Donald Trump y el nazismo

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por CAIO BUGIATO*

El gobierno de Donald Trump, al igual que el gobierno de Hitler, podría ser el catalizador de la transición (o implosión) del orden mundial

1.

El nazismo es la variante alemana del fascismo italiano. El fascismo fue investigado por intelectuales marxistas como Nicos Poulantzas y reelaborado por científicos sociales brasileños como Armando Boito Júnior. De sus libros y artículos podemos señalar algunas características del fascismo que han perdurado en el tiempo.

(i) El fenómeno del fascismo no es anticuado, es decir, no se limita a los países europeos de entreguerras, sino que es un fenómeno del capitalismo: mientras haya capitalismo, habrá fascismo. (ii) es un movimiento reaccionario de masas arraigado en las clases intermedias de las sociedades capitalistas. La pequeña burguesía y/o la clase media temen la mejora de las condiciones de lucha y de vida de las clases trabajadoras y se organizan masivamente para combatirlas y no perder su estatus de clase.

(iii) Es anticomunista/antiizquierdista y/o contrario a los movimientos progresistas y busca derrotar y eliminar –si es físicamente posible– a dichos agentes del proceso político. (iv) Los fascistas critican superficialmente el capitalismo (fisiologismo, colusión entre la burguesía y el Estado, el programa neoliberal), cuyos males son perjudiciales para la vida de la mayoría de la población, y utilizan este discurso para movilizar a las masas. Sin embargo, son profundamente conservadores para preservar su propio sistema social y cuando llegan al poder gubernamental la tendencia es a establecer las mismas relaciones que la clase dominante tradicional, servir al gran capital y adoptar medidas contrarias a su base de masas.

(v) Su ideología, además de anticomunista y conservadora (del capitalismo), es reaccionaria, en el sentido de buscar un retorno a un pasado en el que los derechos y garantías conquistados por los movimientos políticos –como los unionistas y socialistas- en el pasado y en el presente feministas, negras, LGBTQIA+, ambientalistas, etc. – no existen. Tiende así a crear una comunidad imaginaria, supremacista, que va más allá de las clases intermedias en determinadas circunstancias, en las que sus miembros serían superiores a sus enemigos.

(vi) Para movilizar a las masas, llegar al poder y tomar determinadas medidas, se utilizan ampliamente la agitación, la propaganda y la ilusión (antiguamente centralizadas por el partido; hoy difundidas a través de las redes sociales), difundidas por sus células militantes, en referencia a un líder ( guía ). (vii) El fascismo es también una forma de Estado capitalista (Estado de excepción), una dictadura cuyo régimen político es restrictivo de los derechos civiles y políticos, la institución legislativa no existe o es decorativa y el conjunto de instituciones del Estado está dominado por una de su aparato, como lo fue la policía política del nazismo. El fascismo no tiene nada de revolucionario: a pesar de destruir la democracia burguesa, es el sistema y el Estado capitalista en su forma más intensificada y brutal.

(viii) El fascismo nació en medio de una crisis política específica, que se puede resumir en: intensificación de los conflictos entre fracciones de la burguesía; crisis de representación de los partidos burgueses; ofensiva burguesa contra las clases trabajadoras, imponiendo derrotas y una situación defensiva; el activismo político de la burocracia civil y militar del Estado provocando crisis institucional; y constitución de la pequeña burguesía/clase media como fuerza social en este proceso.

Evaluamos que tales características estaban presentes en el fascismo original –la Italia fascista, la Alemania nazi, el Japón imperial, entre otros países– y algunas de ellas pueden verse contemporáneamente en países como Brasil, Hungría y Estados Unidos. En estos países, como el objetivo final aún no se ha cumplido, la instalación de un Estado dictatorial fascista, algunas de estas características estarían aún por llegar, dependiendo de la correlación de fuerzas nacionales e internacionales.

2.

Ahora, para los efectos de este artículo, tomemos el ejemplo de la Alemania nazi de una manera más concreta, situación que corresponde a todas las características mencionadas. ¿Cómo fueron sus políticas internas (sociales y económicas) y exteriores? Se sabe que en su política interna Alemania vivió una severa segregación social, con persecuciones, detenciones, deportaciones y asesinatos de socialistas, comunistas, judíos, negros, gitanos, etc.

