por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE*
Quienes más perdieron en el caótico juego de poder de la actual coyuntura brasileña fueron los trabajadores
Al final del segundo año de gobierno de Bolsonaro, podemos decir con certeza que quienes más perdieron en el caótico juego de fuerzas en la actual coyuntura brasileña fueron los trabajadores. Esta conclusión introductoria podría ser tratada como un desenlace previo de las innumerables pérdidas de derechos y, como expondremos, de la precariedad de las prósperas relaciones laborales de los últimos años, pero el agujero parece ser aún más profundo, pues todo indica que en realidad tenemos fuerzas en movimiento de un ataque total contra el trabajo mínimamente organizado.
El 01 de enero de 2019, una de las primeras medidas (MP 870) tomadas por el gobierno de Bolsonaro/Militares/Guedes fue la extinción del Ministerio del Trabajo. Esa decisión, como el resto del gobierno hasta ahora, tenía un doble mensaje: (a) “vinimos a destruir y no a construir” [ 1 ], estableciendo el ejercicio de ideas que ya se habían evidenciado en el primer gobierno de FHC hacia el final de la llamada “Era Vargas” [ 2 ]; (b) delimitó claramente el conjunto de intereses a los que se prestaba, dejando claro que los intereses del capital serían plenamente respetados y, sobre todo, dentro de los límites de cualquier disputa social, los intereses de “Faria Lima” ser afirmado y no habría ninguna concesión al otro lado, el lado laborista.
Vale recordar que el señor Temer ya había hecho una parte considerable del trabajo sucio, los cambios establecidos a partir de la Ley Complementaria 13.467/17, que segmentos de la burguesía y la tecnocracia brasileñas hoy instauradas denominan “modernización laboral”, nos llevaron a una mercado de trabajo que agudizó las condiciones de fragilidad y vulnerabilidad de los trabajadores, fortaleciendo las figuras del trabajo autónomo, intermitente, parcial, temporal y la tercerización, factores que conducen a un mercado laboral cada vez más precario, notable en las cifras referentes a datos de subutilización, dice - autoempleo e informalidad registrados en los datos de la última PNAD recopilados antes de la actual crisis sanitaria y también del “Novo Enjaulado”.
El predominio de relaciones laborales que no se establecen sobre una base contractual regular o fija, definiendo un mecanismo de superexplotación correspondiente a una lógica de flexibilización creciente en el uso y gestión de la fuerza de trabajo que lleva al dominio del tiempo privado de los trabajadores por capital, formas manifestadas en ocupaciones del tipo PJ (Persona Jurídica), revendedoras de cosméticos, Uber y tantas otras. Así, la ultraflexibilidad establecida en la propia legislación parece no tener efecto ante una realidad en la que se han impuesto las condiciones estructurales de informalidad y, al mismo tiempo, la degradación de la estructura de empleo antes formal impuesta por se observan las nuevas “no reglas” derivadas de la “modernización laboral”.
La explicación del completo fracaso de la llamada “modernización laboral” es diversa, aun desconociendo los efectos de la pandemia, cabe señalar que la crisis de desempleo y subempleo de los trabajadores ya es anterior al COVID-19. Así, la tasa de desempleo del último trimestre de 2019, dada a conocer en enero de 2020, muestra una muy pequeña inflexión en relación a la observada en igual período del año anterior, la ausencia de políticas contracíclicas dada por la lógica neoliberal, la baja capacidad de generar empleos inherentes a la actual configuración macroeconómica del país y la pandemia agravó la situación.
La rigidez del desempleo se debe a la lógica neoliberal de la actual dinámica económica brasileña, solo agravada este año por la pandemia. Estos datos revelan un escenario de fuerte rigidez en las condiciones macroeconómicas relacionadas con el mercado laboral, no observándose la recuperación económica con la velocidad necesaria y agravada intensamente por la pandemia. Una primera consideración en relación a la crisis sanitaria debe situarse frente a este entramado de rigidez del paro.
La destrucción de empleos fue significativa, pero parcialmente controlada por las políticas de transferencia de ingresos (Renta de Emergencia), pero agravando radicalmente las condiciones de desempleo, precariedad laboral y lo específico de la pandemia que fue la reducción de la tasa de informalidad, al igual que con el aislamiento social, una considerable parte de estos trabajadores no pudieron realizar sus ocupaciones. En el último trimestre tuvimos más de 14 millones de trabajadores desempleados, alcanzando la tasa de desempleo más alta de los últimos 10 años (14,3%).
