por LUIZ ROBERTO ALVÉS*
No es momento de engañarnos sobre los nuevos sentidos de la educación en una sociedad que se entendió global y, de repente, se detuvo ante una pandemia
Antes de las acciones didácticas, que significan la hacer educación a través del trabajo de la creatividad de los educadores, tendremos que confrontar la reflexión pedagógica y aprehender en ella lo que olvidamos, lo que dejamos atrás, lo que no valoramos y lo que puede ser un puente para la educación de niños, adolescentes y jóvenes en el futuro cercano. Necesitamos, por tanto, impulsar, con la debida urgencia, la construcción de experiencias curriculares propias de las comunidades educativas, que nos sitúen en el conjunto de nuevos pensamientos pedagógicos.
Continuamente, este ejercicio nos llevará a la inmersión en la historia y otros saberes científicos que inciten a pensar en el país, su gente, su diversidad y sus desigualdades; en consecuencia, pasaremos a vivir la didáctica de lo cotidiano, que sugiere rupturas en el saber, para volverse renovador y, quizás, transformador.
No es momento de engañarnos sobre los nuevos sentidos de la educación en una sociedad que se entendió global y, de repente, se detuvo ante una pandemia, resultado de actitudes humanas contrarias al ambiente sano de la Madre Tierra. Las plagas en la historia siempre han tenido que ver con los desequilibrios sanitarios y sociales y la violencia ecológica. El parón del 2020 enseñó que no es en la abstracción global ni en las plataformas virtuales donde uno educa (tal vez uno se informa…), sino en las comunidades educativas que piensan y actúan a favor de su pueblo y de los pueblos del mundo.
El físico-ecólogo Fritjof Capra tiene razón[i] cuando afirmó en una entrevista de agosto de 2020: “La pandemia surgió de un desequilibrio ecológico y tiene consecuencias dramáticas debido a las desigualdades sociales y económicas” […] “El coronavirus debe ser visto como una respuesta biológica de Gaia, nuestro planeta vivo (…) . En la misma entrevista, un poco más adelante, sugiere cambios económicos, sociales y culturales indispensables y pregunta: “Ya tenemos el conocimiento y la tecnología para emprender todas estas iniciativas. ¿Tendremos la voluntad política que falta?
El mejor barco para llevar estos objetivos de cambio tecnológico, respeto por la naturaleza, claridad de las diferencias sociales y construcción de ciudadanía/solidaridad es la educación y, especialmente, la escuela. Además de muchas otras razones, encaja con el lugar y la acción porque reúne a las personas, piensa y discute conocimientos y valores generación tras generación. Tiene lugar, por tanto, como base de la sociedad para un futuro diferente al presente.
Aquí vamos al grano: la reflexión sobre los valores pedagógicos y el ejercicio didáctico conformarán los nuevos planes de estudio de la escuela respirar, con un espíritu nuevo, los aires del aquí y del allá, de la cotidianidad y su propia superación, de la diversidad como fuerza ecológica hacia el tiempo de la equidad social. De la misma forma, la formación curricular en el nivel básico de la escuela brasileña dará respuestas a nuestros fracasos en las comparaciones internacionales y señalará nuevas actitudes que debe asumir la educación superior brasileña, o sea, en lugar de que ésta se limite a lamentar los problemas de la primera gran etapa después de trece años de escuela, estará en sintonía con un comportamiento de doble vía, componiendo el proyecto común a través de la investigación y la extensión y abriendo espacio para quienes vienen de un currículo enriquecido y comunitario.
