Elecciones municipales: el factor reaccionario

Imagen: Gül Işık
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por ANDRÉ LEMOS*

La lucha por la situación política en Brasil no se da sólo en el contexto de la profundización o no de la democracia, sino en el contexto de la supervivencia o no de la democracia.

El debate sobre las políticas públicas adquiere una forma acentuada en el contexto actual, en el que las articulaciones políticas se organizan en correlaciones, con elecciones municipales en la agenda en toda la federación brasileña. Los contenidos más problematizados en el ámbito de las divergencias políticas entre demócratas y reaccionarios (aquí el término reaccionario no es un mero “cliché”, dada la naturalidad con la que se ha negado los axiomas científicos y políticos en los últimos tiempos) permean objetivos y narrativas principalmente en cuestiones de aduanas y presupuesto, o más generalmente, en cuestiones de cultura y economía, en las que el carácter moral de la administración pública es en todo momento el centro de atención.

El factor moral entra en vigor con fuerza no sólo por los principios éticos constitucionales que guían la administración pública (el de la moralidad, por ejemplo). Pero debido a que las pautas consuetudinarias asumen las ideas éticas de la sociabilidad, donde el campo reaccionario actúa para explorar sus banderas ultraconservadoras, polarizándose con la militancia y las ideas progresistas y avanzadas, incluida la discusión sobre el Estado.

En consecuencia, como sabemos, la lucha por la situación política en Brasil no se da sólo en el contexto de la profundización o no de la democracia, o incluso en el camino de la actualización o modernización, sino en el contexto de la supervivencia o no de la democracia. Así, otro paralelo que se puede analizar es cómo el reaccionarismo puede utilizar la legislación para asfixiar o deslegitimar los procesos democráticos y, a su vez, el debate público.

Esto, basado en la evidencia del uso de la Inteligencia Artificial (IA) para sofisticar noticias falsas difundiéndose masivamente con el objetivo de deslegitimar el campo político. Un espectro donde no faltarán intereses y respectivas narrativas de “frentes legislativos” escépticos ante un proyecto de sociedad democrática y un juego político afín en términos constitucionales. Ahora es posible reactivar la metáfora, por un hecho establecido, de “las mareas y sus olas” en la política, ya que el mensaje del campo reaccionario en los ámbitos, calles y redes parlamentarias es que no sólo están sobreviviendo, sino que están teniendo “volumen bélico”.

Toda esta penuria, que tiene como motivo y resultado la relativización de las instituciones democráticas, en stricto sensu, es decir, en lo que realmente son y representan (aunque con sus debilidades críticas dentro del propio campo democrático). Es necesario reflexionar sobre la estructura política institucional basada en el presidencialismo. El presidencialismo, que conlleva la acumulación de poderes, gubernamentales y estatales, demuestra en sí mismo debilidades en vista de la condición de convencer al parlamento en los procesos de toma de decisiones y, por otra parte, de ser esta una condición para su propia legitimación frente a -frente a los organismos estatales.

Se trata de una complejidad, incluso problematizada por más de una corriente política, desde progresistas hasta conservadores, donde la gran pregunta es cuál sería la alternativa. Teniendo en cuenta que el parlamentarismo sería una situación de mayor descentralización del poder, y que hipotéticamente relajaría los procesos de toma de decisiones, impactando automáticamente en la administración pública. Sin embargo, estar aún más lejos de resolver la amenaza de regresión por parte del campo reaccionario que exige abiertamente, si no dictadura, al menos absolutismo (¡loco!).

Desde este punto de vista, es importante comprender las consecuencias de situaciones extremas en el campo político sobre la realidad material y psicosocial de la sociedad civil, especialmente de la población más vulnerable. Lo que en algunos casos empieza a desacreditar a la propia democracia, e incluso a cuestionar si la democracia existe. Este es otro punto explorado por el campo reaccionario. Porque si no hay sentimiento de democracia, entonces no hay ataques a la democracia por parte de ellos (los reaccionarios).

Acontecimientos de este tipo se traducen en despojos políticos que, como se ve en el proceso de acusación (golpe de estado), de la presidenta Dilma Rousseff, fueron explotados por los sectores ultraconservadores del parlamento, basándose en la narrativa antipolítica y la judicialización de la gobernanza. Tema muy relacionado con el concepto de posverdad como insumo de desinformación, desde sectores mediáticos tradicionales y no tradicionales. Siendo actualmente más intenso debido a la “informalidad” de páginas y canales de internet, y redes sociales, deliberadamente falso.

En la práctica, todos estos elementos del contexto político, que, como se mencionó, también forman un fenómeno social, deben verse como parte de las elecciones municipales. Teniendo en cuenta que la característica del poder público municipal es la descentralización (o autonomía) respecto de la federación y, por tanto, menos centralizado que la elección presidencial. Con menos control, al mismo tiempo no son menos movilizadores. Y que el lastre central de las disputas se centra en el presupuesto y la administración pública, que es algo mucho más concreto que la abstracción de los debates narrativos. falso Además, para este objetivo se forma una especie de “movilización descentralizada”.

Vale señalar que esta situación no es sólo (o meramente) una forma de composición política estructural de las elecciones municipales en el ámbito de las candidaturas. Pero directamente relacionado con la política económica del país delegada en forma federativa, que tiene a las políticas públicas como el vínculo entre el tipo y la calidad de los servicios públicos que se brindan a los ciudadanos. Tomando como ejemplos las Enmiendas Parlamentarias y los procesos de licitación. Estamos hablando, entonces, de alcaldías que sufren o participan de presiones políticas (y no políticas) de manera aguda, obstaculizando muchas veces las variables inherentes a las políticas públicas, incluida la transparencia.

*André Lemos es socióloga y maestra en educación.


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