por ANTÔNIO VENTAS RIOS NETO*
Una inspiración indispensable para superar los callejones sin salida civilizatorios de este siglo, mientras aún tengamos tiempo
“A menudo, uno tiene que ser una minoría desviada para estar en lo real. Aunque, aparentemente, no hay perspectiva, ni posibilidad, ni salvación en ello, la realidad no está paralizada para siempre, tiene su misterio y su incertidumbre. Lo importante es no aceptar los hechos consumados” (Edgar Morin).
La perspectiva inédita de una extinción temprana de la especie humana como consecuencia de sus propias acciones, como han venido señalando muchos especialistas en ciencias de la Tierra, será probablemente uno de los principales estigmas que deberá acechar a la humanidad en este siglo XXI. Inauguramos un tiempo sombrío, que nace bajo el ignominioso signo de un profundo recrudecimiento del proceso de destrucción de los ecosistemas, en un curso muy acelerado en esta Era del Antropoceno, en la que el ser humano ha alcanzado, mediante la hegemonía capitalista depredadora globalizada, los más avanzados. etapa de su ímpetu de dominación y subordinación de la naturaleza y, en consecuencia, de pulsión de muerte y autoaniquilación.
El trágico siglo XX estuvo marcado por las guerras y el totalitarismo desatado en el seno de los dos principales proyectos civilizatorios fallidos –el capitalismo y el socialismo real–, que rivalizaron a lo largo del período en el que la humanidad vivió los mayores horrores contra la condición humana. Se estima que al menos 187 millones de vidas fueron diezmadas (Brzezinski, 1993) por deliberaciones humanas, lo que equivale a algo alrededor del 12% de la población mundial en 1900. A principios del siglo XXI, con la insistencia de la humanidad en continuar la ruta ecocida del el sistema-mundo capitalista, la degradación ambiental a escala planetaria, combinada con el creciente declive de las democracias y las amenazas de avances en el fenómeno de la algoritmización de la vida, ambos auspiciados por la insana globalización de una visión tecno-mercantil del mundo, constituyen los dos motores principales la regresión y la barbarie civilizatoria que se anuncian para las próximas décadas.
¿Cómo entender las fuerzas que nos arrastraron, por el tortuoso camino de la civilización, a una forma de vida tan incongruente con la naturaleza? ¿Cómo oponerse a una sociabilidad capitalista tan disonante con las dinámicas que sustentan la inmensa trama de la vida en nuestro planeta y que nos empuja hacia una realidad tan distópica e insostenible? ¿Cómo entender y resistir tal comportamiento humano esquizofrénico, ecocida y, en última instancia, suicida?
un pensador planetario
Una de las respuestas a estas grandes interrogantes de nuestro tiempo radica en la trayectoria de vida de uno de los más prodigiosos pensadores contemporáneos, quien hoy (8/7/2021) celebra sus 100 años de insurgencia contra una forma unidimensional, fragmentada, controladora. de la vida y por lo tanto desconectado de la complejidad del mundo real. Hablamos del polifacético Edgar Morin, un notable pensador francés que, aun siendo centenario, ha sabido mantener, hasta el día de hoy, su lucidez y capacidad para comprender y afrontar las precarias realidades que él mismo ha vivido desde la oscuridad. 1920s., incluyendo las adversidades que se impusieron en su propia vida personal. Como a él mismo siempre le gusta mencionar, una vida inspirada en los versos del poeta español Antonio Machado: “Caminante, no hay camino. Al andar se hace camino, al andar se hace camino”.
El renombrado sociólogo francés Alain Touraine lo llamó un “humanista planetario”. De hecho, Morin es reconocido por muchos como un pensador planetario que, para comprender las múltiples facetas de la realidad, optó por transitar simultáneamente por la sociología, la filosofía, la antropología, la biología y muchas otras áreas del conocimiento, siempre buscando conexiones (invisibles para ojos de la racionalización disyuntiva, que lo separa todo) entre las diversas islas de conocimiento e integrándolas desde un “contexto y pensamiento complejo” que podría dar una mejor comprensión de las contradicciones de la condición humana y su interacción cada vez más desajustada con la compleja realidad que la rodea. y eso lo desafía permanentemente.
