Ecos del futurismo en el modernismo brasileño y portugués

Paul Klee, El fantasma de un genio, 1922.
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por DANIEL COSTA*

Un momento de intensa disputa por la hegemonía del discurso y los movimientos culturales

El comienzo del siglo XX estuvo marcado como un período de intensas transformaciones sociales, políticas y culturales. Desde el surgimiento de las vanguardias estéticas hasta el estallido de la primera revolución proletaria en un país aún atrasado, desde la Primera Guerra Mundial hasta el ascenso de los regímenes totalitarios, los primeros años del siglo pasado pueden considerarse el preámbulo de lo que llegaría a ser en palabras del italiano Giovanni Arrighi, “el largo siglo XX”, mientras que para el historiador británico Eric Hobsbawm, sería el “corto siglo XX”.[i]

En medio de un proceso de cambios tan acentuado, Brasil y Portugal no podían salir ilesos de esta dinámica de transformaciones. Vale aclarar que a lo largo del artículo nos centraremos en las transformaciones culturales, específicamente las relaciones literarias entre intelectuales de ambos países. Para llevar a cabo dicha reflexión, propongo utilizar la producción epistolar de estos temas como guía para comprender este proceso.

Debemos entender que el período analizado, al ser un momento de fuerte convulsión cultural, es también un momento de intensa disputa por la hegemonía del discurso y de los movimientos culturales. Aquí trabajamos con el concepto de hegemonía según la concepción de Antonio Gramsci, para quien la hegemonía sería el resultado de la disputa en torno a la construcción de diferentes proyectos corporativos.

Siempre según el pensador italiano, dos grandes “planos” superestructurales: el que se puede llamar “sociedad civil” (es decir, el conjunto de organismos comúnmente llamados “privados”) y el de la “sociedad política o Estado”, “que corresponden a la función de “hegemonía” que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y la de dominio o mando directo, que se expresa en el Estado y gobierno legal” (GRAMSCI, 1982, p.11).

Aunque la formulación Gramsciana parece restringida al ámbito político, la evolución de los estudios sobre su producción[ii] contribuyó a la percepción de que su interpretación también podría llevarse al ámbito cultural, ya que no puede ni debe ser pensado como un corpus autónomo dentro de la sociedad.

Veamos qué dice el británico Raymond Williams en marxismo y literatura: “La definición tradicional de “hegemonía”[iii] es poder o dominio político, especialmente en las relaciones entre Estados. El marxismo amplió esta definición a las relaciones entre clases sociales, especialmente las definiciones de clase dominante (…). “Hegemonía” es un concepto que inmediatamente incluye, y va más allá, dos poderosos conceptos anteriores: el de “cultura” como “todo un proceso social”, en el que los hombres definen y moldean toda su vida, y el de “ideología”, en cualquiera de sus sentidos marxistas, en los que un sistema de significado de valores es la expresión o proyección de un interés de clase particular. La “hegemonía” va más allá de la “cultura”, como la definimos anteriormente, en su insistencia en relacionar “todo el proceso social” con distribuciones específicas de poder e influencia” (WILLIAMS, 1979, p. 111).

Carlos Nelson Coutinho en el ensayo”Cultura y sociedad en Brasil”, advierte que “uno de los primeros temas para una conceptualización justa de la “cuestión cultural” en Brasil es el análisis de la relación entre la cultura brasileña y la cultura universal” (COUTINHO, 2011, p. 36), basándose en la advertencia hecha de Coutinho es que buscaré analizar no sólo la cultura brasileña, sino también la portuguesa a la luz de la cultura universal, es decir, cómo las transformaciones y el surgimiento de movimientos culturales impactaron la escena intelectual de ambos países.

Dentro de esa amalgama en la que se sintetizaban lo particular y lo universal, forjando una idea de modernidad, Jorge Schwartz afirmó que, “Brasil tenía 'modernismos' multiplicados en todo el país (...) La grandeza del proyecto reside no sólo en lo individual atributos de los fundadores del movimiento, sino en su carácter interdisciplinario” (SCHWARTZ, 2008).

En las primeras décadas del siglo XX, Brasil aún atraviesa un período de grandes transformaciones, ya sea por la consolidación del régimen republicano recién instalado, por las transformaciones sociales derivadas de las luchas por la abolición y también por el salto demográfico provocado por las grandes contingente de inmigrantes que llegan al país. Warren Dean en La industrialización de São Paulo,[iv] destaca que el período comprendido entre el siglo XIX y el XX es fundamental para la transformación de São Paulo, que pasó de ser una provincia secundaria a convertirse en la gran metrópoli del país junto a Río de Janeiro, entonces capital federal.

