por MAURO ZILBOVICIUS*
Todos gobiernan con opciones, prioridades y compromisos con aquellos con quienes trabajan. No todos lo hacen explícito y terminan ocultando su compromiso con propuestas tan “utópicas”.
En las elecciones, especialmente en las municipales, los candidatos presentan “propuestas”. La mayoría de las veces, cualquier ciudadano está de acuerdo con ellos. ¿Quién estaría en contra de aumentar el horario de apertura de la UBS? ¿O contra un hospital de mujeres? O carriles exclusivos para autobuses, asistencia a personas mayores, colegios de tiempo completo, etc.
Por otro lado, “expertos”, postdoctores en políticas públicas, productores de “estudios avanzados” de las mejores universidades del país critican estas propuestas o el conjunto de propuestas presentadas por tal o cual candidato, afirmando que las propuestas no son nada. más que utopías, sin cronogramas, sin metas, indicadores y números a alcanzar, presupuesto, distinción entre financiamiento y capital (inversiones). Afirman que se trata de un montón de ideas, incluso buenas, en el sentido del interés general, pero sin ninguna viabilidad.
Gran parte de los medios convencionales, a su vez, insisten en que el “votante” debe escuchar las propuestas y elegir al candidato que tenga “las mejores propuestas”.
Pero si las propuestas son muy similares, si no van acompañadas de buenas prácticas de gestión de proyectos, no tienen”lanzamientos”en el que queda claro si el inversor –ups, votante– puede tener una rentabilidad y un riesgo aceptables, como en las buenas prácticas de gobierno corporativo, ¿qué se debe hacer?
¿Requiere proyectos con presupuesto, metas, equipo (calificado y capacitado), cronograma, WBS, etc.? ¿No votar por los que no presentan esto? O exigir que las propuestas se registren incluso como patentes, para que una “no le robe propuestas a la otra”, como si se tratara de una competencia entre mejores propuestas para un panel formado por votantes, o tiburones...tiburones”, en el nuevo sentido, los inversores despiadados, o en el viejo sentido, los sabelotodos políticos que se benefician de tal o cual política pública utilizando “buenas” prácticas (buenas para ellos, por supuesto: maximizar el retorno de la inversión, a través de la legislación). o no tan genial.
Pero si esto es cierto, si la política no es un concurso de prácticas, no es una junta directiva que se reúne para discutir inversiones, no es una cuestión técnica de mostrar la viabilidad de las propuestas, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo elegir?
Sólo tenemos sugerencias que pueden seguir siendo útiles en la segunda vuelta electoral.
Primero: gobernar no es seguir una lista de propuestas. Evidentemente, no se trata de presentar cien propuestas sin ningún orden de preferencia. ¿Qué es gobernar? Simple: gobernar es definir prioridades, definir quién debe pagar y quién debe beneficiarse del gasto, ya sea financiamiento o inversión, decidir entre ideas y propuestas que compiten entre sí por los recursos políticos. Gobernar es, casi por completo, elegir dentro de limitaciones.
Además, es imprescindible poner en práctica un proverbio popular (que algunos dicen que es judeocristiano, pero que yo sepa no está en el Biblia) muy apropiado para tomar decisiones en diversas instancias de la vida: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Comprender con quién se relaciona el candidato y cómo elige es lo que lleva a elegir al candidato que el votante conoce y respeta y que tomará decisiones basándose en los criterios que el votante considera mejores. Asfaltar un número récord de calles y avenidas de la ciudad significa optar por no construir hospitales, policlínicos y contratar médicos y enfermeras con el mismo dinero.
¿Puedes hacer ambas cosas? Excelente. ¿Pero si no es así? ¿Qué elegirá mi candidato? ¿Cómo saberlo? Respuesta: ¿cómo camina? ¿Con quién tienes compromisos? La ciudad, para él, ¿debería ser mejor para quién?
Y más: todo cuesta, alguien paga, como se cansaron de oír mis alumnos del Poli. Si no tienes recursos ¿quién pagará? ¿Subir impuestos para quién? ¿Para el 1% que actualmente posee el 45% de todas las propiedades inmobiliarias de la ciudad? O, por el contrario, reducirá los impuestos para estas personas que, al fin y al cabo, sólo necesitan asfalto, un tráfico fluido para los coches (no es seguro, los muy ricos no caminan ni andan en moto; los peatones y motociclistas son las mayores víctimas del tráfico; sí, es una cuestión de vida o muerte).
¿Quién elige las prioridades para quién? ¿Quién paga? ¿Quién está involucrado con el crimen organizado, con parte de la sociedad que provee asfalto, construye y necesita liberar reglas de zonificación para invertir más? ¿Quién implementa tarifa cero los domingos, pero paga por pasajero transportado, beneficiando a las empresas que sacan de circulación autobuses y llenan autobuses para facturar por pasajero en cada viaje?
Crear un equipo técnico competente para implementar, con la máxima competencia y el mínimo costo, los proyectos que son prioritarios para quien se compromete el alcalde, es decir, el que gobierna.
¿Quién representa los intereses del Ayuntamiento o del Estado y quién vive de la explotación del Tesoro, que es de todos? Los que pavimentan interminablemente asfalto a lo largo de los lechos de los arroyos en lugar de renovar todas las escuelas (o en la medida de lo posible con el dinero que los muy ricos les permiten recaudar), los que contratan sin licitación y pagan cantidades absurdas por la falta de competencia, a veces , el trabajo adecuado, pero contratar para beneficiar… ¿a quién?
Hubo un gobernante, hace décadas, que tenía un programa muy simple: “invertir prioridades”. Asfalto o Unidad Básica de Salud, UBS, vale, ambas son necesarias. Pero si hay que elegir, que sea la UBS, porque sus verdaderos compromisos eran con aquellos que necesitaban la UBS. Y cuando mirabas a las personas con las que salía, con quiénes tenía compromisos, podías ver quién era ella. Esto se completa designando un equipo competente para viabilizar las prioridades y compromisos, entonces sí, con objetivos, presupuesto, WBS, métodos ágiles, etc., y eso es suficiente (no poco...).
Las próximas elecciones presidenciales estadounidenses son un claro ejemplo: no hay propuestas buenas o malas en juego. Ese no es el punto. Está claro que lo que está en juego son los compromisos, el carácter y las decisiones que uno ha tomado y tomará.
¿Quién elige qué, con qué prioridad, realmente, dadas las limitaciones de recursos, de tiempo, entre asfalto o UBS? Ésa es la verdadera pregunta.
Todos gobiernan con opciones, prioridades y compromisos con aquellos con quienes trabajan. No todos lo hacen explícito y terminan ocultando su compromiso con propuestas tan “utópicas”. No son necesariamente utópicos o falsos. Las “propuestas” se llevarán a cabo o no, dependiendo de los criterios de selección y con quién tenga compromisos el gobierno. No faltan propuestas en la presentación de cronogramas, metas y presupuestos. Queda por evaluar compromisos y criterios de selección. Corresponde a los votantes comparar sus propios compromisos y criterios para elegir entre alternativas con los de cada candidato. ¿Son tuyos? ¿Favorecieron a quienes no lo merecían?
De eso se trata.
*Mauro Zilbovicius es profesor titular del Departamento de Ingeniería de Producción de la USP. Autor, entre otros libros, de Modelos para producción, producción de modelos (annablume). Elhttps://amzn.to/3JDTsn7]
Publicado originalmente en Revista de la USP.
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