Elecciones en México

Blanca Alaníz, Serie Ciudad y Comercio, Fotografía digital, Ciudad de México, 2019.
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por JULIO DA SILVEIRA MOREIRA*

Dos candidatas lideran la carrera, destacando la creciente influencia femenina en la política mexicana

En las palpitantes venas de América Latina, México se encamina hacia un proceso electoral que promete no sólo decidir el futuro inmediato del país, sino también sus repercusiones en todo el continente. Este momento marcado por la elección presidencial, de cientos de diputados y miles de políticos regionales, es una invitación a reflexionar sobre temas críticos como la representación, la violencia política y la fuerza femenina emergente en la esfera política.

Este escenario, marcado tanto por esperanzas de avance como por un legado de frustraciones con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, refleja la complejidad de la dinámica política mexicana y su interconexión con cuestiones más amplias de la sociedad latinoamericana.

La actual administración enfrenta críticas relacionadas con cuestiones de autonomía nacional, migración y seguridad, señalando la necesidad de una “esperanza crítica” por parte del electorado. Las candidaturas de Cláudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, respectivamente continuistas y opositoras al actual gobierno, simbolizan las diferentes visiones de futuro de México y ponen a debate temas como el progresismo, la paridad de género, la seguridad pública, el respeto a los territorios ancestrales y el combate a la corrupción.

Con dos candidatas liderando la carrera y destacando la creciente influencia de las mujeres en la política mexicana, esta elección no sólo resalta la importancia de la representación de género, sino que también garantiza que, independientemente del resultado, el próximo liderazgo de México será femenino.

En el contexto de desafíos compartidos como la inestabilidad política, la violencia y las desigualdades sociales, las elecciones mexicanas se destacan como una oportunidad para reforzar los lazos de solidaridad, cooperación y aspiraciones comunes entre los estados de la región. El ascenso de líderes progresistas, capaces de abordar cuestiones de género, derechos humanos y justicia social, podría representar un paso significativo hacia una América Latina más integrada y conectada con los valores históricos de sus pueblos, donde cada país pueda contribuir y beneficio de una visión colectiva de progreso y solidaridad.

En el panorama latinoamericano reciente, hemos visto triunfos notables de iniciativas progresistas, que han traído nuevas esperanzas a países como Colombia, Chile, Honduras y Guatemala. Al mismo tiempo, experiencias como la de Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador y Javier Milei en Argentina han generado considerable preocupación.

El escenario mexicano reciente

La estructura política mexicana, desde la elección de Lázaro Cárdenas en 1934, está marcada notablemente por períodos conocidos como “sexenios”, que prohíben la reelección. Este arreglo es peculiar, especialmente considerando la agitación política que a menudo se observa en otras naciones latinoamericanas, marcada por golpes de estado y alteraciones gubernamentales. Desde la década de 1940, la política mexicana ha estado dominada por las actividades de los partidos tradicionales, en particular el PRI (Partido Revolucionario Institucional) y el PAN (Partido Acción Nacional), acompañados por otras agrupaciones que se han incorporado a la esfera de la política convencional.

Recientemente, después de un período desafiante bajo la administración de Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, en representación del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), asumió la presidencia con una plataforma de cambio esperanzador, generando expectativas de una transformación sustancial en la política mexicana.

Sin embargo, el gobierno de López Obrador ha enfrentado y continúa enfrentando críticas, principalmente por la expectativa de una postura más autónoma en relación con Estados Unidos y una defensa más asertiva de los derechos de mexicanos y latinoamericanos, especialmente en lo que respecta a temas migratorios. Además, la falta de acciones efectivas contra la violencia y la impactante normalización de los feminicidios, un fenómeno no exclusivo de México, pero igualmente inquietante en Brasil, resalta la urgencia de abordar estos temas. Casos notorios de violencia contra las mujeres, como el de Ciudad Juárez, y el persistente problema de las desapariciones forzadas no han encontrado solución bajo la actual administración, lo que pone de relieve la necesidad de cambios profundos.

