por ALMERINDO JANELA AFONSO*
Informe de un viaje por la sociología brasileña
No quiero dejar de lado a los padres fundadores de la sociología, que son las figuras canónicas ineludibles por excelencia, y a tantos otros a su paso, con y sin caminos y aportes convergentes. Pero, en esta etapa de mi vida, prefiero retomar y releer (más lentamente) autores que formaron parte de mi formación inicial en ciencias políticas y sociales, y algunos de los cuales, circunstancialmente, invoqué en etapas posteriores de mi carrera académica. carrera, siendo cierto que muchos de ellos siempre los puedo encontrar de nuevo, en cualquier momento, en libros y artículos que permanecen en los estantes de mi biblioteca esperando a ser destacados o simplemente revisados. Sin las limitaciones de las métricas y los plazos, con los que, de hecho, luché y nunca me llevé bien, estoy tratando (dije tratando) de reducir la velocidad, simpatizando, ahora más que nunca, con el ciencia lenta – y, sobre todo, con una perspectiva, experiencia y motivación diferente. Y además, estoy completamente de acuerdo cuando veo escrito que “como disciplina intelectual, las experiencias sociales de sus practicantes siempre cuentan para la sociología, y mucho”.[i].
En este sentido, partiendo de una breve retrospectiva, allí también se justifican las cadenas que se suceden.
De los años iniciales (e iniciáticos) de la educación superior, no puedo dejar de comenzar recordando al fallecido sociólogo y ensayista argentino Horácio González quien, entre 1977 y 1980, fue el profesor que más me influyó académicamente, durante los años de la Escuela de Sociología y Política de São Paulo (todavía una 'institución complementaria de la USP') – los tiempos del exilio que, metafóricamente, llamó “paréntesis brasileños”. En las clases, pero también en las frecuentes reuniones informales con los estudiantes, recuerdo de memoria algunos de los muchos autores a los que hice referencia (no sólo sociólogos), la mayoría franceses, desde los ineludibles Émile Durkheim, Pierre Bourdieu, Jean-Paul Sartre, Michel Foucault. , hasta los alemanes Max Weber, Karl Marx o Walter Benjamin, rara vez ingleses, de los que recuerdo a Richard Hoggart, el autor de Los usos de la alfabetización. – algunos marxistas, neomarxistas, postestructuralistas, existencialistas, otros más difíciles de catalogar. Unos u otros los adquirí y leí (en las posibles traducciones entonces disponibles, algunas, un tanto escondidas, a la venta en la librería Djalma, o en un quiosco de la Avenida Paulista, en la colección de clásicos). los pensadores, de Abril Cultural). Y de los que conservo de esa época, también tengo algunos escritos por el propio Horácio (ya sea publicados en Brasil o adquiridos en Buenos Aires, en un viaje memorable en el que lo visité, junto a nuestro amigo común, profesor jubilado de la USP, Afrânio Catani). Después de la partida de Horácio, aparecieron algunos textos reeditados, ahora más accesibles, individualmente o en antologías. en línea.
Horácio –sociólogo, intelectual crítico, profesor (luego director distinguido de la Biblioteca Nacional de Argentina)– fue sobre todo un brillante intérprete de múltiples lecturas y reconstrucciones permanentes, no sólo de autores y corrientes teórico-conceptuales, sino de visiones del mundo. En un país aún bajo dictadura militar, sus clases, sin ningún atisbo de proselitismo, eran un oasis de libertad académica y un espacio para el ejercicio del pensamiento crítico, sin olvidar una creatividad singular y una erudición inusitada, amplificada por la expresión de convicciones y dudas, gestos y risas, y los garabatos (no raramente sincréticos) que hacía en la pizarra, perdiéndose y atrapándonos en el incursiones, derivaciones, relaciones y citas que a menudo iban más allá de nuestra capacidad de aprehensión inmediata, pero que siempre resultaban provocativamente inquietantes para estudiantes (como yo) sedientos de conocimiento de las ciencias sociales y, en particular, de la sociología. Además de lo mucho que aprendí, muchas otras cosas quedaron grabadas, y solo años después pude entenderlas y profundizarlas.
