por MICHAEL LOWY*
Prefacio al libro recientemente publicado de Angela Mendes de Almeida
Conocí a Angela Mendes de Almeida durante sus años de exilio en París, a principios de la década de 1970: ¡hace medio siglo! En ese momento militaba junto a su pareja Luiz Eduardo Merlino (alias “Nicolau”) en el Partido Comunista de los Trabajadores – POC-Combate, efímera sección brasileña de la Cuarta Internacional. Como se sabe, Merlino fue asesinado por la dictadura -torturado bajo las órdenes del infame Coronel Brilhante Ustra- en 1971, lo que llevó, de hecho, a la desaparición del POC en Brasil.
Estuvimos varios años juntos en las filas de la Cuarta Internacional, pero a mediados de los 1970 terminó por alejarse por discrepancias sustanciales. Durante su recorrido político desde la década de 1970 hasta hoy, Angela defendió orientaciones bastante diferentes, pero siempre teniendo como brújula una alta exigencia moral y la fidelidad a la memoria de su pareja, “Nicolau”.
Fue durante la segunda mitad de la década de 1970 cuando escribió una tesis doctoral sobre la historia de la Internacional Comunista, presentada en 1981 en la Universidad de París VIII – Vincennes/Saint-Denis: un análisis crítico de la orientación del movimiento comunista, en el llamado “tercer período” (1929-1934), con énfasis principal en la doctrina estalinista del “socialfascismo”.
Tuve la oportunidad de participar en el panel de esta tesis, una hermosa obra de reflexión histórico-política, que obtuvo la máxima distinción, por unanimidad de los examinadores. Como explica en el prefacio, una de las principales inspiraciones de la tesis fueron las memorias del excomunista alemán Richard Krebs, Sans Patrie ni Frontières, publicado bajo el seudónimo de “Jan Valtin” – de hecho, uno de los libros de cabecera de los militantes franceses de la Cuarta Internacional.
Por circunstancias de la época, la tesis terminó por no publicarse, pero en los últimos años, ya en Brasil, Ángela decidió retomar el trabajo, buscando abarcar toda la historia del movimiento comunista y desarrollando de manera más sustancial el papel del estalinismo y sus crímenes.
Este libro es, por lo tanto, una especie de historia crítica de este movimiento, que no tiene equivalente en la bibliografía brasileña. Angela Mendes de Almeida documenta, con precisión y amplia documentación, los distintos momentos de esta historia que atraviesa el “Siglo de los Extremos” (Eric Hobsbawm). Su punto de vista crítico no tiene nada que ver con el anticomunismo reaccionario: es el de una historiadora que está en el campo de la izquierda radical y que se refiere a Rosa Luxemburg (en los primeros capítulos) y a Léon Trotsky (para la década de 1920 y 1930). El interés del libro no es solo historiográfico: es una obra relevante para los debates políticos en el Brasil contemporáneo.
En un momento en que individuos y grupos políticos, a veces por simple ignorancia o ingenuidad, intentan una extraña "rehabilitación" de Joseph Stalin y su política, el libro documenta, con gran detalle, los crímenes del estalinismo, desde la década de 1920 hasta su muerte. El dictador. Se analizan los asesinatos de críticos de izquierda por parte de la policía estalinista (GPU, luego NKVD), tanto en la URSS como en otros países, con la biografía de las víctimas. Entre ellos, un brasileño, el comunista disidente (acusado de “trotskismo”) Alberto Besouchet, durante la Guerra Civil en España. Pensar en un proyecto socialista para el futuro de Brasil requiere romper con este legado trágico y desastroso.
Otro punto fuerte del libro, en mi opinión, es el tema del fascismo y cómo combatirlo. No es necesario insistir en la relevancia del tema para el Brasil de hoy. Algunos líderes comunistas alemanes o italianos manifestarían una verdadera comprensión de la naturaleza del fascismo en la década de 1920. Según Angela Mendes de Almeida, Clara Zetkin, por ejemplo, realizó una memorable intervención en 1923, revelando una extrema sensibilidad, sobre el fascismo italiano y la peligro mortal que representaba para el movimiento obrero. Pero poco después, con el inicio del período estalinista (1924), aparecieron discursos que sugerían que la socialdemocracia “asume un carácter más o menos fascista”. Durante el llamado “tercer período” de la Internacional Comunista (1929-1934), prevaleció la doctrina estalinista que designaba a la socialdemocracia, definida como “socialfascismo”, como el principal enemigo de los comunistas. Por otro lado, los líderes socialdemócratas consideraron, hacia 1930, que no había peligro nazi, la única amenaza era el peligro comunista.
Voces disidentes, como la de Léon Trotsky, que predicaba el frente único de los partidos y movimientos obreros contra el nazismo, fueron marginadas por el aparato burocrático dominante. En la Alemania prenazi, sólo el SAP (Partido Socialista Operário), una pequeña organización compuesta por una escisión de izquierda del partido socialdemócrata y disidentes comunistas (incluido Paul Frölich, biógrafo de Rosa Luxemburg), fundada en 1931, defendía obstinadamente una orientación de frente único de los trabajadores.
