¿En quién confiar?

Imagen: Stanley Ng
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por JOSÉ COSTA JUNIOR*

El desorden informacional fue propiciado por recursos tecnológicos y por la acción de agentes maliciosos

Entre pizzas y biberones

En las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 se difundió en las redes una curiosa historia: uno de los candidatos trabajaba con otras personas importantes para mantener una red de abuso infantil en la parte trasera de una pizzería en Washington, la capital de Estados Unidos. La historia, que se conoció como pizzeria, fue uno de los temas más comentados durante la campaña y generó intensas reacciones y protestas, incluso de un individuo que creyó la historia y quiso invadir armado el lugar “para liberar a los niños”.

Una narrativa similar surgió en las elecciones brasileñas de 2018, cuando uno de los candidatos fue acusado de promover la distribución de biberones con tetinas en forma de pene en las escuelas brasileñas. La situación, que pasó a ser conocida como la “botella cucaracha”, también involucraba un “kit gay”, que sería ofrecido a niños brasileños. Ambas historias fueron tachadas de “noticias falsas”, pero generaron debates sobre la relación entre internet, las noticias falsas y la política.

Noticias como esta recibieron crédito de muchas personas en ambos países, quienes pudieron o no haber emitido su voto en ambas elecciones en base a información falsa que recibieron a través de sus teléfonos inteligentes y computadoras. Como dos de las democracias más grandes de Occidente, ha surgido un debate más amplio: ¿cuáles serían los efectos de difundir noticias falsas? Si bien las mentiras, las estrategias de desinformación y el ocultamiento de hechos siempre están presentes en la historia y los debates públicos, la posibilidad de una amplia difusión a través de Internet y el uso selectivo de información falsa ha generado preocupación. Creada intencionalmente o no, la información falsa puede tener consecuencias políticas, sociales y económicas considerables. Para muchos estudiosos, este es el principal desafío de nuestro tiempo.

El documental Tras la verdad: la desinformación y el coste de las fake news presenta este debate y aborda cuestiones importantes sobre los riesgos y desafíos involucrados, volviendo a ejemplos casi increíbles (como los casos de los pizzeria y la “botella cucaracha”). Muestra cómo la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación amplió las posibilidades de interacción y distribución de datos, pero también generó efectos colaterales, como (i) difusión de información falsa y (ii) teorías conspirativas, (iii) ataques a la prensa y ( iv) especialistas, además de (v) intentos de manipulación por parte de particulares, instituciones y gobiernos. También se abordan algunos intentos de controlar y limitar el alcance de la desinformación, situación que ha generado una “carrera armamentista” entre las expectativas de información y la construcción de medios para desestabilizar los debates y generar reacciones extremas.

Los principales actores también se presentan en el documental: (i) los que creen firmemente en la información falsa, (ii) los políticos que hacen uso de estas herramientas y (iii) los responsables de la producción y difusión de la desinformación, generalmente instalados en países lejanos. y bajo la protección de los gobiernos y el anonimato. Aquellos que dan crédito a menudo lo hacen con fervor, manteniendo narrativas cuestionables.

Quienes pagan por la difusión de noticias falsas suelen depender de los resultados de la desinformación y la desorganización de los debates para ganar recursos o crear algún tipo de desestabilización. Un elemento importante de este proceso es que termina generando un negacionismo sobre temas que hasta entonces eran pacíficos para la mayoría de la gente, como la esfericidad de la Tierra y la masacre de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Los debates que generan discusiones intensas, como el calentamiento global y el desarme, también se ven afectados por noticias falsas, con posiciones cada vez más extremas e inmunes a cualquier forma de diálogo.

Finalmente, también se mencionan dos preguntas importantes: ¿Quién se beneficia de la desinformación? ¿Limitar el alcance de la información falsa sería un ataque a la libertad de expresión? En el primer caso, además de los agentes políticos que ascienden y mantienen el poder, también puede haber ganancias económicas para quienes las producen y difunden, ya que las redes sociales e internet en general se guían por el engagement y el compartir.