Ahora releyendo el texto de una conferencia de Horácio, realizada en São Paulo – “Meditaciones Brasileñas” [ii]–, me pareció curiosa la referencia que hace a Fernando Henrique Cardoso (FHC) debido a que el entonces Presidente de Brasil evocó el 18 Brumario de Marx, repitiendo una cita indirecta en trópicos tristes, de Lévi-Strauss. Y al respecto, con su habitual perspicacia, toma algunas notas: “Ye bien era una cita de cita, no es frecuente escuchar a un Presidente de la Nación invocar al 18 Brumario. […] podemos suponer que en el caso del presidente Cardoso asistimos a la abrumadora fusión entre la historia de la sociología brasileña y la máxima expresión del poder del Estado”. Y, más adelante, agrega: “Cardoso es el creador de una historia intelectual ligada a la Universidad de San Pablo, al juego de teorías, a los debates políticos de los años 60, a las esperanzas de la izquierda, a las discusiones inagotables. y recurrente sobre el papel de los intelectuales. El 18 Brumario […] nos permite aludir a un pasado borroso de compromisos para luego reivindicar un presente que con sólo mencionarlo puede obtener una indulgencia melancólica al ser enterrado, citándolo, en el pasado”[iii]. Para quienes no están familiarizados con el episodio, quisiera aclarar que FHC, luego de asumir el rol de gobernador, pasó a ser considerado una especie de apostata por muchos de sus compañeros, surgiendo varias versiones sobre si les dijo o no que olvidaran lo que escribió como sociólogo. Llamo al viejo aquí teorema de thomas porque parece aplicarse bien a este caso: independientemente de si es verdadero o falso, cuando las personas definen ciertas situaciones como reales, son reales en sus consecuencias. Para muchos, la situación era real y las consecuencias fueron, al menos, suficientes para crear una fábula – de ti narratur de fábula, Recuerdo al respecto esta expresión latina que escuché por primera vez en las clases de Horacio y que él usaba metafóricamente, sabiendo que sus orígenes se remontaban a las Sátiras de otro Horacio (este poeta y filósofo de la antigua Roma).
Por tanto, nada inusual, ya que afirmar y negar, o generar percepciones contradictorias sobre una cosa u otra, o ambas a la vez, son acciones recurrentes que han sido entendidas de diferentes maneras, formando parte, de hecho, de la propia historia de las ideas. (o un subcampo que algunos llaman la historia de las mentiras). Los aportes son muy antiguos, incluso antes de que San Agustín abordara el tema, o Kant hablara sobre la posibilidad o no de una ética en (o de) la mentira, pasando por la reflexión de Hannah Arendt sobre la mentira en la política, se escuchan muchas otras voces.[iv]. No pretendo decir (ni sé) mucho más que esto. Sólo me interesa, a los efectos de este borrador, sugerir que este supuesto llamamiento de FHC en relación al olvido de su obra no deja de revelar la vieja tensión entre el científico y el político (siempre vale la pena volver a visitar a Weber para este propósito.)
Curiosamente, cuando se trata de tensiones y contradicciones entre el científico (social en este caso) y el político, como en FHC, las conclusiones guardan cierta similitud con lo que le ocurrió a Anthony Giddens, quien nunca se libró de críticas viciosas y cierto descrédito entre sus pares. . por ser inspirador tercera vía de los gobiernos de T. Blair. No tiene sentido decir que ésta es la maldición de esta versión político-ideológica, pero, coincidentemente, los gobiernos de FHC (y la administración de Bresser Pereira centrada en la reforma del Estado) configuraron la versión brasileña de tercera vía, lo que refleja, al menos en parte, la hibridación de algunas políticas durante este período. En este sentido, por ejemplo, los méritos de los avances en la universalización del acceso a la educación primaria (en una lógica aún referenciable al Estado de bienestar) son ampliamente reconocidos, en un contexto social y político (quizás, mejor, en un interregno) donde Se han propuesto nuevas concepciones medidas político-administrativas para hacer más permeable la vieja dicotomía Estado/mercado, dando paso a una rearticulación tripartita, contando ahora con la comunidad/sociedad civil, reconfigurada en el público no estatal. Tal vez fue sólo un ensayo anticipatorio, porque la alternativa que estaba en la agenda en ese momento no impidió la recontextualización brasileña de la ortodoxia neoliberal ya emergente. Respecto a esto, de hecho, creo que ya hay mucho estudiado, pero también mucho que aún necesita ser estudiado o profundizado.