El balance de creación de empleo formal, aún bajo las nuevas reglas de la LC 13.467/17, se mantiene irrisorio desde 2018, siendo notable el impacto de la crisis sanitaria, que reduce significativamente el número de empleos formales. La tendencia continuada de la pequeña capacidad para generar empleos formales, aún con los cambios imputados por la legislación neoliberal, demostró la falacia del discurso que imputaba el desempleo a la rigidez de la legislación, algo que se repite como catecismo permanente en boca de los economistas del Mercado.
Los datos proporcionados por “Novo Caged” muestran un reducido número de puestos de trabajo creados a partir de estas nuevas modalidades: en noviembre de 2020 hubo 20.429 altas y 9.340 bajas en la modalidad de trabajo intermitente, generando un saldo de 11.089 puestos de trabajo, la mayoría en los Servicios sector (+4.309 puestos) y Comercio (+3.656 puestos). En cuanto a los contratos temporales oa tiempo parcial, se registró un saldo de 4.683 puestos de trabajo, concentrado también en Servicios (+2.843 puestos) y Comercio (+1.717 puestos).
La subutilización de la fuerza de trabajo es creciente, al comparar los diferentes períodos, se verifica su particular expansión, alcanzando aproximadamente 30 millones de brasileños en el trimestre móvil agosto-septiembre-octubre de 2020. Todavía se deben señalar dos aspectos: (i) con el final de el ingreso de emergencia del Gobierno Federal, tendremos una gran cantidad de trabajadores que se sumarán a la informalidad y búsqueda de empleo, elevando la tasa de desempleo y, en consecuencia, manteniendo la expansión de esta tasa compuesta; (ii) cabe señalar que esta tasa excluye un porcentaje de la población que se encuentra desanimada, es decir, ha renunciado a buscar cualquier ocupación. Los datos muestran que en el período tratado (agosto-septiembre-octubre de 2020) el porcentaje de individuos desanimados en la población mayor de 14 años alcanza el máximo valor histórico de 5,2%, o sea, aproximadamente 9 millones de brasileños.
La mayor parte de la población brasileña está en la informalidad (aproximadamente 70 millones de la Población en Edad de Trabajar) no insertada regularmente en el mercado de trabajo, teniendo que soportar largas jornadas de trabajo en situaciones insalubres y, además, bajos ingresos medios. Vale la pena señalar que los cambios legales que ocurrieron fortalecieron los patrones informales del mercado laboral, lo que hace que la gestión de la crisis sanitaria y el impacto en la población brasileña sean aún más complejos.
Este cuadro refleja la triple crisis económica, sanitaria y política neoliberal en la que estamos insertos, mostrando una situación de desempleo y precariedad laboral donde los individuos buscan tratar de garantizar su subsistencia en actividades sin vínculo formal, llevándonos a creer que en este año 2021, se profundizará el desempleo, el subempleo y la informalidad.
El cuadro empeorará exponencialmente, en la medida en que la ausencia de los instrumentos más básicos para regular las relaciones capital-trabajo y la decisión de no tener ninguna agenda de inversión pública en infraestructura urbana, sanitaria y logística capaz de calentar la construcción civil, confluya en la destrucción total de la industria nacional. y completa descomposición del tejido social en los próximos meses y quizás años.
Sólo un horizonte de resistencia y construcción de una agenda alternativa, que incluya la reconstitución del Ministerio del Trabajo y una nueva política industrial, es parte de las luchas a ser libradas por los sectores democráticos y populares. El futuro definitivamente no está a la mano, tendrá que ser sangrado.
*José Raimundo Trinidad Es profesor del Programa de Posgrado en Economía de la UFPA. Autor, entre otros libros, de Crítica a la Economía Política de la Deuda Pública y al Sistema de Crédito Capitalista: un enfoque marxista (CRV).
Notas
[1] https://valor.globo.com/brasil/noticia/2019/03/18/nos-temos-e-que-desconstruir-muita-coisa-diz-bolsonaro-durante-jantar.ghtml
[2] https://www1.folha.uol.com.br/fsp/1995/2/14/brasil/26.html