Así, cuanto más se replique y se lea algo, más rentable será para quienes lo promocionan. En el caso de la libertad de expresión, distribuir información falsa puede tener consecuencias para la vida de las personas y para la sociedad. En este sentido, la lucha contra la desinformación en los contextos actuales es un elemento necesario para que evitemos tales pérdidas sociales, políticas y económicas, lo que no constituye una limitación a la libertad de expresión.

Tras la verdad: la desinformación y el coste de las fake news es otra producción relevante para el día de hoy, que trae datos y preguntas cada vez más importantes para pensar las diversas tensiones mencionadas. Estamos cada vez más involucrados con las tecnologías de la información y la comunicación en nuestro día a día y es muy probable que surjan cada vez más desafíos, principalmente vinculados a nuestra autonomía y soberanía como sujetos. Pero, ¿cómo llegamos a vivir de esta manera? ¿Y por qué somos presa fácil de todos estos trámites? ¿Qué podemos hacer para mantener nuestra integridad intelectual y cívica en tiempos tan confusos?

conexiones y sistemas

Un punto de partida para la reflexión sobre la desinformación actual y sus efectos pasa por el reconocimiento de que siempre ha existido una tensión entre la distribución de la información en las sociedades y el horizonte de la verdad. En varios momentos, la desinformación se utilizó para ganar poder político y económico y mantener el control sobre las sociedades.

Sin embargo, con los grandes avances en las tecnologías de la información y la comunicación, hemos llegado a escenarios pocas veces imaginados para el uso de mentiras y falsedades, abriendo el camino a considerables tensiones políticas y sociales. Este avance promovió cambios no solo en la forma en que recibimos y reaccionamos a la información, sino en casi todos los aspectos de la vida humana. Sobre este aspecto, el filósofo Luciano Floridi sostiene que en la actualidad vivimos en una etapa de desarrollo tecnológico donde todas las esferas de la existencia, incluidas nuestras identidades y las formas en que nos enfrentamos a la realidad.

Esta conjunción entre la vida desconectado y la vida en línea configura lo que Luciano Floridi (2015) llama en la vida, una configuración de vida donde el mundo digital mantiene una relación directa e intensa con lo no digital, en una situación en la que todo está conectado y produce efectos reales, incluso cuando no estamos conectados. Las noticias falsas e inexactas que nos llegan a través de las redes sociales e Internet pueden orientar comportamientos, creencias y opciones políticas, en un ejemplo de la presencia de la virtualidad en circunstancias ajenas a los momentos de conexión.

Según el análisis de Luciano Floridi, es necesario desarrollar una relación crítica con las tecnologías, sin satanizarlas ni buscar retomar un mundo en el que no existían. De esta manera, la comprensión de los fenómenos de este nuevo escenario orientará la formación de una ciudadanía capaz de afrontar las dificultades y desafíos. Es necesario tomar conciencia de que tales tecnologías pueden moldearnos e influirnos como agentes, pero que también podemos moldearlos críticamente, creando dinámicas y relaciones más humanizadas.

Otro elemento importante de esta reflexión es la comprensión de que las expectativas iniciales de que Internet promovería la emancipación y la libertad resultaron ser limitadas. Ofrecer conocimiento e interacciones diferentes son realidades, pero también hay tensiones en nuestra relación con el mundo digital, como señala la investigadora Marta Peirano en su libro El enemigo conoce el sistema: Manipulación de ideas, personas e influencias tras la economía de la atención (2019). Marta Peirano describe cómo estamos abiertos a la vigilancia, la manipulación y la adicción conductual por parte de las grandes corporaciones, guiadas por modelos de negocio poco preocupados por la libertad, en los que nuestros datos personales aparecen como el atractivo central. Se construyen estructuras y redes para captar nuestra atención y datos, estimulando cada vez más nuestros mecanismos psicológicos. Esta situación da paso a rutinas de vigilancia y adicciones comportamentales, todo ello bajo un barniz de entretenimiento que escapa a nuestra valoración cotidiana.

