Dos años de desgobierno: los factores psicosociales e ideológicos

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por RUBENS PINTO LYRA*

Algunas razones que hicieron posible la elección de Jair M. Bolsonaro y su mantenimiento en el poder

“Comprender las razones para huir de la libertad es una premisa para cualquier acción encaminada a la victoria sobre las fuerzas totalitarias” (Erich Fromm, El miedo a la libertad).

“En tiempos de terror, elegimos monstruos para protegernos” (Mia Couto, El bebedor de horizontes).

Introducción

Persisten muchos cuestionamientos sobre las razones que llevaron a la mayoría del electorado brasileño a votar por Jair Messias Bolsonaro para la Presidencia de la República, relacionados con aspectos económicos, sociales y políticos y, especialmente, la naturaleza de los determinantes psicosociales de tan controvertida elección .

El desequilibrio emocional manifiesto del personaje; la virulencia de sus invectivas contra sus opositores políticos y defensores de los derechos humanos; su postura ultraconservadora, especialmente en lo que respecta a la moral y los valores familiares, fueron los ingredientes utilizados para alertar a la sociedad sobre la urgente necesidad de superar el peligro de una supuesta amenaza comunista, encarnada en la izquierda brasileña.

La elección a la Presidencia de alguien con características psicológicas de “sinvergüenza, en el sentido clínico” (DUNKER:2021), visiblemente desprevenida para el ejercicio del “Primer Poder Judicial de la Nación”, hizo pensar inicialmente que sólo circunstancias excepcionales podrían explicar la preferencia por el candidato defensor de las tesis y prácticas protofascistas.

Su elección estuvo, sin duda, fuertemente condicionada por factores coyunturales, de carácter económico y político, e incluso aleatorios, como el apuñalamiento que recibió durante la campaña electoral. Pero también sacó a la luz una poderosa fuerza política, hasta entonces mayoritariamente sumergida, autoritaria y conservadora, fuertemente influida por el neoliberalismo, en particular a través de la Teoría evangélica de la Prosperidad.

Sabemos que, durante la pandemia, la extrema derecha se destacó igualmente por su negacionismo, expresado en la minimización del Covid-19 (la famosa “gripecita”) y en su hostilidad a todas las medidas de protección contra la propagación de este virus, aun cuando estas respaldadas por la opinión unánime de las sociedades científicas y por la gran mayoría de la comunidad académica.

En este artículo analizaremos brevemente los factores psicosociales que subyacen a la citada opción electoral y las características ideológicas de las concepciones políticas asociadas a ella.

Motivaciones psicosociales y condicionamiento socioeconómico

Como hemos visto, el voto bolsonarista no estuvo determinado por las cualidades personales del supuesto “salvador de la patria”, ni por ninguna opción programática. Un factor decisivo en la elección del capitán extremista fue el “giro a la derecha” de muchos trabajadores, temerosos del paro o ya desempleados. Y también debilitados por ser las principales víctimas de la (in)seguridad pública, no lograron ver una luz al final del túnel: “Un proletariado empobrecido, en harapos, una plebe trabajadora sin conciencia de clase, destruida y fracturada”, “es arrojado a los brazos de los que detentan el poder, considerados justos”. (OLESCO: 2020). Pero no como antes, a través de sus representantes “liberales” que habitualmente la encarnaban, sino a través de una supuesta forastero, Bolsonaro.

Así, el resentimiento no politizado de las clases subalternas, sumidos en la decepción por las promesas incumplidas, inhibió su poder de acción. Se comportaron como un “ejército de quejosos pasivos, dispuestos a (re)alinearse con lo peor de los conservadores, como una forma de reacción amarga y estéril, cargada de deseos de venganza” (KEHL: 2020). En este dramático contexto, “no pocos se equivocaron, dirigiendo su ira contra las fuerzas que luchaban contra los intereses dominantes, culpabilizando a los beneficiarios de las políticas asistencialistas ya los titulares de derechos”.

Lo que motivó el ascenso de Hitler al poder en Alemania es similar a lo descrito anteriormente en Brasil. William Shirer, uno de los estudiosos más importantes del Tercer Reich, explica que “en su miseria y desesperación, los más pobres hicieron de la República de Weimar el chivo expiatorio de todas sus desgracias” (SHIRER: 1967, p.81).

