por RICARDO ANTÚNES*
Bolsonaro es la expresión de una variante del semibonapartismo, un humilde gendarme de la clase dominante, una especie de Trump de la zona rural.
“Finalmente, la chusma de la sociedad burguesa constituyó la falange sagrada del orden y el héroe Crapulinski se erige en las Tullerías como el “salvador de la sociedad”. (Marx, el 18 de brumario).
1.
Bolsonaro se presentó, durante la campaña electoral de octubre de 2018, como un crítico “radical” del “sistema”, aunque es su auténtica creación, donde nació y proliferó. El mismo “sistema”, es decir, responsable del golpe parlamentario de 2016.
Aprovechando una coyuntura internacional favorable, así como contingencias internas que lo beneficiaron mucho en el período inmediatamente anterior a las elecciones presidenciales, terminó ocurriendo lo inesperado. La “contrarrevolución preventiva”, para recordar a Florestan Fernandes,[ 1 ] que venía ocurriendo desde el golpe de Estado que llevó a Temer al poder, terminó allanando el camino para el trágico desenlace de las elecciones de 2018.
¿Cómo intentar caracterizar, al menos preliminarmente, al gobierno de Bolsonaro?
Pienso que el excapitán es una expresión de una variante del semibonapartismo, es decir, es una figura política que, al no provenir directamente de las clases burguesas, las representa fielmente, aunque, por eso, trata de asumir la apariencia de independencia y autonomía, incluso si, de hecho, es un mísero gendarme de la clase dominante.
Los rasgos personales del “líder” son, como muchos han señalado, claramente neofascistas, oscilando su acción política entre la preservación de una desvencijada formalidad “democrática”, pero siempre con el sueño inquebrantable de dar el golpe e implantar una dictadura . Mientras no se pueda dar el bote, actúa como un autócrata del orden, apoyado en la enorme militarización que se ha llevado a cabo diaria y sistemáticamente en su gobierno.
La fórmula encontrada para estructurarlo -dado que su candidatura resultó ser la única capaz de vencer al PT en las elecciones de 2018- fue combinar la autocracia militarizada con la implementación de una política económica ultraneoliberal y depredadora, que era la demanda hecha por el un gran capital para que su candidatura sea efectivamente apoyada. El empresariado, consciente del desequilibrio que caracteriza al candidato, temía algún estallido nacionalista (de derecha), que había sido ampliamente defendido por el excapitán en su pasado parlamentario.
En resumen directo: Bolsonaro es una especie de Gruta Trump.[ 2 ]
2.
Sus dos primeros años constituyeron, como era de prever, la mayor tragedia económica, social y política del país en todo el período republicano. No hay, en ningún otro momento en la historia más que secular de nuestra República, algo que se acerque a la devastación tan profunda y tan agudamente destructiva que estamos presenciando hoy.
El escenario ya marcaba un período muy duro, ya que, desde principios de la década de 1970, entramos en un largo período de crisis estructural del sistema de metabolismo del capital antisocial, para recordar a István Mészáros,[ 3 ] que generó ideas y pragmáticas neoliberales, bajo una fuerte hegemonía financiera. Tendencia que se profundizó significativamente a partir del bienio 2008/9, creando las condiciones para la fragua de una contrarrevolución burguesa de alcance global, especialmente a partir de la elección de Trump en EE.UU.
Fue en este contexto que nuestra clase dominante, abandonando por completo cualquier rastro de apoyo formal a la institucionalidad “democrática” (que en realidad nunca estuvo en su horizonte, ni político ni ideológico), asumió abiertamente su descaro colonial, esclavista y casi prusiano, lo que le permitió incorporarse rápidamente a la banda (o pandilla) del ex capitán, contribuyendo así a forjar un monstruo políticamente autocrático, militarizado e ideológicamente primitivo y negacionista, siempre y cuando esté anclado económicamente en la variante más rudimentaria del neoliberalismo, es decir , el que quiere reducirlo todo a polvo. No por casualidad, una de las muchas inspiraciones de Paulo Guedes y Bolsonaro, la encontramos en la política económica del nefasto gobierno de Pinochet, tan corrosivamente neoliberal como indigentemente dictatorial.
Lo que vivimos, entonces, en esta primera mitad del Gobierno de Bolsonaro se puede resumir así: abrumador desmantelamiento de la legislación social protectora del trabajo; destrucción de la política de seguridad social, con la aprobación de la Reforma de las Pensiones Públicas -de hecho su destrucción- aprobada el 22 de octubre de 2019, en la que se excluyó a los asalariados más pobres de una pensión pública efectiva, dejándolos, como mucho, en una vergonzosa y un enconado asistencialismo.
En el universo sindical, las medidas represivas del gobierno se ampliaron con miras a debilitar las organizaciones de clase, además de entorpecer aún más el campo de acción del Tribunal Laboral, empujándolo cada vez más hacia los "valores de mercado" y hacia la aceptación de imposiciones provenientes del “mundo corporativo”, de las cuales la legalización del trabajo intermitente ilegal es el flagelo más evidente y aberrante.
Cabe mencionar que esta proposición ya estaba estampada en el programa electoral del excapitán y su fiel escudero. La llamada Tarjeta de Empleo “Verde y Amarilla”, como la conocemos, tiene como objetivo leitmotiv implementar el sueño de las burguesías depredadoras, en el que “el contrato individual prevalecerá sobre la CLT”, derogando de una vez por todas lo que queda de la legislación laboral en Brasil.
En cuanto a la destrucción de la naturaleza, tampoco hay paralelo en toda la historia reciente del país. Tuvimos un lanzamiento récord de pesticidas y defensivos agrícolas que adulteran los alimentos, haciéndolos aún más dañinos para la salud pública. Los incendios y la devastación del Amazonas y el Pantanal (entre muchas otras áreas verdes) acentuaron la racha destructiva de este gobierno, en beneficio de las burguesías vinculadas al agronegocio, la extracción de minerales, madera, etc.
Económicamente, si bien sus devastadoras medidas neoliberales han generado una catarsis en la clase dominante, el estallido de la pandemia ha hecho naufragar el proyecto presente en su política de la cueva.[ 4 ] El culto a la ignorancia, en la peor estirpe trumpiana, el desprecio y la lucha contra la ciencia, la salud pública, todo eso terminó por llevar al país al fondo del pozo, tanto en lo sanitario como en lo económico.
Fue este escenario catastrófico el que obligó al gobierno a crear un ingreso de emergencia, sin el cual la economía entraría en una depresión aún más profunda, sin mencionar el temor de que tal situación pudiera desencadenar una ola de revueltas y rebeliones sociales.
Reformas tributarias y administrativas, nuevas privatizaciones (incluyendo Petrobrás, bancos públicos, etc.), también están en la mesa de negociación de este gobierno. Si ese es el ímpetu que viene del neoliberalismo primitivo de Guedes, entonces cabe preguntarse ¿cómo actuará Centrão frente a esta realidad? Esto se debe a que, como todos sabemos, el pantano encuentra y asegura su parte no solo a través de la negociación parlamentaria, sino también a través del saqueo de empresas públicas.
Y más: si la recesión económica no se detiene y no da señales de retomar el crecimiento, cómo actuarán las distintas fracciones del gran capital, temerosas de repetir, en 2021, la retracción de las ganancias y ganancias que imaginaban obtener, cuando apoyaron y eligieron a este gobierno? En 2020, las ganancias que pretendían obtener, se les escurrieron entre los dedos de las manos, consecuencia no solo de la pandemia, sino de la trágica conducta del gobierno ante esta brutal crisis sanitaria.
Políticamente, ya hemos señalado que Bolsonaro, por momentos avanza hacia la ruptura de la institucionalidad jurídico-parlamentaria, por momentos se ajusta a ella, al darse cuenta de que el cerco a su gobierno puede llevar a su fin (arrastrando también toda su familia). Esa es la única razón por la que el ex-capitán camina entre estos dos puentes. Sueña con la ruptura institucional y un golpe dictatorial, pero teme ser fagocitado si el tiro no funciona. Aquí, cabe mencionar, juega un papel decisivo la postura y actuación de las Fuerzas Armadas, tema difícil que se muestra cada vez más grave, ameritando, por tanto, ser tratado en profundidad y por especialistas.
Previendo los riesgos políticos que corría, el defensor de la “nueva política” y del “fin de la corrupción”, en flagrante evidencia de malversación electoral, recurrió al regazo de Centrão. Le dio todo lo que se requería y así logró arrastrar a una mayoría inestable de diputados -el conocido pantano- para tratar de escapar del juicio político. Riesgo, hay que decirlo, que va en aumento cada vez más, dados los desastrosos resultados de la política genocida del gobierno en relación a la pandemia, cuya letalidad no deja de crecer de manera alarmante. Y, una vez más, la mayoría del Parlamento brasileño se inclinó ante las monedas reales, aniquilando de una vez por todas los escasos restos de respeto que aún pudiera encontrar entre la población, para recordar la tajante crítica de Marx.
Por todo ello, una vez más el desenlace de este cuadro tajantemente crítico parece retrotraernos a la anatomía de la sociedad civil, ya que la crisis tiende a agudizarse en la segunda mitad del mandato de Bolsonaro. Pero atención, porque aquí no estamos hablando solo de economía y no solo de política, sino de algo un poco más profundo: la economía política.
3.
Por todas estas razones, el escenario que se desarrolla para el bienio 2021/2 es aún más impredecible. Los niveles de desempleo se han disparado y continúan creciendo, al punto que la informalidad ya no es capaz de absorber bolsas de desocupados. Un ejemplo de eso lo vimos en los datos del IBGE, de mayo de 2020, que indicaron una reducción en los niveles de informalidad, ya que el desempleo también estaba aumentando en este universo. Así fue como, entre las muchas “conquistas” de este gobierno tipo lumpen (figuración que, creo, no necesita ser explicada) se creó otro nuevo personaje de la tragedia social brasileña: el desocupado informal, agregando más brutalidad aún a la situación monumental contingente de desempleados que amplía bolsas de miseria en Brasil. En 2014, después de visitar India, escribí que nuestro país estaba en camino de convertirse en una India latinoamericana. La provocación parece tener sentido...
Así, se evidencia la descomposición económica, social y política del gobierno de Bolsonaro. Como consecuencia, en las clases populares, el apoyo obtenido en 2018 se ha retraído significativamente. Un proceso similar se viene dando también en las clases medias, que lo sustentaron mayoritariamente hasta hace poco tiempo y que parece colapsar, producto de la letal política de combate a la pandemia, con cientos de miles de muertos y que se repite, en un Versión mucho peor, como hemos visto en Manaus, la muerte por asfixia de miles de pacientes que no encontraron atención en los hospitales públicos.
Por cierto, el núcleo duro del bolsonarismo, es decir, los que gritan como debiluchos trotando en manada, parece que seguirá con su “Mito” hasta el final, aun cuando practique las acciones más indigentes.
Por todo lo que indicamos anteriormente, entonces, la lucha por derrocar al gobierno de Bolsonaro no resultará de una iniciativa parlamentaria, sino que solo puede surgir como resultado de amplias manifestaciones populares, capaces de empujar a los diputados a abandonar el barco bolsonarista.
En este escenario, es posible que asistamos a un doble movimiento, que podría desarrollarse tanto “desde arriba”, bajo el mando de las clases burguesas, como “desde abajo”, es decir, en el universo de las clases populares.
Es posible imaginar, por un lado, que la oposición burguesa podría desencadenar un proceso de desvinculación del gobierno autocrático y semibonapartista que eligió, lo que podría ocurrir si la crisis económica se agudiza y profundiza aún más el marco recesivo a lo largo de esta segunda parte. del mandato
Por otro lado, con el enfriamiento de la pandemia, una vez concluida una importante etapa de vacunación, todo indica que veremos florecer en las calles y plazas públicas un creciente movimiento popular de revulsión y enfrentamiento, exigiendo el juicio político a esta (mis )gobierno. Pero hay que subrayar que este segundo movimiento, de oposición social y popular, no debe hacerse ilusiones, ni siquiera con la oposición a la cabeza y mucho menos con el Parlamento. Tanto la primera, la acción burguesa como la parlamentaria, estarán tentadas de empujar la “resolución” de la crisis a las elecciones de 2022, esperando llevar a cabo la sucesión a su manera, bajo su mando y control.
La oposición social y popular tendrá que reinventarse, sobre todo evitando el que ha sido (recurrentemente) su principal error social y político, que es actuar de cola de la burguesía, para recordarle una vez más a Florestan Fernandes. Es hora de entender definitivamente que la política de reconciliación de clases es, al mismo tiempo, un grave error político y, más aún, una verdadera imposibilidad, ya que las fuerzas económicas del capital y las fuerzas sociales del trabajo son entificaciones sociales irreconciliables. Los gobiernos del PT, a lo largo de casi cuatro gobiernos, fueron la última y mayor evidencia de esta imposibilidad.
En otras palabras, solo con una fuerte confrontación social y política, extraparlamentaria en su centralidad, capaz de reunir a una gama de fuerzas populares de las ciudades y el campo, podrá impulsar la destitución del gobierno de Bolsonaro y su tropa. Y este movimiento social y político está anclado en las luchas y resistencias de la clase obrera, con sus sindicatos y partidos de clase, que deben abandonar decididamente la prioridad de la acción institucional. Asimismo, encuentra densidad en el vasto y ampliado conjunto de movimientos sociales de la periferia y en el movimiento negro antirracista. También debe incorporar de manera decisiva las rebeliones feministas y LGBT que luchan contra las múltiples y persistentes formas de explotación/opresión, dimensiones que se encuentran profundamente interrelacionadas. Por último, si bien no menos importante, encuentra apoyo en las luchas vitales de las comunidades indígenas, en el movimiento ambientalista anticapitalista, en las revueltas juveniles, etc., sin hacerse ilusiones con las fuerzas burguesas, cuyas puertas, cuando se abren, es para darles el papel de subalternidad Tan pronto como se logran sus objetivos, las puertas se cierran rápidamente. Ver la declaración de Dilma.
Es sólo a través de este impulso social y popular que la lucha por acusación del gobierno de Bolsonaro podrá avanzar efectivamente. Si las plazas públicas crecen, a través de la presencia multitudinaria de amplios contingentes sociales y políticos, sólo entonces el Parlamento se verá obligado a orientar lo que viene del clamor popular y así, finalmente, orientar la acusación del gobierno de Bolsonaro.
Y si este movimiento de deposición, por alguna razón, no se materializa, al menos estaremos empezando a crear una oposición social y política que podrá pensar efectivamente qué hacer en relación a las elecciones de 2022.
*Ricardo Antunes es profesor de sociología del trabajo en IFCH-UNICAMP. Autor, entre otros libros, de El privilegio de la servidumbre (Boitempo).
Notas
[1] FERNANDES, F. (1975). La revolución burguesa en Brasil. Sao Paulo, Zahar, 1975.
[2] Usé esta expresión en el libro política de la cueva: la controrivoluzione di Bolsonaro, Roma, Castelvecchi, 2019.
[3] MESZÁROS, I. (2002) más allá del capital. Sao Paulo, Boitempo.
[4] Versión política de la cueva y también El privilegio de la servidumbre, pag. 293/302.