Effi Briest

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Por Arlenice Almeida da Silva

Comentario a la última novela de Theodor Fontane.

En 2013 fue traducida en Brasil, por primera vez, Effi Briest, la última novela de Theodor Fontane (1819-1898). Indirectamente, el lector brasileño ya conocía al autor a través de un vasto campo, novela de Günter Grass, de 1995, en la que el propio Theodor Fontane se convierte en personaje de un feliz entrelazamiento de historia, literatura e imaginación, en el que Grass teje una trama que baraja los impasses éticos y estéticos de Fontane con los dilemas de una Alemania reunificada . Con Effi Briest carácter y obra se encuentran, permitiendo al lector comprobar hasta qué punto Fontane es, en territorio alemán, a la vez un gran realista y un admirable narrador.

Theodor Fontane experimentó con varios géneros antes de dedicarse a la novela. Nacido en 1819, en Neurupiin, en la provincia de Brandeburgo, de ascendencia hugonote, comenzó a trabajar como farmacéutico como su padre, pero pronto abandonó el oficio, dedicándose al periodismo en el que destacó en Londres, en el Deutsch-Inglés Correspondencia, entre 1855 y 1858.

Autodidacta, su estancia en Londres le permitió entrar en contacto con la pintura y el teatro ingleses, en particular con Shakespeare, cuya obra tradujo Fontane. Estudios tan profundos y rigurosos le abrieron el campo de las artes, en el que comenzó a actuar a través de la actividad crítica. Cuando regresó a Berlín, trabajó durante casi veinte años como columnista teatral para el Vossische Zeitung, estimulando la cotidianidad cultural de la ciudad, en la que se le respeta como reportero, crítico y poeta, aunque sigue siendo poco reconocido en las esferas oficiales de la intelectualidad.

Como poeta, es autor de Balada, de 1861, poemas narrativos que giran en torno a leyendas populares y motivos históricos, con una conclusión moralista; y también dePaseos por Mark Brandenburg” (Peregrinaciones por Brandeburgo), en cinco volúmenes, de 1862, mezcla de guía de viaje y descripción del paisaje; escritos, en definitiva, que le sirvieron de ejercicio preparatorio para el género novelesco, al que se dedicaría a los sesenta.

La fuente documental de la novela. Effi Briest es periodístico e histórico: el plan inicial se concibió tras el informe que Fontane escuchó de los hechos reales, conocido como el “caso Ardenne”, que involucraba a Elisabeth Freiin von Plotho y su esposo Armand Léon von Ardenne en un conflicto compuesto por adulterio, duelo , muerte y divorcio. El tema movilizó a varios escritores de la época, como muestra epílogo por Gotthard Erler, entre ellos Friedrich Spielhagen, quien también escribió la novela sobre el caso Zum Zeitvertreib (Para pasar el tiempo).

Al apegarse a lo que realmente sucedió, la ficción deja atrás los modelos literarios y se articula de antemano con la escritura periodística, es decir, con el supuesto de que hay un elemento de verdad que el discurso establece cuando se enuncia en una actualidad instantánea. Lo que explica por qué Fontane, periodista y novelista como Sue, Dumas o Balzac, permitió que la narración se leyera primero como folletín., entre octubre de 1894 y marzo de 1895, en Alemania Rundschau, y recién editado a fines de 1895 en formato de libro; Cabe mencionar que al año siguiente, en 1896, la novela alcanzó cinco reimpresiones, el único éxito en vida de Fontane.

La familiaridad con lo supuestamente sucedido, sin embargo, permitió a Fontane ir más allá de lo conocido, introduciendo sospechas, hipótesis explicativas, desestabilizando el hecho en múltiples percepciones, siempre movido por el deseo de llegar a una verdad y no como ejercicio mimético de una objetividad dada; el autor penetra así en el universo de la ficción, liberando en la narración lo imaginario y lo que en él desborda de subterráneo y misterioso.