El gobierno alemán en ese momento tenía un programa socioeconómico, entre otros, llamado Kraft durch Freude (Fuerza a través de la Alegría). En términos generales, el programa tuvo como objetivo dotar a la población de actividades educativas, culturales, deportivas y de ocio y, en términos económicos, incrementar el rendimiento y productividad de trabajadores. Era una institución social para brindar calidad de vida al pueblo alemán, dirigida a aquellos considerados alemanes por los nazis, sin cuestionar el modo de producción capitalista.

Su política económica fue típicamente capitalista, con rasgos keynesianos y una fuerte participación estatal. El Primer Plan Cuatrienal (33-36) y el Segundo (37-40) fueron medidas económicas con un alto grado de planificación estatal, proteccionismo, control de las empresas privadas y una importante intervención en el sistema de precios y salarios. Además, promovieron la fusión de empresas y la creación de monopolios, la cartelización de la industria y grandes contratos con grandes conglomerados empresariales, que servían a sus planes de conquista de otros países.

Es decir, una verdadera economía capitalista nacional (con fuerza laboral semiesclavizada y abolición de sindicatos), basada en el sector industrial nacional y el mercado interno, cuyo proceso de acumulación de capital exigía expansión imperialista. El llamado milagro alemán generó un crecimiento del PIB del 9% entre 1935 y 1938 y alcanzó el 11% en 1939.

Por lo tanto, su política exterior fue típicamente imperialista, exigiendo materias primas e insumos, buscando mercados externos para el comercio y las inversiones e interfiriendo política y militarmente en los estados de su entorno geográfico. En este sentido, desde el punto de vista político-militar, el imperialismo nazi anexó Austria y Checoslovaquia (Anschluss) y ocupó Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Francia, Yugoslavia, Grecia, Luxemburgo, entre otros.

En la dimensión ideológica del imperialismo, el gran pueblo alemán necesitaría más espacio para prosperar (Habitat) y construir la unidad entre quienes estaban separados por fronteras, bajo el lema Un pueblo, un Reich, un Führer. Es importante mencionar que el principal enemigo de los nazis eran los socialistas y comunistas, tanto en política interior como exterior. Consideraban que el socialismo y el comunismo, ya fuera en ideas o en la realidad soviética, eran sistemas antagónicos al nazismo y enemigos que debían extirparse de la Tierra.

Así, en Alemania sindicatos y partidos fueron destruidos dada su fuerza política y electoral en ese momento y, en el contexto internacional, tras neutralizar el frente occidental, las fuerzas armadas nazis se propusieron tomar Moscú y conquistar la URSS. En resumen, el Tercer Reich pretendía hacer grande a Alemania otra vez, Alemania sobre todos, como lo fueron los Reichs del pasado, y así construir un orden mundial a través de la fuerza del Estado, centrado en la supremacía alemana.

3.

¿Qué ha sucedido en los Estados Unidos en los últimos años y qué han declarado Donald Trump y sus seguidores durante la campaña electoral, después de ganar la presidencia y en la ceremonia de toma de posesión? En este análisis preliminar y en el calor del momento, todo lo que aquí se expondrá puede cambiar o no suceder en absoluto. Pero tenemos evidencia que nos permite vincular la administración Trump con el gobierno nazi alemán. En la dimensión social, en EE.UU. como en otros países existen hordas fascistas/nazis que radicalizan discursos y acciones supremacistas, racistas, xenófobas, misóginas, negacionistas, etc., intensificando la segregación social, en defensa de la familia y la patria contra ( ¡otra vez!) el fantasma del comunismo.

A nivel estatal, el gobierno de Donald Trump debe implementar una estricta política antiinmigración, con persecuciones y deportaciones masivas. Donald Trump ya ha propuesto la extinción de los programas que fomentan la igualdad y la diversidad en la burocracia y el sector privado. En su equipo de gobierno, el sudafricano Elon Musk -partidario del actual partido nazi alemán, el AfD – tuvo la tarea de “limpiar” la burocracia estatal de izquierda, con la narrativa de promover la eficiencia del gobierno.

Donald Trump se dirige a las clases media y trabajadora que no pudieron hacer realidad el sueño americano frente a décadas de política neoliberal (y globalización) y promete recuperar empleos, ingresos, empresas y bienestar general para ellos (¿lo habría hecho Trump?). ¿la voluntad y la fuerza para combatir a los neoliberales?). Discurso contra “establecimiento”, es decir, contra el poder de fracciones de las clases dominantes y la connivencia con la burocracia estatal, pero él mismo es un multimillonario criado en este sistema. Para ello vende mentiras e ilusiones a través de las redes sociales, cuyos dueños propagan y permiten su ideología supremacista (ahora de forma indiscriminada) y son sus primeros aliados.

La política económica del gobierno de Donald Trump apunta a fortalecer la industria nacional y el mercado interno, rodeado de un proteccionismo que limita firmemente la competencia extranjera y se opone a las reglas del comercio global. Todo ello acompañado de la reversión de modelos productivos más sostenibles y el abandono del Acuerdo de París. El plan es reanudar el uso de petróleo y gas, fuentes de energía no renovables, socavando la economía verde. Por lo tanto, al utilizar recursos que abundan en los EE. UU., los costos de energía para la población siguen siendo bajos. Además, existe el deseo de invertir fuertemente en inteligencia artificial y publicidad social masiva, en alianza con Grandes tecnologías.

En política exterior, el equipo de Donald Trump valora que el actual orden mundial está obsoleto, ya que ha traído costes, guerras y el ascenso de nuevas potencias a EE.UU. Será necesario reemplazar el orden liberal de posguerra, marcado por instituciones formalmente multilaterales fundadas por los gobiernos de Estados Unidos, por una nueva supremacía estadounidense, basada en un poder económico y militar unilateral: construir un nuevo orden por la fuerza, con el lema Haz que Estados Unidos vuelva a ser grandioso o podría ser América über alles.

En palabras de Donald Trump, el orden mundial “es un instrumento contra Estados Unidos […] Estamos llamados a crear un mundo libre a partir del caos. No será fácil”. Para lograrlo, es necesario poner fin a las guerras en Europa del Este y Oriente Medio, que surgen de este orden actual y que son extremadamente costosas para el país.

Sin embargo, pueden ocurrir otros enfrentamientos, desde la perspectiva de la supremacía unilateral. Trump ya ha llamado a Canadá 51.o Estado estadounidense y publicó en las redes sociales que “a los efectos de la seguridad nacional y la libertad en todo el mundo, los Estados Unidos de América consideran la posesión y el control de Groenlandia como una necesidad absoluta”. Anticipándose al derretimiento del hielo resultante del cambio climático, la anexión de Canadá y Groenlandia está relacionada con los recursos naturales que se encuentran en estas regiones, importantes para la industria y el desarrollo de tecnologías.

Canadá y Groenlandia son áreas de defensa estratégicas ya que sus ubicaciones son rutas cortas hacia las potencias euroasiáticas (China y Rusia). Donald Trump también publicó sobre el Canal de Panamá, un “activo nacional vital” de Estados Unidos. Por ella pasa una cantidad importante del comercio americano, es la ruta más corta entre ambas costas y actualmente tiene una fuerte influencia china. Sobre estos episodios, la prensa liberal hace comparaciones con la Doctrina Monroe; preferimos compararlo con el Anschluss nazi. Aún así, en el centro de la nueva supremacía está la enemiga China, de la que es necesario reducir cualquier tipo de dependencia y concentrar esfuerzos en las disputas con Beijing. Para Mark Rubio, Secretario de Estado, China es la mayor amenaza existencial en la historia de Estados Unidos, mayor que la URSS.

Las luchas de clases en el interior de los EE.UU. en el contexto del deterioro de las condiciones de vida, el empeoramiento de la segregación social y la radicalización de los movimientos fascistas/nazis pueden llevar al país a intensos conflictos sociales, nunca vistos en su historia. Su nueva política exterior tiende a ser un imperialismo más agresivo y unilateral, que ante las relaciones internacionales de fuerza puede provocar conflictos geopolíticos y guerras sin precedentes.

En otras palabras, el gobierno de Donald Trump, al igual que el gobierno de Hitler, podría ser el catalizador de la transición (o implosión) del orden mundial. Todavía estamos en el ámbito de las conjeturas sobre tales procesos. Pero lo líquido y cierto son los términos que debemos afirmar. Nada de ultraderecha, nueva derecha, derecha autoritaria, populismo de derecha, tradicionalismo, extrema derecha, ultraconservadores, etc. Donald Trump es un nazi.

* Caio Bugiato es profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UFRRJ y del Programa de Postgrado en Relaciones Internacionales de la UFABC.


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