Esta primera parte del libro se centra en los debates del movimiento comunista alemán, uno de los más importantes de Europa, que se describen con detalle y precisión. En un principio, entre sus líderes figuraban figuras de gran talla política, varios de ellos, como Heinrich Brandler o Paul Levi, cercanos a Rosa Luxemburgo. Un detalle curioso: Brandler, excluido del KPD, fundará el KPO (Partido Comunista de la Oposición Alemana), cuya publicación se llamó Arbeiterpolitik (Política del Trabajador). Un militante de esa corriente, que siguió existiendo en la posguerra, vino a Brasil –Erich Sachs– y se convirtió en uno de los fundadores, en la década de 1960, de la organización “Política Operária” (POLOP) en Brasil. POC-Combate, del cual Ángela fue una de las directoras en la década de 1970, tuvo su origen en POLOP.
A medida que el partido se estalinizó, fueron figuras mediocres las que tomaron la delantera, aplicando la nefasta línea del “tercer período”. El resultado, como es bien sabido, fue la toma del poder por los nazis en 1933, sin resistencia por parte de los comunistas. Es a partir de este evento que León Trotsky llega a la conclusión de que la Tercera Internacional, bajo la dirección de Stalin, ya no puede ser reformada y que se hace necesaria una nueva Internacional (la Cuarta).
Con la excepción de uno o dos detalles, no estoy en desacuerdo con el análisis del libro sobre la tragedia del comunismo alemán y el papel negativo que jugó la doctrina del “socialfascismo”. Pero no puedo dejar de reconocer que tengo algunos desacuerdos con mi amiga Angela. La principal se refiere a la idea ya sugerida por el título del libro, de una simple continuidad entre el partido único bolchevique y el estalinismo.
Pienso, como Ángela, que Rosa Luxemburg tenía razón al criticar la concepción “centralista” del Partido de Lenin desde 1904 y las políticas antidemocráticas de los bolcheviques en 1918. Lo mismo vale para la crítica de los anarquistas a la represión bolchevique en Kronstadt. Sin duda, el autoritarismo bolchevique creó condiciones favorables para el surgimiento del estalinismo. Pero no estoy de acuerdo con la afirmación, en la introducción del libro, de que el principio de partido único de los bolcheviques es el "tronco del que brotaron" las políticas represivas del estalinismo.
Para empezar, no creo que el bolchevismo se basara en el "principio de partido único". El primer gobierno revolucionario, el del “Comisariado del Pueblo”, después de octubre de 1917, estuvo integrado no sólo por bolcheviques, sino también por socialrevolucionarios de izquierda (SR) e independientes. Lenin estaba a favor de un gobierno de partido único, pero estaba en minoría. La alianza fue rota por los SR de izquierda tras los Acuerdos de Brest-Litovsk (1918), que consideraron una traición: querían continuar una “guerra revolucionaria” contra Alemania.
Si hubieran esperado unos meses, habrían visto la derrota de Alemania en la guerra, enviando los acuerdos de Brest-Litovsk al basurero de la historia. Sin embargo, indignados, lanzaron varios ataques, asesinando al líder bolchevique Uritsky e hiriendo a Lenin. Los bolcheviques respondieron con una represión brutal. Esta trágica escisión creó las condiciones para el monopolio bolchevique del poder.
Pero fundamentalmente, creo que hay una diferencia sustancial entre el autoritarismo bolchevique y el totalitarismo estalinista. Rosa Luxemburg simpatizaba con los bolcheviques, pero criticaba duramente lo que consideraba “los errores” de Lenin y Trotsky. ¿Hablaría de los “errores” de Stalin? La gran anarquista Emma Goldmann colaboró con los bolcheviques hasta la tragedia de Kronstadt. No creo que hiciera lo mismo con Stalin y Bieria. Para asegurar su poder, Stalin acabó exterminando, en la década de 1930, a todos los líderes de la Revolución de Octubre que aún quedaban con vida. Entre el bolchevismo y el estalinismo hay un río de sangre...
El anarquista italiano Errico Malatesta escribió, en 1919, en una carta a un amigo, el siguiente comentario sobre la Revolución Rusa: los bolcheviques son revolucionarios sinceros, pero sus métodos deben ser rechazados; tendrán como resultado que el poder sea monopolizado por una pandilla de parásitos, que terminarán por exterminarlos; y ese será el fin de la Revolución. Me parece una predicción bastante precisa de lo que pasó.
En un pasaje del libro, Angela escribe, respecto a la URSS en la década de 1920: “esta configuración cambió radicalmente después de la muerte de Lenin”. Este juicio me parece correcto: el proceso de estalinización después de la muerte de Lenin es un cambio radical en relación con el período anterior.
El libro también aborda algunos de los daños causados por el estalinismo en Brasil en la década de 1930. Algunos de los hechos denunciados, con documentación precisa, son bastante siniestros. Pero, en mi opinión, es importante distinguir entre militantes, a menudo personas dignas de respeto, que dedicaron su vida a la causa de los trabajadores –basta pensar en figuras como Carlos Marighella, Joaquim Câmara Ferreira, Mário Alves, Apolônio de Carvalho– y el estalinismo como malvado sistema político. Naturalmente, esto también se aplica a otros países: no podemos dejar de admirar a un personaje como Missak Manouchian, el comunista armenio que lideró la resistencia armada contra el nazismo en París, fusilado en 1943.
Para concluir: este libro es una hermosa contribución a la reflexión, aquí en Brasil, sobre las formas de combatir el fascismo y crear las condiciones para un nuevo socialismo, libertario y democrático.
*Michael Lowy es director de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique (Francia). Autor, entre otros libros, de El lucero del alba: surrealismo y marxismo (Boitempo).
referencia
Ángela Mendes de Almeida. Del partido único al estalinismo. São Paulo, Alameda, 2021, 516 páginas.