Ahora bien, entre los temas enigmáticos predilectos, el de lo femenino persigue a Fontane en varias novelas: ellernklipp (1882) La adultera (1882) Graf Petofy (1884) Cecile (1887) Señora Jenny Treibel (1892) Unwiederbringlich (1892), y finalmente Effi Briest (1894). En esta serie, las mujeres son nobles, pequeñoburguesas, proletarias, urbanas o provincianas; En él, sin embargo, encontramos la topos de lo femenino presentado casi siempre en trazos imprecisos, a modo de bocetos, que combinan la afectividad con la inestabilidad o con alguna forma de traición, al estilo del caso Ardenne. Fontane, al enunciar un discurso sobre lo femenino, no actúa, sin embargo, como un simple moralista, ya que modula intencionadamente sus relatos a partir de diferentes puntos de vista, todos ellos entretejidos en una compleja trama de múltiples causalidades.

Em Effi Briest tenemos un discurso femenino único, Effi es una mujer que no ama, ni es capaz de asumir la verdadera pasión. Lo que interesa aquí al autor no es, pues, el surgimiento de una pasión, sino su imposibilidad, vivida como génesis de la desdicha, del sufrimiento ineludible, que en sus momentos más agudos se asemeja al del Job bíblico; sin embargo, es un dolor que no se dice, salvo indirectamente, a través de alusiones y silencios. Este silencio que recorre toda la novela remite directamente al estilo de Fontane: una escritura contenida, sobria, de origen protestante, hugonote y luterano, que es la responsable de la singularidad de la obra. Günter Grass, en un vasto campo, ve en Fontane un “observador discreto”: una “persona que escribe concisamente sobre lo grande y en gran parte sobre lo pequeño” (Grass, 1998, p.601).

La "desgraciada Effi" es la hija del terrateniente, en Hohen-Cremmen, la niña vestida con un cuello de marinero, pillada desde las primeras líneas, corriendo, saltando y jugando temerariamente en su jardín y que se casa, unas páginas después. , a los diecisiete años, con el mucho mayor Baron Instetten, consejero provincial en Kessin, en Pomerania Oriental, especialmente por ambición y respeto por los padres.

Effi se presenta, por un lado, como una fuerza indomable de la naturaleza, casi mítica como el hada Melusina, en palabras de su madre, "una hija de las brisas" (Antorcha del Luft), por otro lado, como un personaje paradójico y enigmático, dado que en ella “había una mezcla de gracia y petulancia, sus risueños ojos castaños delataban una gran inteligencia natural, muchas ganas de vivir y una profunda bondad” ( Fontane, 2013, p.11). La indeterminación también es histórica, ya que estamos en la antigua Prusia, en decadencia, y en transición a la moderna Alemania bismarckiana. Aquí, como en las otras novelas de Fontane, vemos oscilar los dos polos de la historia alemana, la vieja Prusia idealizada con nostalgia y la Alemania moderna, todavía vistas con reserva y suspicacia.

El formato de la novela es mixto. Por un lado, predomina la descripción épica, llena de detalles, ya sea sobre la sociedad berlinesa o sobre la provincia de Kessin, más la sobria caracterización de los personajes, realizada principalmente a través de diálogos; por otro lado, hay concentración de la trama en el personaje de Effi y un uso significativo de la forma intimista de la letra, lo que permite que la novela cumpla también intenciones dramáticas.

De hecho, como ha sostenido Peter-Klaus Schuster, hay un tenue equilibrio en la escritura de Fontane, sobre todo pictórica, ya que sus observaciones denuncian una sensibilidad visual desarrollada en contacto principalmente con la pintura inglesa de Turner, Reynolds, Hogarth y concretamente con los prerrafaelitas, como Millais, Collins, Hughes o Rossetti, de cuyas figuras femeninas se conservan, mitad literarias, mitad realistas, envueltas en religiosidad y erotismo. (Schuster, 1978, p. 40).

el chino

Al casarse con Geert von Instteten, Effi se va a vivir a su casa en Kessin; abandona el ambiente familiar y agradable y se adentra en un paisaje desolado, desolado y aburrido. Ante ella aparece una Alemania exótica, fuerte, compuesta por una mezcla de eslavos, alemanes y algún que otro extranjero, como un sirviente chino que había vivido allí y fue enterrado en un cementerio cercano. Effi no entiende ninguna particularidad de la región, todo le resulta lúgubre y, ante el distanciamiento, se acobarda sola en su miedo. La casa está, sobre todo, embrujada, brutalmente decorada con pesados ​​muebles antiguos u objetos exóticos; el techo del vestíbulo muestra, como suspendidos en el aire, un tiburón y un cocodrilo.

