por HENRIQUE MORRONE, ALESSANDRO MIEBACH & ADALMIR MARQUETTI*
Hay poco margen para cambios en la política monetaria en el corto plazo, incluso con la nueva presidencia del Banco Central
Las concepciones tradicionales de la macroeconomía, forjadas hace más de cuarenta años, sugieren que la política monetaria debería ocupar una posición central en la gestión macroeconómica, mientras que la política fiscal se limita a actuar a través de estabilizadores automáticos, que resultan de cambios en el gasto público en respuesta a fluctuaciones en el nivel de actividad. .
En este contexto, el término “dominancia fiscal” ha ganado relevancia en las discusiones sobre Brasil. El temor es que el país entre en una situación en la que la política fiscal anule el poder de la política monetaria. Este escenario se da en contextos de profundo desequilibrio fiscal, cuando los déficits públicos se traducen en altas tasas de inflación, lo que debilita la eficacia de la política monetaria.
Las autoridades monetarias se ven obligadas a adoptar medidas drásticas, como aumentar las tasas de interés, para tratar de controlar la inflación. Sin embargo, al aumentar las tasas de interés, el déficit fiscal tiende a crecer, empeorando la situación económica y generando más inflación. Esto podría conducir a la salida de recursos del país, lo que resultaría en una mayor depreciación del tipo de cambio e intensificaría los efectos inflacionarios.
Sin embargo, esta interpretación del funcionamiento de la economía tiene limitaciones. En primer lugar, se puede cuestionar la efectividad del sistema de metas de inflación, ya que tanto los países que adoptan como los que no adoptan este sistema han logrado reducir sus tasas de inflación. En este contexto, la apertura comercial puede haber desempeñado un papel más decisivo en el control de la inflación que el propio sistema de objetivos.
Además, como sostiene André Lara Resende, es posible que las políticas para aumentar las tasas de interés, a través de una causalidad inversa, induzcan las expectativas de los agentes económicos hacia una trayectoria de alta inflación, en lugar de reducirla.
En segundo lugar, el déficit primario puede generar un aumento del PIB real, a través del efecto multiplicador del gasto público, como afirma la teoría keynesiana. En un entorno de tipos de interés moderados, esto podría incluso reducir la relación deuda/PIB. El déficit público puede tener efectos tanto nominales como reales sobre la economía, promoviendo el crecimiento económico.
En tercer lugar, el mantenimiento de tipos de interés muy altos por parte del Banco Central puede paralizar la economía, especialmente cuando la búsqueda de superávits fiscales es necesaria para contener el aumento de la relación deuda/PIB. Según la teoría de las finanzas funcionales, si la tasa de interés se redujera y se mantuviera por debajo del impacto de la política fiscal sobre el PIB, el déficit público podría resultar en una caída en la relación deuda/PIB. La deuda crecería a un ritmo menor que el PIB, lo que provocaría que la relación deuda/PIB disminuyera con el tiempo.
Cuarto, si los inversionistas adoptan una postura racional, deberían preocuparse principalmente por el monto de las reservas internacionales. Después de todo, son las reservas internacionales las que garantizan la capacidad del país para cumplir con los compromisos externos y permiten a los inversores retirar sus recursos durante períodos de inestabilidad económica.
Finalmente, la dominancia fiscal puede funcionar de manera análoga a desplazando A nivel internacional, donde el desequilibrio fiscal provoca inflación, fuga de capitales y depreciación del tipo de cambio, intensificando la presión inflacionaria. Vale la pena señalar que tanto el desplazando internacional y su versión híbrida sólo se daría con el consentimiento del Banco Central.
Si el Banco Central utiliza estratégicamente las reservas internacionales y los instrumentos a su disposición, se podría evitar la depreciación del tipo de cambio y sus efectos negativos sobre la inflación y la economía no se materializarían.
En resumen, el escenario actual de Brasil puede describirse como una situación de “dominancia monetaria”. Por “dominancia monetaria” designamos una situación de inconsistencia entre la política monetaria y la dinámica de crecimiento de la economía. En este contexto, la política monetaria busca anular el crecimiento económico, presionada por las tensiones internas y por las convenciones hegemónicas de la gestión privada del patrimonio brasileño.
La situación externa, con las políticas inciertas del nuevo gobierno estadounidense, suma presión a las economías periféricas. Además, las recomposiciones de cartera y las remesas de ganancias al exterior impactan el tipo de cambio, un fenómeno particularmente significativo en Brasil. Este movimiento parece estar más relacionado con la propuesta de aumentar los impuestos a los más ricos que con riesgos fiscales inmediatos.
Las convenciones entre los administradores de patrimonio financiero de élite, el llamado “mercado”, combinadas con estos factores, estructuran una narrativa monocausal de riesgo fiscal inminente. Esto crea un ciclo de aumento de las tasas de interés, déficit nominal y depreciación del tipo de cambio, en el que existen oportunidades para ganancias especulativas. La política monetaria, por tanto, busca bloquear el crecimiento económico para cumplir con estas convenciones que, en última instancia, “explican” el escenario de depreciación del tipo de cambio.
El Banco Central y la política monetaria no son neutrales ni independientes de las presiones, concepciones y discursos que emanan del “mercado”, y que se reflejan en la posición de los medios corporativos. La actual meta de inflación es incompatible con la realidad económica del país y genera movimientos de política monetaria que tienden a acentuar las inestabilidades. El objetivo de este escenario de “dominación monetaria” es contraer el crecimiento económico y promover un ajuste fiscal socialmente asimétrico, en el que los más pobres sean penalizados, mientras los sectores más ricos mantienen su riqueza financiera.
En la situación actual, el escenario para 2025 será de menor crecimiento y mayor inflación. La toma de posesión del nuevo gobierno estadounidense y una mayor claridad en las políticas a adoptar pueden reducir la tensión actual. Será importante votar rápidamente sobre la reforma fiscal propuesta por el ministro Fernando Haddad, para definir sus impactos sobre los tenedores de riqueza brasileños.
Aún así, hay poco margen para cambios en la política monetaria en el corto plazo, incluso con la nueva presidencia del Banco Central. El actual escenario de “dominación monetaria”, creado en los últimos años bajo los auspicios de la plutocracia brasileña, con miras a proteger sus intereses, es difícil de desmantelar en las condiciones políticas y económicas actuales. El gobierno y el nuevo presidente del Banco Central seguirán bajo mucha presión en los próximos meses.
*Henrique Morrón es profesor de economía en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS).
*Alessandro Miebach es profesor de economía en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS).
*Adalmir Marquetti es profesor de economía en la PUC-RS.
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