También fue decisiva, en estos dos países, en la opción por el autoritarismo, el desencanto de las clases medias. En palabras de Umberto Eco: “El fascismo nace de la frustración individual y social. Lo que explica que una de las características del fascismo histórico haya sido la apelación a clases medias frustradas, devaluadas por alguna crisis económica, atemorizadas por la presión de los grupos sociales subalternos” (2002: p. 16).

Aspectos doctrinales y voto evangélico

Entendemos que las limitaciones psicológicas del voto atribuidas a Bolsonaro, con respecto a los evangélicos, no son ajenas a la doctrina de los dos mayores íconos del protestantismo - Martín Lutero y João Calvino - similares, en la cuestión bajo análisis, a pesar de sus diferencias doctrinales .

Estos teólogos enfatizan la impotencia del individuo ante los insondables designios del Señor. Para ellos, sólo la voluntad divina determina la vida de las personas y todos los acontecimientos históricos. Calvinistas y seguidores de Lutero, pero también un segmento significativo de evangélicos, trasladaron al plano político, en las elecciones presidenciales de 2020, un sentimiento de impotencia, en un momento de crisis y desesperanza.

Condicionados por esta influencia doctrinal, creían en Alemania que sólo un demiurgo (en este caso, el Líder), dotado de plenos poderes, podría evitar el colapso económico y la convulsión social. En línea con el pensamiento de Lutero y Calvino para quienes “ni el peor de los tiranos puede ser impugnado: si gobierna es porque Dios lo quiere. Dios preferiría soportar la continuación de un gobierno, por malo que sea, que dejar que la chusma se rebele, por más justificados que se encuentren para hacerlo” (En: FROMM: 1970, p. 74).

Esta misma visión fatalista, de forma más acentuada, está presente en Calvino para quien los que van al cielo no lo hacen en absoluto por sus méritos, como los condenados al infierno lo están simplemente porque Dios así lo quiso. La salvación o la condenación son predeterminaciones hechas antes de que naciera el hombre (Cf. CALVINO:1928).

En tu libro, Dossier del Nacionalsocialismo, Hofer afirma que “el luteranismo indudablemente provocó la sumisión y docilidad mostrada por los alemanes, así como su culto a la autoridad. Él también está en el origen de los “cristianos alemanes” que, en 1933, buscaron establecer un cristianismo específicamente alemán” (p. 387).

Tales concepciones, que niegan radicalmente la autonomía del individuo, preparado, volens nolens, el camino a su sumisión a las autoridades seculares – titulares del poder estatal. Estos, en la actualidad, han basado predominantemente sus políticas exclusivamente en los intereses del mercado. Apuntan a la deconstrucción del modelo de Estado de Bienestar Social y su sustitución por el “Estado mínimo”, mero instrumento de la política neoliberal de las clases dominantes.

Las concepciones antes mencionadas están en sintonía con teologías que consideran como sus mejores seguidores a quienes lograron sobresalir en la “libre empresa”, o quienes, de una forma u otra, alcanzaron el éxito material. Esta adecuación no siempre ocurre conscientemente. Incluso para los reformadores religiosos en cuestión, la idea de que la vida del hombre se convertiría en un medio para lograr fines económicos habría sido inaceptable.

En palabras de Fromm “Aunque su forma de ver las cuestiones económicas era tradicionalista, el énfasis dado por Lutero a la nulidad del individuo contradecía esta concepción, abriendo el camino para una evolución en la que el hombre no solo debía obedecer a las autoridades seculares sino también subordinar su vida hasta los fines de la realización económica” (1970: p.75).

Del mismo modo, la evolución de la doctrina calvinista destaca la idea de que el éxito en la vida secular es un signo de salvación (1970: p. 80), tema que mereció la atención de Max Weber, como un vínculo importante entre esta doctrina y el espíritu del capitalismo. El comportamiento del electorado evangélico, con motivo de la elección del Mesías en Brasil, sufrió una influencia similar.

Como recuerda Paulo Ghiardelli, los pastores de las iglesias evangélicas más grandes, apodadas máquinas tragamonedas, se encuentran entre las mayores fortunas del país. En sus palabras “La ola de costumbres conservadoras en Brasil tiene que ver con el crecimiento de estas iglesias. Bolsonaro es, en gran parte, la expresión política de tales iglesias. El atraso cultural de este movimiento es un líquido en el que le encanta bañarse” (GHIARDELLI: 2019, p. 78).

La ideología de Lutero y Calvino se hizo hegemónica en varias iglesias, tanto pentecostales como neopentecostales (PACHECO: 2020). Se revela, por tanto, el vínculo entre los aspectos autoritarios de las doctrinas de los teólogos antes mencionados y el de importantes sectores evangélicos, partidarios del capitán reformado, que promueven la adecuación del ideario a las necesidades del mercado.

Los límites de la autonomía individual

Los antecedentes que determinaron la debacle de los candidatos demócratas fue el surgimiento de un autoritarismo visceral, arraigado en las capas más ocultas de la formación social brasileña, nunca antes manifestado como en las elecciones de 2018.

Sintiéndose impotentes, los electores abdicaron de su derecho a elegir una alternativa político-electoral acorde con las políticas públicas con las que se identificarían y con las convicciones democráticas. Transfirió a una autoridad superior la resolución de los problemas que le aquejan a él ya la sociedad. Esta incapacidad para asumir sus responsabilidades como ciudadano atañe a la Psicología Social. Su estudio debe incorporarse a los instrumentos teóricos de los politólogos como uno de los aspectos más relevantes para comprender el comportamiento del hombre común en las sociedades contemporáneas.

Es interesante observar que incluso exponentes del marxismo reconocen que no es suficiente conocer las “condiciones objetivas” de la lucha de clases (en este caso, en Alemania) para la elaboración exitosa de una estrategia revolucionaria, como lo evidencia el siguiente texto. , escrito por León Trotsky: “Sin una comprensión de tal psicología por parte de los campesinos, artesanos, sirvientes, pequeños burócratas, etc. – la psicología que deriva de la crisis social – es imposible elaborar una política correcta” (2019: p. 79).

El análisis de Theodor Adorno sobre la fuerza decisiva lograda por los procesos irracionales, inconscientes y regresivos que ocurrieron en los regímenes fascistas le sienta como anillo al dedo a Brasil. Ella “fue facilitada por el estado de ánimo de todos aquellos extractos de la población que sufren frustraciones, para ellos incomprensibles y que, por tanto, desarrollan una mentalidad mezquina e irracional” (ADORNO, 2018).

Esto se logra mediante una propaganda que simplemente “toma a los hombres por lo que son: los verdaderos hijos de una cultura estandarizada, en gran medida despojados de autonomía y espontaneidad. Por el contrario, “sería necesario establecer metas cuyo logro trascendiera la statu quo psicológico y social”. Y concluye: “esto puede explicar por qué los movimientos de masas ultrarreaccionarios utilizan mucho más la psicología de las masas que aquellos que tienen mucha fe en ellos” (2018).

El brillante psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm, en su clásico El miedo a la libertad, escrito en 1941, analizaba los motivos que llevaron a los alemanes a acabar en el régimen nazi. Enfatiza que comprender la propensión del individuo, en tiempos de crisis, a renunciar a la libertad es una premisa esencial para enfrentar el peligro de que las sociedades democráticas se metamorfoseen en regímenes totalitarios.

La comprensión de este fenómeno pasa por la percepción de que la dinámica social interactúa dialécticamente con los procesos que actúan en el interior del individuo. Para comprenderlos, es necesario apreciarlos a la luz de la cultura que los moldea. Se trata de comprender los factores psicológicos como fuerza activa en los procesos sociales y afrontar el problema de la interacción de los factores psicológicos, económicos e ideológicos en la determinación de estos procesos.

Muchos alemanes no se imaginaban que el Líder llevar hasta las últimas consecuencias lo que defendió abiertamente. Ellos “tomaron sus ideas como mera propaganda, si no fantasías extravagantes. Nadie podía creer que ideas tan excéntricas y peligrosas como las expuestas en su libro MI lucha, algún día se pondría en práctica” (HOFER, s/d, p.14). Algo similar sucedió en Brasil, donde muchos de los que votaron por Bolsonaro creyeron que sus posiciones extremas no eran más que bravatas, utilizadas solo como recurso táctico para triunfar en las elecciones.