En esta siniestra casa, Effi vive con miedo, lo que es alentado por su esposo, sirvientes y otros habitantes de la región, quienes siempre la asustan con la historia de los chinos. Brevemente, había sido el sirviente de un rico comerciante, Thomsen, que había vivido en la misma casa que Instetten y probablemente se había enamorado locamente de la nieta de su amo. El caso es que cuando se ve obligada a sucumbir a un matrimonio de conveniencia, la novia desaparece en su noche de bodas y, días después, el chino aparece muerto.

 Siguiendo la tradición alemana, principalmente los cuentos fantásticos de ETA Hoffmann o Adelbert von Chamisso, Fontane injerta en la supuesta racionalidad del género, indicios de lo sobrenatural, sugiriendo relaciones entre lo fantástico y lo erótico. El extrañamiento se explora en la presentación de varios opuestos irreconciliables, que se multiplican en la trama narrativa, como, por ejemplo, la casa, que se presenta a la vez como acogedora y siniestra (es ist sondebarerweise gemütlich und unheimlich simultaneamente) (Fontane, 2013, p. 139).

Es en estos términos que el motivo de lo siniestro aparece en la escritura mojigata de Fontane (Unheimliche), anticipando el significado que Freud, en 1919, denominaría “sensación inquietante”, a partir de referencias literarias y lingüísticas, especialmente en el cuento "El hombre de arena, por ETA Hoffman. La sugerencia de Freud es que en el término unheimlich habría una relación entre lo familiar y lo desconocido; porque lo que aparece allí “no es algo nuevo o extraño, sino algo familiar para la psique desde hace mucho tiempo, y que debería haber permanecido oculto, pero ha aparecido”. En otras palabras, la perturbación se alcanza fácil y frecuentemente “cuando se borra el límite entre la fantasía y la realidad, cuando se nos presenta algo real que hasta entonces veíamos como fantástico, cuando un símbolo asume toda la función y el significado de lo simbolizado”. (Freud, 2010, p. 360-364)”.

La historia de los chinos, narrada igualmente a través de omisiones y alusiones, de varias voces a lo largo de la obra, establece un paralelismo con el destino de Effi. el lema para Unheimlich ya sea como lo inquietante o lo siniestro, activa elementos arcaicos y, en el caso de Effi, el miedo primitivo a los muertos, permitiendo al lector prever lo que está en juego en lo silenciado, es decir, la fuerza perturbadora e incontrolable de la sexualidad. que en la novela es convocada desde las zonas profundas del deseo. Aparentemente, el miedo de Effi es a su esposo, a su autoridad; miedo que se manifiesta, indirectamente, como miedo a los chinos.

Effi quiere salir de la casa lúgubre, la “maldita casa con el chino arriba”, con el abrigo azul, que camina en la oscuridad de la noche, entra en su habitación, roza su cama, asustando hasta al perro Rollo. Ahora bien, el marido simultáneamente se burla y estimula su miedo, humillándola con el argumento de su inferioridad social, ya que “las apariciones son un privilegio como los árboles genealógicos” (Fontane, 2013, p. 111) y el miedo es “propio de las personas insignificantes”. Instetten, con su “propensión a sembrar niebla e inquietud para luego reírse de la credulidad humana” busca disfrazar la mediocridad de la casa, dándole una connotación exótica, mostrándola encantada o encantada.

Así, el miedo de Effi es siempre tratado por su marido de manera pueril, ya que ella nunca “pierde su aire maliciosamente infantil”, ni siquiera cuando queda embarazada, porque, ciertamente, un hijo sería para ella un “adorable juguete”. Como “educador”, sin embargo, reprime sus inquietudes, ordenando la distancia de todo lo extraño: “cuidado con lo diferente, o lo que se llama diferente”, (...) [porque] lo que parece seductor, cuesta nosotros nuestra propia felicidad” (Idem, p.119). A diferencia de Emma Bovary, una mujer adulta, Effi casi siempre se presenta como una niña y, como Otilie en actividades electivas, de Goethe, siempre envuelto en algún misterio.

El miedo es ante todo –diagnóstico querido por Fontane– el descubrimiento paulatino de Effi de mecanismos de control que se ramifican en todas las direcciones y que son reconocibles especialmente en la gestión social de las relaciones eróticas, en las que hay poco espacio para los excesos, las desviaciones, es decir, para cualquier liberación. el deseo produce. Miedo que enuncia, de manera ejemplar, el cantante Tripelli, al describir la sociedad: “somos acechados a la derecha ya la izquierda, de frente y de atrás. Seguirás experimentando esta situación” (Idem, p.130).