Efectivamente, la universidad también tiene algo que aprender. Por ello, en la página 27 de los Lineamientos Curriculares Nacionales de Educación Básica, elaborados y publicados por el Consejo Nacional de Educación (CNE, 2010), se lee:
La escuela de Educación Básica es un espacio colectivo de convivencia, donde se privilegian los intercambios, la acogida y la calidez para asegurar el bienestar de niños, adolescentes, jóvenes y adultos, en sus relaciones entre ellos y con las demás personas. Es una instancia donde se aprende a valorar la riqueza de las raíces culturales de las distintas regiones del país, que en su conjunto conforman la Nación. En él se resignifica y recrea la cultura heredada, reconstruyendo identidades culturales, en las que se aprende a valorar las raíces de las diferentes regiones del país. (énfasis añadido por este autor)
Así como un currículo abstracto, o impuesto por las autoridades, ya no se justifica en la sociedad del conocimiento, del mismo modo la didáctica y la pedagogía ya no están comprometidas con los sujetos interlocutores, presentes en las distintas comunidades donde se desarrolla. .la educación de las generaciones. La acción de estas comunidades educativas instituye el Proyecto Político-Pedagógico (PPP) de las escuelas, cuyo corazón es el currículo, expresión de elecciones, análisis, investigaciones, compromisos, objetivos y decisiones de las comunidades. Todo y cada acto educativo contemporáneo, en un momento en que el llamado progreso social y económico es puesto en entredicho por la ecología, deberá ser un acto totalizador de las relaciones entre estos sujetos, que significan y representan sus comunidades, su condición de persona y de ver hacia sociedades distintas de las construidas después de las revoluciones que Hobsbawn estudió bien. Dejaron modelos, estructuras burocráticas, valores abstractos y, al mismo ritmo, faltaron solidaridades, espíritu crítico, sentido de comunidad y conexión en los actos de lenguaje.
Educarte a través de currículos construidos colectivamente te permite enfrentar los cambios sociales, económicos y culturales que ya están en marcha y que están llevando a naciones influyentes a planificar para 2030, 2040 y 2050. Si las comunidades educativas no tienen la obligación de simplemente ajustarse a los movimientos globales en torno a la energía, los desafíos ecológicos, las nuevas geopolíticas y los escenarios culturales impulsados por diversas formas de inteligencia artificial, sus respuestas educativas conducen a la construcción de documentos propios y no impuestos “desde arriba”, ya que todos estos grandes temas van a ser parte de un lenguaje común del futuro próximo y nadie mejor que la acción educativa para pensarlos libremente, orientar a los estudiantes a reflexionar sobre lo que se investiga y se investigará, así como capacitarlos para analizar e interpretar el futuro que va a estar haciendo regalo.
Todo esto no tendrá que hacerse en el idioma oficial de los gobiernos centralizados; por el contrario, el mayor valor de una práctica curricular -dentro de un Plan Pedagógico- es su equilibrio entre saberes, disciplinas y actitudes transversales, componentes de la curiosa y hasta audaz armonía de base común y actividades diversificadas, según lo dispuesto por la LDB, Ley 9394/1996. Del mismo modo, los gobiernos centrales, de la nación y de los estados, no pueden ser otra cosa que democráticos, pues verán que el continente-país sólo puede avanzar a través de la inteligencia comunitaria, que construye ciudadanía y, como nervio, la currículo escolar.
Por eso es muy importante que la comunidad educativa no se deje sorprender por un mundo necesariamente inestable, en disputas globales, decisiones rápidas y modos de desarrollo cambiantes. La escuela será intérprete comunitaria del mundo “en movimiento”. Cualquier gobierno que no entienda esto será autoritario, tal vez fascista.
Por lo tanto, es conveniente que la educación brasileña pospandemia (que puede no ser la última) supere las dudas históricas y se afirme como un texto abierto de la educación curricular. En otras palabras, vivir y convivir con los saberes y prácticas educativas, históricas y científicas que predisponen a la didáctica de la rutina educativa; por lo tanto, profundizar en un nuevo proceso de decisiones curriculares comunitarias. Las decisiones sobre la práctica educativa cotidiana son, como debe ser, responsabilidad de las comunidades, integradas por directivos, educadores, estudiantes, personal de apoyo, familias y colaboradores del entorno. Tal práctica innovadora y democrática quiere dar el mejor crédito a un pensamiento continuo que proviene de la Constitución de 1988 y su heredera educativa, la ley de Lineamientos y Bases de la Educación, de la cual deriva una secuencia de valores, esto es, la Directrices Curriculares Nacionales (DCN), entendida aquí como la guía que conduce a la Base Curricular Común Nacional (BNCC) de 2017 y 2018.
