por CARLOS ÁGUEDO PAIVA & ALLAN LEMOS ROCHA*
Parte de la izquierda tiene una comprensión parcial e insuficiente del indicador que representa la “tasa de desempleo” y cómo impacta en las elecciones
“El día que el repartidor conozca al dueño de la hamburguesería y entienda que son de la misma clase, vamos a tener una gran pelea” (Paulo Galo en entrevista con el portal UOL).
El emprendimiento y las elecciones municipales de 2024
Mucho se ha escrito sobre las elecciones de 2024 y el desempeño insatisfactorio de la izquierda en estas elecciones. Uno de los temas que ha estado galvanizando la atención es la cuestión del desempleo. Muchos analistas se sorprenden por la discrepancia entre la caída del desempleo durante los dos años de gobierno de Lula y el muy discreto crecimiento del número de alcaldías ganadas por el PT y los partidos más cercanos a su espectro ideológico (PSOL, PcdoB, PSB, PV y Network) en las últimas elecciones. Como intentaremos demostrar en la siguiente sección, la percepción de tal “desajuste” implica una comprensión parcial e insuficiente de este peculiar indicador que es la “tasa de desempleo”.
El segundo tema es, en cierto modo, un derivado del primero: la cuestión del emprendimiento y la falta de proyectos y políticas de los partidos de izquierda para los trabajadores precarios, sin una relación laboral formal, y que se ven obligados a insertarse en la periferia del sistema. Hay muchos analistas que asocian el desempeño insatisfactorio de la izquierda con deficiencias programáticas para esta audiencia en particular. Rosana Pinheiro Machado se dedica desde hace años al tema de la relación entre el trabajo precario y el creciente conservadurismo en ciertos segmentos de la población más pobre.
Vale la pena leer la entrevista que el investigador concedió a Deutsche Welle y que fue reproducido en Carta Capital Hace dos años. Igualmente premonitoria fue la entrevista concedida al periódico Brasil de traje a mediados de este año. Alrededor del séptimo minuto, Rosana Pinheiro Machado advierte que “muchas veces olvidamos que quienes defienden el desmantelamiento del bienestar social son personas que no tuvieron acceso a muchas de las ventajas del Estado de bienestar social, que están en el sector informal, que está allí, trabajando como vendedor ambulante 15 horas al día. Es con estas personas con quienes un proyecto de izquierda tiene que dialogar. Tenemos que pensar en formas de cubrir a estas personas, con más derechos sociales, más provisión de bienes y derechos”.
Pero no todo el mundo está de acuerdo con este diagnóstico. En un artículo publicado recientemente en el sitio web la tierra es redonda, lincoln secco Critica las críticas de Rosana Pinheiro Machado. Su valoración dista mucho de ser dogmática y tiene dos dimensiones. En primer lugar, llama la atención sobre el hecho de que fue durante el primer y segundo gobierno de Lula cuando se crearon el Simples Nacional y el programa Microempresario Individual (MEI). Vale decirlo: Lincoln Secco busca demostrar que no es cierto que la izquierda no tenga a este público como foco, que lo ignore, que no tenga programas para ello.
Pero eso no le impide tirar también sus baterías críticas a otra parte. Llega incluso a calificar de “sorprendente” el programa “Jovem Empreendedor” de Tábata Amaral (que fue incorporado a la plataforma de Guilherme Boulos en la segunda vuelta). Intenta demostrar el error de quienes defienden la necesidad de nuevos programas para jóvenes emprendedores, argumentando que “según una investigación de FGV-Ibre, el 70% de los cuentapropistas quiere CLT y este porcentaje llega al 75,6% de los trabajadores informales con ingresos de hasta un salario mínimo” Con esta simple comparación casual de declaraciones de izquierda con datos empíricos podemos ver que los análisis no están siendo calibrados por la realidad, sino por impresiones subjetivas.
En una entrevista concedida al periódico El Globo El 27/10/2024, Vladimir Safatle también critica las concesiones de la izquierda a los programas a favor del “emprendimiento”. Su foco es la incorporación, por parte de Boulos, de las propuestas de Tábata y Marçal en la segunda vuelta de la campaña. Y dice que incorporar los proyectos de Marçal es un suicidio. En sus palabras: “La USP lleva años realizando investigaciones, en las que participo, que diseccionan el alcance de la devastación psíquica que el discurso del emprendimiento produce en las personas. El “tú contra todos, sin ayuda de nadie; “Todos compitiendo todo el tiempo”. Personas en situación de precariedad, de vulnerabilidad económica, obligadas a ser empresarias de su propio sufrimiento. Asumir esto como un hecho irreversible es suicida para la izquierda. No sabemos nada sobre emprendimiento. Nada. Nadie ha hecho nunca nada en la izquierda. En este campo, Pablo Marçal ya ha ganado. Te vende 120 millones de reales como si estuviera emprendiendo algo, aunque no sea nada”.
Nos parece que son Lincoln Secco y Vladimir Safatle quienes “subjetivizan” la cuestión. No creemos que haya un solo científico y/o teórico social de izquierda que dude de la violencia psíquica que representa asumir un desafío tan grande como “ganar en la vida individualmente” a pesar de tener una base material exigua (ya sea en términos de ingresos económicos). , sin en términos de formación profesional). No cabe duda de que se trata de un enorme desafío; al límite de lo insoportable. Y tampoco conocemos un solo autor que afirme que los trabajadores son los agentes del trabajo precario en el mundo contemporáneo.
Al contrario de lo que parece creer Lincoln Secco, no hay un solo estudioso del mercado laboral contemporáneo que sugiera que “los trabajadores preferirían trabajar como conductores de aplicaciones o vendedores ambulantes que tener un trabajo estable y bien remunerado”. Sinceramente, nos parece que el porcentaje (entre un 70 y un 75%) de quienes expresan un deseo “subjetivo” de volver a los buenos tiempos del fordismo es incluso bajo. Sólo podemos entender la información proporcionada por Lincoln Secco de que una cuarta parte de los trabajadores precarios se sienten más cómodos como “empresarios” que como “asalariados fordistas” como una negación (en el sentido de Freud) y una inculcación ideológica (en el sentido de Marx).
El problema es que no importa lo que los trabajadores “quieren” (o no quieren); es una imposición definida por los nuevos patrones de reproducción del capital. Como nos explicó Carl Benedikt Frey en La trampa tecnológica, la robotización es hoy hacer realidad la automatización y la negación del trabajo industrial que Marx había predicho para finales del siglo XIX y principios del XX. Y tal como Yanis Varoufakis ha estado tratando de enseñarnos, el proceso de redefinición del papel del trabajo en el mundo contemporáneo es absolutamente radical y pone en tela de juicio el propio modo de producción capitalista. Lo que es importante entender es que este segmento de trabajadores precarios está creciendo y seguirá creciendo. Esto tiene graves consecuencias en términos de políticas públicas, programas sociales y diálogo político.
La única entre los tres científicos sociales brasileños mencionados anteriormente que parece tener esto claro es Rosana Pinheiro Machado. Y no propone que reproduzcamos la apología ideológica del espíritu empresarial, tan querida por los conservadores. Lo que propone es que reflexionemos sobre esta realidad y creemos políticas dirigidas a la inclusión calificada de estos trabajadores al orden social emergente. Un orden social que, en principio, será comercial. Pero ya no puede adherirse a los principios del neoliberalismo. Al contrario: la enorme desigualdad entre los agentes que operan en el nuevo mercado –desde los monopolios tecnofeudales de la nube y las finanzas, hasta el trabajador precario que opera a través de aplicaciones– impone un estándar de regulación mucho más complejo y sofisticado que el actual. la vieja y obsoleta regulación fordista. Eso es en lo que tenemos que pensar.
Aún resulta revelador uno de los contraargumentos dados por Vladimir Safatle a la tesis de Rosana Pinheiro Machado. Según el autor, nosotros, la izquierda, “no sabemos nada sobre emprendimiento. Nada. Nadie ha hecho nunca nada en la izquierda”. Este es el tipo de contraargumento que tiene sabor a error, ya que dice mucho más de lo que se pretende.
En primer lugar, revela cuán limitado está el “campo izquierdo” para Vladimir Safatle. Al parecer, se limitaría a trabajadores asalariados (nucleados por trabajadores fabriles) e intelectuales (nucleados por profesores universitarios e investigadores, como él mismo). Vladimir Safatle parece ignorar el número de personas de izquierda que, debido a las imposiciones del propio mercado capitalista, ya operan (por regla general, de mala gana) como “empresarios”.[i]
Además, Vladimir Safatle subestima la producción intelectual y los proyectos ya desarrollados en el campo de izquierda para –en línea con lo que propone Rosana Pinheiro Machado– contemplar e incorporar agentes que han sido expulsados del mercado laboral formal tradicional. Los autores de este artículo son sólo algunos de los muchos que ya han escrito sobre este tema. Presentaremos algunas de nuestras propuestas en la última sección de este texto.
Pero el punto más grave es otro. Incluso si Vladimir Safatle tuviera razón al afirmar que la izquierda no tiene ninguna experiencia, lectura o proyecto para el “precariado empresarial”, nuestras deficiencias no justifican que sigamos ignorando a este grupo social. Al contrario: si entendemos que se trata de un segmento cuya expresión demográfica, económica, política y cultural crece en la crisis de la sociedad burguesa, el hecho de que lo hayamos descuidado hasta ahora sería una razón más para dedicar todo nuestro esfuerzo esfuerzos de observación, análisis y desarrollo de proyectos sociales para los mismos.
Como bien sabe Vladimir Safatle, desde Sócrates hasta Einstein –pasando por Hegel, Marx y Freud–, los más grandes científicos y filósofos nos enseñaron que la respuesta a una pregunta es el desarrollo de una pregunta bien formulada y bien articulada. No importa si Pablo Marçal y los demagogos del emprendimiento llevan décadas trabajando en el tema. Sus “respuestas” a los problemas planteados por el deterioro del mercado de trabajo asalariado están determinadas por el patrón de cuestionamiento (ideológico, parcial, simplista) adoptado.
Pretender que no podemos responder mejor es pretender que no somos capaces de articular nuevas preguntas, en nuevos términos. Lo que, en última instancia, implica fingir que el tema no importa y no es pertinente para nosotros. Esto es un error. Es más que pertinente. Ella es imponente. Este es el segmento que ha ido incorporando la mayoría de trabajadores ingresando al mercado. Así que veamos.
La ilusión del bajo desempleo
En primer lugar, es importante aclarar que existe más de una encuesta sobre empleo y desempleo en Brasil. Estamos tomando como referencia los datos de la Encuesta Nacional Continua Trimestral de Hogares – PNADC/T. A partir del último trimestre de 2015, el PNADC/T comenzó a diferenciar entre ocupados formales y ocupados informalmente. Por eso tomamos el año 2015 como punto de partida.
Tabla 1: Evolución del Mercado Laboral entre 2015 y 2024
Variables | PIA | Trabajo de fuerza exterior | Mercado de trabajo | Desempleados | pop ocupado | ||||
Num | Impuestos | Total | Informal | Formal | |||||
2015 | 4 recorte | 161.679 | 60.092 | 101.588 | 9.222 | 9,08% | 92.366 | 35.361 | 57.005 |
2024 | 2 recorte | 176.081 | 66.709 | 109.371 | 7.541 | 6,89% | 101.830 | 39.324 | 62.506 |
Var. 2015-24 | Abs | 14.402 | 6.617 | 7.783 | -1.681 | -2,19% | 9.464 | 3.963 | 5.501 |
% | 8,91% | 11,01% | 7,66% | -18,23% | -24,12% | 10,25% | 11,21% | 9,65% |
En la primera columna con datos numéricos tenemos información de la Población en Edad de Trabajar (PIA), es decir, todas las personas de 14 o más años. En la tercera línea de esta columna (como en las demás) tenemos la variación absoluta entre los dos períodos; y, justo debajo, el cambio porcentual. Entre 2015 y 2024, PIA creció un 8,91%.
En la columna de al lado tenemos el número de personas que, a pesar de estar en Edad de Trabajar, no se encuentran en el mercado laboral. Estas personas no están empleadas ni desempleadas: simplemente no buscan trabajo. En términos absolutos, el crecimiento de este segmento es inferior al del PIA, pero en términos relativos (porcentajes) es superior: el grupo de personas fuera del mercado laboral creció un 11,01%. Esta evolución es inseparable del crecimiento de la cobertura de las prestaciones sociales, especialmente (pero no sólo) Bolsa Família. Y su consecuencia es, al sacar a la gente del mercado, deprimir la tasa de desempleo.
En la tercera columna con datos numéricos tenemos la evolución del número de personas en el mercado laboral. La expansión relativa de este segmento es la más baja entre todos los segmentos con crecimiento positivo: fue del 7,66%. En términos absolutos, el número de personas que ingresaron al mercado laboral superó en un millón ciento sesenta y seis mil personas al de las que no ingresaron.
El número de parados, por su parte, descendió en 1 millón seiscientas ochenta y un mil personas, un descenso porcentual del -18,23%. Sin embargo, la tasa de desempleo disminuyó de manera más significativa. ¿Por qué? Porque también le impacta la caída porcentual del Mercado Laboral en relación al PIA (del 62,8% en 2015, al 62,1% en 2024). Finalmente, tenemos la evolución de la ocupación. Del aumento de 9 millones 464 mil empleos entre 2015 y 2024, el 42% del total son empleos informales; y el 58% son cargos formales. Así, la ocupación informal creció más porcentualmente (11,21%) que la ocupación formal (9,65%).
En resumen: la reciente caída del desempleo es inseparable del crecimiento relativamente bajo del mercado laboral (debido a un menor crecimiento del PIA y al crecimiento significativo del número de personas fuera del mercado) y se debe, en términos relativos, más al crecimiento del trabajo informal que del formal. Pero eso no es todo. Hay más que considerar.
La primera es: ¿qué es la “ocupación formal”? Cualquiera que mire los datos con la “mente del siglo fordista” inmediatamente piensa en: (i) trabajadores con contrato formal; y (ii) servidores públicos estatutarios. … Así es; así es. Pero en el Brasil del siglo XXI, después de la creación de las MEI, surgió una nueva categoría de agentes empleados formalmente. Ellos mismos: el MEI. Entre 2015 y 2024 se crearon 6 millones 434 nuevas empresas individuales. Cabe señalar que esta cifra es mayor que la variación en el número de empleados formales entre estos dos años, que fue (ver Cuadro 1, arriba) de 5 millones y 501 mil nuevos puestos. ¿Cómo es esto posible?
Simple: la microempresa individual suele ser una fuente extraordinaria de ingresos. Varios trabajadores que están empleados formalmente en el “estándar del siglo XX” y que no tienen un compromiso de dedicación exclusiva crean MEI para brindar servicios que les garanticen una remuneración extra. Pero no es la fuente principal.
Desafortunadamente, no es posible saber –ni siquiera a través del acceso a los microdatos del PNADC/T– cuántos están empleados “formalmente” y solo tienen el MEI como fuente de ingresos y cuántos dependen de otra fuente principal. Esto nos impide ser más asertivos respecto de la evolución de la “formalidad” en los últimos años. Pero no nos impide realizar un ejercicio que puede ayudarnos a comprender el problema que queremos señalar.
Imaginemos que el 50% de las IME creadas entre 2015 y 2024 sean la única fuente de ingresos para sus creadores; y que otro 50% son emprendimientos destinados a complementar ingresos. Y dividiremos la población ocupada total en tres categorías: informal, formal del siglo XX (es decir, empleo formal y funcionarios públicos) y “MEI formal”. Y veamos qué resultados obtenemos con este ejercicio.
Quadro 2: Evolución de la Población Ocupada Informal, Formal XX y Formal MEI entre 2015 y 2024
¿Cuál es el resultado de nuestro ejercicio? El crecimiento de la ocupación estrictamente formal –en el sentido del siglo pasado– habría sido de alrededor de 2 millones 282 mil trabajadores; el 24,11% de los 9 millones 464 mil nuevos empleos. El crecimiento del MEI Formal corresponde a 3 millones 220 mil empleos; 34% del crecimiento del total de ocupados y 58,5% del crecimiento de los ocupados formales. Y los trabajadores informales representan el 41,87% de los nuevos trabajadores. En esta simulación, si tomamos juntos los empleos formales e informales de las MEI, representarían el 75,89% de los nuevos empleos creados en la última década.
Vale la pena insistir en este punto: esto es una simulación; de una mera hipótesis. Estamos en contacto con técnicos del IBGE para evaluar la posibilidad de tener acceso a datos más rigurosos sobre la división del crecimiento del empleo formal, diferenciando los “MEI formales” de los “tradicionales formales”.[ii] Pero creemos que, aunque sea de naturaleza meramente hipotética, esta simulación puede ayudar a algunos analistas de izquierda que no entienden por qué las recientes elecciones no fueron una “celebración del gobierno de Lula” a comenzar a mirar la realidad económica con un poco más de complejidad. y no apuntes con tu dedo índice y acusatorio con tanta vehemencia a la gente de abajo.
Para concluir, una breve nota que parece corroborar los desarrollos anteriores. EL Instituto de Desarrollo Gerencial (IMD) crea una clasificación Evaluación anual de la competitividad de las 64 economías más grandes del mundo. El ranking tiene fortalezas y debilidades. No es nuestro propósito analizarlo críticamente aquí. Lo que nos interesa es sólo un punto. Si bien Brasil ocupa la sexagésima posición en el ranking general, ocupa el tercer lugar mundial en el criterio de emprendimiento. ¿Esto dice algo? …Sí, por supuesto que sí. El mundo observa y admira esta característica brasileña de “audacia y esperanza”. La derecha obtiene los beneficios políticos de nuestra peculiaridad. Y una parte –no insignificante– de la izquierda piensa que el tema no nos interesa. …¿Quién se equivoca?
¿Qué hacer?
La izquierda no puede desarrollar programas para el “precariado empresarial” porque lo considera un “agente imposible” –casi un personaje de ciencia ficción– o, si es real, lo toma como un empresario cualquiera, un representante del capital y, por tanto, un representante del capital. explorador. ¿Y cuál ha sido el proyecto de la izquierda para los explotadores de empresas desde siempre? Regulación pública, encaminada a deprimir su libertad y, por tanto, su capacidad de exploración.
Todas las propuestas tradicionales pretenden restringir su acción: reducir y controlar la jornada laboral de los empleados; imponer altos estándares de seguridad; imponer y vigilar la calidad y sanidad de los productos; imponer condiciones de trabajo adecuadas para el bienestar y la salud del trabajador; limitar las horas extras y garantizar el pago diferenciado de las mismas; controlar la cantidad producida y el valor de las ventas con el fin de realizar liquidaciones fiscales correctas y rigurosas.
En definitiva: todas las acciones van en la misma dirección: imponer mayores costes y menores beneficios a los empresarios y mayor comodidad, bienestar y remuneración a los trabajadores. Sí, está bien. Pero ¿qué pasa cuando el empresario y el trabajador son la misma persona? ¿O son miembros de la misma familia? O cuando los socios de una microempresa participan en todas las funciones de la actividad: ¿son directores, maquinistas, conductores, repartidores, secretarias, cobradores y seguridad?
En estos casos, regular el proceso de trabajo con miras a reducir la tasa de (auto)explotación sólo conduce a la depresión de los ingresos de los trabajadores. Y la izquierda está perdida. Podríamos poner miles (¡sin exagerar!) de ejemplos. Pero mencionemos sólo uno, que parece bastante esclarecedor.
En 2015 – es decir, dos años después de las fiestas de junio “no son sólo R$ 0,20” – Paradoxo Consultoria Econômica (de los dos microempresarios de izquierda que firmaron este texto) fue contactada por un Ministerio del Gobierno Federal con el fin de para elaborar un plan destinado a reducir el costo de vida en las Regiones Metropolitanas del país. Presentamos una propuesta basada en enfrentar y reducir el grado de monopolio del gran comercio y los grandes proveedores de servicios.
La idea era muy simple y se basaba en la teoría de la fijación de precios de disputabilidad. Ejemplo: en lugar de que los ayuntamientos fijen los precios de los billetes de autobús, taxi y metro, definieron un límite máximo más alto y, al mismo tiempo, fomentarían el desarrollo de modos alternativos, caracterizados por la entrada gratuita y los bajos costes, como el famoso grasa grasa, mototaxis y aplicaciones con el mismo perfil que Uber, pero controladas por cooperativas municipales con apoyo de los ayuntamientos.
Entre todos estos modos alternativos, el que nos pareció más prometedor fue el tuk-tuk, ya que se caracteriza por transportar varios pasajeros, que pagan precios negociados con el propio conductor. A pesar de ser menos cómodo que un taxi (o Uber, en estado de nacimiento), el hecho de operar con precios más bajos y ser una alternativa puerta a puerta obligaría a las empresas de transporte a operar con tarifas por debajo del techo, para garantizar su mercado de consumo.
Junto a esta idea básica, introdujimos varias otras, como: (a) mercados de frutas y verduras y productos de la agricultura y la agroindustria familiar en barrios periféricos y cercanos a supermercados e hipermercados; (b) creación de una aplicación para identificar minimercados que ofrecieran productos a precios inferiores al promedio en cada barrio de la ciudad; c) realización de cursos para microempresarios sobre precios, marketing y rentabilidad, que incluyan nociones como margen de contribución, costo total y costo directo, ventajas financieras de las ventas al contado (y la posibilidad de otorgar descuentos por recibo en especie); entre muchos otros.
Vale la pena señalar que este proyecto (que sólo describimos anteriormente) implicaría abordar tres grandes problemas sociales, políticos y económicos nacionales con un solo movimiento: (1) la baja rentabilidad de las microempresas en general; (2) el alto costo de vida de la población de bajos ingresos, obligada a adquirir sus bienes y servicios en sistemas marcados por la oligopolización y financiarización (de grandes grupos comerciales) y la excesiva regulación del sector transporte (que consolida institucionalmente oligopolios y monopolios en sistemas de transporte público); (3) el eterno espectro de la inflación, que respalda la exorbitante política de tasas de interés del Banco Central y deprime la disponibilidad de recursos del Tesoro para gastar en inversiones, política industrial y políticas sociales.
A pesar de su alcance, nuestro proyecto no avanzó. De hecho hicimos una propuesta de consultoría, pero no hubo contrato. Y el proyecto inicial fue tirado a la basura. ¿Por qué? En primer lugar porque, aunque el contacto fue realizado por el Gobierno Federal, pronto quedó claro que los cambios propuestos por nosotros estaban sujetos a la legislación y normativa municipal. Pero esa no fue la razón principal. El problema fundamental fue que, una vez que se hicieron contactos con ayuntamientos cuyos gobiernos estaban en sintonía con el gobierno federal, los resultados obtenidos fueron muy negativos. En la percepción general, las propuestas violaron cláusulas importantes de las administraciones "de izquierda". ¿Cual? Prácticamente todos. Así que veamos.
La primera propuesta fue permitir tuk-tuks y mototaxis; es decir, de un sistema de transporte que –a juicio de los reguladores municipales– pone en riesgo la vida de usuarios y conductores. Además: si el sistema se adoptara en los términos que proponemos (con usuarios y conductores negociando libremente los precios), no habría forma de controlar las ganancias de los “empresarios”. Por tanto, sería muy complicado gravarlos adecuadamente. Recibimos la respuesta de que la idea era intrigante, pero que tendría que ser evaluada adecuadamente por los órganos municipales pertinentes, involucrando, al menos, a los Departamentos de Trabajo, Transporte, Salud, Obras Públicas y Finanzas. … Entre otros innumerables cuerpos; Por supuesto.
En cuanto a los mercados de agricultores, hubo varias preocupaciones. En primer lugar, con los costes operativos, ya que sería necesario regular y controlar la instalación de las tiendas de campaña, así como la calidad y salubridad de los productos vendidos. Además, existía el problema de garantizar que los vendedores fueran, en realidad, productores familiares. Y, por último, estaba el problema de los elevados costes de limpieza urbana tras el cierre de las ferias.
La creación de la aplicación con el fin de indicar los mercados que operaban con precios más bajos se topó con los costos de su producción, la ausencia de fuentes confiables de información sobre precios y el temor de interferir en la competencia. Y, por supuesto, sobre la legalidad de esta acción y las posibles represalias políticas por parte de grandes grupos comerciales contra los directivos que implementaron la idea.