El columpio

Effi había sido criada con relativa libertad, su gran temperamento no había sido controlado por sus padres; era hija única, mimada, nada le habían reprochado severamente, pero su carácter es contradictorio, indefinido, un dilema para el autor: a veces es temperamental, amable, gentil, ingenua y natural; otras veces es frívola, temeraria, superficial y sin fibra moral. De ahí la importancia del columpio, elemento alegórico utilizado por Fontane, construido austeramente con tablas, cuerdas y palos, sobre el que Effi se balanceaba salvajemente de pie en el jardín de la casa de sus padres. En ese columpio, contemplando los vastos e infinitos horizontes, no había conocido el sentido de la responsabilidad.

Cuando sus padres cometieron el error de proponerle matrimonio a Instetten, ella no resistió ni reaccionó, sino que aceptó la propuesta, viendo en ella, por un lado, la oportunidad de cumplir el deseo de ascensión social de su madre, que inesperadamente toma como tuyo, y al mismo tiempo conquistar aún más libertad. Evidentemente el matrimonio con Instetten, el “hombre del deber” (Pflichtmenschen) y la conveniencia, que, por lo general, solo atraían el miedo y la aversión, impedirían ambas cosas y solo podrían terminar en un desenlace trágico (Horváth, 2004, p. 48).

En el columpio, en movimiento, Effi siempre está en peligro, ya sea en las frecuentes caídas que ocurrieron en la infancia, sin mayores consecuencias; casarse, en el paseo en trineo en la nieve, con Crampas, cuando la caída será irreparable. El motivo del columpio, por tanto, remite a los movimientos del aire y de la luz, como el impulso de la heroína hacia la libertad, en el que Fontane ve una fuerte inclinación a la aventura y al placer del peligro, es decir, en sus propios términos, "libertad". en lo que era bueno” (Fontane, 2013, p. 197) y no sólo la libertad en lo razonable, rehén de la conveniencia.

La libertad en el campo de la interdicción es explorada por Fontane de una manera sobria pero no ingenua, en la que se accede al imaginario disruptivo, a través del cual se escapan unos momentos de autonomía sensible del discurso femenino, ya sea en los términos superficiales y ligeros de Effi –“quería amor, cariño, honor, brillo y diversión”–, o en los términos severos y represivos de su madre: “se deja ir de buena gana, y cuando la marea está bien, ella misma está bien. La lucha y la resistencia no son su fuerte” (Fontane, 2013, p. 293).

En el columpio infantil, que se convierte en mecedora en la casa embrujada de Kessin, el deseo de Effi se manifiesta como la presencia de una sexualidad ineludible que, aunque elidida y sin expansión –solo como un deseo irrisorio– es el hueco por el que Fontane introduce sugerencias de feminidad o el erotismo, entendido como una feliz movilización del ser, o simplemente, como una expansión del ser. La intimidad de Effi nunca es invadida por la autora, ni hay una descripción de sus fantasías o sueños, aunque sabemos que son intensos y frecuentes. Su intimidad, por el contrario, se presenta tímidamente, a la manera puritana, a través de figuraciones indirectas de la naturaleza, como los vientos y las aguas.

Como muestra Andrea Horváth, si Flaubert se sumerge directamente en las sensaciones y sentimientos de Emma, ​​Fontane, por el contrario, sólo los pinta a través de la apariencia externa de los hechos, dejando al lector con una alusión a motivos internos. Es así como la sexualidad de Effi, según las convenciones, sólo se exterioriza como objeto de seducción de hombres maduros y viriles, ante los cuales debe operar el modelo ideal normativo de la mujer mojigata y moralmente correcta; si el deseo de Effi no puede ser descrito, ni observado, debiendo permanecer bajo tierra, es porque el equilibrio buscado por el texto presupone que tales impulsos deben ser conocidos de antemano y moralmente controlados.

La arquitectura de la obra es, sin embargo, compleja: por un lado, predomina el narrador represivo y masculino, que se empeña en presentar el caso negativamente, como un tópico amoroso; como una vulgar seducción más del ya conocido Crampas, de 44 años, comandante militar en la región de Kessin, quien ya tenía antecedentes de duelo por traición con mujeres casadas. Por otro lado, a través del motivo del columpio, el placer y la culpa se entrelazan: “cuando volvió a abrir los ojos”, dice el narrador, tras el episodio del trineo en la nieve, Effi sufre tremendamente.