En el caso de posibilidades de desinformación, las redes sociales pueden ser utilizadas como medio para ofrecer información inexacta o manipulada, que generan muchas interacciones y reacciones, incluso a través de estímulos dirigidos a públicos específicos (por ejemplo: jóvenes, de 18 a 20 años que votan por primera vez). Este recorte se puede realizar mediante la búsqueda de los datos que ponemos a su disposición en las redes sociales.

El título del libro de Marta Peirano hace referencia a que las grandes corporaciones de internet nos conocen a fondo, al igual que conocen los sistemas que construyen para adictos, vigilarnos y manipularnos. Conocer nuestros gustos, nuestras relaciones, nuestras expectativas, muchas veces mejor que nosotros mismos, abre considerables posibilidades de control e influencia. Marta Peirano tampoco ofrece una invitación a volver a una época en la que éramos completamente libres y soberanos, porque tal vez ese mundo nunca existió; es más bien una invitación para que comprendamos mejor las nuevas dinámicas en las que estamos insertos y de las que somos casi completamente inconscientes.

¿En quién confiar?

Teniendo en cuenta las innovaciones e implicaciones de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, principalmente en relación con el potencial de la desinformación, en 2017 el Consejo Europeo elaboró ​​un estudio titulado Trastorno de la información: hacia un marco interdisciplinario para la investigación y la formulación de políticas (“Desorden de la información: hacia un marco interdisciplinario para la investigación y la formulación de políticas”). En él, los investigadores Claire Wardle y Hossein Derakhshan señalaron que los cambios en la estructura de los procesos de información permitieron desorganizar la producción y distribución de información, con el objetivo de impactar la forma en que se recibe y comparte la información. Fenómenos identificados como “posverdad” o “noticias falsas” forman parte de este desorden, pero también procesos donde la información puede ser manipulada o construida con inexactitud, con el objetivo de desinformar, perturbar o crear tensiones vinculadas a las expectativas de verdad.

Nos insertamos así en contextos de “desorden informativo”, ya que ha caído la credibilidad en las fuentes de información tradicionales, al mismo tiempo que no sabemos a quién creer en los nuevos escenarios de conexión. En el contexto político, por ejemplo, los discursos que hablan directamente de las inseguridades y tensiones de las personas, a través de propuestas simples, pero sin fundamentos, pueden ser acogidos con mucha facilidad. Otro ejemplo es el caso de la difusión de información falsa o inexacta relacionada con temas de salud, como dudas sobre la efectividad de vacunas, la realidad de epidemias y casos científicamente cuestionables que se difunden a través de medios digitales y que encuentran una audiencia que contribuye a la su divulgación. También podemos mencionar el cuestionamiento de fuentes científicas por parte de personas o instituciones que buscan atacar la credibilidad de los expertos, utilizando estos medios para perturbar los debates públicos.

La investigadora estadounidense Whitney Phillips investigó uno de los medios que contribuye al desorden informacional: es el fenómeno de Ofendiendo. Troll es como se conoce en Internet a humanos o sistemas de inteligencia artificial por promover ataques, a través de comentarios y publicaciones en redes sociales, con el objetivo de provocar y perseguir. Según el análisis de Whitney Phillips (2015), el fenómeno de Ofendiendo Sucede porque el ecosistema informacional ofrece la posibilidad de que cualquier persona pueda publicar y difundir cualquier cosa, sin grandes costos financieros o reputacionales.