Temprano, Morin comenzó a darse cuenta de que la realidad no podía reducirse a las nociones de orden, certeza, separación y causalidad lineal, atributos considerados los cimientos de los ideales ilustrados de la modernidad, todavía muy dominantes en la época contemporánea. Para él, la búsqueda de comprender lo real está en las incesantes interacciones y retro-interacciones entre una infinidad de componentes que lo integran, es decir, la realidad se comprende mejor por el entrecruzamiento de atributos como la incertidumbre, el desorden y el azar.
Por lo tanto, el extraño mundo real, a juicio de Morin, implica riesgos constantes de errores e ilusiones, dada la aleatoriedad que lo impregna. “La complejidad”, dice Morin, “es el desafío, no la respuesta”. A diferencia de las cosmovisiones que moldearon la experiencia humana en el pasado y aún la moldean en el presente, la complejidad (el origen del término complejo proviene del latín complejo, que significa “lo que se teje”) nos conduce a una cosmovisión abierta, plural e incierta. Busca acomodar y conciliar las innumerables “verdades” que intentan descifrar la realidad. Reconoce que tales “verdades” son indescifrables, pues resultan de un océano de relaciones e interacciones incesantes que conforman la realidad. Por tanto, tratar con lo real es estar en un proceso permanente de descubrimiento, deconstrucción y reconstrucción, en constante diálogo con la realidad, cuyos principales atributos parecen más cercanos a la idea de aleatoriedad, diversidad, ambigüedad, pluralidad, inestabilidad, multiplicidad, imprevisibilidad e incertidumbre.
Una vida desafiada por lo inesperado
Su propia experiencia de vida, intelectual, política y personal, lo llevó a esta percepción de una realidad imponderable. Morin ya llega al mundo, el 8 de julio de 1921, teniendo su primer contacto con lo impredecible. Según él, “el parto fue un momento trágico, en el sentido de que la vida de mi madre necesitaba mi muerte y mi vida tenía que provocar su propia muerte. Mi madre sobrevivió a la expulsión, pero yo nací casi muerta, estrangulada por el cordón umbilical”. La madre, Luna Beressi, judía sefardí, a causa de haber contraído la gripe española, padecía una grave enfermedad cardíaca, que desaconsejaba tener hijos. Beressi, con quien Morin estableció un vínculo maternal muy fuerte, murió 10 años después, el segundo evento devastador en la vida de Morin, que provocó en él “un Hiroshima interior”.
A partir de ahí, Morin entra en un proceso de inmersión personal, refugiándose en la literatura y el cine, principales influencias en su formación. “A literatura, assim como o cinema”, na ideia de mundo de Morin, “quando bem concebidos, representam uma aprendizagem da compreensão humana (…) Entendemos o próximo muito melhor do que na vida real, e é esta compreensão que é preciso inserir en realidad".
Su adolescencia estuvo marcada por las turbulencias de Europa en la década de 1930, que se hundió en regímenes dictatoriales implacables y sanguinarios. En 1940, antes de que los nazis llegaran a Francia, Morin, con solo 19 años y ya sin la protección de su padre – Vidal Nahoum, también judío sefardí, que había sido reclutado para la guerra –, decide asumir su libertad. Toma un tren y se dirige a Toulusse donde continúa sus estudios. Unos años más tarde, en 1942, para escapar de la ocupación de las tropas nazis, huyó a Lyon. “Gané mi libertad”, dice, “contradictoriamente, cuando Francia perdió la suya”.