Warren Dean nos muestra que durante este período São Paulo fue escenario de un crecimiento demográfico sin precedentes, pasando de 30.000 habitantes en 1872 a 240.000 en 1900, llegando finalmente a casi 600.000 habitantes a principios de la década de 1920 (DEAN, 1991).[V]. De esta manera, el crecimiento poblacional sumado a la enorme influencia que aporta la población inmigrante recién llegada sería fundamental en este proceso de transformación cultural.

Este flujo migratorio, sumado al surgimiento de varias publicaciones culturales, sería significativo para la difusión de las ideas de vanguardia que estaban hirviendo a fuego lento en el viejo continente. Una de las primeras manifestaciones de vanguardia que acaba ganando resonancia en el extranjero es el futurismo,[VI] una manifestación supuestamente revolucionaria que en medio de las transformaciones que se producen en el seno de la sociedad italiana acaba revelando su lado conservador, transformándose en un apéndice del fascismo.

El entonces joven intelectual peruano José Carlos Mariátegui, estando en Italia, fue testigo presencial del movimiento creado por Marinetti, veamos qué dice sobre el movimiento futurista: “El futurismo no es como el cubismo, el expresionismo y el dadaísmo, solo una vanguardia escuela de arte o tendencia. Es, sobre todo, una característica peculiar de la vida italiana. El futurismo no produjo, como el cubismo, el expresionismo y el dadaísmo, un concepto o forma de creación artística definido o peculiar (…). Hubo un momento en que los artistas más importantes de la Italia actual participaron en el marco del futurismo (…). El futurismo era entonces un impetuoso y complejo deseo de renovación (…). La guerra proporcionó a los futuristas una ocupación adecuada a sus gustos y aptitudes. La paz, en cambio, les era hostil (…). El futurismo negó, sobre todo, sus antecedentes anticlericales e iconoclastas (…). El futurismo se convierte así, paradójicamente, en pasado. Bajo el gobierno de Mussolini y los Camisas Negras, su símbolo es el paquete littorio de la Roma Imperial” (MARIÁTEGUI, 2010, p. 240).

Durante el proceso de consolidación del modernismo brasileño, un tema que generó mucha controversia entre los integrantes del movimiento fue precisamente el supuesto vínculo entre sus integrantes y el movimiento de Marinetti. El tema era tan delicado que provocó un cisma en la relación entre los dos grandes exponentes del modernismo brasileño, Oswald y Mário de Andrade. Según Kenneth Jackson, la visita de Marinetti a Brasil en 1926 despertó “fascinación y disgusto” (JACKSON, 2022, p.140) generando críticas por parte de Mário, quien calificó la conferencia celebrada en Río de Janeiro de hermética, falsa y monótona.

João Cezar de Castro Rocha, al discutir las controversias y el legado en torno a los manifiestos de la época, destacará que a pesar de tener como eje la polarización de la experiencia artística, el futurismo, “por su aversión a la tradición, fue importante como primer paso estratégico , sin embargo, en el momento siguiente, 'el problema es diferente'” (ROCHA, 2022 p.164), transformando el movimiento en un baluarte de un discurso donde la libertad –tan mal trabajada por Marinetti según Mário de Andrade– sería la justificación para sumarse al proyecto de Mussolini.

Como nos muestra Mónica Pimenta Velloso en su trabajo sobre el tema de la amistad en la escritura modernista, las cartas, además de ser una actividad encaminada a ejercer la sociabilidad, también podrían considerarse un instrumento para medir el alcance colectivo de los proyectos estéticos y culturales de la tiempo. Tratando específicamente de la producción epistolar de Mário de Andrade, el autor observa cómo la producción de cartas fue fundamental en el impulso del movimiento modernista brasileño, veamos: “Es a través de esta red que circulan ideas y se reactivan afinidades que dan impulso original al modernismo brasileño movimiento. Las cartas son instrumentos para componer redes, desencadenar intercambios, membresías y sociabilidad. Históricamente conocemos la importancia de la escritura epistolar, fomentando movimientos intelectuales que cambiaron formas de pensamiento, acción y sensibilidad (…). En la modernidad, la amistad y la sociabilidad se convierten en una pareja inseparable. La amistad establece una red de influencias, inventa lugares de convivencia, lazos de resistencia, logrando ampliar oportunidades de encuentro e interacción social” (VELLOSO, 2006, p. 2).