Es fundamental, por tanto, que superemos las prescripciones, la abstracción y mucho menos las imposiciones centralizadas. Los documentos educativos deben entenderse como idiomas educativos, bloques que sólo cobran sentido, sentido concreto, cuando son tratados como haces conectados (no yuxtapuestos) a la vida de las comunidades educativas.
De nuevo, no hay lugar a dudas: las comunidades educativas tomarán el pulso a los documentos y normas oficiales; inmediatamente, crearán su proyecto y lo instalarán en las comunidades ahora expandidas más allá de los muros de la escuela. La nueva seguridad de la escuela es su fuerza comunitaria, vida ordenada en actos curriculares y, por tanto, constructora de autonomía, que es el nuevo sentido de la educación permanente.
Por supuesto, la prevalencia de Base Curricular Común sobre las Directrices de la CNE, ya que estos resultaron de investigaciones, confrontaciones con la realidad, debates y elaboración minuciosa patrocinados por el Consejo, órgano de creación, consulta y normalización del estado brasileño.
BNCC/2017-2018 no existe en un vacío histórico, ni es objeto de deseo de la educación brasileña. De hecho, complementa una pedagogía curricular comprometida con un país inmenso y con este mundo trepidante a ser entendido y moldeado por la juventud. La BNCC tampoco tiene sentido sin el conocimiento de miles de profesores que ofrecieron su aporte en las múltiples asambleas realizadas por las CONAE en todo Brasil.
El currículo, en definitiva, es un haz de lenguajes, ya sea base común de las ciencias y las artes, o de estudios y actividades diversificados, que constituyen el despliegue de la base común a favor de un currículo pleno que convive con las necesidades y deseos de la sociedad. grupos en cuyo territorio se encuentra la escuela. . Este lenguaje curricular no es la nomenclatura de disciplinas o contenidos, sino toda su organización del saber, su elaboración, su práctica y su puesta en común social. Estos lenguajes de la educación garantizan significados y reencuadres, en la medida que garantizan el diálogo entre comunidad y sociedad y entre las disciplinas y sus movimientos transversales, de donde derivan saberes más amplios y solidarios.
La nueva práctica curricular de las comunidades orientará la formación de científicos, pescadores, agentes públicos, líderes indígenas, políticos, educadores, artistas, maestros y maestras y otras profesiones y oficios, ya sean antiguos pero necesarios, ya sean nuevos y, preferentemente, innovadora Esta multiplicidad de necesidades y deseos juveniles requiere transversalidades, currículos armónicos plenos y planes continuos (sin cortes ni represiones), ya que estas personas a formarse necesitarán una fuerte base de aptitudes, asociada a diversidades complementarias a la base. Esto significa que encaminaremos la formación de artistas y pescadores que no ignoren las ciencias naturales, junto a científicos e investigadores con espíritu artístico y humanista.
Si la humanidad se encuentra con serios obstáculos, como pandemias, plagas y otros conflictos, tendrá gente preparada para pensar con amplitud y quizás trabajar en la prevención. Si el progreso social internacional fluye bien, la demanda será la misma, para no estancarla. Y cuando formemos (en currículos abiertos y completos) grupos nómadas y líderes indígenas en los territorios donde se requieran, lo haremos con arte y ciencia; finalmente, con un amplio abanico de lecturas de la palabra y del mundo.
Será un peligroso paso atrás simplemente comenzar a manejar contenido previo a la pandemia e intentar “recuperar y compensar” cualquier cosa. Ainda que o cotidiano exija a ministração de “matérias”, há uma matéria maior a exigir estudo e pesquisa do magistério brasileiro, isto é, a construção da educação curricular do futuro-já-presente, ação que tem na comunidade educadora o sujeito principal do nuevo tiempo.
*Luis Roberto Alves es profesor titular de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP.
Nota
[i] Folha de São Paulo, 9 de agosto de 2020. Entrevista de la semana.