Economía y política solidaria

Lubaina Himid, Cartas de navegación
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por RENATO DAGNINO*

La economía solidaria como “ventana de oportunidad”

Este texto trata de dos territorios, el de la economía solidaria y el del mundo de la política (de política y política). En el primero habitan los movimientos populares y quienes son solidarios con ellos. El segundo participa en liderazgos de izquierda; con su agenda particular, que se deriva de su proyecto político, frente a otros actores y agendas, inciden en la política pública. También se ocupa de un puente que los conecta; que es necesario (casi) reconstruir para permitir el contacto entre los territorios para poder impulsar el proceso de “reconstrucción y transformación de Brasil”.

Enfatiza la necesidad de instalar pilares (al menos uno, cercano al mundo de la política) para levantar el puente que permitirá a la izquierda transitar entre esos territorios por encima del fluir, mucho más intenso de lo que se pensaba. Con un flujo “creciente” por la amenaza que representa el puente para los objetivos de la clase propietaria, también es resultado de incomprensiones por parte de la izquierda.

La realidad está mostrando que el lado del puente del territorio de la economía solidaria se ha nivelado. Al contrario de lo que sucedió con el mundo de la política, donde la regresión cultural se evidencia en la degradación de las agendas de política pública (y del propio discurso) de la izquierda.

El puente habrá que levantarlo con un pilar junto al lado del mundo de la política. Construido con un hormigón “envenenado” con un aditivo sobrante y hierro de construcción con mayor compatibilidad entre sus elementos de aleación, podría evitar que el mayor caudal destruya el puente.

Antes de terminar este texto, argumento que este puente es fundamental para hacer crecer la economía solidaria. Al permitir cortar el nudo gordiano que históricamente obligó a los gobiernos de izquierda de todo el mundo a someterse a la lógica de la acumulación de capital para implementar medidas socializadoras, puede garantizar la gobernabilidad a quienes la defienden. Por eso, para salir del laberinto del capitalismo periférico por arriba, llamo la atención sobre una de sus condiciones pocas veces mencionadas en las inmediaciones de este puente.

Y, en conclusión, dejo al desnudo el ingrediente cognitivo esencial que los trabajadores del conocimiento podrán agregar a la construcción de este pilar, haciendo que suceda más rápidamente, incluso antes de que el nivel del lado de la política aumente su nivel.

 

El territorio de la economía solidaria

Comienzo mi descripción anotando su ascenso. El empeoramiento de las condiciones de sobrevivencia de los más pobres provocado por la acción de la clase propietaria para incrementar su ganancia (y agravado por la pandemia) fortaleció los lazos de solidaridad que caracterizan al movimiento de economía solidaria e impulsan sus acciones.

En un principio, ya veces meramente defensivos, ganaron organicidad y direccionalidad. La inherente capilaridad y transversalidad de la economía solidaria y su capacidad de recibir y transmitir múltiples demandas de los más pobres hace que sea planteada por el movimiento popular como un hecho político que los líderes de izquierda están considerando con creciente atención.

Incluso, algunos han reconocido que si hubiera permanecido en la agenda de gobierno cuando -hace veinte años- ocupaba un espacio importante en la agenda política de la izquierda, la indecible derrota que se le está infligiendo a la clase trabajadora no hubiera sido tan grave.

En las quebradas urbanas crece un flujo de sensibilización, participación y empoderamiento muchas veces asociado a las “agenda identitarias” planteadas por los más pobres. Situadas hasta hace poco tiempo (en varios aspectos que hay que privilegiar, pero que no abordaré aquí) muy por detrás del movimiento popular en el campo donde quedan restos de propiedad colectiva de los medios de producción, adquieren una falta de protagonismo.

Destaca también otro contingente de este territorio, que se agrupa en torno a acciones como las que se desarrollan en las Universidades – incubación, extensión curricular, etc. – y en las organizaciones de la sociedad civil. Entre otros, aumentan la percepción, impulsada por la crisis ambiental y su manifestación más cruel (la letalidad intencional de la pandemia en nuestro país), de que solo la solidaridad activa puede hacer frente a la cada vez más evidente codicia suicida de la clase propietaria.