Al abordar los aspectos psicológicos que determinan el voto por los nazis, Erich Fromm se expresa de la siguiente manera: “Nos vimos obligados a reconocer que millones de alemanes estaban dispuestos a renunciar a su libertad, al igual que sus padres estaban dispuestos a luchar por ella; que en lugar de desear la libertad buscaban formas de escapar de ella; que otros millones fueron indiferentes y no consideraron que valía la pena luchar y morir por la libertad” (FROMM:1970, p.14).

Este hecho histórico también se aplica a las diferencias generacionales en Brasil con respecto a las opciones políticas. En la década de XNUMX, muchos jóvenes, y con ellos gran parte de la Nación, solo concebían su construcción sobre la base de los valores de la justicia social y la democracia. Estas preguntas formaban parte de su vida cotidiana. Por ellos, no pocos sacrificaron sus intereses inmediatos, algunos sus vidas. Hoy en día, la gran mayoría de los jóvenes, así como una gran parte de los ciudadanos brasileños, ya no se guían por estos valores; en la práctica, los desconocen.

Pero cabe añadir, para la explicación del voto en este falso forastero determinaciones más recientes, también de carácter psicológico, propias de la modernidad capitalista, a favor de la democracia. En efecto, las incertidumbres derivadas del sentimiento de inseguridad, generadas por las políticas neoliberales, en combinación con el proceso de globalización, profundizaron la crisis de la democracia representativa, aumentando la distancia entre gobernantes y gobernados, favoreciendo el estallido de resentimientos, frustraciones y violencia.

Manoel Castells destaca la crisis de representatividad derivada de la desilusión de los votantes con los políticos y las instituciones, especialmente políticas, que no representan a sus votantes: “el individuo pasa así a ver al político como alguien a quien combatir con vehemencia. Así, dentro de los procesos democráticos, hay una demanda de personas que no forman parte de la política tradicional, lo que Castells llama figuras antisistema. Es curioso que hayamos llegado a destacar y valorar, en los procesos democráticos, candidatos que afirman, paradójicamente, que “no son políticos” (JUNIOR, 2020).

Maria Rita Kehl subraya: “lo que le falta a la sociedad brasileña ya no es un padre, colocado en una posición de autoridad, de un hacendado o de un líder mesiánico, sino el reconocimiento de la acción republicana por parte de formaciones horizontales, que yo llamaría fraternales” (KEHL :2020).

Sin embargo, no cabe duda de que hemos avanzado, en las sociedades democráticas, en la conquista de las libertades individuales, ya que bajo su égida el Estado no puede entorpecer ni entorpecer su ejercicio. Sin embargo, esto no significó que los individuos alcanzaran, como hemos visto, su plena autonomía. Tienden a amoldarse al pensamiento, estilo y forma de vida dominantes, enajenándose a sí mismos ya los demás, al verse privados de razonar y comportarse como sujetos libres para formar su voluntad.

En otras palabras, el individualismo –impulsado (¿paradójicamente?) en Brasil por influyentes iglesias evangélicas– funciona como un envoltorio, sofocando la afirmación del individualismo que libera: aquel que nos permite ser originales, razonar libremente y, sobre todo, exteriorizar sin censura nuestro pensamiento. De hecho, la paradoja es evidente. Iglesias como la Universal do Reino de Deus, entre otras, funcionan como empresas, como instrumentos de legitimación de la ideología y la psicología neoliberales: consideran cercanos a Dios a quienes prosperan individualmente.

Volviendo a poner sobre la mesa al psicoanalista y profesor de la USP Dunker: “el neoliberalismo es también un tipo de psicología, de moral y de forma de vida. No basta consumir y producir de forma neoliberal, es necesario vivir de forma neoliberal. Esto significa mirar tu vida como si fuera una empresa: ¿está obteniendo ganancias, está perdiendo dinero, está invirtiendo, cuál es el riesgo fiscal, cuál es el riesgo laboral? Interiorizaron la lógica de la empresa en la gestión de su sufrimiento” (2021).