De esta forma, el espacio de los debates pasa a ser ocupado por polémicas y violencias cuyo único objetivo es promover tensiones, visibilizar y difundir contenidos sin una discusión estructurada. En este sentido, las actuaciones de los trolls pueden contaminar el flujo de información a través de falsedades y narraciones fantasiosas, junto con tergiversaciones, negación y teorías de conspiración. También involucran procesos de banalización de la violencia y deshumanización de la misma, ya que los ataques virtuales y las denuncias por parte de los trolls cada vez más comunes en contextos digitales.

Además de las redes sociales, también se utilizan otros medios para difundir información inexacta, fuera de contexto o falsa, como aplicaciones de mensajería, plataformas para compartir videos y páginas en blogs temáticos. Como la mayoría de estas herramientas están disponibles de forma gratuita, con acceso gratuito y abierto, las posibilidades de contención y limitación del alcance de estos medios son limitadas. Este contexto también crea tensiones en relación con la credibilidad de las fuentes de información e incluso en relación con las expectativas de verdad por parte de quienes las reciben. El término “posverdad” se ha utilizado para describir esta situación en la que narrativas alternativas e interpretaciones variadas de los hechos llegan a componer debates públicos. En 2016, el diccionario de Oxford señaló a “posverdad” como la palabra del año, debido a la popularización del término para describir las circunstancias actuales, principalmente a partir de los usos políticos de estos mecanismos.

Considerando estos aspectos, el filósofo Lee McIntyre (2015) definió la “posverdad” como “una situación relacionada o que denota circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y la creencia personal”. Así, el fenómeno de la posverdad sería parte de una tendencia internacional creciente en la que algunos se sienten impulsados ​​a promover distorsiones de la realidad según sus opiniones, creencias y objetivos. No se trata sólo del desconocimiento de los hechos, sino de la posibilidad de que los hechos siempre puedan ser reinterpretados, seleccionados o presentados según el deseo de quienes lo hacen.

Un ejemplo sería el cuestionamiento de informaciones científicamente establecidas y contrastadas, como la esfericidad del planeta, el proceso de evolución por selección natural o la eficacia de las vacunas, que pasan a ser cuestionadas por narrativas alternativas que buscan socavar la autoridad científica. De esta forma, el gran riesgo es que solo se acepten hechos que estén alineados con determinados conjuntos de ideas, con el objetivo de construir formas de “supremacías ideológicas” e imposiciones de “verdades” que impidan el cuestionamiento y la crítica. Según Lee McIntyre, este sería un paso fundamental hacia la dominación política. 

¿Qué hacer?

Como se ha comentado hasta ahora, vivimos en contextos de interacciones sociales digitales cada vez más constantes, con posibilidades de influencia y manipulación a partir de los datos puestos a disposición por los usuarios. Junto a ello, se generó un desorden informativo por los recursos tecnológicos y la acción de agentes maliciosos, con la consiguiente confusión en la opinión pública y los debates.

Así, surgen algunas cuestiones más generales relacionadas con este escenario, que pueden ayudar a reflexionar sobre tales fenómenos, junto con posibles enfoques para reducir los efectos sociales, políticos y económicos de la desinformación. Entre otras, podemos reflexionar sobre las siguientes preguntas: (i) ¿Por qué el desorden informativo impacta las creencias y opiniones de las personas de manera tan contundente? (ii) ¿Cuál es la relevancia de mayores expectativas de verdad en las sociedades democráticas? (iii) ¿Qué se puede hacer para limitar el alcance y las consecuencias de tales juicios?

El filósofo brasileño Ernesto Perini ha desarrollado una hipótesis que busca entender por qué es tan fácil difundir información errónea. Perini argumenta que “la difusión de información en Internet es mucho más económica que el modelo anterior de difusión de información”, tanto en términos económicos como de reputación. Los avances tecnológicos han proporcionado esta mayor libertad, sin embargo, también han eliminado filtros y procesos de evaluación en la distribución de la información. Un segundo punto implica el hecho de que las tesis y teorías que se ofrecen en Internet, por su carácter más simple y menos reflexionado, pueden adaptarse a creencias, posiciones y deseos previos, encontrando audiencias dispuestas a aceptarlas y defenderlas, aun cuando sean cuestionables en el aspectos más variados. En el caso específico de la ciencia, estas son de difícil acceso y poco comprendidas por la mayoría de las personas, además de “ir en contra de los valores que ya tiene la gente, en contra de las imágenes que tiene del mundo, en contra de visiones más intuitivas”.