Aquí no podemos dejar de estar de acuerdo con el autor en cuanto a que la carta aparece como una forma de unir a las personas en torno a un proyecto cultural común. Una hipótesis a plantear y sobre la que se puede trabajar trasero, sería exactamente la idea de la distinción entre las esferas pública y privada como campos independientes de la actividad intelectual. Como ámbito público podemos identificar los periódicos y revistas que sostuvieron en su momento acalorados debates públicos sobre estos movimientos de vanguardia, libros recién publicados, etc., es decir, hicieron pública la circulación de obras e ideas.[Vii]

La correspondencia, a su vez, restringida al ámbito privado sería el momento de consolidar vínculos más estrechos entre algunos personajes. Tomando prestado el concepto del alemán Max Weber, podríamos decir que este es el momento en que las afinidades electivas salen a la superficie.

También en lo que respecta a la redacción de cartas, podemos recurrir a Genèvieve Haroche-Bouzinac para quien: “Una carta es una comunicación de individuo a individuo, su autor es siempre el principal interrogado; sin embargo, no hay que olvidar que, detrás de ella, se esconde el conjunto de prácticas en uso, de automatismos y códigos que dependen estrechamente de factores socioculturales y de normas arraigadas en la historia (…) la letra se encuentra en la “encrucijada” de los caminos. individual y colectiva” (BOUZINAC, 2016, p. 25).

Además de delimitar el marco para el surgimiento y desarrollo de un programa común, podemos dar fe a través de lecturas epistolares y comparaciones que son fundamentales no sólo para la delineación de este proyecto, sino también para que en ese marco de afinidades electivas que surgieron las El interlocutor a través del contacto con el otro personaje proporciona una mejor comprensión de sus influencias internas.

Así, la carta, además de ser un registro de cómo se construyen esas redes de sociabilidad, también es importante para nosotros para el proceso de memoria respecto de la circulación y recepción de las obras. El registro de cómo se realizó una determinada lectura, críticas y sugerencias al respecto, etc., sin olvidar también observar las relaciones que se diseñan en torno al concepto de una cultura común, construida a través de afinidades personales y acuerdos programáticos. Sin embargo, sin desconocer también los aspectos de clase que guían estas relaciones.

Veamos qué nos dice TS Elliot al respecto: “El término cultura tiene diferentes asociaciones según tengamos en mente el desarrollo de un individuo, un grupo o clase, una sociedad entera. Parte de mi tesis es que la cultura del individuo depende de la cultura de la sociedad a la que pertenece ese grupo o clase” (ELLIOT, p. 33).

A pesar de contener un argumento conservador, donde prevalece el discurso dual de la alta cultura como contrapunto a una determinada cultura popular, advertimos en la obra de TS Elliot un fuerte carácter de clase en su reflexión, discurso que también encontramos en Terry Eagleton, como lo que puede se puede ver a continuación, en el extracto destacado de su breve ensayo Marxismo y crítica literaria: “Las relaciones sociales entre los hombres, en otras palabras, están en estrecha relación con la forma en que producen su vida material (…). El arte para el marxismo es, por tanto, parte de la “superestructura” de la sociedad. Es parte de la ideología de una sociedad, un elemento de esa compleja estructura de percepción social que garantiza que la situación en la que una clase social tiene poder sobre otras sea vista por la mayoría de los miembros de la sociedad como “natural” o no vista en absoluto”. (EAGLETON, 2011, pág. 19).

No podemos aplicar automáticamente el corte de clases para analizar estas relaciones, de lo contrario excluiríamos gran parte de las convergencias construidas en esta correspondencia. Dos grandes ejemplos que podemos citar para confirmar que la cultura resalta la cuestión de clase es la conexión entre el propio Oswald de Andrade y Mário de Andrade, el primero proveniente de la élite cafetalera paulista y el segundo de la clase media paulista. otro ejemplo lo encontramos en el diálogo surgido de la correspondencia entre Casais Monteiro y Ribeiro Couto, aquí tenemos el registro del diálogo intelectual entre un diplomático ya reconocido y un joven estudiante aspirante a escribir.