 

¿Cómo ha jugado la izquierda en el mundo de la política?

Pasando al otro lado del puente, al mundo de la política, donde mi foco está en los líderes de izquierda (el actor o segmento social que me interesa analizar aquí), los veo prestando poca atención a lo que está pasando. allá.

Tengo la impresión de que forman un sistema con un comportamiento errático. Algunos de nuestros líderes actúan como el que le dice a un amigo que vino a hablar de una película: “No la vi y no me gustó…”. Sin profundizar más, advierto que las fuerzas relacionadas con la economía solidaria que operan en este sistema no tienen un resultado positivo.

Pero como me entrenaron para resaltar más restricciones estructurales, veo algo que merece consideración. La praxis de la izquierda consolidada a lo largo de muchas, muchas décadas ha estado orientada a la defensa de los derechos que el capitalismo del Norte permite a sus trabajadores. Y en un intento de suavizar el carácter aún más salvaje y depredador que asume en la periferia.

Entre otros aspectos, como la percepción correcta de que la lucha de los trabajadores debe ser global y unitaria, la legitimación lograda por los éxitos obtenidos aquí hizo que la mayoría de los líderes de izquierda no prestaran la debida atención a la porción de la clase trabajadora que aquí es mayoritaria. . . Aunque evidentemente necesaria, su atención a las dinámicas defensivas limitadas a los trabajadores directamente involucrados en la producción y consumo capitalista de bienes y servicios, dificultó su comprensión de la economía solidaria. Sobre su potencial de inclusión social y productiva, sobre su potencial para desbaratar la hegemonía del capital, sobre su capacidad de contribuir a una sociedad más allá del capital”.

Explica, por ejemplo, por qué colocó en el Ministerio del Trabajo -un espacio reservado en los Estados corporativos para el enfrentamiento cortés entre patrones y trabajadores sindicalizados- una iniciativa cuyo objetivo era precisamente cuestionar y buscar alternativas a la relación de explotación capitalista. Y que debe, transversalizando a través de una misión programática, como proponía la que le precedió (Hambre Cero), la estructura vertical a favor de políticas que favorezcan a la clase propietaria.

 

Los líderes de izquierda y la economía solidaria

En particular, porque esto es lo que me interesa analizar, veo a la dirigencia de izquierda aún poco involucrada con territorios vecinos al productivo que hoy se destacan en la economía solidaria. Entre otros, el arreglo cuasi-financiero constituido por bancos y monedas solidarias que pueden llegar a competir con el lacerante sistema de usura formado por bancos privados y “públicos”. Y ser el catalizador de un estilo alternativo de apalancamiento de la producción y consumo de bienes y servicios.

Más que eso, veo que siguen enfocados en los sectores que más interesaron las alianzas que se establecieron entre las clases propietarias del Norte y del Sur. Y, entre ellos, por razones también comprensibles, en aquellos trabajadores que, por estar sindicalizados, tenían una posición de partida relativamente más ventajosa para abrazar las causas de izquierda.

A riesgo de generalizar, veo a los líderes de izquierda poco conscientes de lo que la economía solidaria puede aportar para apalancar su proyecto político. Continúa interpretándolo a través de la lente keynesiana de sus economistas como una política compensatoria.

Incluso están de acuerdo en ponerlo en el presupuesto. Al fin y al cabo, digo, es una reivindicación (e incluso, materialmente hablando) de una “parte” (en su doble sentido) del pueblo organizado. Por cierto, además de tener conciencia política y votar, es por mucho el más potencialmente movilizado para dar gobernabilidad a un gobierno de izquierda.

Además, y esto es quizás lo decisivo, el problema puede surgir del significado de un resultado positivo de la defensa que hace la propuesta de la economía solidaria de propiedad colectiva de los medios de producción y autogestión. Si sucede, podría asustar a la izquierda socialdemócrata que defiende a las micro y pequeñas empresas. Y los que lo vean como colaboracionismo con el capital y como algo que desvía a la clase obrera de su misión revolucionaria se van a asquear.

Pero habrá un número creciente de quienes ven la economía solidaria como un socialismo que tendrá la cara que le puede dar. Ellos son los que podrán hacer que deje de ser una “política social” (aquella que la clase propietaria debería llamar antieconómica, dado que reduce su participación en el erario) y se convierta en una política económica. No como la del pasado (que la izquierda debería llamar antisocial, dado que perjudica a la clase trabajadora) sino como una política que incluya a los pobres en el presupuesto como lo que son, el ciudadano más capaz de sacar al país de la cenagal.

Concluyendo este punto, tiendo a señalar que los líderes de izquierda no han prestado la debida atención a la propuesta que formula el movimiento de economía solidaria.

 

Tres aspectos de la situación.

Al menos tres aspectos de la realidad observada del lado del puente donde se ubica el mundo de la política deberían motivar una inflexión en la práctica de los líderes de izquierda.

El primero se puede resumir en el hecho de que de los 180 millones de brasileños en edad de trabajar, solo 30 tienen un contrato formal, 10 son funcionarios públicos y alrededor de 80 nunca han tenido y probablemente nunca tendrán un trabajo. Y que si esto se permite, tenderán a quedarse con nuestra clase propietaria anoréxica en la “economía infernal”.

El segundo aspecto tiene que ver con el nivel de desindustrialización de nuestra economía. Y eso, es fundamental entender para que no nos equivoquemos, es causado por la evaluación que la clase propietaria ha hecho siempre y todos los días sobre las opciones que se presentan en el “mercado” (o en el espacio reservado por ella para la acumulación de capital). Las opciones rentistas, contemporáneas, y agroexportadoras, ancestrales, se derivan de su adaptación, como siempre subordinada al contexto -ya ultraliberal desde hace tiempo y hasta ahora de derecha- hegemonizado por sus socios centrales.

El tercero tiene que ver con el hecho de que, no por casualidad, el agronegocio es el protagonista de este movimiento de desindustrialización. Más que en los sectores industriales, que alguna vez fueron el principal interés de la clase propietaria imperialista, es allí (en el comercio y otros bienes primarios) donde ahora se concentra. Incluso cuando se observa sólo la aceleración de su contribución al crecimiento económico, el dinamismo potencial de las actividades (y segmentos) ubicados aguas arriba (equipos, plaguicidas, semillas) y también aguas abajo (alimentos superprocesados), su capacidad para capturar las múltiples ventajas de comercio exterior en uno de los países más desiguales y cerrados del mundo, es claro lo que tenderá a concentrar el interés de la clase propietaria.

 

La economía solidaria como “ventana de oportunidad”

La izquierda, cuando está en el gobierno, a lo largo de la historia y en todo el mundo, ha estado atrapada (autoencerrada) en una trampa, en una especie de laberinto que se estaba construyendo por hechos como los que mencioné anteriormente.

Para promover políticas socializadoras, que en la mayoría de los casos se han limitado a medidas compensatorias requeridas en tiempos de crisis para restablecer el buen funcionamiento de la economía, los gobiernos de izquierda han buscado hacer funcionar la economía capitalista y el Estado. Así han fomentado el crecimiento esperado del ictus por actividades empresariales. Por lo menos, porque la asignación de recursos a esas políticas supone que hay impuestos recaudados a través de un círculo virtuoso que puede ser desencadenado por los subsidios estatales a estas actividades.

Se ha demostrado que nuestra estructura tributaria basada en el impuesto al consumo hace que cuando el “recurso compensatorio” llegue a los más pobres, éste –en gran medida y de manera inmediata– “retorne” al fisco como un impuesto embebido en los bienes y servicios que son comprados Lo que no sabemos, pero podemos evaluar, es la capacidad de la economía solidaria para exorcizar este anatema que acompaña a la izquierda y permitir que nuestro próximo gobierno de izquierda salga victorioso, como tiene que hacerse, de ese laberinto.