En cuanto a las razones por las que esta difusión encuentra personas dispuestas a aceptarlas, aunque la información sea sumamente cuestionable y poco fundamentada en hechos o teorías sólidas, Ernesto Perini señala que “las creencias juegan un papel en la marcación de las identidades”. De este modo, hay un componente social en esta aceptación, ya que “lo que creo también marca el grupo con el que me identifico y el tipo de persona que soy”.

De esta manera, compartir creencias se convierte en una característica definitoria de los grupos, donde las personas acuerdan y refuerzan mutuamente sus creencias y expectativas, con poco espacio para objeciones y críticas. Como en uno de los casos abordados al comienzo de este texto, compartir la creencia de que los niños son retenidos y abusados ​​en la parte trasera de una pizzería, con el refuerzo constante de esta creencia y sin espacio para el cuestionamiento, puede hacer que muchas personas acepten acríticamente esta narrativa. , citando incluso justificaciones y razones para mantener la creencia.

¿Y cuáles son los efectos políticos y sociales de los contextos de posverdad? El filósofo Michael P. Lynch analiza en El Internet de nosotros: saber más y comprender menos en la era de los grandes datos algunas de las consecuencias de lo que identifica como el “colapso de la conversación pública”. Este colapso impacta en uno de los pilares del sistema democrático, que es la discusión informada sobre concepciones y hechos que orientan las decisiones políticas y sociales. Cuando estos debates se dan sin fundamentos o fundamentos, basados ​​en visiones que no están respaldadas por investigaciones científicas, se corre el riesgo de que la discusión pública se atomice y polarice, sin posibilidad de consensos democráticos ni de respuestas.

Michael P. Lynch cree que las sociedades se mantienen saludables mientras sus ciudadanos tomen decisiones informadas y desde un nivel básico de sinceridad pública. Sin tales rasgos, como en situaciones de desorden informacional, el “poder del pueblo” no es más que una consigna vacía, pues se pierde la posibilidad de utilizar el discurso organizado y reivindicativo propio de la democracia.

El análisis de Michael P. Lynch sobre el colapso de la conversación pública asume que las personas pueden comprender y evaluar la información para poder respaldar sus posiciones. Este supuesto enfrenta desafíos en contextos de posverdad, donde la interpretación de los hechos puede variar y extenderse según la voluntad de algunos. Una respuesta a esta tensión involucra lo que el filósofo y matemático William Clifford (1845-1879) identificó en 1877 como la “ética de la creencia”: “siempre está mal, donde sea y para quien sea, creer algo sin evidencia suficiente”.

De esta forma, cuando creemos en algo sin evidencia suficiente, o simplemente para adecuarnos a nuestro sistema de creencias, nuestros valores o nuestros gustos personales, estaríamos cometiendo un error. Para usar una terminología más actual, cuando creemos sin evidencia suficiente, actuamos sin “responsabilidad epistémica”, es decir, nuestras creencias no están respaldadas por evidencia. De esta forma, para que la conversación pública sea efectiva de la mejor manera, es necesario que las personas se animen a tener esta responsabilidad epistémica, fundamentando sus creencias sobre la base de requisitos de prueba y evidencia.

Sin embargo, no podemos evaluar todos los hechos posibles para respaldar nuestras creencias; aquí es fundamental un grado de confianza en el trabajo y la competencia de los especialistas e instituciones que promueven el conocimiento. Casi todo el conocimiento humano fue producido por unas pocas personas que realizaron investigaciones sobre aspectos específicos de la realidad. Y estos descubrimientos tienen implicaciones para nuestras vidas, como en el caso de la producción de antibióticos y vacunas.

