Del neoliberalismo a la sociedad autofágica

Imagen: Antonio A. Costa
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por LUIZ MARQUÉS*

La nueva sinrazón del mundo ha penetrado los poros de la sociedad y la subjetividad de los individuos

La nueva razón del mundo

De norte a sur se desarrollan disputas entre lo público y lo privado por espacios a orillas de ríos, lagos y mar, como muestra la película Acuario, de Kleber Mendonça, con una interpretación magistral de Sônia Braga. Los desencuentros se sitúan en el contexto de la “satanización de lo social y lo político”, posterior a 1980, con la cimentación del neoliberalismo en los organismos internacionales (OMC, FMI, Banco Mundial) y en la gobernabilidad de Inglaterra por Margaret Thatcher, los Estados Unidos Unidos de Ronald Reagan, la Francia de François Mitterrand en el segundo mandato y el Brasil de Collor de Mello, que sufrió un acusación. estalló La nueva razón del mundo (Boitempo), descrito por Pierre Dardot y Christian Laval. Un hito de la neocivilización.

El concepto de “sociedad” fue entonces tratado como una abstracción sin sentido (Hayek) y, en la célebre frase, declarado inexistente: “solo existen individuos y familias” (Thatcher). Este es el trasfondo de los ataques reaccionarios a los defensores de la justicia social y los derechos humanos, exterminadores de la libertad por agitar una “agenda tiránica” de igualdad social, que asigna obligaciones al Estado para calificar el ejercicio de la ciudadanía y controlar la policía eugenésica ostensiva. Tales ataques asocian, a la bandera de la libertad, la moral conservadora del patriarcado (sexismo) y el colonialismo (racismo), pilares del capitalismo.

Las normas arcaicas de la familia patriarcal siempre han jugado un papel estratégico en la sustitución de los múltiples deberes asumidos por el Estado de Bienestar. La privatización de la seguridad social, la salud y la educación superior trajo consigo responsabilidades. ¿Embarazo en la adolescencia? Problema de chicas. ¿Costos con la universidad o los niños, personas especiales y ancianos? Problema de las familias nucleares. ¿Pobreza? Problema de los pobres. ¿Sin hogar? Problema de personas sin hogar. ¿Desempleo? Oportunidad de convertirte en tu propio emprendedor. El neoliberalismo liberó al Estado de políticas de erradicación de males. Incluso el Estado se organizó como empresa, con criterios de eficiencia y desempeño. Los ciudadanos se convirtieron en clientes de los servicios. La sociedad se ha dividido en unidades de consumo.

La educación pública se convirtió en el blanco de torpedos pesados. Las movilizaciones por la educación en el hogar, a cargo de los padres, ganaron audiencia. Culminó con la firma de la Escuela Americana, en Río de Janeiro, con una cuota mensual de R$ 8. Ciento treinta estudiantes fueron negacionistas o fueron obligados a oponerse al certificado de vacunación antiviral al regresar a la escuela. El libertarismo impugnó la coerción vertical. Con idéntica extracción social, en la época, los empresarios aplaudieron la cabeza de “no patria”, en alusión a la distopía de Ignácio de Loyola Brandão. Les hizo gracia la pregunta sobre la utilidad de la “ph” en las siglas IPHAN (Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional). Es difícil trazar la línea entre la ignorancia y el cinismo de la multitud adinerada, que saluda a los extranjeros y alaba al incompetente y desconfiado Lava Jato, siempre que no se meta con lo oculto. costa afuera.

Sin la menor idea de lo que sugiere la preservación de la memoria patrimonial, representantes del Producto Interno Bruto (PIB) expresaron las ideas hegemónicas de la barbarie. En Roma, destruirían el Coliseo; en Atenas, el Partenón; en Egipto, las Pirámides. En Brasil, la burguesía mimética se complace con la devastación de la Amazonía, el Museo Nacional y la Cinemateca que guardaban la colección de Glauber Rocha y cientos de documentos sobre el cine nativo. Mientras que los revisionistas consideraron cambiar el nombre de la Fundación Palmares a Princesa Isabel. El "complejo de chucho" continúa avivando el deseo del dueño de decir Te amo. La caricatura Véio da Havan ilustra perfectamente la “élite” brasileña, compuesta por una vera ralé.