Pero como no tenía intención de hacer nada borrador diacrónico de la gobernanza de ese período, quiero volver a un registro, digamos, semiacadémico, y con su toque autobiográfico. Y, con esta salvedad, siempre con respecto a FHC, paso de paso a un pequeño fragmento de memoria. Tengo curiosidad por saber más, por ejemplo, sobre el balance (sociológico) de lo que hizo o no hizo FHC como sociólogo, incluido su mandato como presidente de la ISA – Asociación Internacional de Sociología (1982-1986) –, condición que lo llevó a Lisboa en el momento de la creación de la APS – Asociación Portuguesa de Sociología. Ya no sé exactamente cómo especificarlo, pero ciertamente fue en 1985 que lo conocí, entonces era presidente de la ISA y su mandato como Senador. En aquella ocasión intercambiamos breves palabras casuales, recordando que me había preguntado cuál era mi área de especialización en sociología (intenté salir del apuro y respondí sociología urbana, supongo que porque había leído y estudiado algo de Manuel Castells , y todavía sabía muy poco de sociología de la educación). Unos años antes (finales de los 80), FHC también había sido una de las profesoras del curso al que asistí el El sistema internacional y los países del tercer mundo, patrocinado por el Instituto de Relaciones Latinoamericanas y el Instituto de Estudios del Tercer Mundo, ambos, en ese momento, ubicados en la PUC/SP (no sé si todavía existen), y por la Asociación de Sociólogos del Estado de São Paulo. Antes de eso, en un curso de pregrado, ya había leído y subrayado extensamente el tan citado libro, que aún conservo, Dependencia y Desarrollo en América Latina [V]. Este es un registro simple de mi contacto más cercano con FHC. Por eso también sigo teniendo curiosidad, no sólo por saber más sobre lo que piensan los científicos sociales sobre sus contribuciones a la sociología brasileña, sino también porque me gustaría leer su biografía con más detalle, ya que soy un entusiasta de este género literario. Me gusta especialmente lo que se cuenta sobre encuentros, influencias y desencuentros con científicos sociales que son tan diferentes y tienen sus propios caminos y visiones del mundo, como, entre muchos otros, Florestan Fernandes y Albert Hirschman. Y, igualmente, lo que dicen de él (a veces con críticas mordaces) sus antiguos compañeros, como Francisco de Oliveira o Arthur Giannotti. Un ex alumno de FHC, y luego también colega, Gabriel Cohn, fue el director de la tesis doctoral en sociología de Horácio González, que comencé mencionando en las primeras páginas de este texto. Con una interesante trayectoria académica, Cohn es considerado uno de los sociólogos que más profundamente comprende la obra de Max Weber. Curiosamente, en una entrevista en la que explica magistralmente la visión weberiana, cuando le preguntan si la obra de este gran clásico tiene alguna relevancia para la educación, Gabriel Cohn reconoce que Weber no tiene una reflexión sistemática en este campo, pero eso no significa que su perspectiva ya no es relevante para pensar sobre la educación, habiendo tenido, entre otras cosas, preocupaciones sobre los “cambios en la universidad” y la “burocratización de la producción de conocimiento”, sugiriendo además que Weber puede perfectamente ser llamado a “descifrar el dinámica del aula”, la comprensión de los procesos sociales que ocurren en este contexto, los significados compartidos, las interacciones, los conflictos… porque el “instrumento que ofrece” es igualmente relevante para “estudiar la dinámica interna del proceso educativo” [VI].
Dilucidar sociológicamente lo que puede estar presente en un contexto. micro, o incluso meso, No tengo idea de si la perspectiva integral de Max Weber influyó o no en el trabajo de Howard Becker, pero la verdad es que interaccionismo simbólico uno de sus pilares es la producción de significados compartidos que los actores producen y atribuyen cuando interactúan en un determinado contexto o situación social –y, al menos en este aspecto, las contribuciones sociológicas de estos autores, tan diferentes, pueden ser complementarias. Aquí tienes una pista para explorar.
Pero por supuesto no pretendo (aunque sería un ejercicio estimulante) comparar, de manera sustentada teórica y metodológicamente, a muchos de los sociólogos que he leído, en muy diversas obras y textos de diferente intensidad. Sería incapaz de hacerlo bien y cuando lo hice sólo lo hice tangencialmente. Lo que siempre queda es mucho aprendizaje por suceder. Soy esencialmente un “consumidor” crítico de la teoría social disponible, que busco utilizar para comprender el mundo y la realidad social. Es interesante imaginar diálogos productivos. Siempre hay, al menos, hipótesis que considerar. Por eso me acordé de llamar a Howard Becker tras la observación de Cohn sobre M. Weber y su posible contribución (también) a la comprensión de la educación y del aula. Son estas cadenas, mitad leídas, mitad vividas, en este caso, en el nivel simbólico como lugar de significados que los sujetos producen en interacción. Y también fue mi experiencia de más de una década trabajando con adolescentes institucionalizados y con personas con divergente lo que me llevó, años más tarde, al inicio de mi carrera académica, a incursionar en la microsociología del aula, habiendo estudiado los procesos disciplinarios en un contexto escolar, desde una perspectiva interaccionista[Vii]. Fue principalmente en el trabajo. Los forasteros de Becker que encontré los conceptos de interaccionismo simbólico que necesitaba para lo que me propuse estudiar. Además, su historia de vida, su forma de ser en la vida académica, sus objetos privilegiados, su estilo de escritura y la forma única en que realizó y entendió la investigación siempre han provocado en mí una gran curiosidad y admiración intelectual.
Howard Becker estuvo varias veces en Brasil, invitado por el antropólogo Gilberto Velho, organizador y autor, entre otros, del libro Desviación y divergencia [Viii]. Entre otras cosas, el sociólogo de la Escuela de Chicago, “que utilizaba el taller de Gilberto como cuartel general, tuvo mucho tiempo para explorar las oraciones de su despacho”. Con muchos libros y otras publicaciones disponibles, exploró varias lecturas en portugués. Dice al respecto que fue a través de una de esas lecturas, sugerida por Gilberto Velho, que descubrió varios autores fundamentales que lo llevaron a comprender el desarrollo de las ciencias sociales en Brasil, comenzando a “alimentar un creciente interés por António Cândido”. pero también en Florestan Fernandes, Darcy Ribeiro y otros científicos sociales e intelectuales brasileños. Y respecto a este episodio trivial en la vida de dos académicos, Becker habla extensamente sobre la coincidencias que ayudan a construir la historia de un determinado conocimiento, como formas de “imaginarios útiles”. Estas coincidencias (o contingencias) tienen por tanto muchas particularidades interesantes porque nos hacen creer que “las cosas no son exactamente aleatorias, pero tampoco están completamente determinadas”.[Ex]. ¿Habrá más coincidencias a partir de aquí?
*Almerindo Janela Alfonso es profesor del Instituto de Educación de la Universidad de Minho.
Notas
[i] André Botelho y António Brasil Jr. Florestan Fernandes: cosmopolitismo sociológico. En JV Tavares dos Santos (org.). Sociología crítica cosmopolita. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, 2024, p.140.
[ii] Horacio González. Meditaciones brasileñas. En Afrânio Catani (Org.). América Latina: impases y alternativas, São Paulo, Humanitas/FFLCH/USP, 2000, págs. 163-189.
[iii] Ibidem, P. 669, 170.
[iv] Hanna Arendt. La mentira en la política. Madrid, Alianza.
[V] Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto. Dependencia y Desarrollo en América Latina Río de Janeiro, Zahar, 1977, 4ª ed.
[VI] Gabriel Cohn, https://www.bing.com/videos/riverview/relatedvideo?q=Gabriel+Cohn+e+FHC&mid=04FA179F1A2165B75AAC04FA179F1A2165B75AAC&FORM=VIRE
[Vii] Almerindo J. Alfonso, El Proceso Disciplinario como medio de Control Social en el Aula. Braga, Universidad del Miño, 1991.
[Viii] Gilberto Velho (Org.). Desviación y divergencia: una crítica de la patología social. Río, Zahar, 1981, 4ª ed.
[Ex] Howard Becker. Trucos del Oficio: cómo realizar tu investigación en ciencias sociales. Buenos Aires, editores Siglo Veintiuno, 2009, págs. 49-55.
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