Así, por mucho que la teoría de la evolución por selección natural sea difícil de entender o que contradiga algunos de mis valores más importantes, hay mucha evidencia que la respalda (junto con algunas preguntas que aún se están discutiendo sobre los procesos evolutivos). Negarlo simplemente porque no coincide con lo que quiero sería una irresponsabilidad epistémica. En este contexto, muchos de los negacionismos promovidos por el trastorno informacional involucran creencias sin evidencia, que buscan cuestionar fuentes confiables a través de estrategias de desinformación. Aquí, un punto clave es el cultivo y exigencia de la responsabilidad epistémica, incentivando a las personas a sustentar sus creencias en base a evidencias, ayudando a limitar el alcance de la desinformación.

Cuando dos más dos no son cuatro

El escritor británico George Orwell nos introduce en la distopía literaria 1984 la historia de Winston Smith, un chico que vive bajo un gobierno totalitario que domina todas las esferas de su vida. Winston trabaja en el Ministerio de la Verdad, una de varias instituciones al servicio del régimen, que busca constantemente reescribir el pasado y señalar lo que la gente puede y no puede creer. Uno de los objetivos del régimen es reescribir la historia de acuerdo a sus intereses, haciendo inexistente la crítica y el cuestionamiento, creando una narrativa alternativa adecuada a los procesos de dominación política y social.

En esta pesadilla totalitaria descrita por George Orwell, existe una conexión directa entre (i) procesos de vigilancia, (ii) iniciativas de desinformación y (iii) totalitarismo. En algún momento de su historia, Smith comienza a cuestionarse sobre los procedimientos de falsificación y desinformación desarrollados por el Ministerio de la Verdad, que comienzan a atormentarlo cada vez más. Sus reflexiones se hicieron cada vez más intensas: “La herejía de las herejías era el sentido común. Y lo aterrador no era que lo mataran por pensar lo contrario, sino que tal vez tuvieran razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabes que dos y dos son cuatro? ¿O que la fuerza de la gravedad actúa? ¿O que el pasado es inmutable? Si tanto el pasado como el mundo externo existen sólo en la mente, y si la mente misma es controlable, ¿entonces qué?

como el documental Tras la verdad: la desinformación y el coste de las fake news evidencia, vivimos tiempos extraños, descritos por uno de los entrevistados como un “tiempo orwelliano”. Este paralelismo entre las posibilidades que abre el desorden informacional actual y la ficción distópica de George Orwell implica también la conexión entre desinformación, vigilancia y totalitarismo. Estamos cada vez más disponibles para el control y la vigilancia; somos presa fácil de la promoción de informaciones falsas e inexactas que llegan en todo momento con el objetivo de impactar nuestras creencias y cosmovisiones; este conjunto de situaciones da lugar a regímenes políticos que atacan las fuentes tradicionales de información, creando sus propias narrativas sobre el presente, el pasado y el futuro, expandiendo cada vez más su poder.

Sin embargo, al igual que Winston de alguna manera alberga esperanzas en 1984, también tenemos expectativas y podemos actuar en los contextos actuales de desorden informacional. Cultivar la capacidad crítica y reflexiva, fomentar la responsabilidad epistémica y ser más exigentes con las fuentes de información son prácticas que pueden contribuir a limitar el alcance de la desinformación. En algún momento, Winston llega a conclusiones similares: “El mundo sólido existe, sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua es húmeda y los objetos, sin base de apoyo, caen hacia el centro de la Tierra. Con el sentimiento de […] exponer un axioma importante, escribió: La libertad es la libertad de decir que dos más dos son cuatro. Si esto se admite, todo lo demás sigue”.