Después de la guerra, en 1945, Morin se ofreció como voluntario para ayudar a reconstruir Europa y fue nombrado oficial del ejército francés de ocupación para trabajar en la devastada Alemania. Allí escribió su primer libro, Año cero de Alemania (L'An zéro de l'Allemagne. París, Francia: La Cité universelle, 1946.). En esta obra, Morin registra sus primeras percepciones sobre la complejidad de la realidad. Se adentra en las contradicciones de la condición humana al reflexionar sobre la trágica experiencia de guerra del pueblo alemán. ¿Cómo una sociedad que produjo mentes notables como Hegel, Marx, Brecht, Kant, Beethoven y tantos otros pudo dejarse llevar por la ensoñación nazi? “Perplejo, mirando ese país destruido”, reflexiona Morin, “me preguntaba cómo era posible que esa nación, que albergaba la filosofía más rica, la música más hermosa, una cultura extraordinaria, hubiera sucumbido al nazismo”.
Esta fue la trayectoria adversa de Morin en sus primeras experiencias de vida. Otros momentos importantes de su vida pueden ser consultados en el sitio web producido por el SESC-SP (acceso Aquí), que reúne la mejor colección disponible en Brasil sobre la vida, obra y cosmovisión de este extraordinario pensador.
Ceguera ante la complejidad de la realidad
Todas estas intensas experiencias parecen haber ayudado a Morin a desarrollar sus múltiples capacidades de comprensión de la realidad, más allá de lo que la cosmovisión hegemónica siempre ha impuesto en cada momento histórico. Capacidades que se manifiestan con fuerza aún hoy, a pesar de haber llegado a su centenario. Para Morin, no hay forma de observar y comprender lo real sin que se produzca una reconexión de las muchas disciplinas y saberes que fueron separados por el “gran paradigma de Occidente”, concebido por Descartes e irradiado al mundo dentro del proceso histórico de Dominación europea, a partir del siglo XVII. Su principal propuesta para mejorar nuestra percepción de la realidad está en el “pensamiento complejo”, que busca comprender que los fenómenos de la naturaleza (incluida la naturaleza humana) no pueden ser traducidos por dualidades cartesianas, como orden/desorden, sujeto/objeto, alma/cuerpo. ., espíritu/materia, calidad/cantidad, emoción/razón, libertad/determinismo, entre muchos otros. En la visión compleja del mundo elaborada por Morin, todas estas dicotomías no son atributos de la realidad tan separados y exclusivos como imagina la visión cartesiana del mundo, que sustenta la ideología tecnoeconomicista actualmente hegemónica.
Su postura se torna cada vez más rebelde frente a una academia que produce saberes estancos, compartimentados y, en consecuencia, reproduce mentes embotadas a la realidad, acomodadas en un “conformismo cognitivo”. De ahí su preocupación por la pertinencia del conocimiento generado por la academia. Para Morin, “la fragmentación y compartimentación del conocimiento impide aprender 'lo que se teje'”. Contrariamente a la primacía de la objetividad y la razón, Morin transgrede la forma de hacer Ciencia y opta por comprender lo real desde nuevos métodos de cognición.
Uno de estos métodos, por ejemplo, es el que adopta el principio dialógico, como él mismo expresa en esta afirmación sobre su primera investigación social: “cuando se quiere estudiar una comunidad, los seres humanos, se debe, por supuesto, ser 100 % objetivo, tratar de considerar los hechos, los datos tal como se presentan. Al mismo tiempo, era necesario ser 100% subjetivo, es decir participar, comunicar, amar a las personas. Es decir, es necesario utilizar plenamente la objetividad y la subjetividad, aunque la mayoría de los sociólogos consideraban que la subjetividad era algo negativo”. Para Morin, los supuestos antagonismos que configuran la realidad no se excluyen mutuamente como piensa la visión binaria del mundo aún imperante. Son a la vez competitivos y complementarios, por lo que debemos saber cómo abrazarlos para comprender y lidiar mejor con la realidad.
Fue gracias al trabajo de Morin que muchos autores de diferentes áreas del conocimiento comenzaron a desarrollar nuevos métodos de cognición e investigación de los problemas que se presentan ante la experiencia humana. A partir de esta nueva mirada, que considera que la realidad está “tejida”, ya se están adoptando nuevos supuestos para poner en práctica el pensamiento complejo. De ahí que, como una de las estrategias para enfrentar mejor los desafíos contemporáneos, la aplicación de los llamados operadores cognitivos de pensamiento complejo, también llamados operadores de reenlace. Ellos son: circularidad, autoproducción/autoorganización, operador dialógico, operador hologramático, integración sujeto-objeto y ecología de la acción.
Para quienes deseen profundizar en la gigantesca obra de Morin, que comprende más de 100 libros (incluidas las múltiples alianzas que ha establecido con varios autores), y sus formulaciones sobre la red de relaciones que conforman el mundo real, los seis volúmenes de El Método (La naturaleza de la naturaleza, 1977; La vida de la vida, 1980; El saber del saber, 1986; Las ideas, 1991; La humanidad de la humanidad, 2001; Ética, 2004), que contiene más de 2.500 páginas, sistematiza y elabora explícita una epistemología del pensamiento complejo. En esta obra, Morin ofrece muchos elementos para quien quiere comprender mejor los múltiples matices que envuelven las concepciones sobre la vida, la condición humana, nuestro destino, y propone una ética de la reconexión que nos permite conectarnos mejor con la complejidad del mundo. mundo real y con la construcción de un futuro posible, para evitar el abismo hacia el que nos dirigimos.
También destaco dos libros más de Morin, uno centrado en la educación y otro en la política, que me parecen centrales para entender la necesidad de cambiar hacia una nueva sociabilidad, fuera de la lógica del mercado, que demandan nuestros tiempos. La primera es la prueba. Los siete conocimientos necesarios para la educación del futuro (Cortez – UNESCO/ONU Brasil, 2000), que invita al actual sistema educativo, preso en la lógica del productivismo de mercado, que opera desde bases meramente utilitarias y solo refuerza aún más la exacerbación del individualismo, a revisar sus presupuestos y buscar una forma emancipadora. educación de sujetos, más centrada en desarrollar una comprensión de la condición humana y la necesidad de una ciudadanía planetaria, que nos permita enfrentar mejor las múltiples crisis de hoy. La segunda es sobre el libro. ¿Hacia el Abismo? – Ensayo sobre el destino de la humanidad (Bertrand Brasil, 2010), en el que denuncia el recrudecimiento de la gigantesca crisis planetaria y la incapacidad del pensamiento político actual para proponer una nueva política civilizatoria que evite caer en la barbarie. Para Morin, necesitamos abandonar el sueño de dominación y “reemplazar la noción de desarrollo por la de una política de la humanidad y una política de la civilización”.
Entendiendo la condición humana
Uno de los legados más importantes de la amplia obra de Morin es quizás su reflexión sobre la condición humana. En su comprensión de los caminos a trazar para enfrentar los principales desafíos contemporáneos está la idea de que “el siglo XXI debe abandonar la visión unilateral que define al ser humano por la racionalidad (Homo sapiens. ), por la técnica (Homo faber), por las actividades utilitarias (Homo economicus), por requisitos obligatorios (homo prosaicus). El ser humano es complejo y lleva en sí mismo, de forma bipolarizada, personajes antagónicos”. Morin nos insta, por tanto, a abdicar de esta visión unilateral que define al ser humano exclusivamente por la racionalidad tecno-economista. El hombre es, al mismo tiempo, sapiens e demencia (sabio y loco), Faber e ludens (trabajador y juguetón), empírico e imaginario (empírica e imaginaria), económico e consumibles (económico y consumista), prosaico e poético (prosaico y poético).
