eficacia no probada

Shikanosuke Yagaki, Sin título (interior), 1930–9
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por HENRIQUE SANTOS BRAGA & MARCELO MODOLO*

Cambiar la estrategia de comunicación para superar el desconocimiento o la mala fe en tiempos de negacionistas

Un amigo brasileño, de viaje por la patria portuguesa, tuvo una de esas experiencias lingüísticas de las que oímos hablar de vez en cuando. “¿Tienes horario?”, le pregunta al guardia en una estación de autobuses. “Sí”, respondió el otro. Nuestro compatriota no pudo contenerse: "¿Sabes lo que te voy a preguntar ahora, verdad?". “Sí, lo sé”, respondió el vigilante, sonriendo. "¿Y por qué ya no respondes?", insistió la zuca. "Y por qué no me preguntas a mí", respondió razonablemente el portugués.

Situaciones como esta refuerzan la tesis continuamente defendida por el lingüista de la Unicamp, Kanavillil Rajagopalan. Para el estudioso, la forma de asumir que en Brasil hablamos una lengua diferente al lusitano implicará mirar no solo las estructuras gramaticales, sino principalmente las cuestiones pragmáticas, un campo de estudios lingüísticos que se ocupa, en términos generales, de cómo se construye el significado en situaciones comunicaciones concretas.

Al preguntar “¿Tienes horas?”, el enunciador brasileño espera que su interlocutor adopte una postura cooperativa y realice una implicatura conversacional, es decir, que active elementos del contexto para interpretar un significado implícito (algo así como traducir el pregunta que se le hizo de esta manera): “Si llevas un reloj, por favor dime qué hora es ahora”).

Como muestran este ejemplo y otros, estas implicaturas no son inequívocas. Factores como el conocimiento contextual, el universo cultural compartido e incluso las cosmovisiones de los interlocutores pueden hacer que el enunciado no coopere en la construcción del sentido exactamente como lo pretendía el enunciador. Precisamente por eso, es más que urgente sustituir la expresión “eficacia no probada” por “ineficacia probada”, cuando hablamos de los fármacos que componen el engañoso “kit-covid”.

 

La búsqueda frustrada de la eficacia

En medio de la pandemia de covid-19, se esperaban y deseaban experimentos con medicamentos que pudieran tratar los efectos de la infección. También se esperaba -aunque no deseable- que fuera un proceso de prueba y error, de hipótesis y pruebas, como suele ocurrir en la Ciencia.

Una vez que se frustra la hipótesis inicial, como sucedió con las notorias drogas ivermectina, cloroquina e hidroxicloroquina, tiene sentido decir que tales drogas “no tienen eficacia comprobada”. La eficacia existía solo como una hipótesis, pero los datos no la respaldaban. Ya que, en el universo científico, las pruebas valen más que las convicciones, fin de la historia. Solo que no.

En un momento histórico marcado por la posverdad, noticias falsas y efecto burbuja, el valor de la evidencia y la prueba está siendo cuestionado en varios campos. Así, la expresión “eficacia no probada” abre la puerta a implicaciones erróneas, ya sea por desconocimiento o por mala fe.

Periodistas bien intencionados utilizan la expresión “eficacia no probada” con la esperanza de que sus lectores se den cuenta de la siguiente implicatura: “se han probado medicamentos, pero no se ha probado la eficacia prevista; por lo tanto, tales medicamentos no pueden curar a los pacientes covid”. Líderes políticos, religiosos, económicos (por no hablar de los grandes grupos privados de salud…) crean contextos para que una misma expresión lleve a la implicación opuesta: “no se ha probado la eficacia, pero estamos viviendo un momento extremo, hay que tener fe y aferrarnos a todas las esperanzas, no podemos dejarnos atrapar por el rigor y la arrogancia de los científicos, debemos usar estos medicamentos aún sin su aprobación”.

Dada esta ambigüedad, es urgente reemplazar “eficacia no probada” por “ineficacia probada”. La segunda expresión puede sonar un tanto extraña, ya que la intención de los estudios nunca fue probar la ineficacia del fármaco, sino buscar una cura durante la pandemia. Esta otra expresión, sin embargo, es más precisa, gracias al cambio en el ámbito de la negación: en “eficacia no probado”, la negación recae en “probada”, sin negar explícitamente la posible eficacia; en "inoperancia probado”, el prefijo negativo “in-” niega su propia eficacia, prohibiendo la implicatura incorrecta.

 

empatía lingüística

La defensa del conocimiento científico, no pocas veces, se ha basado fuertemente en una supuesta superioridad moral. De un lado estaríamos nosotros (bachilleres, maestros, médicos y simpatizantes), amigos incorruptibles de la verdad. En cambio, serían (falsos profetas, despreciables mesías y ignorantes secuaces), fervientes e incorregibles negacionistas.

Adoptando esta visión, el supuesto “lado del bien” corre el riesgo de no asumir que la lucha contra el negacionismo requiere mayor cuidado con las estrategias lingüísticas adoptadas, especialmente en la comunicación masiva, dirigida al público en general. Una comunicación clara que considere las diferentes posibilidades de recepción del mensaje y busque favorecer las implicaciones adecuadas es fundamental en este contexto de “infodemia” (término utilizado por la OMS para denominar el exceso de información, no siempre de buena calidad, que acompaña a la pandemia actual). Por ahora, nuestras estrategias de comunicación con el público en general aún carecen de eficacia comprobada.

*Henrique Santos Braga Doctor en Filología y Lengua Portuguesa por la USP.

*Marcelo Modolo es profesor de filología en la Universidad de São Paulo (USP).

 

Publicado originalmente en Revista de la USP.

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