A lo que podríamos complementar: Dos más dos deben ser cuatro. La tierra es redonda. La evolución por selección natural explica el desarrollo de las formas de vida. Siempre debemos luchar contra la desinformación, la vigilancia y el totalitarismo.

*José Costa Junior Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales en IFMG –Campus Ponte Nova.

Referencias


CLIFFORD, Guillermo. “La ética de la creencia” (1877). En: MURCHO, Desiderio (ed.). La ética de la fe. Lisboa: Editora Bizancio, 2010.

Después de la verdad: la desinformación y el costo de las noticias falsas. Dirigida por Andrés Rossi. Nueva York: HBO, 2020.

FLORIDI, Luciano. El Manifiesto Onlife: Ser Humano en una Era Hiperconectada. Nueva York: Springer, 2015.

LYNCH, Michael P. El Internet de nosotros. Saber más y comprender menos en la era del Big Data. Nueva York: Liveright, 2016

MCINTYRE, Lee. publicar la verdad. Cambridge, MIT Press, 2018.

ORWELL, Jorge. XNUMX. Traducción de Alexandre Hubner y Heloisa Jahn. São Paulo: Companhia das Letras, 2019. (1949)

PEIRANO, Martha. El enemigo conoce el sistema: Manipulación de ideas, personas e influencias tras la economía de la atención. Madrid. debate, 2019.

PERINI, Ernesto. “De las noticias falsas a la tierra plana”. Entrevista concedida a Marco Weissheimer. sul21, Porto Alegre, 25/11/2019.

PHILLIPS, Whitney. Esta es la razón por la que no podemos tener cosas bonitas: mapeo de la relación entre el troleo en línea y la cultura dominante. Cambridge, MIT Press, 2015.

WARDLE, Claire; DERAKHSHAN, Hossein. “Desorden de la información: hacia un marco interdisciplinario para la investigación y la formulación de políticas”. Informe del Consejo de Europa, v. 27, 2017.


El sitio web de A Terra é Redonda existe gracias a nuestros lectores y simpatizantes.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
Haga clic aquí para ver cómo

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Crónica de Machado de Assis sobre Tiradentes
Por FILIPE DE FREITAS GONÇALVES: Un análisis al estilo Machado de la elevación de los nombres y la significación republicana
Umberto Eco – la biblioteca del mundo
Por CARLOS EDUARDO ARAÚJO: Consideraciones sobre la película dirigida por Davide Ferrario.
El complejo Arcadia de la literatura brasileña
Por LUIS EUSTÁQUIO SOARES: Introducción del autor al libro recientemente publicado
Dialéctica y valor en Marx y los clásicos del marxismo
Por JADIR ANTUNES: Presentación del libro recientemente publicado por Zaira Vieira
Cultura y filosofía de la praxis
Por EDUARDO GRANJA COUTINHO: Prólogo del organizador de la colección recientemente lanzada
El consenso neoliberal
Por GILBERTO MARINGONI: Hay mínimas posibilidades de que el gobierno de Lula asuma banderas claramente de izquierda en lo que resta de su mandato, después de casi 30 meses de opciones económicas neoliberales.
Los significados del trabajo – 25 años
Por RICARDO ANTUNES: Introducción del autor a la nueva edición del libro, recientemente publicado
Jorge Mario Bergoglio (1936-2025)
Por TALES AB´SÁBER: Breves consideraciones sobre el recientemente fallecido Papa Francisco
La debilidad de Dios
Por MARILIA PACHECO FIORILLO: Se retiró del mundo, angustiado por la degradación de su Creación. Sólo la acción humana puede recuperarlo.
El editorial de Estadão
Por CARLOS EDUARDO MARTINS: La principal razón del atolladero ideológico en que vivimos no es la presencia de una derecha brasileña reactiva al cambio ni el ascenso del fascismo, sino la decisión de la socialdemocracia petista de acomodarse a las estructuras de poder.
Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES