Elección 2020: sin ganadores y perdedores

Imagen: Silvia Faustino Saes
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por IGOR GRABOIS & LEONARDO SACRAMENTO*

No hay ganadores y perdedores, ya que lo más probable es que asistamos a una nueva etapa de la crisis institucional iniciada en 2013

Se ha convertido en un lugar común en la prensa corporativa exponer en negrita, como lo hizo el Folha de São Paulo, la derrota de Bolsonaro y la derrota de la izquierda – leer PT. Bolsonaro es clasificado como de derecha, siguiendo la recomendación editorial del grupo Folha en las elecciones de 2018, en la que obligó a todos los periodistas a clasificar a Bolsonaro como un político de derecha, no de extrema derecha. De hecho, la orden era que ya no sería clasificado como un político de extrema derecha.

En los textos periodísticos hay una intencional confusión entre extrema derecha, derecha y bolsonarismo, en la que, muchas veces, los tres se convierten en sinónimos. Este movimiento lingüístico-político tiene la capacidad de colocar a todos los partidos de derecha en el centro y transformar a todos los partidos de izquierda en un polo antagónico al bolsonarismo, pero de la misma cara, como lo hicieron Hayek y Friedman con el nazismo y el comunismo. Es decir, la confusión y la clasificación intencionales son una especie de negación. A la movida ayuda la inexistencia de una izquierda revolucionaria que logre colocarse decentemente en el escenario electoral y político, lo que permite al PT transformarse en una extrema izquierda sin que se diga explícitamente. Es lo dicho por lo no dicho.

De esta manera, el DEM, el ex PFL y Arena, el partido de generales y empresarios, incluidas las familias Marinho, Frías y Mesquita, se convierte en el centro de textos en los medios impresos, medios y televisión de las mismas familias. Moro, el lavajatista defensor de la exclusión de la ilegalidad, y Huck, el empresario de la miseria brasileña, se convierten en candidatos presidenciales desde el centro. Los republicanos y el PP, partidos preferidos de pastores y policías de los grupos paramilitares, también se transforman en un centro democrático. En otras palabras, la derecha que apoyaba el bolsonarismo se convirtió en un centro político.

Este nuevo “centro” político habría sido el gran triunfador de las elecciones de 2020, según los medios y sus analistas. Efectivamente lo fue, pero ignoremos el espectro artificial creado por familias multimillonarias que se hicieron más multimillonarias en la pandemia. La derecha fue la gran ganadora, o mejor dicho, la derecha tradicional que apoya el bolsonarismo y seguirá apoyándolo hasta la última “reforma estructural” que sea posible sobre la sangre de los trabajadores brasileños. Bolsonaro perdió como figura política, pero no perdió por completo cuando el bolsonarismo se institucionalizó en los partidos tradicionales de derecha. Es plenamente posible ver una bolsonarización de la victoria de la derecha, sin desacuerdos con el rentismo. Para el ejecutivo, ganaron los de tradición, se distanciaron de Bolsonaro, pero no se distanciaron del bolsonarismo. Defender la obviedad de la implementación de medidas restrictivas ante la segunda ola de Covid-19 fue prohibitivo en todas las disputas municipales, y el retraso de Dória en la calificación de pandemia, probablemente a pedido de Covas, es un elemento indiscutible de esta multa y relación compleja, en el sentido de que entretanto murió gente para que algunas candidaturas de continuidad ganaran más viabilidad –lo cual también está en la cuenta de Barroso. En cuanto a la legislatura, la elección tuvo condiciones completamente diferentes, como se muestra en el texto dos elecciones, publicado en este sitio web.

Se puede concluir que el bolsonarismo dejó algunos constructos, algún balance cuantitativamente intangible. El ganador de las elecciones fue Centrão, el grupo amorfo de partidos de derecha, brazo de la antipolítica bolsonarista creada por Eduardo Cunha. Como el Centrão no tiene un proyecto político y de poder que no escape al mero acomodo de los líderes regionales, de ahí la identidad del MDB con el grupo, es más plausible y seguro decir que no hay grandes ganadores. Los alcaldes de un PP no apoyarán necesariamente a ningún candidato del PP para 2022, y así es para todos los partidos que componen este grupo amorfo. La lógica de acomodar a los líderes municipales y regionales de los partidos del Centrão no sigue la lógica del espectro ideológico, mucho menos del centralismo democrático o del mero centralismo.

El PP, creación del “niño de la dictadura”, aumentó el número de ayuntamientos, pero es difícil imaginar que ese aumento redunde en algún equilibrio político mayor que el propio aumento de ayuntamientos. Probablemente es una victoria que termina en la victoria misma, sin proporcionar nuevas victorias. Cualquier análisis que se restrinja al número de municipios para declarar ganadores y perdedores es reduccionista. En todos los municipios pequeños y en la mayoría de los municipios medianos, las disputas y las formas institucionales locales de composición política cuentan mucho más que las cuestiones nacionales y estatales, si no completamente. Por eso la alianza de un PSL con el PT no es absurda en un pueblo chico. A menudo, el único criterio para la candidatura es la existencia de un directorio municipal. En esta elección ganaron los partidos medianos porque los partidos grandes están en crisis, no porque se hayan hecho grandes. La victoria del amorfo y difuso grupo de partidos de derecha, el Centrão, no significa más que la victoria de pulverizar el proceso político-electoral.

En este escenario no hay ganadores y perdedores, ya que lo más probable es que estemos asistiendo a una nueva etapa de la crisis institucional iniciada en 2013, con algún intento de acomodación por parte de los partidos de derecha. La preocupación de la izquierda debe centrarse en dos partidos, y no en las conclusiones fatalistas de los medios sobre el infame “centro”. El primero es el DEM, el partido que representa mecánicamente el proyecto de poder de mercado. Es el partido que brinda a Bolsonaro el mayor apoyo institucional, ya sea archivando todas las solicitudes de juicio político, transformando a Rodrigo Maia en el nuevo Refugio General de la República, o orientando y articulando con Centrão todas las reformas de mercado, como la Reforma de la Seguridad Social, Administrativa, Central Independencia Bancaria, Techo de Gastos y Presupuesto de Guerra. Sin DEM, con Maia y Alcolumbre, no hay otro partido que pueda articular este conjunto de reformas con Centrão. Es el partido que articula el golpe de continuidad de los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado con parte del Centrão, el mercado y el empresariado. Si hay algún partido que el aumento de alcaldías quizás pueda ser visto como una victoria, es el DEM, ya que es el más institucionalizado de todos los infames y proclamados “ganadores”. Es el que tiene más poder.

El otro partido es el PSDB, que a pesar de haber perdido alcaldías –lo que le importa poco–, ganó la alcaldía de São Paulo. El movimiento más audaz para 2022 es, sin duda, el del partido de São Paulo, y es el que más podría salir mal. Dória fue bolsonarista en la campaña, generando reacciones dentro del partido. Fue bolsonarista en su primer año, cuando dio rienda suelta al genocidio negro, afirmando que “el policía debe disparar a matar” y que tendría “acceso a los mejores abogados”. La autorización permitió aumentar la letalidad policial, lo que provocó crisis en el gobierno, que, a riesgo de perder el control de la policía, aplicó unas medidas contrarias a la primera Doria, con mucho más atractivo mediático que real. En el momento del primer pico de la Covid-19, se presentó como una oposición de derecha a Bolsonaro, sin disrupción, como muestra el Plan São Paulo, un plan para “retornar la economía”, como dice, y no por contener la pandemia. Este plan resolvió, como por arte de magia, el cierre de tiendas en medio de manifestaciones de comerciantes a través de cambios conceptuales poco discutidos por la prensa. Bastaba con tener camas: cuántos muertos habrían importado poco, con tal de morir en una cama de hospital. Tales cambios también se dieron justo cuando salieron las primeras encuestas de opinión sobre la aprobación de los gobernadores, otorgándole mayor rechazo y menor aprobación. En una encuesta de Datafolha, publicada a fines de septiembre, Dória tuvo un rechazo del 39 % y Bolsonaro del 46 %, mientras que la aprobación del primero fue del 21 % y del segundo del 29 %. Y como demostró la elección, Bolsonaro no goza de buena reputación en la ciudad de São Paulo.

Invertido políticamente en la vacuna Coronovac. Y será con ella que Dória intentará salir de São Paulo, presentándose como Oswaldo Cruz da Berrini, al mismo tiempo que buscará recuperar el visto bueno perdido por la pandemia en el estado de São Paulo. La apuesta de los medios, Faria Lima y FIESP es la promoción de Dória, la derecha paulista, por ahora ayudada por el error metodológico de la vacuna AstraZeneca/Oxford, la apuesta del gobierno federal. Para eso, fue fundamental la elección del municipio de São Paulo, incluso con un candidato del ala tradicional del PSDB, que se oponía a la bolsonarización del partido.

Esta ingeniería requiere la transformación de Dória, el promotor de la exclusión de la ilegalidad, de un derechista con los dos pies en el fascismo a un candidato centrista. La apuesta del momento para la élite paulista es el tucán, a pesar de la histórica y ya tradicional incapacidad de la élite paulista para transformar el capital económico y político en voto popular. El objetivo es corregir lo que salió mal entre el Golpe de 2016 y la elección de Alckmin en 2018. Y esta transformación se da con el mismo antiPTismo de los últimos 10 años, haciendo que un partido de centroizquierda se transforme en un partido revolucionario, en el que una simple proposición sobre la tributación del capital o la regulación de la relación entre capital y trabajo son vistos como proyectos “extremistas”. En definitiva, el proyecto es profundizar en lo que hizo el bolsonarismo, pero con zapatillas en lugar de botas, porque las botas ya cumplieron la misión que se les encomendó.

La forma en que los datos sobre la elección del municipio de São Paulo son manejados por la prensa corporativa también demuestra que apunta a reemplazar el PT por el PSOL, lo que no significa que el PSOL esté siendo criticado aquí. La hipótesis es que las élites de São Paulo y Río de Janeiro (representadas por Globo, que actualmente tiene a Huck como principal candidato) entienden que el PSOL no tiene lastre para una disputa nacional por el tamaño de la maquinaria partidaria y la todavía capilarización política incipiente, especialmente en el Nordeste y las periferias, pero tiene la capacidad de socavar electoralmente al PT en el campo de centro-izquierda, especialmente en São Paulo y Río de Janeiro, los dos colegios electorales más grandes. Podría tratarse de un recalibrado del gran capital ante el voto expresivo del PSOL para la legislatura de ambas ciudades y para el ejecutivo en São Paulo.

Si la elección se realizara hoy, lo más plausible para ambos sería que PT y PSOL salieran juntos, bajo el riesgo de que ninguno llegara a la segunda vuelta. Con los votos fraccionados, las posibilidades del candidato de Faria Lima aumentarían, incluso con la poca convocatoria del candidato de São Paulo en otras regiones. Y a juzgar por la forma agresiva en que Bolsonaro trata al ex aliado, es probable que tenga un análisis similar.

El hecho es que el escenario es difuso, complejo, temporal y pulverizado. Los análisis existentes tratan lo que sucedió en 2020 como una guía de lo que sucederá en 2022, y a menudo lo tratan como un factor determinante. Y eso va para la supuesta victoria del “centro” y para el fin del PT. Es una apuesta cuantificada por el mercado, como muestra el Informe BTG Pactual enviado a los inversores la semana posterior a los resultados electorales. No es un análisis. El dato más importante para 2022 es la porosidad de la situación, que se expresa en los factores que se enumeran a continuación:

1 – Crecimiento del PIB por debajo de las expectativas del mercado, que no recupera las pérdidas de la pandemia;

2 – Consumo de las familias impulsado por las ayudas de emergencia por debajo de las expectativas del mercado, que tampoco recupera pérdidas por la pandemia, a pesar de la apertura;

3 – Fin de las ayudas de emergencia y depresión del consumo de los hogares para 2021;

4- Crisis del sector eléctrico, en el que Roraima es el balón de la hora para recibir el botín de Amapá;

5- Desempleo récord acompañado de una aceleración de la inflación. Esto, a su vez, se produce por tres factores:

a) intercambio;

b) fin de las existencias de cereales;

c) alza de precios administrados por el gobierno, especialmente de energía, gas y derivados del petróleo;

6- Crisis fiscal estatal y municipal.

Es en este escenario, agudizado por la creciente desigualdad y la pérdida de la soberanía alimentaria, que gobernarán los alcaldes “ganadores” y se opondrán los “perdedores”. Es en este escenario que Faria Lima intentará imponer su candidatura para 2022. No es posible saber qué saldrá de los movimientos DEM y PSDB, pero lo cierto es que los dos partidos han retomado cierta relevancia perdida desde 2016. Es sabido que Faria Lima no tiene la menor noción de Brasil. Las encuestas en el eje geográfico Faria Lima-Berrini eligieron a dos concejales de la NOVO en São Paulo cuando todo Brasil eligió a unos míseros 27 concejales -todos del Sur y del Sudeste- y un alcalde (Joinville). Faria Lima eligió a NOVO, el partido más fiel de Guedes, lo que demuestra el desapego de la realidad social que impera en él y en Berrini. Faria Lima es otro país que trata a Brasil de manera colonial, de la misma manera que Argelia fue tratada por Francia. ¡Porque el país de Faria Lima, vecino del país de Leblon y algunos otros países aislados, existimos para ser explotados y para morir! No sin antes dejar alguna descendencia...

*Ígor Grabois, economista, es director de Grabois Olímpio Consultoria Política.

*Leonardo Sacramento Doctor en Educación por la UFSCar. autor de La Universidad Mercantil: un estudio sobre la relación entre la universidad pública y el capital privado (Apris).

 

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