por EDUARDO SINKEVISQUE*
“Teresinhaaaaaa, huhu” (Chacrinha).
Era una niña, lo admito. Era delgada, esbelta. ella cuidaba a los gatos campus, no permitió que se les practicara el gaticidio, ni la esterilización para operarlos. Era madre de gatos abandonados, y de perros también. Después perdió su fuerza como mujer, su fuerza como persona.
Lamento contarte esta historia. Cuenta la historia. Prefiero que sigas admirando y amando a doña Teresinha.
Ella, antes de ser la dueña, la quiero solo para mí.
Tal vez se la daría a los hipopótamos. Pero creo que ya vinieron por ella. Ellos, los hipopótamos muertos.
Por eso hoy sólo se ve a doña Teresinha, abuela, abuela.
Sí, el olor a muerte envuelve a la gran dama. Hay un beso que casi toca su cuello. Ya hay patas en la espalda. Sobre eso: compasión. Catarsis.
Doña Teresinha hacía que los hipopótamos fueran muy leídos, muy estudiados. Es muy amplio en la investigación sobre hipopótamos, pero reduccionista en general. Sólo ve los suyos en su patio trasero.
Sé que esta historia es difícil. Perdóname.
Soy un pobre narrador. Un narrador. Me encantan los hipopótamos.
No soporto las tachaduras históricas, las historias dirigidas, digeridas fácilmente, fácilmente, en broma, las estafas que engañan al pueblo, a la plebe ignorante del entorno de Doñas Teresinhas.
No quiero persuadirte a que dejes de amar a quienes amas, ni de que admires a quienes admiras. Quiero mirar el mar y la montaña.
Me encantan los hipopótamos. No me gustan los críticos literarios ni los estudiosos de los hipopótamos. Me quito el sombrero ante la gente dedicada, estudiosa e ilustrada. Soy una oveja perdida. Pero creo que mis verdades, de oveja descarriada, también podrían haber sido historias mal contadas, mal contadas.
Puede que me haya dejado llevar por otro mito. ¿Quien sabe? Puedo decir que miento, haciendo uso del mito.
Que todos estén en paz con los hipopótamos, con doña Teresinha. Guardo los hipopótamos que amo, que no son iguales a Doña Teresinha.
Estoy sin doña Teresinha. Estoy cansado de convertir en epidíctica una variante elogiosa de los pioneros. Estoy cansado de reprochar a los tiranos. La historia termina en el recorrido que finaliza.
*Eduardo Sinkevisque es becario posdoctoral en teoría literaria en el Instituto de Estudios del Lenguaje (IEL) de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR