Elecciones en Argentina – el dominio del capital

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por PEDRO DE ALCÁNTARA FIGUEIRA*

La política de tierra arrasada es lo que mueve a todos en estas elecciones y se explica en este contexto histórico general de decadencia del capitalismo.

Desde el momento en que el dominio político y económico de la burguesía en gran parte del mundo –comenzando con las revoluciones de los siglos XVII y XVIII en Europa– introdujo la concepción según la cual bajo el régimen burgués el hombre había alcanzado finalmente su verdadera naturaleza humana, La disputa por el poder político adquirió nuevas formas.

Sin referirnos a tiempos pasados ​​en los que la conquista del poder tomaba la forma de guerra, guerra civil, asesinatos, revoluciones y otras formas no menos violentas, en tiempos no tan remotos teníamos el poder divinizado que recaía en los elegidos, sancionados y sagrados por la Iglesia católica. Se trata de una forma de poder que se estableció en Europa durante diez siglos con pequeñas variaciones regionales.

La nueva forma, la que nos llegó a partir del siglo XIX, es la elección. Los elegidos, por regla general, eran los elegidos previamente por ser fieles representantes de la burguesía, la clase dominante.

Este sistema de dominación política adquirió una marca indestructible cuando se convirtió en representación de una forma de organización social, la democracia. Se convirtió en la representación indiscutible del dominio del capital como fuerza económica comprometida con el progreso.

Incluso la toma del poder por los nazifascistas en Alemania e Italia con el consiguiente colapso de la democracia no significó un cambio sustancial en la perspectiva progresista del capital considerado como una fuerza productiva irremplazable. Es cierto que estos productos de la guerra de 1914, así como los países que hacían alarde de su sagrada democracia, se enfrentaron a una nueva fuerza que los contradijo al demostrar que el progreso no tenía una forma única.

La historia que nos pertenece dejó todo esto a un pasado que hoy podemos catalogar de remoto. El régimen electoral ha perdido por completo aquellas características que coincidieron con su nacimiento.

Si vamos al fondo de lo que tenemos evidente y no evidente en este mundo que hasta hace poco clasificamos tranquilamente como capitalista, veremos que las transformaciones en curso no han hecho que sea más fácil considerar lo que es como eterno. Como todo lo demás, el proceso electoral intenta equilibrarse en la cuerda floja llamada capitalismo.

En este sentido, para no detenernos en consideraciones sobre lo que está sucediendo en otros países, centrémonos en las próximas disputas electorales en Argentina y Estados Unidos.

Vayamos a nuestro punto de partida. Si partimos de las inmensas diferencias entre la mayor potencia mundial y un país todavía considerado subdesarrollado, es inevitable tratar la crisis que los azota como de diferente naturaleza. Sin embargo, éste no es el camino que tomaremos.

Lo que nos lleva a dejar en un segundo plano las diferencias entre estos países es que ambos están sumidos en la misma crisis que ahora podemos catalogar de decadencia. Aunque los candidatos que participan en las elecciones en Estados Unidos se muestran totalmente diferentes de cierto pico sostenido por una juventud atormentada precisamente por esta decadencia, sus propósitos sólo difieren en términos del gigantismo de los objetivos americanos trazados por el Complejo industrial-militar. cuya rabia destructiva va acompañada de constantes amenazas a toda la humanidad.

Si bien el estafador argentino ha proclamado amenazas mediocres, lo importante, repito, es demostrar que provienen de un único propósito, a saber, impedir que las fuerzas productivas altamente desarrolladas tecnológica y científicamente se conviertan en una conquista general de toda la humanidad. que se convirtió en actividad política consciente.

Lo que hemos tenido aquí entre nosotros de destrucción sistemática de la riqueza encaja perfectamente en el caso general, aunque fue llevado a cabo institucionalmente, sin alardes heroicos, por un economista supremo, cuya tarea destructiva no lo distingue de sus colegas profesionales cuando se trata de a crear todo tipo de impedimentos al desarrollo social.

Lo que diferencia al pico argentino de los demás es su boca, que parece resultar de una profunda desesperación generada por la conciencia de que nuestra época está marcada por una tendencia irresistible a tomar nuevos rumbos. Por eso, lo que los une a todos es el anticomunismo, porque, como intentamos demostrar, las diferencias se borran cuando “llega un momento de revolución social”, en palabras de Marx.

El advenimiento de esta era nos permite comprender que somos ciudadanos de un solo mundo que vive las convulsiones generadas por un proceso de decadencia que trae en su seno un poder transformador a veces mayor que el que representó la Revolución Industrial en otro momento histórico. Si esta revolución estableció en toda su plenitud el dominio indiscutible de la clase capitalista y convirtió los antagonismos de clase en una fuerza productiva incomparable a cualquier época anterior, el poder económico y social resultante convirtió esos antagonismos en cadenas que debían romperse. Y se están rompiendo.

La política de tierra arrasada, que es, en definitiva, lo que mueve a todos, se explica en este contexto histórico general de decadencia del capitalismo. Al pico se le puede atribuir una cosa original: haber revelado que el Salvador rompió sus compromisos con la eternidad del capitalismo.

* Pedro de Alcántara Figueira es doctor en historia por la Unesp. Autor, entre otros libros, de ensayos de historia (UFMS).


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