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por Remy José Fontana*

El cambio drástico que estamos viviendo, por tiempo indefinido, nos preocupa, nos interpela, nos extraña; extrañeza en relación con nosotros mismos, con los demás, la realidad que parece diferente, vacía, indeterminada, desconocida, amenazante

El término inglés “Endurance” se puede traducir como “resistencia”. También fue el nombre del barco de la Expedición Imperial Transantártica, que en 1914, al mando del navegante Shackleton, se dispuso a emprender una aventura sin precedentes: no sólo llegar al Polo Sur, sino cruzar, a pie, las 1800 millas del vasto continente blanco. Habiendo naufragado su barco en la región, destruido por el impacto masivo de los glaciares, quedó, con su tripulación reducida y los científicos que lo acompañaban, atrapados en las inmensas capas de hielo.

La crónica de esta tragedia es la narración de una de las mejores historias de supervivencia de todos los tiempos. Veintisiete hombres enfrentados a vientos de hasta más de 300 km/h en temperaturas de hasta 50ºC bajo cero, se enfrentaron a las fuerzas desatadas de la naturaleza al límite de la resistencia humana. El sufrimiento casi enloquecido que soportaron, el blanco silencio que los rodeó y el implacable hastío de su vida cotidiana durante largos meses es un testimonio más que elocuente de lo que, como seres humanos, podemos movilizar para asegurar la continuidad de la existencia, sean cuales sean las condiciones. .que nos amenazan, los peligros, obstáculos y riesgos que nos traen las desgracias del destino. Fortaleza Vincimus, venceremos gracias a la resistencia, parece ser una consigna indisoluble de nuestra condición, mientras no abdiquemos de ser lo que somos, o lo que nos corresponde ser.

El conocimiento de este episodio de la época heroica de las aventuras y expediciones marítimas, cómo fue afrontado y vivido por sus protagonistas, puede sernos de gran utilidad o darnos un valor extra, en este momento en el que también nos encontramos asediados por una virulencia amenazante. resultado de una desarmonía sanitaria planetaria.

“Resistencia”/resistencia como expresión aparece asociada a tenacidad, persistencia, resolución, sufrimiento, dolor, paciencia, estoicismo, aceptación. Términos indicativos y apropiados para informar afectos y nutrir emociones y sentimientos con los que podemos enfrentar la pandemia del coronavirus, no solo amoldándonos a las penurias, interdicciones y limitaciones que implica, sino también dotándonos de mayores disposiciones anímicas para posicionarnos en el momento de su ocurrencia y reposicionamiento luego de su superación.

Estamos ante este imponderable virus, desconocido en su naturaleza, mutaciones y secuelas incluso por científicos e infectólogos, quienes con todo su arte e ingenio científico buscan intensa y quizás desesperadamente descifrarlo, domarlo, combatirlo, eliminarlo.

Nos bombardean informaciones, consistentes o falsas, pertinentes o extravagantes, emitidas por autoridades sanitarias acreditadas, por gobernantes respetables o irresponsables o por inteligentes llenos de buenas intenciones, o preñados de oportunismo malévolo, y tantos sabios en ocasiones, ignorantes de turno, fanáticos y sectarios de diversos órdenes.

Además de la plétora de información, existen medidas de contención, recomendaciones e imposiciones que nos colocan bajo las tenazas de la ley, confinándonos en espacios privados, inhibiendo las relaciones sociales, regulando procedimientos mínimos e imprescindibles para que podamos enfrentar con éxito o mitigar los virulencia de esta amenazante pandemia viral. No faltan tampoco ignorantes empedernidos, descreídos de las razones y comunidades científicas, u otros que, por cálculo político o codicia económica, no cumplen con los procedimientos prudenciales y precauciones necesarias para contener, controlar o mitigar las más que probables incidencias calamitosas en términos del número de víctimas.

 Ante esta situación, adquiere gran relevancia y pertinencia un estado de ánimo ineludible, que es el de estar alerta.

Alerta frente a este hecho, frente a la realidad creada por él, alerta frente a nosotros mismos, en el sentido de actuar con conciencia, con decoro, con prudencia. Alertas ante la suerte, que no es del todo aleatoria sino el resultado de cómo nos insertamos en este contexto, cómo nos movemos en espacios de riesgo, cómo llenamos un tiempo lento, preñado de ociosidad, inercia, trampas, arreglado por lo desafiante el paso de horas interminables en su rutina y/o sucesión exasperante. Alerta, en el sentido de desconfiado, frente a un futuro tangible cuyos contornos posibles resultarán de lo que hagamos o dejemos de hacer en este presente, frente a un mañana deseable donde podamos recuperar condiciones de vida, reinstalar estándares de sociabilidad, reconfigurar estructuras e instituciones, redefinir prácticas y valores.

El cambio drástico que estamos viviendo, por tiempo indefinido, nos preocupa, nos interpela, nos extraña; extrañeza en relación con nosotros mismos, con los demás, la realidad que parece diferente, vacía, indeterminada, desconocida, amenazante.

Una condición como esta pone en primer plano los valores de solidaridad, colaboración, empatía, resiliencia. La metáfora de tomar la mano del prójimo adquiere aquí toda su fuerza existencial, toda su relevancia terapéutica, toda su ineludible oportunidad.

Lo contrario es defraudarse, dejarse llevar por las desgracias de los procesos o por la impropiedad de decisiones irresponsables o medidas equivocadas; es seguir deformándonos como personalidad, deteriorando la condición ciudadana, abriendo flancos donde nos pueden golpear no sólo la letal virulencia, sino también la locura de unos, creencias fanáticas de otros, intereses egoístas coyunturales, todo lo que nos llevará nos lleva a una idiotez trágica, a una parodia grotesca y siniestra de nosotros mismos, caminando por un suelo social tóxico, arrastrando los pies con paso tambaleante hacia el abismo.

*Remy José Fontana es profesor jubilado del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la UFSC.

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