por COLECTIVO EDITORIAL CRISIS*
Un poderoso suspiro de alivio democrático
En términos políticos, Argentina es una verdadera caja de sorpresas. Y cuando estás en crisis, te sientes como una montaña rusa que te produce vértigo. Los resultados de las elecciones generales del domingo han vuelto a dejar perplejos a la población, tanto local como extranjera. Empezando por nosotros mismos, no lo esperábamos. Y significaron un vuelco respecto de las primarias de agosto. Un cambio de tendencia, ampliamente positivo. Un poderoso suspiro de alivio democrático. Un evento lleno de significados que tenemos que entender.
El mensaje más importante de las encuestas es el estancamiento del desempeño electoral de Javier Milei. La ola libertaria se detuvo de repente. Y esto ocurrió a pesar de que la aceleración de la crisis social había ofrecido un terreno fértil para un crecimiento exponencial.
El segundo hecho que nadie predijo fue el despertar del gigante peronista, por enésima vez. Esta vez logró el milagro de dejar en un segundo plano las dificultades económicas de la mayoría, para darle la victoria al ministro-candidato Sergio Massa. Y garantizarle al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, una cómoda reelección.
La tercera conclusión era predecible, pero no deja de impactar por su contundencia: el fracaso de la coalición macrista, incapaz de leer los giros de los conflictos actuales, que podrían provocar su desintegración.
Pero para comprender las razones de este notable cambio en el campo de batalla, tal vez no deberíamos simplemente mirar los estantes de ofertas electorales. Quizás sea apropiado centrarse, de antemano, en lo que podría haber sido un movimiento tectónico en la subjetividad popular.
La primera interpretación, procedente de los medios de comunicación, garantiza que el miedo superó el deseo de cambio. Podríamos ir un poco más allá y arriesgarnos a la hipótesis de que se ha activado un sentimiento ancestral de autoconservación colectiva. Nadie ignora que el presente es calamitoso, pero todavía parece haber suficiente sabiduría para evitar la catástrofe. No es poca cosa, en este mundo cruel, reafirmar la fe en un axioma fundamental de la política democrática, en su sentido más plebeyo: el pueblo nunca se equivoca.
Contra todo triunfalismo
Hay muchas razones para pasar directamente de la celebración a la vigilia. La primera y más urgente: el 19 de noviembre habrá segunda vuelta y aún no hay nada definido. Se acabó la elección de tercios, en la que la cuestión fundamental era mantener un piso alto. Ahora llega la final, en la que gana quien consiga superar el techo. En este contexto, la suma de votos de la derecha (Milei + Bullrich) supera el 50%. Y el oficialismo necesita aumentar al menos 13 puntos si quiere seguir gobernando.
Serán cuatro semanas de guerra abierta para ver quién puede desestabilizar a su rival. El nuevo ídolo peronista es un profesional en la materia, hace gala de un deseo desenfrenado de poder y está a un paso de coronar su zigzagueante carrera política, por lo que empleará toda su artillería sin ceremonias. Además, tiene una fuente inagotable de recursos, no sólo porque cuenta con el aparato estatal, sino también porque cuenta con el apoyo del núcleo duro del poder económico local. E incluso cuenta con sólidos apoyos en el escenario internacional, como los gobiernos de Brasil y Estados Unidos.
Se trata de un instrumento considerable para persuadir o, si esto no es posible, chantajear a los terceros en disputa, empezando por el cordobesismo de Juan Schiaretti (6,78%), pasando por las palomas de Juntos por el cambio (y también algunos halcones). La presión puede incluso perforar. La libertad avanza y provocar rupturas en las filas enemigas. Algunos partidarios del ministro de Economía ya insinúan la posibilidad de que el candidato libertario emule a su admirado Carlos Saúl Menem y renuncie a la segunda vuelta.
Los anfitriones de Javier Milei saben que sus posibilidades dependen de su capacidad para profundizar el deterioro de la gobernabilidad y, así, convencer a la mitad más uno de la necesidad de un cambio, aunque duela. El arma fundamental para esta nueva etapa de campaña podría ser Mauricio Macri, quien podría convencer a un segmento importante del establecimiento que la enfermedad es peor que la cura. No debe excluirse el uso de la violencia para crear un escenario caótico.
Además de esta disputa que veremos desarrollarse en los bajos fondos de la política, ya se han lanzado las cartas retóricas para convencer a los votantes: la propuesta de un gobierno de unidad nacional, frente al intento de unir a la oposición en torno al Slogans de un antikirchnerismo visceral.
Memoria y equilibrio
El resultado del domingo bien podría interpretarse como un cuestionamiento de una afirmación que parecía haberse convertido en una perogrullada: “la sociedad se ha vuelto de derechas”. A pesar del inmenso y justificado malestar ante un progresismo que no logró resolver los problemas –e incluso los agravó–, la ciudadanía impidió que ese descontento fuera manipulado para destruir logros históricos con fuerte contenido democrático y popular.
Inmediatamente, Javier Milei quedó privado del aura de presidente inevitable que le daba el poder de destruir la moneda argentina y preparar el terreno para una terapia de shock. Y, en su primera declaración sobre el resultado, el libertario se vio obligado a decir que no pretendía anular derechos. Aunque esa promesa sea muy improbable.
Sin embargo, lo que realmente se movió ostensiblemente hacia la derecha fue el sistema político. Basta ver la entrada masiva de figuras de extrema derecha al Congreso Nacional. Pero hay más: para quienes creen que la democracia sólo puede consolidarse con transformaciones profundas de la actual estructura de poder, no conviene engañarse con una posible presidencia de Sergio Massa, quien representa el sector más conservador del peronismo. Sin embargo, la categórica victoria de Axel Kicillof en la estratégica provincia de Buenos Aires constituye un prometedor contrapeso que dinamiza la situación y reabre el horizonte para nuevas composiciones de justicia social que ya no pueden ser sacrificadas en los altares del posibilismo y la mediocridad.
Los resultados del 22 de octubre fueron un respiro, cuando todo parecía indicar que la angustia nos guiaría. Esperemos que sirva para recuperar el tiempo perdido y devolver al centro esas reservas democráticas que permanecen latentes en el corazón de una comunidad sobrecargada.
*Colectivo editorial de crisis es el grupo de participantes responsables de las ediciones de la revista crisis.
Traducción: Fernando Lima das Neves.
Publicado originalmente en el sitio web de la revista. humanitaria.
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