Por lo tanto, se nos entiende mejor con la idea de un homo complejo, que en palabras de Morin significa que “el ser humano es un ser racional e irracional, capaz de medida y de exceso; sujeto de una afectividad intensa e inestable”. De ahí la necesidad de volver nuestra atención más a la condición humana y menos a la mejora de técnicas e instrumentos, ya que la crisis de civilización que enfrentamos, en gran medida, es el resultado de este malentendido. Necesitamos entender, como advierte el mismo Morin, que “cuando hay una hegemonía de ilusiones, excesos desatados, entonces el homo demens enviar el Homo sapiens. y subordina la inteligencia racional al servicio de sus monstruos”.
Así como prevaleció a lo largo de casi todo el curso de la civilización, nuestras inclinaciones hacia ilusiones innecesarias –quizás las más dañinas sean la ilusión de orden, control y dominación–, que aún persisten con más intensidad en la época contemporánea, nos están empujando hacia el abismo. . En las últimas dos décadas, se expresan especialmente a través de la apuesta que se ha hecho por el avance de la tecnología para solucionar todos los problemas del mundo. Este es el llamado movimiento transhumanista, que asume que el ser humano avanza hacia una superación que lo elevará a la condición post-sapiens, a través de los dispositivos y manipulaciones a cargo de la inteligencia artificial. Como advirtió recientemente el propio Morin (entrevista con Le Monde, el 20/4/2020), al reflexionar sobre la crisis sanitaria generada por la pandemia del Covid-19, “la locura eufórica del transhumanismo lleva a paroxismo el mito de la necesidad histórica del progreso y del dominio del hombre no sólo sobre la naturaleza, sino también sobre su destino, prediciendo que el hombre tendrá acceso a la inmortalidad y controlará todo a través de la inteligencia artificial”.
Contradiciendo los supuestos beneficios a favor del progreso de la humanidad, que podrían provenir de los algoritmos, lo que se ha logrado hasta ahora con esta visión cibernética del mundo ha sido amplificar espantosamente el ímpetu de control, dominación y apropiación de la verdad que caracteriza al patriarcado. cultura milenaria. Por un lado, vuelven a surgir nuevas regresiones en diversas formas: amenazas a las democracias en muchos países, corrupción generalizada, brutales desigualdades socioeconómicas, regímenes totalitarios, estallidos nacionalistas, crimen organizado, xenofobia, racismo y otras formas de desintegración del tejido social. Por otro lado, asistimos inertes a un proceso de degradación ambiental a escala planetaria, que ya nos sitúa dentro de la sexta extinción masiva y amenaza nuestra supervivencia como especie.
En el fondo, lo que nos muestra Morin es que estamos en el centro de un cambio de época histórica, en el que hay una profunda crisis de percepción que fragmenta las formas de interpretar la realidad y que constituye la génesis de una vulnerabilidad institucional que fragmenta los modos de intervención en esa misma realidad. Así, con el modo de vida actual centrado en el desarrollo tecnoeconómico, que alimenta la locura del crecimiento del sistema productivo capitalista, se produce un recrudecimiento sin precedentes de la crisis planetaria. Por tanto, Morin propone una transición desde el pensamiento lineal cartesiano (enfoque en la fragmentación, el control y la previsibilidad) –cuyas concepciones se remontan a la época de Aristóteles, Platón y Sócrates, en la antigua Grecia–, así como del pensamiento sistémico (enfoque en conjuntos, patrones y totalidades), desarrollado a lo largo del siglo XX, por el pensamiento complejo, cuyo foco está en las interacciones, las incertidumbres y la imprevisibilidad, mucho más comprensivo para tratar la complejidad de la condición humana y la realidad que la rodea. De ahí la necesidad de aplicar nuevos operadores cognitivos, como se mencionó antes, para que podamos poner en práctica el pensamiento complejo y, de esta forma, reconectarnos con nuestra condición natural.
Esperanza en Metamorfosis
Sin embargo, este pensamiento complejo propuesto por Morin aún está lejos de superar el pensamiento lineal y el pensamiento sistémico. Por eso se nos hace tan difícil abrazar nuevos modos de cognición que nos permitan lidiar mejor con la complejidad del mundo natural en el que estamos imbricados y con las múltiples crisis que se manifiestan en la contemporaneidad. Como dice Morin, “por todas partes se aceleran y amplifican la crisis de la democracia, la crisis de la biosfera, la crisis del pensamiento, el sonambulismo político, así como los delirios xenófobos, racistas y bélicos”. Por eso advierte que “la desintegración es probable. Lo improbable pero posible es la metamorfosis”. La apuesta por la metamorfosis, a la que se refiere, es el elemento catalizador de la capacidad humana, ante la posibilidad de autodestruirse, de cambiar su forma de ver e interactuar con el mundo y, de esta forma, resignificarse frente a de tan profunda crisis. , porque, en las condiciones actuales de nuestro planeta, sin un cambio radical en nuestra forma de estar en el mundo no tendremos futuro. “Cuanto más nos acercamos a la catástrofe”, dice Morin, “más metamorfosis es posible. Así que la esperanza puede surgir de la desesperación”.
Todos los escenarios, ya sea en el ámbito político, ecológico, social o económico, apuntan al final de la larga historia de predominio de la cultura patriarcal, que también se originó a partir de una metamorfosis ocurrida en el Neolítico. Según la socióloga austriaca Riane Eisler, desde algún momento cercano a la época de la revolución agrícola, se produjo la gran bifurcación cultural de Occidente, en la que los pueblos guerreros indoeuropeos hicieron uso de las armas para promover el paso de la “sociedad de sociedad”, la llamada cultura matrística que prevalecía hasta entonces, a la “sociedad de dominación”, que derivó en la cultura patriarcal vigente hasta el día de hoy (El cáliz y la espada: nuestra historia, nuestro futuro, Palas Atenea, 2008). Desde entonces hasta nuestros días, la historia de la civilización ha sido una historia de guerras, masacres y destrucciones, en nombre de un supuesto progreso humano.
Las próximas décadas, por tanto, contienen todos los elementos para estar marcadas por una nueva metamorfosis, con todas las indeseables penurias que conlleva este tipo de fenómenos. Como recuerda Morin, “la historia humana nació de una metamorfosis no programada que habría parecido imposible para cualquier observador extraterrestre hace diez mil años”. Es desde esta perspectiva que Morin parece encontrar, a partir de ahora, alguna posibilidad de regeneración, aunque existe un fuerte y creciente sentimiento colectivo de desesperanza que no ve más alternativas a la civilización.
El caso es que tenemos una realidad cada vez más distópica en el horizonte. ¿Qué ruta, entonces, podría desviarnos del colapso de la civilización? Con mucho optimismo, si buscamos algún aprendizaje de las muchas regresiones del pasado, una nueva forma de vivir sería sin duda aquella que acepta nuestra limitada y contradictoria condición natural y trata de superar nuestro encarcelamiento en la cultura patriarcal. La civilización no tiene más remedio que abandonar la visión del mundo basada en el mercado y asumir una visión relacional (compleja) del mundo, que considera el entrecruzamiento de todas las dimensiones de la condición humana y el mundo natural, con el que tenemos una relación irremediable. de interdependencia.
Si tuviéramos hoy alguna instancia de gobernanza global con este propósito, que alcanzara los consensos necesarios entre los países más desarrollados, que dictan los destinos de la humanidad, una política civilizatoria, como la defendida por Morin, probablemente contemplaría al menos los siguientes enfoques de transformación: una estrategia para reducir la carga demográfica en la Tierra, para mitigar los cambios climáticos que ya están en marcha; la articulación de una democracia global que tolere el pluralismo de formas de vida; el rescate del sentido de comunidad y la preservación de los bienes comunes, destruidos por las relaciones de mercado narcisistas, excluyentes y depredadoras; y la formulación de una nueva economía relacional, que dé centralidad a la vida en el cuidado de nuestra Casa Común y no a la acumulación y el consumo. La construcción de un futuro reconocible pasa necesariamente por este camino, pero está muy lejos de ser una realidad.