 

La demonización de la política

En lo que respecta a la política, la demonización se inició en el ámbito de la semántica con la designación del acto de gobernar como una actividad de “gestión”. Los gobernantes fueron nombrados “gerentes” para distinguirlos de los “populistas”, que estaban más atentos a las demandas de la mayoría. La tarea de los representantes electos se reducía a administrar privilegios e intereses insaciables del capital, incluida la ambición por el usufructo de territorios comunes (con puntas de vidrio y cemento) y construcciones en reservas forestales. Los cambios dirigidos a las necesidades de la población (salud, trabajo, ingresos) y del frágil entorno natural (contención de la deforestación, invasión de tierras indígenas, calentamiento global) obedecen a la ruda dinámica de la acumulación y la ganancia inmediata. No en vano, continúa la criminalización de la política – escenario de luchas en la sociedad civil – para perseguir a los líderes populares.

“Solo el político salvaguarda la posibilidad de la democracia. En ella reside también distintivamente el significado de un pueblo, generador de identidad individual y colectiva. vis a vis De otros. La democracia sin lo político es un oxímoron; el poder compartido que implica la democracia es un proyecto político que requiere cultivo, renovación y apoyo institucional”, señala Wendy Brown, en En las ruinas del neoliberalismo: el auge de las políticas antidemocráticas en Occidente (Política). La contrarrevolución neoliberal pretende limitar las luchas del político, quien se comporta de manera peligrosamente autoexpandible, alejándolo de la soberanía y de las inflexiones democráticas para agotar sus energías emancipatorias. El dominio de lo político se satura de influencias socioculturales, económicas, religiosas y mediáticas a través del uso de la lawfare.

O único pensamiento neoliberal alentó medidas excepcionales para bloquear el surgimiento y/o desmantelamiento del Estado de Bienestar. el propósito de Sociedad de Mont-Pèlerin (1947), condensada en los salvajes mandamientos del Consenso de Washington (1989) era promover la deconstrucción del estado administrativo. El objetivo de Steve Bannon para la presidencia de Trump. Bolsonaro aceptó la desastrosa sugerencia: “el sentido de mi gobierno no es construir cosas para el pueblo, sino deconstruirlas”, declaró en la cena con líderes de la derecha en EE.UU. La llamada tecnocracia posideológica, aliada a la economización de los asuntos gerenciales y al “privatismo” gubernamental, sirvió de dique al “estatismo” igualitario y de freno a los movimientos con agendas democratizadoras para enfriar la participación igualitaria en los asuntos públicos. Fueron cuatro décadas de hostilidades contra la democracia.

“Mi argumento es que nada queda al margen de la característica neoliberal de la razón y la valoración, y que el ataque del neoliberalismo a la democracia, en todas partes, ha influido en la ley, la cultura política y la subjetividad política”, subraya Brown. El aporte original del politólogo consistió en enfatizar la dimensión moral del proyecto. Es el empuje holístico hacia una civilización que no pretende desarrollar los ideales de la modernidad, en el binomio: igualdad, libertad y solidaridad. Pretende su destrucción no creativa. La igualdad fomentaría la acomodación, la desigualdad sería el motor del desarrollo individual y colectivo. Libertad para los capitales. Solidaridad/egoísmo. No mires hacia arriba.

El neoliberalismo no es sólo un modelo económico alternativo. Es la irrupción de una nueva racionalidad y una nueva subjetividad, una nueva forma de entrar en el mundo-enigma: hiperindividualista, adversa a enfoques de cooperación sin ánimo de lucro en busca del bien común. La advertencia fue elaborada por Michel Foucault, en nacimiento de la biopolítica (Collège de France, 1979), cuando concluyó que los principios del mercado impregnarían las instituciones y entidades: lugares de trabajo y estudio, clínicas, gobierno y el aparato estatal. Ninguna esfera de la existencia humana escaparía a la red neoliberal en la conducción de la vida. Se profundizó la brecha entre el neoliberalismo y el liberalismo clásico, restringido a la economía. Se desplegó la “reprogramación de la gobernabilidad liberal”. La perspicacia de Foucault fue asombrosa.

 

Sobre el mercado y la moral

No pasó mucho tiempo y lo que era sólido se derritió en el aire. La solidaridad, ganada con esfuerzo en la esfera pública, fruto de la presión de los movimientos sociales y los sindicatos, pasó a depender del voluntariado y de la sensibilidad de las empresas. Era el “fin de la política” y del “sujeto colectivo” (sea el partido o las masas), capaz de transformar la sociedad –apoyado en un programa republicano, en la línea de lo que pensaba Maquiavelo en el Renacimiento. En Capitalismo en debate (Boitempo), Nancy Fraser y Raehl Jaeggi rechazan la sugerencia de que hubo un finalismo político a causa del neoliberalismo. Prefieren subrayar que “no se trata de una ausencia de política, sino de un nuevo disfraz de política”. Pero no hay duda de que la denigración de la política y la devaluación de los procedimientos democráticos contribuyeron al surgimiento de las fragantes legiones de la extrema derecha.