La novela se efectúa así a través de una fría distancia estética, en la que los hechos centrales se describen rápidamente, de pasada, presentados como no esenciales, casi al azar, de forma intencionadamente descuidada. Por ejemplo, Effi deja en un cajón las cartas y notas de su amado Crampas, “atadas con un hilo rojo, con tres o cuatro vueltas y un nudo en lugar de un lazo”; años después, exactamente seis años y medio, Instetten los encuentra, “todos amarillos por la edad”. A través de tales dispositivos, Fontane busca provocar en el lector un lugar vacío, enigmático, no moralista, en el que sea posible un juicio justo sobre el destino de Effi.

Al mismo tiempo, sin embargo, el estilo sobrio indica, cada vez más, la defensa de una realidad correcta, resignada y, sobre todo, mordaz, cuyo acceso se da sólo por el tema del honor, y que alcanza colores inéditos como en el carta de la madre, Sra. . Briest a Effi, en el que la crueldad transparente se toma por honestidad, en sus palabras: “nos gusta poner nuestras cartas sobre la mesa y queremos pronunciar nuestra condena a su acto frente a todos”, por lo que ahora “vive solo”, ya que tanto el mundo en el que vivía como “el hogar paterno estarán cerrados” (Fontane, 2013, p. 346). En lo conveniente y elegante, el principio del deber prevalece sobre el de la felicidad; lo que se espera de un honor traicionado es la actitud conveniente y necesaria para reparar el error según la conveniencia. “Todo es terriblemente correcto”, ironiza Günter Grass en un vasto campo..

Cuando Fontane desplaza brutalmente el foco del relato de Effi a Instetten, del deseo al sentimiento del honor, entendido como fidelidad a uno mismo y a los principios, recibidos y aceptados por el Estado y los deberes que de él se derivan, el relato se apropia por el tema de la determinación moral (morir Gesinnung entscheidt). Mientras Effi descansa en Schwalbach y Ems, arbitrariamente, sin su consentimiento, el error se repara según la conveniencia y se restablece el orden, a pesar de que su futuro es brutalmente sacrificado.

En este momento, sin embargo, el narrador Fontane es, sobre todo, irónico: al mismo tiempo glorifica y acusa al espíritu prusiano; según Joseph Rovan, “cada afirmación lleva a su contrario”, al mismo tiempo que afirma los valores prusianos y critica la sociedad de su tiempo en tonos de sátira, porque sus novelas, insiste Rovan, no se cansan de elogiar, discretamente, las virtudes de la antigua Prusia: la modestia, el coraje, la sencillez, la fidelidad, como las formula clara y rigurosamente la moral kantiana del deber.

Si los temas de la culpa y el honor podrían indicar en el final de la novela un compromiso conservador con los valores del pasado, al asumir un final irónico e intencionalmente débil, Fontane pone bajo sospecha estos mismos valores, especialmente en los poderosos. , lamentos irreconciliables que enuncia, tales como: “se levantó demasiado pronto de la mesa”; o “pasaron muchas cosas; pero en realidad, no has perdido nada” (Fontane, 2013, p. 397), frases en las que la propia obra desencadena, paradójicamente, un contenido subversivo que hace inviables los intentos neutrales del escritor. En esos huecos abiertos por los silencios de Fontane, acecha la presencia inquietante y rebelde de la sexualidad de Effi, en explosión, resumiendo de manera inconexa, ya en súplica, ya en exabrupto, toda la historia que el sensato autor había querido ordenar en treinta y cinco años. capítulos

En el momento más agudo de su dolor, ante la indiferencia de su hija, Effi se enfurece: “Lo que es demasiado, es demasiado. Un arribista es lo que es, nada más. Honor, honor, honor... y luego mató al pobre, al que ni yo amaba y ya había olvidado, porque no lo amaba. Todo fue estupidez y luego sangre y asesinato. Y soy culpable. Y ahora me manda a la niña porque no puede negarse al pedido de la mujer del ministro, y antes de mandarla aquí la adiestra como loro y le enseña a decir “si se puede”. Estoy disgustado por lo que he hecho; pero me disgusta aún más tu virtud. Fuera contigo Necesito vivir, pero esto puede no durar para siempre” (Fontane, 2013, p.371).

