por LINCOLN SECCO*
La trayectoria de un historiador marxista en la USP
Después de décadas de trabajo dedicado a la historia republicana de Brasil, Edgard Carone fue considerado un historiador pasado de moda, determinista y que operó un marxismo mecánico que sustituyó la subjetividad de la clase obrera por la acción del Partido Comunista. El hecho de que recopiló documentos sobre la vida cotidiana, la circulación de libros e ideologías; haber estudiado anarquismo, laborismo y queerismo era de poca importancia para sacarlo del ostracismo[i]. En el siglo XXI, la crisis de 2008, el resurgimiento del fascismo y la posverdad llevaron a la reanudación de la tradición marxista.
Los años de formación de Edgard Carone (1923-2003) estuvieron marcados por su ingreso en la carrera de Historia y Geografía de la FFCL de la USP, pero también por la adhesión de su hermano, Maxim Tolstoi, al marxismo. Maxim fue un organizador de la Juventud del Partido Comunista de Brasil (PCB) en la década de 1930 y terminó atrapado en la ola represiva del Estado Novo. Edgard no lo imitó y siempre se definió como un compañero de viaje de los comunistas. Mientras Maxim tenía contactos en el círculo de Caio Prado Júnior y los miembros del PCB de São Paulo, Edgard se vinculó con Antonio Candido, Paulo Emílio Sales Gomes, Azis Simão, Pasquale Petrone y otros intelectuales que lo influenciaron. Fue a través de estos vínculos que se convirtió por primera vez en un socialista democrático.
Carone se hizo famoso en su juventud por su colección de obras raras sobre la historia de Brasil y el movimiento obrero. Una parte importante de la bibliografía que aparece en sus libros procede de esta biblioteca personal. Mis primeros recuerdos de él se remontan a las librerías de viejo donde lo veía cargando bolsas de libros. Posteriormente, pude trabajar en su biblioteca junto a su alumna Marisa Deaecto.
Un resultado de su bibliofilia es El marxismo en Brasil – desde sus orígenes hasta 1964 que se publicó en 1986. Como él mismo declara en una nota introductoria a la edición, “la mayoría de los libros enumerados… pertenecen al autor”. Es un trabajo que hoy merece ser “terminado”, ya que Carone no contaba con las tecnologías de la información para llevar a cabo su investigación.[ii]. Pero otros bibliófilos marxistas como Pedro Ribas[iii] o Maximiliano Rubel,[iv] no estuvieron exentos de carencias en esta difícil tarea de desplazar el eje habitual del análisis de la producción hacia la difusión de los libros. Lo mismo puede decirse de trabajos similares sobre Trotsky.[V] y especialmente sobre Gramsci.[VI]
La evaluación de Edgard Carone sobre la difusión del marxismo fue pionera. Mucho antes de que fructificara entre nosotros todo un abanico de investigaciones en torno a la Historia del libro, estudió los procesos y límites culturales de la circulación de los libros socialistas. Con la excepción de algunos ejemplos aislados, como Astrojildo Pereira y Edgard Rodrigues (para la cultura anarquista), nadie ha estudiado tranquilamente la literatura obrera. Fue de Carone y esos autores que yo mismo escribí La batalla de los libros, un esbozo de la historia de la izquierda brasileña a partir de la circulación de impresos. Un antiguo alumno de Carone, Dainis Karepovs, un importante bibliófilo e historiador, se dio a la tarea de llenar algunos de los vacíos de Carone, además de estudiar a las editoriales.
Carone también nos legó un pequeño artículo seminal sobre la manifiesto Comunista. En el sesquicentenario de la publicación[Vii] hubo al menos tres introducciones de gran erudición histórica.[Viii] A diferencia de aquella clásica introducción que hizo Harold Laski, en el centenario de la obra, en 1948, estas abordaron el problema de la difusión y la recepción, pero sin un relevamiento propio.
En Brasil, el prólogo que Edgard Carone preparó para la manifiesto Comunista difiere de los estudios conmemorativos[Ex] y está inspirado en Bert Andreas, cuya magnífica obra es una rareza bibliográfica[X]. Posteriormente, algunos textos sobre la trayectoria editorial del marxismo comentaron exactamente las mismas ediciones que consultó Carone. de visu (porque los tenía), sin ni siquiera mencionarlo. El desconocimiento reveló el silenciamiento de la obra de Carone.
