por EUGENIO BUCCI*
Los nostálgicos de la agencia se han convertido en feroces mosqueteros.
Durante la dictadura, las señales de emisoras exóticas llegaban libremente a los rincones de la patria armadas y uniformadas. En ondas cortas, Radio de Moscú resonó con su fluido portugués en todo el territorio nacional, desde los igapós amazónicos hasta los campos de Nuporanga. Y no era sólo ella. Además de esto, también se transmitieron transmisiones de Radio Beijing, Radio Tirana y Radio Bulgaria. Comunismo en la carótida, escalofríos en el cuartel. Las autoridades estaban preocupadas: ¿cómo bloquear la frecuencia de radio del Telón de Acero?
No había manera. Los veteranos de la radiodifusión recuerdan hasta el día de hoy que los militares intentaron utilizar dispositivos para interrumpir el sonido de los invasores, al menos en las llamadas regiones estratégicas, pero la maniobra no funcionó. Vetaron obras de teatro, canciones de protesta, revistas de mujeres desnudas, películas variadas, telenovelas picantes y novelas de izquierda, pero fracasaron estrepitosamente en el proyecto de silenciar las estaciones alienígenas. No fue falta de voluntad.
Ahora el mundo es diferente, ya lo sabemos. Ya casi no se encuentran aparatos de radio de onda corta y, cuando los encuentras, no ves a nadie con los oídos pegados al aparato. Todo se volvió diferente. Sólo una cosa no ha cambiado: desafiando la ley de la evolución natural de las especies, los partidarios del golpe de 1964 siguen ahí, muy preservados, y no ocultan a nadie el anhelo que sienten por la dictadura, la tortura y la censura: ridículo. pero testarudo.
Este grupo estuvo alborotado durante toda la semana. Al enterarse de que la plataforma llamada “X”, antes conocida como Twitter, fue prohibida en celulares y computadoras por decisión judicial, volvió a ver fantasmas. Las apariciones son las mismas que antes, pero las apariciones sobrenaturales vinieron con signos diferentes. Antes, el espectro del comunismo era externo, venía de afuera hacia adentro. Ahora es interno, proviene de la sede del Tribunal Supremo Federal y se irradia por todo el mundo. Antes, la protección de la libertad desfilaba con botas militares sobre el mármol blanco del Palacio de Alvorada. Ahora vive lejos y se llama Elon Musk. Los ectoplasmas reencarnaron y se volcaron.
Fantasmagoria inversa
En sus alucinaciones miasmáticas, las viudas AI-5 son devoradas por visiones aterradoras. Ven al poder judicial de nuestro tiempo perpetrando a la luz del día el mal que el poder judicial de hace medio siglo no era capaz de perpetrar en la oscuridad: bloquear la comunicación de un adversario exógeno de un plumazo. ¿Pero cómo es eso? Los nostálgicos no pueden aceptarlo y se retuercen de envidia: “¿Cómo es posible que los poderes de la democracia sean más eficaces que los nuestros en la tiranía de 1970?” No se tragan la indignación histórica: “¡Desaparecieron en X que no pudimos revelar en Radio Moscú!”
Para no demostrar que todo no es más que un verdoso dolor de cabeza, la fallecida animadora de la extinta dictadura inventó que su problema no son los celos, sino el enojado compromiso que tendría con la “libertad de expresión”. Así es: estamos viendo cómo la bandera de la “libertad” es desplegada por las fuerzas que siempre la han profanado. No es que los partidarios de la agencia hayan cambiado: simplemente han renovado su propia vanidad. Ellos, que ayer sólo admitían críticas si eran “constructivas”, hoy se declaran a favor de la manifestación del pensamiento e incluso del no pensamiento. Principalmente el segundo.
Es curioso, antropológicamente curioso. Nunca verás a estas personas apoyando la libertad de expresión de las personas sin hogar, de las mujeres pro-aborto, de la población trans, de los trabajadores pobres, de los quilombolas y de los indígenas, porque, como denuncian enérgicamente, estos sectores, además de prejuiciosos e intolerantes, , son unas ONG aliadas de las potencias que sólo quieren robar nuestro niobio y nuestro grafeno.
No, los nostálgicos no se dejan agrupar. Tienen lados. Defienden la libertad de las personas desprotegidas, de las víctimas indefensas de la brutalidad. Combativos, ofrecen su conmovedora solidaridad al mártir lisiado de la democracia: Elon Musk, que es ciertamente una injusticia.
Los nostálgicos de la agencia se han convertido en feroces mosqueteros. Todos están a favor de Elon Musk, y están convencidos hasta la médula de que Elon Musk siempre estará a favor de todos ellos. Adormecidos por las pesadillas de las mil y una noches de calentamiento global, no se acordaron de despertar a los hechos y a la realidad.
Hechos: el ex Twitter se desconectó porque se negó a cumplir una decisión judicial – decisión ratificada unánimemente por la Primera Sala del STF. Realidad: ningún Poder Judicial, en ningún país conocido o desconocido, podría haber tomado otra medida. Era necesario proteger la autoridad judicial de un país soberano. Hecho y realidad: esto no tuvo nada que ver con un ataque a la “libertad de expresión”.
Además, se puede –y se debe– criticar al STF. Hay mucho que cuestionar en los tribunales. Lo único que no se puede decir es que lo que pasó con Twitter fue un chiste. Allí no hay nadie censurado, ni siquiera el pobre y perseguido Elon Musk, que sigue hablando a su antojo. Más que dar discursos sigue abusando de su poder económico, pero esa es otra conversación.
*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de Incertidumbre, un ensayo: cómo pensamos la idea que nos desorienta (y orienta el mundo digital) (auténtico). Elhttps://amzn.to/3SytDKl]
Publicado originalmente en el diario El Estado de S. Pablo.
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