¿Qué pasaría si estos bienes y servicios fueran gestionados y producidos “abajo”, por los más pobres? Si un gobierno de izquierda, “pasando por alto” (¡parcialmente por supuesto!) a la empresa, evitando “financiar” sus ganancias, previniendo “fallas de mercado” y las “externalidades negativas” sociales y ambientales que provoca, frenando “imperfecciones” como la evasión y la corrupción (que en nuestro caso suman más del 10% del PIB), ¿podrían movilizar el potencial de la economía solidaria? Al destinar parte de su poder adquisitivo (que asciende a casi el 18% del PIB) a sus redes de producción y consumo. ¿Podría, incluso sin pasar por el mercado, proporcionar la satisfacción de necesidades colectivas actualmente insatisfechas o desatendidas?

¿Si sistemática y simultáneamente a la –inevitable dada la correlación de fuerzas actual– la reindustrialización empresarial, este gobierno implementó una reindustrialización solidaria? Si junto al primero y su subsidio a la generación de empleo y salario, se impulsaba otro, basado en el subsidio a la generación de trabajo y renta, en propiedad colectiva y autogestión. ¿Una reindustrialización capaz de producir bienes y servicios de carácter industrial con cierta autonomía en relación al circuito de acumulación de capital, en redes de empresas solidarias?

 

Un mensaje para los trabajadores del conocimiento

Al comienzo de este texto me refería al pilar que se debe construir junto al mundo de la política para levantar el puente. Y añadí que les correspondía a estos trabajadores y trabajadoras agregar el ingrediente cognitivo que es necesario para que este pilar esté listo aún antes de que el nivel de la parte política haya aumentado su nivel.

Entro en la parte normativa de este texto, recordando que es sabido que las acciones que deben realizarse para revertir la exclusión y promover la organización de los excluidos exigen una inteligencia y una capacidad de gestión pública (gubernamental y social) que son contradictorias con el funcionamiento del aparato de Estado (o su carácter de clase). Y, también, que dependen de la escasa existencia de personas en las instituciones adventicias a él donde se forman los cuadros de izquierda.

Estas instituciones no han sido capaces de impulsar este proceso. Por el contrario, continúan orientando sus agendas de docencia, investigación y extensión en el sentido de dar curso a las condiciones cognitivas favorables a la acumulación de capital.

Merece destacarse el hecho de que estas instituciones, cuya élite domina la elaboración (formulación, implementación y evaluación) de la política cognitiva y donde la presencia de ideas de izquierda sigue siendo significativa, continúan alimentando el mito del golpe en la periferia del capitalismo. Dado que continúan actuando como si la empresa local, aprovechando las condiciones favorables que engendran de manera constante y reiterada, pudiera promover el desarrollo al que aspiran, estas instituciones de enseñanza e investigación terminan reforzando el carácter excluyente de nuestra condición periférica.

La superestructura político-ideológica del capital, que garantiza el funcionamiento y legitima su infraestructura económico-productiva, es tan sólida y minuciosamente construida que muchas veces ni siquiera quienes forman parte de estas instituciones y entienden la contradicción inherente al capitalismo logran escapar de su lógica. La dinámica de acumulación de capital que atraviesa “su” Estado es tan fuerte que hace que sus miembros de izquierda den rienda suelta e incluso participen en acciones contrarias a su ideología.

Esta situación, digo de paso sin entrar aquí en detalle, contribuye a un círculo vicioso que perpetúa una política cognitiva que repele elementos analítico-conceptuales e instrumentos metodológicos-operacionales que podrían potenciar la propuesta de economía solidaria. Interrumpirlo depende de aquellos miembros de la izquierda identificados con la economía solidaria; pero también depende de los líderes de izquierda que estén dispuestos a ser el gobierno. Estos dos actores tendrán que cambiar su cultura institucional y su tradición de comportamiento. Lo cual se facilitará a medida que conviváis y os mezcléis con aquellos, organizados, que vienen a cruzar el puente. Tienen la responsabilidad y la capacidad de contribuir a construir el pilar cognitivo del puente.

Concluyo con una invitación a quienes, como yo, son trabajadores o trabajadores del conocimiento, para que nos ayuden a aprovechar la “ventana de oportunidad” que representa la economía solidaria para nuestro próximo gobierno de izquierda.

*Renato Dagnino Es profesor del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Economía popular solidaria (tomo editorial).

 

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