Todo indica que, de ahora en adelante, el futuro de la humanidad estará cada vez más bajo los designios del azar y la metamorfosis. Hace aproximadamente veinte años, cuando estaba escribiendo el último libro de su obra principal, La Méthode 6 – Éthique (Editions du seuil, 2004), Morin imaginó dos salidas para el actual impasse civilizatorio impuesto por las múltiples crisis de la época contemporánea. Según él, podríamos salir de la historia “por arriba”, mediante la regeneración del poder absoluto de los Estados, o “salir por abajo”, mediante la regresión generalizada y la “explosión de la barbarie a lo Mad Max”. Sin embargo, Morin parece haber descartado ya la primera opción, como podemos ver en sus manifestaciones de los últimos años, e indica que se ha rendido a los múltiples pronósticos que apuntan cada vez más a la barbarie. En sus palabras, “la barbarie está presente hoy, amenazándonos nuevamente, esa vieja barbarie de destrucción y odio, aliada a una barbarie nueva, nacida en nuestra civilización, una barbarie fría, gélida, la de la tecnología y los cálculos que ignoran los sentimientos y la vida.
La invaluable obra de Morin nos muestra que cualquier intento humano de moldear la realidad, ya sea por la visión mercantil del mundo, ya sea por la visión cibernética del mundo, o por alguna otra, que se disputan la hegemonía en este cambio de época histórica, estará condenado al fracaso. el fracaso, que puede acelerar aún más la terminación prematura de la experiencia humana en este planeta ya severamente degradado. Es mucho mejor apostar nuestro futuro a la reforma del pensamiento, como propone Morin, a la aceptación de la pluralidad de modos de vivir, a la revisión de nuestras creencias y valores patriarcales, a una cosmovisión que dialoga con la complejidad de la naturaleza, que se aleja de las ilusiones de control, jerarquía y apropiación de la verdad, que acepta la aleatoriedad, la ambigüedad, las contradicciones, la multiplicidad, la imprevisibilidad y la incertidumbre que conducen a nuestra limitada condición natural.
¡Salva la vitalidad de Edgar Morin! ¡Salva tu rebelión centenaria y vigorosa! Una rebelión que nos insta a aceptar y abrazar la complejidad de las dinámicas que sustentan la vida, para deshacernos del señuelo de la locura capitalista que está destruyendo nuestra humanidad y nuestra biosfera. Una inspiración indispensable para superar los callejones sin salida civilizatorios de este siglo, mientras aún tengamos tiempo.
*Antonio Sales Ríos Neto es escritor y activista político y cultural.
Referencias
EISLER, Riane. El cáliz y la espada: nuestro pasado, nuestro futuro. São Paulo: Palas Atenea, 2007.
MARIOTTI, Humberto. Los operadores cognitivos del pensamiento complejo. 2007. Disponible aquí.
MORÍN, Edgar. elogio de la metamorfosis. EcoDebate, 12 de enero de 2010. Disponible aquí.
MORÍN, Edgar. entrevista con Le Monde, 20 de abril de 2020. Disponible aquí.
MORÍN, Edgar. Dos Demônios: Atelier Vivo del Pensamiento de Edgar Morin. Sesc São Paulo, 28 y 29 de agosto de 2000.
MORÍN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Porto Alegre: Sulina, 2015.
MORÍN, Edgar. Mi camino. Río de Janeiro: Bertrand Brasil, 2010.
MORÍN, Edgar. Método 6: ética. Porto Alegre: Sulina, 2007.
MORÍN, Edgar. Os siete conocimientos necesarios para la educación del futuro. São Paulo: Cortez – UNESCO/ONU Brasil, 2000.
MORÍN, Edgar. ¿Dentro del abismo? Ensayo sobre el destino de la humanidad. Río de Janeiro: Bertrand Brasil, 2010.
SESCSP – SERVICIO SOCIAL DE COMERCIO DE SAO PAULO. Sitio electrónico que contiene la colección sobre la vida y obra de Edgar Morin. Disponible aquí.