En su trabajo sobre las conexiones entre Portugal y Brasil en los siglos XIX y XX, Tania Martuscelli, al abordar el diálogo intelectual entre autores brasileños y portugueses, destaca varios factores que para nosotros son fundamentales para intentar comprender esta dinámica de intercambios entre escritores. , embajadores, periodistas de ambos países, uno de ellos es específicamente el fenómeno conocido como hibridismo cultural. Como lo demuestra Tânia Martuscelli, el período premodernista es un momento marcado por grandes intercambios entre las dos culturas con una marcada influencia de la cultura francesa en ambas, veamos: “Podemos pensar en un hibridismo cultural relacionado con la percepción e incluso la ostentación de cuál fue el papel cultural de Francia en las dos naciones, aunque no se limita a ellas (…). La sociedad brasileña empezó a ser vista por los portugueses como un simio de París, a su manera tupiniquim, y por tanto ridículo. Esta perspectiva portuguesa, que tiende a ver la imitación como absurda, parece incapaz de hacer una autoevaluación y, por tanto, reconocer el sinsentido que ve en los demás” (MARTUSCELLI, 2016, p.37).

El autor demuestra que si bien hubo varios vínculos y un inmenso intercambio intelectual entre las dos naciones, el protagonismo intelectual/cultural buscado por una parte de los intelectuales brasileños fue algo que causó malestar a los portugueses, este malestar puede explicarse por el hecho de que Brasil fue colonia portuguesa hasta principios del siglo XIX, hecho que después de casi un siglo todavía justificaría una supuesta inferioridad brasileña respecto a su antigua metrópoli. Inferioridad inexistente, sobre todo porque, como atestiguan varios estudios, la circulación de publicaciones en la época era más rentable en Brasil que en Portugal. En otras palabras, lo que tenemos aquí todavía serían rastros de imperialismo cultural.

Volviendo a Terry Eagleton, podemos arrojar luz sobre esta discusión cuando el autor afirma, entre otras cosas, que los dos significados centrales de la palabra “cultura” están, por tanto, “socialmente distribuidos: la cultura como conjunto de obras artísticas e intelectuales está el dominio de la élite, mientras que la cultura en su sentido antropológico pertenece a la gente común. Lo que es vital, sin embargo, es que estas dos formas de cultura se crucen” (EAGLETON, 2011, p. 167).

Esta visión elitista de la cultura, algo que a nuestro juicio podría observarse en algunos aspectos de la relación Brasil-Portugal en el contexto de la construcción y desarrollo del movimiento modernista, sería la negación de la visión de la cultura como habitus y también como negación de la posibilidad de la autorreflexión (EAGLETON, 2011, p. 164) como capacidad intrínseca del hombre.

Finalmente, quisiéramos manifestar que a pesar de las tensiones presentadas a lo largo de la obra, es fundamental resaltar lo positivo que fue el diálogo entre ambas naciones para el establecimiento de una cultura con aire cosmopolita, atenta a las transformaciones artísticas e intelectuales en otros países. . Este aporte no podría analizarse adecuadamente sin examinar las respectivas publicaciones y documentos públicos, así como la producción epistolar de los actores involucrados en este proceso de renovación cultural que aún hoy resuena en ambas naciones.

*Daniel Costa Licenciada en Historia por la UNIFESP.

Referencias


ARECO, Sabrina. Pasado presente. La Revolución Francesa en el pensamiento de Gramsci. Curitiba: Appris, 2018.

BOUZINAC, Genèvieve Haroche. Escritos epistolares. San Pablo: EDUSP, 2016.

COGGIOLA, Osvaldo. (org.). España y Portugal. El fin de las dictaduras. São Paulo: Chamán, 1995.

COUTINHO, Carlos Nelson. Cultura y sociedad en Brasil: ensayos sobre ideas y formas. São Paulo: Expresión Popular, 2011.

DECANO, Warren. La industrialización de São Paulo. San Pablo: DIFEL, 1991.

EAGLETON, Terry. La idea de cultura.. São Paulo: Editora UNESP, 2011.

______________. Marxismo y crítica literaria. São Paulo: Editora UNESP, 2011.

ELIOT. TS Notas para una definición de cultura. São Paulo: Editora Perspectiva.

GRAMSCI, Antonio. Los intelectuales y la cultura de la organización.. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1982.

JACKSON, Kenneth. Los marcos del modernismo. En: ANDRADE, Génesis (org.). Modernismos 1922-2022. São Paulo: Companhia das Letras, 2022.

LEITE, Rui Moreira. (Org.). Correspondencia. Las parejas Monteiro y Ribeiro Couto. São Paulo, Editora UNESP, 2016.