También se ocupó de la literatura de derecha, como “La Colección Azul”, e incluso escribió los artículos “Literatura e Público”.[Xi] y “Notícias sobre 'Brasilianas', artículos sobre formas de organización editorial e ideológica que surgieron en la Revolución de 1930.
Junto a su bibliofilia marxista, se puede decir que la producción de Edgard Carone osciló entre dos temas: la revolución brasileña y la historia económica.
Historia de la República
La obra de Carone es esencialmente narrativa. Primero armó una bibliografía, recopiló documentos, narró la evolución política y analizó las clases sociales, su posición económica e ideologías. En el análisis económico, Carone presta atención inicialmente a los productos agrarios, la tónica de nuestra vida material: Café, Azúcar, Caucho, etc., y luego a la Industria, las Finanzas y el Imperialismo. La industria ganó mayor protagonismo después de 1930.
El estilo era seco, directo, contundente hasta el punto de sorprender al lector con una frase dura que sintetizaba la condición trágica de nuestra historia. Su método fue aprehendido en obras anteriores al marxismo de la USP y en contacto con amigos socialistas y comunistas. El método solo se revela dentro de la narración misma. Carone era reacio a las introducciones teóricas.
Según la investigadora Fabiana Marchetti, que hizo una disertación en la USP sobre Carone: “Cuando analizamos el libro Revoluciones del Brasil Contemporáneo, concluimos que el autor trabajó con la idea de revolución en dos dimensiones: revolución, en singular, y revoluciones en plural. En cada uno de ellos se manifestaba una concepción, siendo que “la revolución” era en realidad un proceso más profundo y complejo que abarcaba todas las demás convulsiones sociales y procesos políticos considerados como revolucionarios”[Xii].
Según Marchetti, en el libro La Antigua República II – Evolución Política el término “revolución” aparece 143 veces y “ejército” 113 (estas son las ocurrencias más altas en el vocabulario que seleccionó). No por casualidad, dos términos asociados a la redacción de la obra: una dictadura instaurada por el Ejército en 1964 a través de lo que su dirección militar llamó revolución.
Carone buscó estudiar cómo los aspectos económicos, geográficos, culturales y sociales encontraron su síntesis política en una cadena de eventos. Su periodización siguió el criterio de los conflictos sociales: de 1889 a 1894, gobiernos militares; de Prudente de Moares a Afonso Pena (1894-1909) es el destaque del régimen, en el que el predominio de São Paulo y Minas Gerais es absoluto. Esto no quiere decir que no haya conflictos, pero son latentes e intrarregionales. Los “shocks intermitentes” constituyen una nueva etapa con Hermes da Fonseca y Wenceslau Braz (1910-1918): hay un catastrófico, momentáneo equilibrio de fuerzas opositoras y situacionistas, civiles y militares. Las rebeliones sociales y de sargentos y marineros también fueron acompañadas por la intervención del ejército a favor de algunas oligarquías opositoras.
Finalmente, el “período de las contestaciones” va desde Epitácio Pessoa (1919) hasta la Revolución de 1930. Ahora, la escisión de las oligarquías (reacción republicana y, finalmente, Alianza Liberal), en una entre otras Estado y no solo Intra, se combinará con el nuevo fenómeno teniente. Este período había sido nombrado por él en Revoluciones del Brasil Contemporáneo como "Revolución naciente"[Xiii].
Historiador de la lucha de clases
La posición objetiva y subjetiva de las clases sociales fue escrutada en sus libros y se convirtió en fundamental para su interpretación de la Revolución de 1930. La documentación seleccionada por él permitió cuestionar la ideología burguesa y su autorrepresentación social; la vida cotidiana de los diferentes grupos sociales (condiciones de vivienda, profesión, alimentación, etc.); la visión que la burguesía tenía de la población brasileña; los límites de las propuestas liberales; el temor de que el intermitente espíritu de revuelta se consolidara de manera revolucionaria[Xiv]etc.
Lo mismo hizo con respecto a la clase media, que se restringía a organizaciones efímeras como las ligas de inquilinos y consumidores (1922) o contra los altos precios y en defensa del voto secreto y la honestidad. Es muy difícil caracterizar la acción de la clase media porque no asume formas organizativas permanentes. Se limita a mantener una protesta por un problema inmediato. Carone mostró en la documentación la inmediatez, el carácter no mediado del reflejo de esa clase y su propensión a explicaciones simplistas de los problemas sociales.