En este sentido, la convergencia del análisis marxista “heterodoxo” de Eric Fromm con los actuales, que lo confirman, como el de Vladimir Saflate para quien “no eran pocos los que, en el siglo XX, insistían en que la modernidad individuo se produce por la interiorización de profundos procesos disciplinarios y represivos” (SAFATLE: 2012, p. 69).

Uno de los más notables es sin duda el poder de amansar las mentes, en las sociedades capitalistas modernas, a través de un reducido número de canales, el entretenimiento y el espectáculo. Como explica Guy Debord: “no existe una relación directa entre el individuo y su mundo, siempre está mediado por la imagen, una imagen mediada deliberadamente por otros, es decir, por los dueños de la sociedad”. Esta mediación a través de la imagen, que se expresa en el espectáculo, es en realidad “una relación social entre individuos”. Así, “no es sólo el abuso del mundo visible: entendido en su totalidad, es a la vez resultado y proyecto del modo de producción dominante” (2020). La conclusión de este autor es que vivimos en una “democracia mercantil, con rasgos autoritarios”, conclusión perfectamente compatible con las tesis de Erich Fromm.

El entumecimiento de la capacidad crítica, derivado de diferentes procesos de alienación, llevó a los ciudadanos a despreciar el voto como instrumento de elección entre diferentes proyectos de sociedad. A pesar de su sumisión a una visión conformista de la política, se suponía que debían guiarse por sus propias opiniones, cuando, por regla general, seguían las impuestas desde fuera. Incluso cuando los tienen, prefieren no exteriorizarlos porque tal procedimiento puede marginarlos, dejándolos inseguros sobre las consecuencias que podrían resultar de su manifestación de autonomía.

Así, se convierten en semiautómatas, porque “se atrofia el crecimiento de la base del ego, superponiéndose a este ego patrones extrínsecos de pensamiento y sentimiento” (FROMM:1970, p.201-203 y 209). Ejercen lo que Fromm llamó “libertad negativa”. Subraya que “la obediencia no se reconoce como obediencia porque se racionaliza como “sentido común”, como aceptación de necesidades objetivas” (FROMM, 1965: p. 129).

Por eso, eventos sociales como reuniones familiares, celebraciones navideñas, reuniones de colegas y otras reuniones por el estilo están, en general, marcadas por la superficialidad, o incluso por la hipocresía. Sus protagonistas prefieren no correr el riesgo de las consecuencias del ejercicio de la libertad crítica –como la discusión de sus preferencias electorales– que podrían provocar rupturas difíciles de sobrellevar. También evitan opinar con franqueza sobre las dificultades en sus relaciones personales, cuando sólo ello puede propiciar el surgimiento de vínculos basados ​​en la auténtica amistad, la sinceridad y el afecto.

La victoria de la libertad, al triunfar sobre las limitaciones psicológicas y las deformaciones conductuales que la restringen, superando las relaciones vacías, da lugar al florecimiento del potencial del individuo, la meta y el propósito de la vida social. La sociedad construida sobre estas bases estará formada por personas sanas, vivas, psíquicamente sanas, en contraste con la actual, formada por individuos adormecidos por los actuales mecanismos de control social.

En esta nueva sociedad, las personas podrán actuar de forma autónoma, plenamente conscientes de las realidades personales y sociales que les rodean. Pero “cuando todos estén despiertos”, concluye Fromm, “no habrá más profetas ni revolucionarios, sólo habrá seres humanos plenamente desarrollados” (FROMM: 1965, p. 130).

Similitudes entre el protofascismo brasileño y el nazifascismo

Como señala Umberto Eco, el protofascismo “cambió la violencia abierta, característica de los seguidores de Hitler y Mussolini, por una retórica agresiva” (1998: p. 16). Esto es lo que sucede en Brasil. Esta retórica, utilizada por Bolsonaro, se traduce en amenazas constantes, como “disparar los fusiles” (VAMOS…2020), que combina con la acción “normal” a nivel institucional. El presidente militar juega con ese recelo para mantener la lealtad de sus militantes y, al mismo tiempo, asegurarse apoyos políticos para gobernar.

También hay una presencia creciente, aunque encubierta, de representantes del aparato de seguridad pública y justicia en acciones que refuerzan las estrategias utilizadas por los líderes autoritarios del Ejecutivo Federal. Según Carvalho, “lo más común es la intimidación, tergiversando los instrumentos legales, con el objetivo de silenciar, destruir la imagen y desestabilizar emocionalmente a quienes se manifiestan contra las propuestas y acciones de la actual administración” (CARVALHO: 2020).

Este fue el caso del influencer digital más importante del país, Filipe Neto, imputado por un delegado por corrupción de menores, por difundir material inapropiado para estos menores. Pero también ha habido un incremento significativo de amenazas y ataques violentos y sexistas, de origen no reconocido, claramente dirigidos a miembros del espectro político institucional de izquierda, vinculados al movimiento LGBT, todas mujeres parlamentarias afiliadas al PSOL (EN UNA SEMANA: 2021).

En Brasil, la extrema derecha no tiene milicias organizadas, como los fascistas, sino milicias virtuales, verdaderas falanges que operan en las redes sociales a través de la marketing religiosos y políticos, manipulando los deseos y necesidades de los incautos. Tampoco tiene, como Goebbels, en Alemania, la maquinaria estatal para difundir falsedades. Pero utiliza el mismo método que el líder nazi y los fascistas: la propagación masiva de mentiras.

Esto, en forma de noticias falsas sucedió, a gran escala, en las elecciones presidenciales, con la sistemática difamación del candidato Fernando Haddad para, con su exhaustiva repetición, intentar hacerlas pasar por ciertas. La incesante difusión de estos noticias falsas es capitaneada por una militancia comprometida y profesionalizada en la fabricación de mentiras. Esto ha servido para difundir múltiples expresiones de negacionismo, legitimando un poder legalmente institucionalizado, pero destructivo, basado en la desinformación y la falsificación de la realidad (SANTOS, 2019).

Umberto Eco destaca otro aspecto del protofascista: es “un conservador de los valores tradicionales, los ideales militares y el machismo. Traslada su voluntad de poder a lo sexual, lo que implica un desdén por la mujer y una condena intolerante de hábitos sexuales inconformistas, como la homosexualidad” ECO: 1998, p.17).

En el caso brasileño, la defensa de los valores tradicionales es particularmente relevante, manifestándose en un ridículo ultraconservadurismo, como lo demuestran las increíbles declaraciones del nuevo presidente de FUNARTE, Dante Mantovani. Para este líder, terraplanista y alumno de Olavo de Carvalho: “La Rock activa las drogas, lo que activa el sexo, lo que activa la industria del aborto. Esto, a su vez, alimenta algo mucho más pesado que es el satanismo. El mismo John Lennon dijo que hizo un pacto con el diablo” (AZEVEDO, 20020).

La ideología oscurantista de los bolsonaristas, si no considera, como los nazis, una cierta raza inferior, tiene una concepción cercana. El periodista de extrema derecha Sérgio Nascimento de Camargo, presidente de la Fundación Palmares, dedicada a la promoción y rescate de la cultura negra, considera que “la esclavitud era horrible, pero beneficiosa para los descendientes de los esclavos” (CHEFE… 2019). Más impactante aún fue la declaración de Víctor Batista, coordinador de la articulación de comunidades quilombolas. Usó las redes sociales para proferir la siguiente barbarie: “a mediados del siglo XIX, el esclavo brasileño llevaba una vida de ángel, si comparamos su suerte con la de los trabajadores ingleses del siglo XIX” (COORDENADOR: 2020).

En el estado fascista no había lugar para las libertades individuales y la libre expresión del pensamiento. En Brasil siguen vigentes, pero los protofascistas de Tupiniquin están en una campaña permanente para liquidarlos. En este sentido, cabe destacar la aportación personal de Bolsonaro. Según la Federación Nacional de Periodistas (FENAJ), el ascenso del “Mito” a la Presidencia incrementó en un 54% los ataques contra periodistas y la prensa en general, más de la mitad provenientes del actual presidente (FENAJ…2020). En 2020, el número de ataques fue un 106% superior al de 2019, siendo Bolsonaro nuevamente el principal culpable (41% de los casos) BRASI: 2021).

Marcelo Zero recuerda que “En la Alemania de los años XNUMX y XNUMX, los nazis llamaban a la prensa Lugenpresse (prensa mentirosa) y Hitler se refirieron a los políticos como 'pollos cacareadores' Cualquier parecido con Trump y Bolsonaro no es mera coincidencia” (2021).

