Dos Veces Teixeira Coelho

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por CELSO FAVARETTO*

Comentario a los libros “Colosso” y “O Homem que Vive”

1.

Como en otros libros del autor, aparece en Colosso la exigencia de actualidad que preside sus singulares intentos de configurar una relación con el tiempo, la indeterminación de los estados de ánimo y la imprecisión de los sentimientos: lo insoportable de la experiencia contemporánea. En este horizonte, este país, Brasil, es un motivo siempre privilegiado. Una instancia, sin embargo, negada, con horror, se alude continuamente a este país, pero despojado de las características emblemáticas de los discursos oficiales y las imágenes turísticas: hermoso, fuerte, intrépido coloso..

En forma de reportaje, entre hechos y nombres, libros, pinturas y películas, huellas y vestigios de la historia de este país se reiteran, recuerdan, falsean y proyectan sobre una superficie en la que el devenir de los hechos indica un movimiento hacia algo indeterminado. ., que no inscribe nada sustancial. Bajo la risa sarcástica del relato, la narración se compone de divagaciones en busca de un marco que contuviera los signos de esta historia hecha enteramente de síntomas, en la que la angustia camina al ritmo de la repetición de los mismos tristes viajes.

En la escritura, las marcas arbitrarias indican un tiempo que desciende sobre los personajes sin ninguna fijación, indicando la ausencia de toda profundidad: las referencias contextuales y las vidas se sueldan en recuerdos fingidos de aventuras y errores, porque el narrador se niega a contar la historia de una persona. y reflexionar sobre él. Bloques discontinuos de supuestas vivencias, fingiendo un recuerdo, cuya eficacia residía en la búsqueda de una pupila que las reflejara, representan una vida que escapa a cualquier identidad, a cualquier retrato de estados de conciencia.

Operación de distanciamiento, el relato no produce efectos de personificación o unidad de experiencia que pueda justificar, que dé consistencia, que, en definitiva, represente el presente como un campo de experiencias posibles en el que un yo en proceso de devenir. se inscribiría en una imagen de la historia.

Mas o livro pode também valer por outra coisa: a persistência da beleza, não como uma espécie de sucedâneo ao fim da possibilidade de representar, de narrar a incomensurabilidade da experiência contemporânea: problematiza especificamente a possibilidade de uma outra ordem de beleza, daquela que infecta la realidad; la belleza que es insolente, a veces abusiva y cruel; siempre deseable. Parece decir que el arte no salva a nada ni a nadie, sino que la belleza que surge de lo indeterminado manifiesta lo imposible.

Pensado en la opacidad, irreductibilidad de lo no conceptual, este arte desciende sobre las personas como una nube – decía el autor en otra parte – nombrando lo que no se ve. Así: colosal es la afirmación de la belleza, convulsa o indiferente, chispeante en la oscuridad del presente. Citando y deformando, cruje los marcos que circunscriben las representaciones de algunos momentos aleatorios de una vida: imaginando la verosimilitud de experiencias pasadas, históricas, amorosas, sexuales.

En la perspectiva de lo impensable, lo impredecible, lo indescriptible, el engaño se instala como una figura de ficción, con la que se erosiona toda posibilidad imaginada de plenitud o pacificación que hubiera sido posible incluso en existencias gloriosas. Así, la narración intensifica la belleza que, a la luz del mundo, da fe de lo que nunca se puede escapar.

Aún así: colocándose bajo la perspectiva del presente, el libro se pregunta si todo este arte al que se hace referencia repetidamente en los reportajes no representa sólo la pulsión que habría movido las acciones de los personajes. Porque todo es posterior, todo lo que se narra se vuelve interesante: es decir, superficial, curioso, a veces picante, nada contemplativo, excitando la imaginación, generando incluso la impaciencia de las narrativas policiales: al fin y al cabo, se quiere satisfacer, empacar, el expectativa que se acumula en la trama, en la historia de los personajes, el entrecruzamiento de las pasiones y el sentimiento de muerte, con los relatos de la historia de ese país.

Y todo esto, y mucho más que aparece en el cúmulo de referencias artísticas –que incitan a la imaginación a completar los informes inconclusos elaborados, abriéndose siempre a otra hipótesis del desenlace de los hechos, que no caben en la narración–, en última instancia, constituye una reflexión sobre el fracaso de la narración para contar una vida: después de todo.

 

2.

Como en las tres novelas anteriores: Niemeyer, Las furias de la mente, Historia natural de dictadura –, surge cierta incomodidad en la lectura de el hombre que vive; cierta irritación, que, tal vez, proviene del ritmo obsesivo de la narración, mejor dicho, de la repetición de gestos, de la tergiversación que posterga la conclusión de un movimiento, la certeza de un sentimiento, la clara percepción de una sensación y un pensamiento. Entre quizás y a pesar, la difícil coincidencia: el narrador, en un intento de ser contemporáneo consigo mismo, titubea, como si no fuera posible decir nada definitivo, porque lo que sucede sólo existe como narración.

En esta evolución de la narrativa, lo que se presenta es una apuesta, un juego, mejor aún, un intento de pensar ciertas experiencias modernas proyectadas en el horizonte de un después de lo que en algunos casos se convirtió en proyecto, a posteriori del surgimiento de la obras, y que hoy, hoy en día, han perdido la virulencia crítica que las vio nacer como una necesidad. Y esto es lo fundamental: sólo se crea por necesidad – y, hoy en día, ¿qué necesidad hay de escribir? Después de las grandes obras que erosionaron la intimidad, la tensión con lo social y lo político, que funcionaba a imagen de una totalidad existente o posible, ¿qué quedó?

De ahí que, según la lección moderna, si no son las tiranías de la intimidad o las relaciones entre la subjetividad y el contexto sociopolítico las que aún pueden ser tensionadas con interés, ya que desustancializadas –aunque sigan siendo referencias irreductibles, una especie de trasfondo que gruñidos: el mundo de hoy, un país como este, la unión de la historia, el negocio de la cultura, la moda del arte y otras cosas.

Como recuerdo de actos o sensaciones, el interés está todo en los modos de ver y en los modos de enunciación (“Todo está en el cómo, todo está en el modo, el secreto está en el modo, el truco está en el modo). ”), en la mirada y sus deformaciones, componiendo una literatura de la “objetividad”, centrada en la materialidad de la palabra. La dificultad de la escritura, que también es central en este libro, está quizás en la acentuación de las palabras resaltadas gráficamente, finalmente en la vacilación, en la vacilación -que quizás tenga mucho que ver con la escisión entre lo que se observa y lo que se siente, entre el pensamiento y el acto, como siempre. La escisión moderna del yo es evidente.

Frente a todo esto, lo que aparece en la lectura es el intento, a través del desgaste del lenguaje en la experiencia, de tomar la estética como ética. Se destaca una ética del lenguaje y de la escritura, de ahí la desilusión que provocan los hechos narrados. Decepcionado, el lector se ve obligado a reconsiderar su búsqueda del sujeto narrado, el cual, sin embargo, se le escapa, es continuamente desplazado y desustancializado, lo que evidentemente provoca irritación, malestar. Quizás, porque lo que queda y se impone como sujeto no son los acontecimientos, sino el análisis prismático de sentimientos y sensaciones.

También es importante señalar en este libro, como en los anteriores, el proceso de repetición y la angustia que segrega, que se va extendiendo como un dispositivo corrosivo de identidades, elecciones, decisiones y objetivos. El lector se encuentra ante una secuencia de síntomas, que se repiten, indicativos del verdadero proceso, como la vida, que se construye como lenguaje, -clara materialización de la elaboración freudiana- Durcharbeitung –, evidente incluso en la actitud de “recoleta”, de rememorar, que aparece justo al comienzo del libro. De ahí la conmoción: una escritura conmovedora que conmueve, lanzando al lector a una sensación singular, que piensa lo insoportable de la experiencia contemporánea.

*Celso Favaretto es crítico de arte, profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y autor, entre otros libros, de La invención de Helio Oiticica (Edusp).

 

Referencias


Texeira Coelho. Colosso. São Paulo, Iluminuras, 2015, 216 páginas.

Texeira Coelho. el hombre que vive. São Paulo, Iluminuras, 2010, 256 páginas.

 

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