Para él “la pequeña burguesía imita los movimientos de otras clases”[Xv]. Las clases medias ni siquiera pueden imponer su propia cosmovisión por un largo período, sin un programa estratégico. Su cosmovisión, registrada en la literatura de las décadas de 1920 y 1930, es contraria a la improvisación, la indisciplina y el Estado liberal; exige el liderazgo de los incultos por parte de los intelectuales; defiende el orden, el anticomunismo, el civilismo[Xvi], voto secreto y vuelta al ideal original republicano y constitucional. Su filosofía es primaria. En São Paulo, trató de formar organizaciones perennes como el Partido Nacionalista de São Paulo, para vincularse con movimientos nacionales como la Liga Nacionalista (1917) y el Partido de la Juventud (1925), pero fracasaron.
La inflación, las tarifas proteccionistas, los impuestos al consumo, el alto costo de la industria nacional (vista como artificial) y la tasa de cambio devaluada llevaron a las clases medias a unirse al proletariado y la población marginada en las protestas urbanas. Además de la revuelta más conocida contra la vacunación obligatoria en Río de Janeiro en 1904, hubo una serie de protestas urbanas civiles y militares en todo el país. En São Paulo y Santos, por ejemplo, contra el aumento de los precios de los tranvías, trenes urbanos, el precio de la "carne verde" (fresca), etc. Las protestas utilizaron depredaciones, quemas de tranvías y trenes, mítines y grupos formados espontáneamente en los diferentes barrios.[Xvii]. Pero la táctica sin programa era autoagotadora.
El ejército es otro grupo analizado por Carone e indispensable para su explicación de 1930. La institución se convirtió gradualmente en la expresión política de las capas medias urbanas. Sin embargo, Carone no perdió de vista su dimensión organizativa. Para él había una dialéctica entre jerarquía y política que se resolvió hasta 1916 por el mando de algunos miembros de los altos funcionarios que daban dirección a la institución. Es decir, el ejército no es “político” (en el sentido partidista) en sí mismo, sino que actúa como tal a través de sus líderes.
Floriano Peixoto y sus seguidores dieron mayor unidad de acción al ejército[Xviii]. Deodoro y su sobrino Hermes da Fonseca, en cambio, actuaron más por intereses privados, sin un programa que interesara al conjunto del ejército. En 1915-1916, con la acción de los sargentos del parlamentarismo, contra la corrupción y el aumento de sueldo, el ejército político presenta su primera grieta entre la alta oficialidad y el resto de la tropa. Esto se hizo constante con el tenentismo en 1922.
Contrariamente a la táctica violenta, la ideología que movía a los tenientes era centrista y moderada. Después de 1930 se adaptaron a las realidades locales de muchas maneras, más o menos ligadas a las oligarquías. Como representantes de las clases medias, no pudieron crear organizaciones permanentes y la revolución de 1932, para Carone, marcó su declive frente al ejército jerárquico, pues la dirección de las operaciones de guerra pasó a manos de los oficiales superiores y los tenientes fueron ya no es capaz de galvanizar los medios militares. Finalmente, las elecciones de 1933 marcaron el retorno victorioso de las oligarquías al poder. El ejemplo analizado por Carone fue el Clube 3 de Outubro (1930-1935), que se mantuvo a través de su vinculación con la maquinaria del gobierno provisional.
El tenentismo nació en 1922 como apéndice de la Reacción Republicana, nombre dado a la campaña disidente de Nilo Peçanha. Posteriormente, el tenentismo llegó al poder junto a otra disidencia oligárquica: la Alianza Liberal. Y dejó de existir en 1935. Por su parte, el ejército político tradicional no dejó de actuar. La junta que intentó tomar el poder antes de que Getúlio Vargas llegara a Río de Janeiro en 1930 fue un ejemplo.
El teniente fue la forma dual de existencia del ejército político entre 1922 y 1935. Más tarde, la iniciativa volvió a la responsabilidad exclusiva de los oficiales superiores. Para Carone, Goes Monteiro fue un ejemplo de las vicisitudes del tenentismo. Miembro del ejército político tradicional, traicionó a la jerarquía y se convirtió en aliado de los tenientes en 1930-1933. Se distanció progresivamente de ellos en nombre de la jerarquía, conspiró para ser presidente, organizó un golpe de Estado para sí mismo, hasta que en 1937 apoyó otro golpe que garantizó la continuidad de Vargas como dictador.