Cláudia Sheinbaum fue Secretaria de Medio Ambiente durante la administración de Andrés Manuel López Obrador como jefe de gobierno del Distrito Federal (región administrativa de la Ciudad de México), de 2000 a 2006. Entre 2018 y finales de 2023, fue jefa de gobierno. del Distrito Federal, coincidiendo con el periodo de AMLO como presidente. Con una sólida formación académica y una amplia trayectoria en el ámbito político, Cláudia Sheinbaum simboliza la perpetuación de la “Cuarta Transformación”, una visión de cambio propuesta para México, a pesar de las críticas que enfrentó durante su administración.

Bajo su gobierno, la Ciudad de México ha visto el empeoramiento de temas críticos como un aumento de feminicidios y desafíos persistentes relacionados con la seguridad pública. Además, las cuestiones relacionadas con la infraestructura y el sistema de transporte surgieron como importantes puntos de preocupación. La gestión de la pandemia de COVID-19, en particular, se destacó como un período de intensas pruebas, marcado por decisiones cruciales en materia de salud pública y la respuesta a una crisis sanitaria mundial sin precedentes. Estos aspectos reflejan el complejo panorama de desafíos que enfrentó Cláudia Sheinbaum, ilustrando los obstáculos intrínsecos al liderazgo de una de las metrópolis más grandes del mundo. Su coalición incluye a MORENA, el Partido Verde y el Partido Laborista (PT), lo que refleja una mezcla de experiencia y grupos tradicionales de izquierda.

En el lado opuesto, Xóchitl Gálvez es una figura política asociada al PAN, aunque su trayectoria muestra un enfoque flexible e independiente dentro del espectro político. Durante el gobierno de Vicente Fox, quien fue presidente de México de 2000 a 2006, Xóchitl Gálvez jugó un papel importante como Directora General de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Caracterizado por un perfil empresarial con énfasis en la sustentabilidad, se posiciona como una alternativa en el espectro político, recibiendo el apoyo de una coalición que une al tradicional PRI y PAN con el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Este último, anteriormente visto como una fuerza moderada e institucionalista de izquierda, en el contexto actual se inclina más explícitamente hacia la derecha tradicional. En su campaña, intenta distanciarse de las figuras políticas tradicionales y utiliza un discurso explícitamente neoliberal que se centra en asociaciones con grandes corporaciones y mercados.

Elementos culturales de la política.

En efecto, la historia y la cultura de México tienen mucho que enseñarnos, especialmente cuando profundizamos en su estudio. Como brasileño que siente una profunda admiración por México – país donde viví entre 2012 y 2013 durante un año y medio –, me doy cuenta de la riqueza de esta relación bilateral, especialmente ahora que celebramos el año de la colaboración y la amistad entre Brasil. y México, con varios eventos promovidos por las respectivas embajadas.

Es esencial entender a México no sólo como una nación, sino como un faro para América Latina. Su posición geográfica, al compartir fronteras con Estados Unidos, lo coloca en una situación única, enfrentando desafíos particulares que difieren de otros países latinoamericanos, incluidos temas como la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado. Estos son aspectos de un legado que aún persiste, como lo demuestra el problema recurrente de los secuestros y las desapariciones forzadas, una cuestión que sigue siendo dolorosamente relevante.

Recientemente, un hecho ilustró esta realidad: durante un concierto en la plaza central de la Ciudad de México, la reconocida cantante Julieta Venegas interrumpió su actuación para protestar por los desaparecidos, reiterando el grito popular “Vivos los tomamos, vivos los queremos”. Este acto resalta la urgencia de profundizar en temas sociales mexicanos que trascienden el ámbito electoral. Plataformas como Estemos mal informados y periodistas como Carmen Aristegui han sido fundamentales para acercarnos y comprender las dinámicas sociales actuales en México, incluido el machismo estructural, que si bien comparte características con otras formas de patriarcado, tiene peculiaridades locales, como el “caciquismo”, una variante del coronelismo que permea tanto el ambiente político como el académico.