El “Fuera contigo” de la doncella herida de muerte es el grito rebelde, auténtico, inquietante, contra todo y contra todos, que ni siquiera la muerte silenciosa de Effi puede silenciar. Vituperación u orden subversiva que resuena en el seno de la sociedad que cierra sus puertas, cuyo contraste con la solución final edificante hace aún más elocuente su enfado. Al cultivar alusiones y elipses, oponiéndolas a escenas dramáticas, la escritura de Fontane tensiona los dispositivos novelescos con un aura de intensidad, en la que el frágil edificio del orden amenaza con derrumbarse en todo momento.

La marginación y muerte de Effi demuestran claramente que la comparación con Emma Bovary es imperativa; aun respetando las diferencias que son significativas: Effi es una Emma prusiana. En ambos casos, la situación social de la mujer es similar, es decir, el espacio mínimo del que dispone la mujer para vivir una personalidad y una sexualidad no convencional la lleva fatalmente al adulterio ya la muerte.

Se convierten en adúlteras, pues no hay otro destino para ellas, como para las siervas, sus íntimas y únicas compañeras, que la marginalidad de la sociedad y sus normas. Como sugiere Andrea Horváth, sin un lugar social para ellos, quedan con los mismos sueños y fantasías con los que iniciaron su viaje: un círculo cruel en el que sucumben fatalmente a seductores banales como Crampas y Rodolfo: Ema por sentimentalismo, Effi por curiosidad (Horváth, 2004, p.80).

Emma es la heroína de la insatisfacción, que persigue sus sueños desviados en un entorno sin horizonte. Effi, heroína del miedo, mientras habita un entorno saturado de poder, controlado por todo y por todos. Son, por tanto, heroínas pasivas, por un lado ambiciosas y superficiales; por otro lado, víctimas insatisfechas que encarnan una poderosa fuente de oposición a las costumbres burguesas.

El realismo pictórico de Fontane, que el observador penetrante miraría sin juzgar, tratando de ser justo con todos los lados, conduce, con la presencia espectral de estas mujeres inadecuadas, a aristas irreconciliables. Además, la marginalidad está presente en la escritura, ya que Fontane, como Flaubert, mira el mundo desde afuera, marginalmente. Fontane sigue siendo uno de los últimos novelistas que tratan de comprender todos los motivos de la sociedad, otorgándole alguna legitimidad, o, en el plano estético, algún orden y belleza, a la manera prerrafaelita; Flaubert desdeñosamente no concede a este mundo ni legitimidad ni belleza.

Enmienda, mencionada por Grass, que Samuel Beckett, heredero y crítico radical de la tradición del románico en el one-act play, la última grabación, consolidará: “se me cansaron los ojos de tanto mirar cuando volví a leer Effi, un página al día, y otra vez en lágrimas. Effi-pausa. – Habría sido feliz con ella en el mar Báltico entre pinos y dunas – pausa – ¿No?” (Grass, 1998, p. 185).

* Arlenice Almeida da Silva es profesor del Departamento de Filosofía de la Unifesp.

referencia

Théodor Fontane. Effi Briest – 13 de agosto de 2013 Traducción de Mario Luiz Frungillo. Edificio de la estación Liberty. 424 páginas.

Referencias bibliográficas

FONTANE, Theodor Effi Briest, Trans. Mário Luiz Frungillo, São Paulo: Estação Liberdade, 2013 (https://amzn.to/3YIbFGF).

GRASS, Günter. un vasto campo. Río de Janeiro: Récord, 1998 (https://amzn.to/47GHpQO).

SCHUSTER, Peter-Klaus, Theodor Fontane: Effi Bries- ein Leben nach christlichen Bildern. Tubigen: Niemeyer, 1978 (https://amzn.to/3OFoeOo)

FREUD, Sigmund, el perturbador. In: Trabajos completos, v.14, São Paulo: Companhia das Letras, 2010 (https://amzn.to/3E7ruwY).

HORVÁTH, Andrea, Geschlechterverhältnis en Flauberts Madame Bovary und Fontanes Effi Briest. En: Taller, 3, Debrecen; Kossuth Egytem Kiado, 2004. (En este enlace)

ROVAN, Joseph , “Pour saluer Fontane” En: Effi Briest, París: Gallimard, 1981

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