El Ejército, dividido en tendencias, tendió a unificarse después de 1935 con el pretexto del peligro comunista anunciado oficialmente en el preámbulo de la Constitución de 1937. Se convirtió en garante de los grupos agrarios en el poder y, ahora, también de cierta representación de los industriales. intereses (característico de ello es el acercamiento del empresario Roberto Simonsen al gobierno). Muchos militares ocupan puestos administrativos, pero se puede repetir una afirmación irónica de Edgar Carone: “a pesar de las diferencias, la similitud con el pasado es grande. Es solo que la historia no se repite exactamente como lo hizo en el pasado".[Xix]. El énfasis irónico está en el adverbio.
El estado compuesto
Las clases dominantes fueron estudiadas por Carone en términos de peso económico de sus fracciones e ideología. Los industriales nunca se presentaron con una ideología propia. El Morvan Figueiredo de Fiesp tiene la misma concepción regionalista, liberal y federalista que las clases agrarias. Su acción fue corporativa, como en el momento en que atacó el derecho de la mujer a la igualdad salarial con el hombre en 1939. Para Carone:
“Hasta 1930, el poder político estuvo en manos de las clases agrarias, siendo su dominio total y ascendente, pasando de los órganos municipales a los del Estado, de éste al federal. Aunque haya divisiones de grupos agrarios, hay un solo partido en cada estado, y la oposición es expulsada de los partidos republicanos (...). La burguesía no tiene ningún papel político y vive subordinada al sistema, mientras que las demás clases sociales son marginadas del proceso político”.
Solo en la fase final de la Antigua República surgieron alternativas, pero tardíamente, como el Partido Democrático de São Paulo y el Partido Liberal de Rio Grande do Sul. ¿Qué cambió la revolución de 1930?
“Después de 1930 habrá un cambio en el dominio agrario casi lineal. Estas clases siguen siendo preponderantes, pero ahora están divididas y subdivididas, lo que las debilita; el proletariado y las clases medias compiten por el poder y se organizan en partidos, pero también están políticamente debilitados por sus profundas divisiones. Por su parte, la burguesía permanece subordinada a las oligarquías rurales…”[Xx].
Para el autor, en 1930 el sistema político de dominio oligárquico total dio paso a los “gobiernos compuestos”. El sistema anterior se basaba en la propiedad local y estatal de los agricultores; ya nivel nacional en el predominio de los grandes estados (São Paulo y Minas Gerais). El nuevo sistema es más complejo: las clases medias y trabajadoras ahora tienen más libertad de acción, a pesar de su derrota; estaba el surgimiento de Rio Grande do Sul; las clases agrarias divididas; el ejército tradicional se hizo más cohesionado e interviniente y surgieron los integralistas. Es un juego de fuerzas diferente.
Finalmente, los de arriba no buscan el consenso. Carone no se hacía ilusiones entre las clases dominantes, ya que “la falta de tradición de clase y la incapacidad creativa y pragmática de las clases dominantes hacen innecesaria la necesidad de crear valores y basar en ellos su acción, ya que las oligarquías mandan y son obedecidas”.[xxi].
Hemos visto que Carone entendió 1930 como un momento (como categoría dialéctica) en el que las fuerzas tradicionales se reacomodaron, incorporaron o dominaron nuevos grupos y, finalmente, crearon una situación de equilibrio inestable de tensiones y compromisos. Carone mantuvo la idea de una simbiosis ideológica entre la clase media y los tenientes, pero también captó el carácter organizativo y corporativo de las tensiones militares. Se diría que profundizó en la lectura marxista de Werneck Sodré, sin volver a las tesis liberales que luego rechazaron los lazos de clase de los militares.
En el plano ideológico, el federalismo, el coronelismo, el liberalismo y el positivismo a veces embellecen formas pragmáticas en las que los valores son vagos y solo encubren divergencias secundarias en torno a la lucha por el poder. Esto explica la gran unidad burguesa bajo el anticomunismo y, en otros momentos, la división en la disputa por el gobierno.