Este liderazgo tradicional, ejercido por los “caciques”, revela la profundidad de las costumbres y normas sociales que configuran el país. Viviendo en México fue posible observar innumerables ejemplos de esta dinámica, que también se manifiesta en la cultura popular, a través de la figura del “hombre mexicano”, estereotipo promovido incluso por las telenovelas y la música. Esta representación, antes aceptada casi como parte del folklore nacional, hoy enfrenta severas críticas, ya que la sociedad reconoce su conexión intrínseca con la violencia de género. Este panorama nos desafía a repensar y dialogar sobre las raíces culturales y la necesidad de evolución social, reflexionando sobre cómo estas cuestiones configuran la identidad mexicana en el contexto contemporáneo.

Paridad de género y posiciones políticas

Abordar el tema de la representación femenina en la política es esencial, especialmente ahora que observamos el creciente número de mujeres que ocupan cargos políticos en México. Las continuas reformas legislativas desde 2018, en el marco de décadas de movilizaciones sociales y feministas, han contribuido a fortalecer la presencia e influencia de las mujeres en la arena política mexicana.

La reforma electoral de 2008 estableció cuotas de género, exigiendo que los partidos políticos garantizaran que al menos el 40% de los candidatos a cargos electos fueran mujeres. Este fue un paso inicial importante hacia una representación política más equitativa. En 2014, nuevas reformas político-electorales fortalecieron los requisitos de cuotas, convirtiéndolos en mecanismos más rigurosos para la paridad de género en las candidaturas.

Estos cambios se solidificaron en el artículo 41 de la Constitución mexicana, que comenzó a exigir a los partidos políticos que garantizaran la paridad de género en las listas de candidatos al Congreso. La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LEGIPE), a través de la Ley Número 422 publicada en mayo de 2014, detalló la implementación de estas medidas, orientando cómo los partidos deben cumplir con este requisito.

Un hito aún más significativo se alcanzó con las reformas legales de 2019, que modificaron 10 leyes diferentes, entre ellas la Constitución mexicana y la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. Estas reformas establecieron la paridad de género obligatoria en todos los ámbitos, ampliando el requisito del 50% de representación femenina no sólo para las candidaturas, sino también para la composición de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en todos los niveles de gobierno: federal, estatal y municipal.

Estos pasos legislativos son fundamentales en la política mexicana y posicionan al país como uno de los líderes mundiales en paridad de género en el ámbito político. Desde la noción de cuotas mínimas hasta la paridad actual, se ha recorrido un largo camino. Esta realidad contrasta profundamente con la situación brasileña, donde llevamos al menos 200 años de retraso con el predominio casi absoluto de los hombres en las grandes cámaras como la Cámara de Diputados y el Senado Federal, que, no casualmente, han asumido un perfil y agendas de derecha extremal. También vale la pena recordar las recientes (y frustradas) campañas para el nombramiento de un ministro negro para las recientes vacantes abiertas en el Tribunal Supremo Federal, donde la presencia femenina, en lugar de aumentar, disminuyó.

En este contexto, los avances de México en relación con la paridad de género en el gobierno y las instituciones destacan como un ejemplo inspirador y un modelo a seguir, que demuestra el impacto positivo de las políticas asertivas de igualdad de género en la composición y funcionamiento de las esferas de poder.

Estamos ante una discusión crucial sobre la representación, sin embargo, no se puede ignorar la persistencia de la violencia política contra las mujeres en el escenario político. Cuando abordamos la paridad de género, es esencial reconocer que no debe limitarse a una formalidad. Es necesario cuestionar las condiciones efectivas que permiten a las mujeres ascender a cargos políticos. Es importante resaltar que, en América Latina, las mujeres ya desempeñan roles de liderazgo en comunidades y familias, pero enfrentan barreras importantes dentro del ámbito de la política formal, siendo a menudo marginadas por mecanismos de violencia y opresión patriarcal.