En cuanto a los cursos de gestión, surgió un problema aún más “grave”: ¿cómo definir qué son buenas prácticas de gestión? ¡Ni el Sebrae hace esto! Sebrae cuenta con una lista de consultores que superan sus evaluaciones de calificación formal. Pero el Sebrae no recomienda tal o cual consultor que defienda tal o cual estándar de gestión. Hacerlo implicaría ser considerado responsable de posibles fallos de gestión. Y la regla en política es la misma que en el tráfico: en caso de duda, no adelantar.
No negamos ninguna relevancia a los “inconvenientes” señalados por los responsables municipales con los que hablamos directamente o de los que obtuvimos feedback a través de mediadores. Es evidente que interferir políticamente en las normas de competencia con vistas a apoyar a los microempresarios y ampliar su capacidad de apropiarse de ingresos y enfrentar el grado de monopolio de los grandes grupos capitalistas es algo que debe planificarse rigurosamente, con una evaluación detallada de los costos. y beneficios de cada acción. Indudablemente. Allá vamos todos. No hay controversia.
Nuestro punto es diferente: pretender que no podemos hacer nada, que no tenemos nada que ofrecer más que copiar y replicar el “entrenamiento pilantrópico” del Marçais da vida es subestimar profundamente el tamaño, la diversidad y la inteligencia de la izquierda. No faltan propuestas. Masa crítica e inteligencia, tampoco. Lo que falta es interés; lo que falta es un sentido de urgencia; Lo que falta es voluntad de pensar y cambiar. Éste es el núcleo duro de la crisis de la izquierda contemporánea.
El mundo se está transformando a una velocidad absolutamente única. Y está revolucionando las vidas de millones de personas que están siendo arrojadas al tsunami de un mercado profundamente desigual sin barco, sin boya, sin tabla, sin apoyo y sin sentido de dirección. Mientras la izquierda observa todo desde la roca de sus certezas inquebrantables. Y cuando, finalmente, se encuentra en el poder, lleva a cabo con placer y alegría lo que considera su misión principal: regular, restringir, prohibir, prevenir y gravar las actividades comerciales. Después de todo, todo empresario es un explotador y debemos trabajar a favor de la clase trabajadora. ¿No es así? … ¡Así que sí!
*Carlos Águedo Paiva Tiene un doctorado en economía por la Unicamp..
* Allan Lemos Rocha tiene una maestría en Planificación Urbana y Regional de la UFRGS.
Notas
[i] En este punto, Vladimir Safatle se aleja de Lincoln Secco. Parafraseando a Mano Brown, Lincoln Secco nos recuerda que “la periferia tiene mil cabezas que piensan diferente” y que, en la favela (que no agota a la periferia) hay de todo: “hay empresarios, cuentapropistas, trabajadores informales, Trabajadores, profesores, coleccionistas, cantantes, poetas, fascistas, socialistas y todo lo que quieras encontrar. Hay gente pobre en la derecha y hay gente pobre en la izquierda”.
[ii] Creemos que es urgente actualizar el sistema estadístico nacional en materia de patrones de inserción en el mercado laboral. La clasificación de los trabajadores en sólo dos grupos –formales e informales– ya no tiene en cuenta la complejidad de las relaciones laborales contemporáneas. Es necesario diferenciar el patrón de formalización. Los empleados del sector privado con contrato formal y los servidores públicos son asalariados y están sujetos a un (cada vez) particular y peculiar estándar de cotizaciones sociales e impuestos directos (con deducción de nómina). Los microempresarios y trabajadores individuales que se organizan en cooperativas para prestar servicios al sector público (como los recolectores de basura, por ejemplo) o al sector privado (tercerizados) se encuentran en una especie de limbo entre los trabajadores asalariados (trabajadores formales del siglo XX) y “cuentas propias” (informal siglo XX). Necesitan ser reconocidos en su particularidad. O no podremos analizar con rigor su expresión relativa y las políticas públicas necesarias para la inclusión socioeconómica efectiva de este nuevo segmento de trabajadores.
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