Dos exposiciones: Aby Warburg y Marcel Proust

Imagen: Ermelindo Nardin
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por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*

El historiador alemán y el escritor francés en exposiciones memorables

Para levantar el ánimo e insinuar que no todo está perdido, llegan ecos de dos destacadas exposiciones.

Uno de ellos, en Casa de las culturas del mundo, en Berlín, rinde homenaje a Aby Warburg, adoptando su Bilderatlas Mnemósine: el resumen visual, en imágenes, de toda una estética. Trabajo en progreso, que el autor fue alterando a lo largo de su vida, renunciando finalmente a ponerle fin, es, en efecto, una enciclopedia de 63 paneles negros con imágenes pegadas: fotos, dibujos, reproducciones, recortes, arañazos.

Una de sus obsesiones era la imagen de la ninfa, otra la de la serpiente. Dedicó largas investigaciones a la movilidad del drapeado, que según sus estudios había desertado de las artes visuales bajo la influencia de la rígida e hierática iconografía cristiana, reapareciendo recién en el Renacimiento: Boticelli es un gran ejemplo. Postuló que tales imágenes atravesaron la historia de la humanidad y las civilizaciones, formando un stock en el que los artistas de cualquier época podrían inspirarse.

La exposición generó muchos subproductos, incluido un recorrido virtual en 3D. Cualquier interesado puede buscar los variados podcasts y videos, con testimonios de los curadores y otros críticos. Se puso a la venta un álbum con una reproducción fotográfica de todos los paneles y otros estudios, al precio de doscientos euros.

Como se sabe, el investigador en buena hora se trasladó a Londres, transportando toda su colección, incluida una biblioteca de 60 volúmenes, a cambio de fundar el Instituto Aby Warburg, que todavía hoy está allí y recibe estudiantes.

Por cierto, hubo otra exposición en el Reina Sofía de Madrid, con el provocativo título de Atlas – ¿Cómo llevar el mundo sobre tus hombros?, comisariada por un experto y aficionado como Georges Didi-Huberman.

En cuanto a Marcel Proust, la iniciativa de la nueva exposición recayó en el Museo Carnavalet de historia de la ciudad de París, tradicional refugio de los restos de su vida y obra. La exposición se titula Marcel Proust - Un romano parisino, un título muy justo para alguien que nació y murió en París, con viajes ocasionales al balneario de Trouville oa la casa de Tante Léonie en (hoy) Iliers-Combray, que conserva su otra cama. Rara vez cruzó las fronteras de su país, pero nunca se alejó mucho.

Proust, como es bien sabido, vivió intensamente su época y su ciudad, produciendo una verdadera radiografía de los percances históricos que la atravesaron, como el caso Dreyfus.

En busca del tiempo perdido, en la edición canónica de ocho volúmenes, votada por muchos como la mejor novela jamás escrita, ocupó toda la vida del autor. En la fase final, escribía tumbado y curando su asma con fumigaciones, en una habitación forrada de corcho para amortiguar los ruidos de la calle, que llegaban a entorpecer su inspiración. Es una verdadera crónica de aquellos años en la entonces “capital del siglo XIX”, en palabras de Walter Benjamin. Se centra en el análisis de la clase dominante, mostrando fascinación por los aristócratas y la burguesía rica, y en especial por su exquisita forma de vida.

Tal era el perfeccionismo del autor, que se convirtió en el terror de los editores, corrigiendo sin cesar sus propios manuscritos, pero también las pruebas gráficas e incluso los libros ya impresos. No contento con añadir enmiendas en letra pequeña, en los márgenes y hasta en el reverso, siguió cortando y pegando en las páginas las tiras que llamó “Rollos de papel.

Su propio dormitorio, el último, ha estado al cuidado del Museo Carnavalet durante algún tiempo y ahora constituye el foco central de la exposición. Pero la preciada habitación está rodeada de otros objetos auráticos: pinturas y esculturas, libros y cuadernos, útiles de escritura, de aseo y de confort personal, etc.

En la portada del catálogo se entroniza su retrato más célebre, que le acompañó hasta su muerte, gracias a los pinceles de Jacques-Emile Blanche. La modelo, muy estilizada, aparece con traje formal y con una orquídea en el ojal. Vistos de frente, los magníficos “ojos de un príncipe persa” destacan sobre el rostro pálido, como se decía en la época, las manchas blancas del rostro y el plastrón contrastan con la negrura del frac. El catálogo está agotado, pero se espera una reedición.

*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de leyendo y releyendo (Senac/Oro sobre azul).

 

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