Historia de la violencia política

La violencia, especialmente en contextos electorales, ha resultado alarmante. En los últimos años, un número alarmante de candidatos ha sido asesinado durante las campañas electorales en México, incluidas mujeres, y el narcotráfico y el crimen organizado han desempeñado un papel central en estos ataques. La violencia política se ha convertido en una herramienta de intimidación y control, lo que refleja la profunda interconexión entre el Estado y los cárteles criminales. Este escenario no cambió significativamente con el cambio de administración a un presidente no tradicional, como López Obrador, lo que indica que la violencia política está arraigada en las estructuras del país.

La audacia con la que actúan los cárteles, desde secuestros hasta exigir cargos políticos y pagar “peajes”, ilustra el grave desafío que enfrenta la sociedad mexicana. Esta realidad alcanza incluso a las comunidades indígenas, las cuales, desconfiando de las autoridades oficiales por estas intrincadas relaciones, han formado sus propias fuerzas de seguridad comunitaria. Esta situación pone de relieve la urgente necesidad de abordar tanto la violencia política como el narcotráfico como obstáculos fundamentales para la igualdad de género y la democracia en México, exigiendo soluciones que vayan más allá de las políticas formales de paridad y entren en el ámbito de la seguridad, la justicia y los derechos humanos.

Reflexionando sobre la historia de violencia asociada a las elecciones en México, y considerando la magnitud de los próximos comicios -que no sólo decidirán la presidencia sino que también elegirán a 628 diputados y miles de políticos para cargos regionales-, la seguridad del proceso electoral emerge como una preocupación central. Recientemente, Cláudia Sheinbaum criticó las declaraciones del Presidente de España sobre la violencia electoral, proponiendo una visión más optimista al describir las elecciones como una “fiesta de la democracia”. Si bien es prematuro realizar análisis detallados, la presencia de Cláudia Sheinbaum y Xochitl Gálvez en la disputa sugiere la posibilidad de una renovación en el escenario político-electoral mexicano, que podría representar un cambio significativo y apoyar procesos en curso en otros países, incluyendo Brasil. .

Sin embargo, la violencia política en México, una realidad que antecede incluso a la Revolución Mexicana, con varios personajes políticos importantes asesinados a lo largo de la historia, es un fenómeno que no se limita a este país, extendiéndose por toda América Latina, como lo demuestran los recientes acontecimientos de violencia en Ecuador, Haití y El Salvador.

En este contexto, las propuestas de Cláudia Sheinbaum, centradas en banderas progresistas y transformación social, contrastan con el enfoque de su oponente, que prioriza la seguridad pública y una postura más conservadora, inclinada hacia el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad y una política de tolerancia cero contra el crimen.

A medida que se acercan las elecciones del 2 de junio, estas cuestiones sobre la violencia y las respuestas políticas a ella se vuelven aún más pertinentes. Todavía hay tiempo para que se desarrolle el proceso electoral y es probable que el debate sobre la seguridad y la violencia política siga siendo un tema de discusión recurrente.

Este panorama se sitúa en un contexto latinoamericano turbulento, con los acontecimientos recientes en Perú y Ecuador, las frustraciones del movimiento constituyente en Chile y el desafío actual que enfrenta el gobierno de Gustavo Petro en Colombia. La importancia de apoyar una candidatura progresista en México, por tanto, trasciende las fronteras nacionales, siendo parte de la lucha por avances sociales, políticos y económicos en toda América Latina.

La forma en que los gobiernos de los países vecinos se posicionan y actúan tiene implicaciones directas entre sí, destacando la interconexión de nuestros desafíos y éxitos, tanto en el escenario regional como global. Es fundamental comprender y navegar las complejidades del momento actual, reconociendo que el futuro de un país influye y es influenciado por el contexto continental y global. [i]

*Julio da Silveira Moreira es profesor de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA).

Nota



[i] Artículo elaborado a partir de investigaciones recientes y diálogos con el equipo del programa Conexões de Rádio UFMG Educativa, transmitido el 20 de marzo de 2024.


la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!