Carone realizó estos análisis sin recurrir a una conceptualización previa (populismo, estado de compromiso, etc.), prefiriendo encontrar las contradicciones sociales en los hechos. Como historiador, hizo inteligibles las situaciones al narrar los hechos. Como marxista, observó posibles rupturas e intereses de clase. Así, el Estado posterior a 1930 trajo elementos de una evolución anterior, pero fue en las disputas concretas de personajes históricos que ese proceso adquirió un significado revolucionario que definió un antes y un después.
La crítica oculta
La lectura de Carone se hizo en la USP simultáneamente con otra mucho más influyente. En la misma universidad, Boris Fausto hizo un estudio en 1930, ideológicamente situado dentro del liberalismo paulista, contra el comunismo y el “populismo” y rechazando la identidad burguesa del tenentismo.
La obra de Boris Fausto tenía una inspiración política, según el autor: “mi descontento con la ideología del PCB”. Su blanco explícito era Nelson Werneck Sodré. Quería escribir una monografía detallada, pero la “opción viable era escribir un pequeño texto interpretativo, tratando de destruir (…) la interpretación del episodio de 1930 como la llegada de una nueva clase al poder”[xxii].
Carone tenía un punto de vista diferente al de algunos de los historiadores comunistas atacados por Fausto, aunque no al contrario. Debido a sus tempranas simpatías por la Izquierda Democrática, Carone también fue independiente y no se unió al PCB. A pesar de esta diversidad de vínculos intelectuales, adoptó un marxismo propio de su generación y no criticó al partido, lo que le costó muy caro académicamente.
Cotejado con algunos importantes historiadores renovadores que surgieron en la década de 1970, Carone se destaca por el peso de su investigación empírica y su acercamiento a la diversidad regional de la historia republicana. Los nuevos historiadores escribieron libros con poca investigación documental, ya que su norte investigativo era la metodología y no los hechos, mientras que Carone buscaba la síntesis. En general, leen el proceso de São Paulo y del Distrito Federal.
Fausto concluyó que, a pesar de las fricciones, había complementariedad entre la burguesía industrial y las clases agrarias en 1930. En cuanto a la idea de revolución, consideró que no encajaba en un modelo definido por él como la alteración en las relaciones de producción ( en la instancia económica) y sustitución de una clase por otra (en la instancia política). Esto no sucedió en Brasil. El derrumbe de la hegemonía de la “burguesía cafetera” no llevó al poder a otra clase. No hubo ascenso político de la burguesía industrial o de las clases medias, sino un “vacío de poder” llenado por un “Estado de compromiso”[xxiii].
Otra corriente interpretativa, la de matriz libertaria, criticó al PCB, pero no precisamente a su historiografía, sino al discurso de los comunistas de 1928 a 1930. Posteriormente, proyectó el ser social de su crítica sobre el PT. Para ella, la oligarquía no tiene existencia objetiva: era un fantasma para crear falsas divergencias de intereses entre las clases dominantes. El Partido Demócrata solo habría creado un espacio legitimador para una idea de revolución. Por tanto, 1930 no es visto como un hecho, sino como la base de un discurso elaborado bajo el prisma del vencedor. Para de Decca y Vesentini, el elemento empírico “1930” se convirtió en un lugar vacío, prohibido e indiscutido. Construirla como una revolución, como un parteaguas, fue una operación ideológica de los vencedores. Pero nada justificaría elegir un marco que interrumpa y anule el proceso revolucionario en su totalidad.[xxiv], en el que había otras ideas de revolución en disputa.
A principios de la década de 1970, se creó un consenso político sobre el Estado Novo como un régimen totalitario generado por la Revolución de 1930; la CLT como legislación fascista; el laborismo y el comunismo como fenómenos de la era populista; finalmente, el sindicalismo que existía hasta entonces como pelego. El historiador Ítalo Tronca resumió esas posiciones.
Para Tronca, la “revolución de los años 30” fue “la construcción más elaborada del pensamiento autoritario en Brasil”. A partir de 1928, hubo varias concepciones de revolución en juego y mostró una clara preferencia por los anarquistas. El PCB fue presentado como el “ganador entre los perdedores”, manipulador y aliado del gobierno para evitar que la contradicción entre capital y trabajo emergiera en la arena política. El autor acusó al partido de ser centralista, burocrático y de lucha por el control sindical, “o sea, lo fundamental es que, en ese período, la clase también estaba siendo manipulada por quienes decían ser sus únicos representantes”[xxv].
Reconoció que el PCB creó un hecho al introducir al proletariado en el juego político. A los grupos dominantes les convenía reconocer sólo un partido que restringía a la clase obrera a la lucha electoral, mientras alejaba a los anarquistas que se negaban a aceptar la lucha en el campo elegido por la burguesía. Al final del proceso hubo una “doble supresión de las voces de los dominados”. Por un lado, los vencedores de 1930 reprimieron las acciones del bloque obrero campesino, animado por el PCB; por otro lado, el PCB ayudó a la burguesía a ocultar la memoria de los anarquistas ya reforzar la estructura de dominación.
Salvo una colección de Hall y Pinheiro o como fuente, Carone no fue considerado un interlocutor válido en ese debate. Las condiciones han cambiado. Lo que fue una nueva historiografía tiene ahora casi medio siglo; el nuevo sindicalismo enfrentó pragmáticamente la defensa de la CLT; y Lula y el PT empezaron a valorar la era Vargas.
Conclusión
Carone no escribía con elegancia. No participó de muchos debates fuera de los círculos comunistas, no escribió artículos teóricos y metodológicos, así como no comentó sobre muchos brasileños estadounidenses cuando hablaba de Brasil. Tenía erudición literaria y conocía profundamente la historia del país. No le gustaba el PT y, en la década de 1990, estaba más cerca del PC que del B, debido a la momentánea desorganización del PCB en ese momento. Recuerdo verlo junto a Paula Beiguelman en los debates sindicales. Aun así, el Núcleo de Estudios d'La capital del PT lo honró. Intelectuales del PCB y otras corrientes le rindieron homenaje en la Unesp, campus Marília.
Provenía de una generación en la que los estudios académicos no estaban profesionalizados, no se integraba a grupos de investigación, prefería el contacto dentro de viejos círculos intelectuales de amistad, sindicatos y el Partido Comunista. Experimentó la transición a la especialización académica. También estuvo asociado con otros que fueron silenciados, como Nelson Werneck Sodré y, en cierta medida, Jacob Gorender.
Con el fin de la llamada Nueva República, se presentó la oportunidad de operar una síntesis que niegue y preserve parte de esa crítica social liberal de los años 1980, depurada de sus exageraciones panfletarias e idealistas y de su reduccionismo cultural. La revalorización de la experiencia anarquista siempre ha sido fundamental, basta recordar la obra escrita en la década de 1950 por el historiador y memorialista comunista Everardo Dias.
Pero vale la pena recuperar el legado de investigaciones seminales que insertaron a la clase obrera en la totalidad de las relaciones de producción y tomaron en cuenta aspectos subjetivos y objetivos. Después de todo, en la sede del sindicato y en las luchas públicas del partido (mítines, huelgas, escuelas de samba, deportes, picnics, clubes de ajedrez, etc.) se llevó a cabo una parte importante de la experiencia de la clase trabajadora, como anuncios de trabajo, reclamos laborales, apoyo legal, campamento de verano, fiestas, cursos, adquisición de libros y periódicos, debates y almuerzo dominical.
Tras el fin de la Unión Soviética, la historiografía marxista se mantuvo firme en los años siguientes. Resistió la avalancha posmoderna y reafirmó la objetividad del saber histórico con Florestan Fernandes, Emilia Viotti, Anita Prestes, João Quartim, Wilson Barbosa, Marly Vianna, Nelson Werneck Sodré, Jacob Gorender, Paula Beiguelman y Edgard Carone[xxvi]. El retorno del fascismo lleva a la revalorización de quienes lo combatieron y derrotaron.
*Lincoln Secco Es profesor del Departamento de Historia de la USP.. Autor, entre otros libros, de Historia del PT (Estudio).
Notas
[i]Entre las excepciones de la USP que no dejaron de valorar los estudios de Carone y Werneck Sodré, encontramos a Emilia Viotti en la década de 1980. En el siglo XXI, Marcos Silva trabajó para el redescubrimiento en la USP del historiador Nelson Werneck Sodré.
[ii]Otro de sus alumnos, el también bibliófilo de izquierda Dainis Karepovs, realizó esta obra (todavía inédita).
[iii] Pedro Ribas, La introducción del marxismo en España (1869-1939). Madrid: Ediciones de La Torre, 1981.
[iv] Rubel, Maximiliano. Bibliografía de obras de Karl Marx con un apéndice en Répertoire de obras de Friedrich Engels. París: Librairie Marcel Riviére, 1956.
