar como meras “externalidades”.
Todavía durante la década de 1970, la gran mayoría de los ideólogos del sistema intentaron elegir a la OPEP y al aumento de los precios del petróleo como los principales culpables del fin de la “era dorada”. Como señalaron varios autores (Martin, 1992; Deléage et alii, 1986; Mandel, 1988) lo que en realidad se observó fue la compatibilidad de intereses entre el cártel de las “Siete Hermanas” y los intereses de los países productores y exportadores (OPEP), buscando una precio medio que satisfacía tanto los intereses de las empresas oligopólicas como los intereses de las elites nacionales de los países exportadores.
Martin (1992) consideraba, todavía en los años 1980, que “desde que se inició la exploración a gran escala de las fuentes de energía fósiles sobre el grado de perpetuidad de los recursos disponibles”, desde entonces, sin embargo, sólo se ha avanzado en la dependencia del petróleo, y a medida que los precios internacionales vuelven a subir, las reservas de recursos recuperables aumentan y las fuentes de mayores costos se vuelven viables.[iii]
Vale la pena señalar que los plazos establecidos para las reservas de petróleo deben ser relativizados por las reglas de gestión y rentabilidad de las empresas petroleras y, en el marco de la financiarización de la economía, por los dividendos distribuidos. Por tanto, la idea de escasez no debe entenderse como una condición natural o neutral de la disponibilidad de un determinado recurso, sino relativa a los intereses de la acumulación capitalista en ese segmento. Asimismo, el avance de las técnicas de extracción de petróleo, como la que Petrobrás desarrolló para el presal, influye y define los niveles de reservas exploradas.

Por tanto, las existencias o reservas de combustibles fósiles muestran una gran variabilidad. Según los cálculos actuales, los recursos petrolíferos del mundo están valorados en 1.732,4 Gtep (109 toneladas equivalentes de petróleo). La figura anterior muestra que las reservas de petróleo crecen a una tasa anual del 1,3% (2009/2019). Asimismo, las reservas de gas natural y de carbón crecieron, como muestran las estadísticas.
Lo que se hace evidente es que el capitalismo nunca ha enfrentado una crisis causada por una escasez de energía, sino que la civilización humana está enfrentando una profunda crisis ambiental causada por la expansión desmedida de la producción de mercancías y su propia dispersión energética de este modo de producción. La dispersión energética se puede medir como pérdidas durante el uso de diferentes fuentes de energía y representa casi el 50% del consumo final del balance energético mundial (Martin, 1992). Estas pérdidas pueden entenderse como la ineficiencia de los convertidores, pero también como la condición reproductiva del capital.
A esta dispersión hay que sumar el gasto energético incurrido por la propia lógica comercial. Por ejemplo, según estudios realizados en Estados Unidos, del total de residuos urbanos producidos en la ciudad de Chicago, alrededor del 30% está compuesto por envases, no muy diferente en el caso brasileño, que representa 1/3 de los residuos domésticos.[iv] Asimismo, la obsolescencia programada[V] Reduce la vida útil de los productos para acelerar la rotación de capital. La alemana Siemens, por ejemplo, en 1980 tenía el 48% de sus ventas compuestas por productos con menos de cinco años en el mercado; en 2001, esta cifra había aumentado al 75% (Pacheco, 2003).
La cuestión ambiental es el punto crítico en la lógica del modelo capitalista civilizacional. Marx (2013) consideró que “nunca se debe considerar el valor de uso como el objetivo capitalista inmediato, ni la ganancia aislada, sino el proceso interminable de obtención de ganancias”. Marx vuelve a Aristóteles para determinar el límite real de la acumulación capitalista y rescata del gran filósofo griego la diferenciación entre economía y crematística: la economía sería un arte que sería “un medio para un fin”, algo que podemos ejemplificar a través de las condiciones de reproducción y vida de la gran mayoría de las personas; La crematística representa un arte que es “un fin en sí mismo”, cuyo objetivo es el “enriquecimiento absoluto”.
La acumulación capitalista como arte crematístico no tiene un fin limitado, su límite parece ser el dominio completo de las fuerzas naturales, absorbiendo y transformando valor o riqueza enajenada en la totalidad de la naturaleza. Lejos de cualquier quimera o ideología liberal, que considere la creciente eficiencia de homo económico, con su perfecta racionalidad y maximización de las utilidades marginales en el límite óptimo, parece más correcto pensar que las condiciones automáticas de la acumulación capitalista, irremediablemente, ya sea en el largo o corto plazo, abrumarán las condiciones ambientales planetarias en detrimento de la existencia. de la humanidad misma.
*José Raimundo Trinidad Es profesor del Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas de la UFPA. Autor, entre otros libros, de Agenda de debates y desafíos teóricos: la trayectoria de la dependencia y los límites del capitalismo periférico brasileño y sus condicionantes regionales (paka armadillo).
Versión modificada del artículo publicado en la Revista ICSA/UFPA.
Referencias
ALTVATER, E. El precio de la riqueza. San Pablo: UNESP, 1995.
DELÉAGE, JP et al. Una historia de la energía. Brasilia: Editora da UNB, 1993.
HOBSBAWM, E. La era del capital. São Paulo: Companhia das Letras, 1982.
HOBSBAWM, E. La era de los extremos: el breve siglo XX. São Paulo: Companhia das Letras, 2012.
MANDELL, E. capitalismo tardío. São Paulo: Abril Cultural, 1988.
MARTÍN, JM. La economía energética mundial. San Pablo: UNESP, 1992.
MARX, K. La capital. São Paulo: Boitempo, 2013.
Notas
[i] Nos referimos a las condiciones ambientales en el orden planetario y a los dos principios de la termodinámica: (i) conservación de la energía y; (ii) entropía.
[ii] Delegado et. Alii (1993: 193) observa que la invención del motor de explosión supuso un nuevo salto en el uso de la energía fósil.
[iii] El precio Spot del petróleo crudo (Dubai) en 1973 fue de 2,83 dólares EE.UU., llegando a 35,69 dólares EE.UU. en 1980. En los años 1990 cayó durante todo el período, cerrando en 1998 al precio más bajo ($12,30), sigue subiendo nuevamente y alcanza su precio más alto. en 2012 (US$ 109), los datos fueron tomados del Statistical Review of World Energy (06). Acceso en: https://www.energyinst.org/statistical-review.
[iv] https://antigo.mma.gov.br/responsabilidade-socioambiental/producao-e-consumo-sustentavel/consumo-consciente-de-embalagem/impacto-das-embalagens-no-meio-ambiente.html.
[V] La obsolescencia se refiere al envejecimiento o desuso de una máquina o producto, como consecuencia del desgaste físico o de la aparición de modelos tecnológicamente diferentes. La obsolescencia programada se refiere a la programación previa del período de durabilidad del producto. Debido a la competencia y a la obtención de beneficios extraordinarios, las empresas preparan artificialmente un desgaste corto para forzar una sustitución más rápida de productos y una aceleración de la rotación de capital (Mandel, 1988).
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