La ideología protofascista en Brasil no está asociada, como en el nazismo y el fascismo, a un partido político, ni se basa en un texto supuestamente científico, como es el caso del nazismo, cuya Biblia fue Mein Kampf. Bolsonaro ni siquiera está afiliado a un partido. Su rasgo característico es el collage de ideas sin consistencia teórica, pero con retórica, intimidatoria o seductora, según sea el caso.

En palabras de Jânio de Freitas: “El gobierno de Bolsonaro no tiene una doctrina para dirigirlo, ni siquiera una burla, que le dé una fisonomía como razón de ser y propósito. El nivel medio de ignorancia entre quienes la habitan no permitiría tratar con ideas, por superficiales que fueran, ni con nociones de orden cultural, aunque simplistas (FREITAS, 2019).

En el fascismo, subraya Eco, “el irracionalismo depende también del culto a la acción por la acción. La acción es buena en sí misma. Por tanto, debe realizarse antes y sin ningún tipo de reflexión” (ECO:1998. p.18). Como dijo el propio Mussolini: L'azione ha seppellito la philosophie. “El fascismo adoptó la solución de un pragmatismo radical, utilizando una teoría que castraba la teoría en general” (KONDER: 1977, p. 5). En el discurso o en la acción, para él, sólo los resultados son de interés.

Las declaraciones de Bolsonaro sobre el coronavirus, expresadas en la televisión nacional, hacen referencia a los conceptos antes mencionados. Fueron calificadas de “espantosas”, “deshonestas” y “criminales” por las entidades más representativas del área de la salud y por sociedades médicas, por minimizar la importancia de este virus, al calificarlo de “gripecita”, desdeñando las medidas adoptado por el Ministerio de Salud de su propio gobierno, como el aislamiento social (VEJA:2020).

Este “pragmatismo radical” chocó de frente con la evidencia científica que guía las acciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El director de la OMS, Tedros Ghebreyesus, el mismo día de la increíble declaración de Bolsonaro, calificó al coronavirus como un “enemigo de la humanidad”, dejando en claro su radical desajuste con la evidencia científica, proclamado unánimemente por expertos en la materia (CHEFE, 2020).

Fiel a su negacionismo, incluso con Brasil superando la marca de doscientos veinte mil muertos por Covid-19, Bolsonaro dijo que la pandemia “puede haber sido fabricada” (FOLHA Uol: 2021). Ya hemos superado los 350.000 muertos.

El presidente militar se comporta, por tanto, como los fascistas, que extraen de su fundamentalismo, como recuerda Raimundo de Lima, “un goce sádico del malestar entre la gente, sembrando la confusión entre ella, haciendo de la contradicción y el paroxismo una empresa con efectos hipnóticos” (LIMA, 2013). “El goce perverso del negacionista”, enfatiza Bocayuva, “alimenta la barbarie e intensifica la resistencia al registro del odio crítico a la ciencia y la constitución de las prácticas republicanas” (2021).

Otra manifestación del protofascismo se refiere a la intolerancia y persecución de los diferentes, de sus formas de ser, actuar y pensar. Los simpatizantes del fascismo descalifican a quienes no se ajustan a su camisa de fuerza ideológica. Afirman que las universidades son “un nido de comunistas”, fuente de “bullicio”, incompetencia y baja productividad (MEC: 2019). Con la propuesta “Escuela sin Partido” pretenden incriminar a quienes consideran de izquierda, incentivar la denuncia, utilizando prácticas policiales, como grabar clases de docentes considerados “socialistas” y “partidarios” (DEPUTADA, 2019). Esta hostilidad hacia el mundo intelectual y la cultura, señala Umberto Eco “siempre ha sido un síntoma del fascismo” (ECO: 2002, p. 16).

El bolsonarismo, en la estela de Hitler y Mussolini, alienta el militarismo, diseminando escuelas militares o militarizadas, supuestamente para mejorar su calidad “asegurando que el docente pueda ejercer su autoridad en el aula” (EXAME, 2019). Jânio de Freitas recuerda, en este sentido, el papel decisivo que jugaron las escuelas militares en Alemania, a lo largo de los años treinta, para la infiltración del nazismo y el culto al dictador (FREITAS, 2019).