[V] Wolfgang Lubitz, Trostki, Bibliografía. Múnich: KGSaur, 1982.
[VI] Juan Cammet. bibliografía gramosciana, 1922-1988. Roma: Riuniti, 1991.
[Vii] Edgard Carone, “La trayectoria de la Manifiesto del Partido Comunista en Brasil". In: De derecha a izquierda. Belo Horizonte: Oficina de Libros, 1991, pp.93-99. Publicado en Edgard Carone: lecturas marxistas y otros estudios. org. de Marisa Midori Deaecto; Lincoln Seco. São Paulo, Xamã, 2004.
[Viii] Eric Hobsbawm, “Introducción al Manifiesto Comunista”, in: id. sobre la historia. São Paulo: Companhia das Letras, 1998, pp.293-308; Gareth Stedman Jones, “Introducción”, in: Karl Marx y Friedrich Engels, El Manifiesto Comunista. Londres: Penguin Books, 2002, págs. 3-187; Claude Mazauric, “Lire le manifesté”, in Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista. París: Librio, 1998, pp.7-21.
[Ex] [Múltiples autores], KKarl Marx y Friedrich Engels: El manifiesto comunista, 150 años después. Río de Janeiro: Contrapunto; São Paulo: Perseu Abramo, 1998, pp.43-207; varios autores, Solo pruebasSobre el Manifiesto Comunista, São Paulo: Xamã, 1998; Osvaldo Coggiola (Org.), Manifiesto comunista ayer y hoy. São Paulo: Xamã/FFLCH, 1999.
[X] Berto Andreas, El manifiesto comunista de Marx y Engels: histoire et bibliographie (1848-1948). Milán: Feltrinelli, 1963. [Edición con apéndice que cubre los años 1918 a 1959].
[Xi] Edgard Carone, “Literatura y público”, In: De derecha a izquierda. Belo Horizonte: Oficina de Libros, 1991, pp.37-92. Publicado en Edgard Carone: lecturas marxistas y otros estudios. org. de Marisa Midori Deaecto; Lincoln Seco. São Paulo, Xamã, 2004.
[Xii] Marchetti, F. La Primera República: la idea de revolución en la obra de Edgard Carone (1964-1985). São Paulo, tesis de maestría, USP, 2016.
[Xiii]Cabe recordar que fue Carone quien consolidó en los círculos universitarios la tradicional división entre la primera, la segunda, la tercera y la cuarta repúblicas. Así lo hizo en los volúmenes de documentación. En los volúmenes de interpretación sobre instituciones y clases sociales y los de narrativa de la evolución política, utilizó los títulos de vieja república, nueva república, Estado Novo y república liberal.
[Xiv] Casalecchi, JE La obra de Edgard Carone y la enseñanza de la historia. São Paulo: Difel, s/d.
[Xv]Edgar Carone, La República Oligárquica: Instituciones y Clases Sociales, São Paulo, Difel, 1975, pág. 182.
[Xvi] Carone, Edgardo. De izquierda a derecha. Belo Horizonte: Taller del Libro, 1991.
[Xvii] Carone, Edgardo. La República Oligárquica: Instituciones y Clases Sociales, São Paulo, Difel, 1975, p.190.
[Xviii] Todo el análisis de Carone comentado aquí en: Carone, E. A República Nova (1930-1937). São Paulo: Difel, 1982, pp.381-394. Este es el texto “ejército y tenentismo”, un apéndice escrito en 1973.
[Xix] Carón, E. La Nueva República (1930-1937). São Paulo: Difel, 1974, pág. 394.
[Xx] Carón, E. el nuevo estado. São Paulo: Difel, 1977, pág. 143.
[xxi] IDENTIFICACIÓN Ibíd., pág. 166.
[xxii] Faust, B. Memorias de un historiador dominical. São Paulo: Companhia das Letras, 2010, p.239.
[xxiii] Fausto, B. La Revolución de 1930. 5 ed. São Paulo: Brasiliense, 1978, pág. 113.
[xxiv] Decca, E. y Vesentini, C. “La revolución del ganador”, Contraponto, 1, noviembre de 1976.
[xxv] Tronca, I. La Revolución de 1930: Dominación Oculta. São Paulo: Brasiliense, 1982, pág. 40
[xxvi] Ciertamente hay muchos otros de las generaciones intermedias y más recientes.