Donald Trump y el fantasma del identitarismo

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por FLAVIA BIROLI* & LUCIANA TATAGIBA**

Una explicación falsa, que opera selectivamente con la información y apunta a quienes contribuyen a la construcción de proyectos de democracia inclusiva.

La victoria del republicano Donald Trump ha vuelto a activar, en Brasil, el argumento de que la culpa de la victoria de la extrema derecha es del llamado identitarismo. Para quienes recurren a esta fantasía, el Partido Demócrata se habría desconectado de la población al abrazar agendas de los movimientos negro, feminista, LGBT y trans. A partir de este diagnóstico, se nos alerta sobre la necesidad de que la izquierda se aleje de las luchas identitarias si quiere ganar las elecciones de 2026.

Para nosotros, esta es una explicación falsa, que opera selectivamente con la información y convierte en objetivos a quienes contribuyen a la construcción de proyectos de democracia inclusiva. Por eso, te invitamos a explorar argumentos alternativos sobre la elección de Donald Trump, el fracaso de Kamala Harris y el problema de las “identidades”:

(i) La mayoría no reconoció que el Partido Demócrata fuera capaz de promover el cambio. Esto no se debe a su proximidad a las luchas de las minorías, sino a su alineación histórica con la política del gran capital. Las encuestas señalan la insatisfacción con el costo de la vivienda en Estados Unidos y la percepción del electorado de que la participación en conflictos en otras partes del mundo agota recursos que podrían usarse para inversiones internas y apoyo a la población afectada por las tragedias climáticas.

(ii) Una parte importante del electorado pudo haber rechazado a Kamala Harris por ser una mujer negra. La extrema derecha no ganó porque se alejó de la política identitaria. Al contrario: lo utilizó para politizar a sus bases, en un sentido abiertamente antidemocrático. La campaña de Donald Trump reforzó la idea de que una mujer negra no sería capaz de gobernar, que una hija interracial de inmigrantes no sería digna de confianza, que una mujer profesional que no sea madre (biológica) no entendería las necesidades del país.

El contingente de jóvenes negros y latinos que migraron a Donald Trump en estas elecciones deja claro que el centro y la izquierda han hecho menos de lo necesario para politizar las bases y demostrar las conexiones intrínsecas entre el racismo, el sexismo, la xenofobia y la precariedad del trabajo y de la vida.

(iii) El capitalismo neoliberal cambió la dinámica de producción, siendo uno de sus principales efectos la desindustrialización y el debilitamiento de los sindicatos. En Estados Unidos hay pleno empleo, la inflación ha bajado significativamente, pero las rutinas y los ingresos son menos predecibles, el tiempo libre para cuidar de las personas y de uno mismo es menor, las inseguridades aumentan con las tragedias ambientales y la violencia armada. La extrema derecha responde a esto con un ideal excluyente de la nación, prometiendo consuelo al reducir la diversidad y regresar a órdenes jerárquicos raciales y patriarcales.

(iv) Las nuevas dinámicas informativas se combinan con prácticas tradicionales, que rompen con el principio de igualdad política y equidad en las disputas. Elon Musk demostró lo que pueden hacer las grandes corporaciones que tienen presupuestos mayores que los partidos (y los estados nacionales), radicalizando la influencia del capital en las elecciones. Su “quién quiere dinero”, un juego de 175 millones de dólares en estados clave para definir la disputa, haría sonrojar a los “coroneles” versados ​​en el uso de los recursos y el poder para guiar el voto.

Sí, las elecciones estadounidenses traen importantes reflexiones a la política brasileña y aumentan los temores sobre 2026. Pero la peor manera de iniciar esta conversación es volver al fantasma familiar del identitarismo. El problema de la izquierda definitivamente no es defender los derechos civiles de los hombres y mujeres negros, los homosexuales y las personas trans. Esta es una agenda civilizadora y estratégica para la democratización del Estado.

El problema es la falta de un proyecto político de nación que ofrezca esperanza para el futuro y que agrupe a las clases medias desde abajo. Hoy esta base es mucho más amplia y diversa que la del trabajador masculino con empleo formal. Es necesario hablar con mujeres negras, jóvenes de la periferia, trabajadores de aplicaciones, ribereños y evangélicos. Y ofrecer a todos un futuro democrático en el que tengan voz.

* Flavia Biroli es profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la UnB. Autor, entre otros libros, de Género y desigualdades: límites de la democracia en Brasil (Boitempo).

**Luciana Tatagiba es profesor del Departamento de Ciencia Política de la Unicamp.


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