En febrero de 2021, Messias Bolsonaro editó cuatro decretos, reduciendo el control del Ejército sobre el acceso a las armas de fuego y permitiendo que ciertas categorías adquieran más de un arma de uso restringido, poniendo un verdadero arsenal al alcance de los interesados. (BOLSONARO... 2021). En una carta abierta dirigida al Supremo Tribunal Federal, el ministro de Defensa y Seguridad Pública del gobierno de Michel Temer, Raul Jungmann, sin sospechar ninguna simpatía hacia la izquierda, produjo el libelo más fuerte hasta ahora dirigido contra los aspectos belicosos del bolsonarismo.

Para Jungmann “el hecho de que el armamento de los ciudadanos para la 'defensa de la libertad' evoque el terrible flagelo de la guerra civil y la masacre de brasileños por brasileños es ineludible, ya que aún no se vislumbra otra motivación para tan nefasto proyecto”. Y argumenta: “A lo largo de la historia, el armamento de la población ha servido a intereses, golpes de Estado, masacres y eliminación de razas y etnias, separatismos, genocidios y el huevo de la serpiente del fascismo italiano y del nazismo alemán” (POLITICA: 2021) .

En la misma línea, también preocupa la intensa ideologización de la parte podrida de la policía militar, la rebelión armada y casi asesina en los cuarteles y la peligrosa presión de las tropas. En ese contexto, un presentador de televisión muy popular, dijo que “sueña que un general en Brasil les diga a todos los 'acusados' que tienen 24 horas para salir del país o serán fusilados” (DEMORI:2021).

Los protofascistas son agentes de intriga, de chismes inventados para dañar a supuestos opositores y enemigos. Este es precisamente el caso del demiurgo que emerge de las urnas. Siempre afirmó que el apuñalamiento que sufrió fue el resultado de una conspiración de izquierda, a pesar del informe pericial aceptado por el juez que instruyó el caso que atestiguaba la locura de su agresor.

No podemos dejar de subrayar algo que nos parece fundamental: los diferentes aspectos en los que se manifiesta la ideología ultraconservadora del gobierno de Bolsonaro están interconectados. Están subsumidas bajo el entendimiento de que el Estado debe auspiciar una revolución en el área cultural, para liberarla de la influencia nociva de un supuesto “marxismo cultural”. Esta expresión tiene un significado similar al de “bolchevismo cultural” acuñado por Hitler para designar la producción artística y cultural alemana, aborrecida por los nazis que la consideraban influida por los comunistas (entonces llamados bolcheviques) y por la “judería internacional” (HOFER: págs. 81-82).

En concordancia con estas concepciones, el entonces Secretario Especial de Cultura del gobierno federal, Roberto Alvim, calificó a la cultura brasileña de “enferma” y “degenerada”, reproduciendo prácticamente, en las siguientes líneas, el discurso de Goebbels, nº 2 del régimen nazi. : “El arte brasileño en la próxima década será heroico y nacional, dotado de capacidad de envolvimiento emocional y también será imperativo, ya que está profundamente ligado a las aspiraciones de nuestro pueblo”. A su entender, esta “revolución cultural”, traduciéndose en una política de Estado, rescataría “imperativamente” una visión conservadora de la familia, el patriotismo y la religión, invocando la “conexión profunda de Dios” con estos supuestos pilares de la nacionalidad (EN VIDEO:2020 ).

Marcelo Zero resume el marco común que permea diferentes momentos históricos en diferentes sociedades, como la Alemania en la época prehitleriana y el Brasil en la actualidad, siendo algunos de sus principales componentes: “La movilización de las milicias armadas; el recurso “goebeliano” a las mentiras repetidas y sistemáticas; la estrategia de afrontamiento permanente; la identificación de los adversarios como enemigos internos a eliminar; moralismo conservador expresado en la lucha contra la corrupción; el racismo; darwinismo social; el culto a la antipolítica y, sobre todo, la valoración de la fuerza como instrumento de la acción política, e incluso de la acción “legal” (2021).

* Rubens Pinto Lyra Es profesor emérito de la UFPB. Autor, entre otros libros, de Le Parti communiste français et l'intégration européenne (Centro Europeo Universitario)

Referencias


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