LIGUORI, Guido; VOZA, Pasquale (org.). Diccionario Gramsciano. São Paulo: Boitempo, 2017.

MARIÁTEGUI, José Carlos. Marinetti y el futurismo. En: PERICÁS, Luiz Bernardo. (org.) Los orígenes del fascismo. São Paulo: Alameda, 2010.

MARTUSCELLI, Tania. (Des)Conexiones entre Portugal y Brasil. Siglos XIX y XX. Lisboa: Edições Colibri, 2016.

ROCHA, João Cezar de Castro Rocha. Manifiestos: estética, política, controversias y legado. En: ANDRADE, Génesis (org.). Modernismos 1922-2022. São Paulo: Companhia das Letras, 2022.

SCHWARTZ, Jorge. Vanguardias latinoamericanas. Controversias, Manifiestos y Textos. San Pablo: Edusp, 2022.

VELLOSO, Mónica Pimenta. Razón y sensibilidad: el tema de la amistad en la escritura modernista. En: Nuevo Mundo Nuevos Mundos, 2006. http://journals.openedition.org/nuevomundo/1919

WILLIAMS, Raimundo. marxismo y literatura. Río de Janeiro: Zahar Editores, 1979.


[i] Ver: ARRIGHI, Giovanni. El largo siglo XX. Dinero, poder y los orígenes de nuestro tiempo. Río de Janeiro: Contrapunto; São Paulo: Editora da Unesp, 1996 y HOBSBAWM, Eric. La era de los extremos. El breve siglo XX. São Paulo: Companhia das Letras, 1995.

[ii] Frente a esta cuestión, resulta fundamental comprender cómo entendió Gramsci la relación entre arte y política. Según Sabrina Areco: La forma en que trató a Balzac ofrece indicaciones interesantes para abordar este tema (ARECO, 2018, p. 200).

[iii] Según Giuseppe Cospito en una entrada publicada en Diccionario Gramsciano, el término hegemonía cultural, no debe oponerse a política, como lo atestigua el uso de expresiones como “hegemonía político-cultural”, “político-intelectual”, “intelectual, moral y político” y similares, además de la tesis según la cual “la filosofía de la praxis concibe la realidad del ser humano”. relaciones de conocimiento como elemento de “hegemonía política” (LIGUORI; VOZA (eds.), 2017, p. 365).

[iv] Para una interpretación de las relaciones entre sociedad y cultura en São Paulo en el mismo período, ver: SEVCENKO, Nicolau. Orfeo extático en la metrópoli: São Paulo – sociedad y cultura en los locos años 20. São Paulo: Companhia das Letras, 1992.

[V] Por el espacio y el enfoque propuesto, no profundizan la discusión sobre las transformaciones en Portugal. Para más información consultar: LEONZO, Nanci. ¡Bienvenido general! Brasil y la resistencia contra la dictadura en Portugal y MEDINA, João. Salazar y Franco: dos dictadores, dos dictaduras. Los dos artículos se encuentran en la obra organizada por el historiador Osvaldo Coggiola titulada: España y Portugal. El fin de las dictaduras.

[VI] En la introducción a la colección de escritos de Mariátegui sobre los orígenes del fascismo, el historiador Luiz Bernardo Pericás presenta al lector el contexto italiano de la época. Respecto a la posición del grupo futurista, el autor afirma que: Era imprescindible que se estableciera un Estado fuerte, autoritario y expansionista (…) Los futuristas, por su parte, también siguieron caminos políticos similares. En 1909, Filippo Tomaso Marinetti había publicado su “Manifiesto de futurisme” en el periódico de París. Le Figaro, y pronto sus ideas comenzaron a ser adoptadas por algunos seguidores en Italia. Un año después publicaría Mafarka, una novela caótica que profundizaría en sus teorías, seguida de la obra de teatro La bomba ROI e Antineutralidad, así como teatro sintético futurista. Defenderá la guerra y el intervencionismo italiano (PERICÁS, 2010, p.17).

[Vii] Además del trabajo de Castro Rocha, consulte también: PIRES, Paulo Roberto.  El siglo modernista que iba a ser futurista: de titulares, vanguardias y el consenso del 22; TRENCH, Daniel. La forma inquieta. De Klaxon al Suplemento Dominical del Jornal do Brasil y FONSECA, María Augusta. Modernismo brasileño: crítica literaria pionera. Todos los trabajos están reunidos en: ANDRADE, Gênesis (org.). Modernismos 1922-2022. São Paulo: Companhia das Letras, 2022.


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