Formada por el amontonamiento del mercado y por la moral conservadora, la tradición se presentaba como garante de la libertad, el orden y el progreso. Una tarea que antes recaía en el poder político. El mercado es el triunfo de la libre iniciativa, la capitalización humana, el espíritu empresarial, el virtuosismo que se opone a los vicios estatistas, el mayor de todos -en la perspectiva de la patronal manchesteriana- es entrometerse en el libre mercado. El sueño alimentado por las clases adineradas, desde la antigüedad, se materializa en el siglo XXI. Desafortunadamente se convirtió en una pesadilla. Regó el campo para las flores del mal del neofascismo, que capturó el desencanto con el maratón meritocrático. Después de todo, los ganadores ya se conocían antes del inicio. El hecho es que el odio y la ira resultaron de las fracturas sociales y políticas provocadas por la biopolítica con sesgo neoliberal, fuera o no la intención de los mentores. El “gobierno es el problema, no la solución” encajaba bien en la pareja Reagan-Thatcher.

El puente entre el neoliberalismo y el neofascismo está pavimentado por la negación de la igualdad política, por tanto, de la democracia constitucional. La democracia, que históricamente se ha sustentado en modalidades igualitarias, no es consecuente con la autoridad de la tradición (la moral conservadora del patriarcado y el colonialismo), ni con el mercado guiado por liberalismo que repele el reconocimiento de los derechos de los asalariados. Con la prohibición de que el Estado interviniera en el mercado, la realidad se dejó filtrar por la metáfora popularizada en el distrito financiero de Nueva York (Manhattan) contra las desigualdades sociales y económicas – Ocupar Wall Street (OWS, 2011). Cuando el 99% de los habitantes quedan excluidos de la cinta de llegada y el 1% concentra las riquezas, algo no anda bien en los engranajes. Está muy mal.

El Estado moderno busca la legitimidad en la democracia, aunque el discurso dado no se corresponda con la práctica. Como señaló Marx en Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, “la democracia es un tipo de asociación que tiende al bien de todos” y depende “de las contribuciones y la lealtad de todos”. Su realización presupone un Estado activo: (a) para producir una ciudadanía democrática y; (b) corregir las deformaciones desiguales causadas por el mercado y la competencia. El escollo es que el “exceso de poder” en el Estado es apropiado por la minoría que controla las finanzas y los medios comerciales, lo que dificulta su seguimiento. noticias falsas no victimicen al régimen con mentiras. En los sótanos del Palacio del Planalto se instaló hasta una estúpida “oficina del odio”, dotada de un irracionalismo antipolítico y antidemocrático que arrastraba a las multitudes a la oscuridad. Habitat característica de los fascistas.

Vale la pena señalar que, aunque la Globo Viva la peor crisis en la trayectoria del canal, la National Journal tiene cincuenta millones de espectadores cada noche. Sin la institución de mecanismos de control público de los medios, no hay límites a su actuación a favor de intereses elitistas. Que lo diga el líder popular más perseguido de la historia de la República, con horas y horas acumuladas de calumnias y difamaciones en los telediarios. “La democracia requiere esfuerzos explícitos para crear un pueblo que adopte formas modestas de autogobierno (autogobierno), esfuerzos que abordan las formas en que las desigualdades sociales y económicas comprometen la igualdad política”, señala Brown. Democratizar el medias es un compromiso cívico, eso sí, inteligible en todos los ámbitos.

 

La guía del conservadurismo

“Dios, familia, nación y libre empresa”: tal es la pauta del conservadurismo. “Lejos de perjudicarse, las dos tendencias (religión y libertad) aparentemente tan opuestas concuerdan y parecen apoyarse mutuamente”, observó Alexis de Tocqueville, en Democracia en América (Edipro). Autores neoconservadores, conscientes de que la sociedad de consumo no ofrece consuelo espiritual y moral, dados los niveles de vulgaridad, predican valores tradicionales para enfatizar la importancia de la formación religiosa y patriótica. Ya en el gobierno hacen de la “patria amada” un remate para liquidar el patrimonio de generaciones.

La combinación de religión y libertad intensifica el sentimiento de disgusto frente a las acciones progresistas del poder político, a favor de la reducción de las desigualdades. A los ojos de los retrógrados, la intervención es indebida, diabólica y reprobable: cuestiona la tradición de dominación entre clases, géneros y razas. No habría nada que cambiar en el jardín de las intolerancias del linaje de Narendra Modi, Viktor Orbán, Andrzej Duda, Bolsonaro, Trump.

Los procesos globalistas que disminuyen el peso decisorio del Estado-nación; redes digitales que internacionalizan comunidades; los flujos de inmigrantes que rompen fronteras; y la disolución de los hábitos y costumbres urbanos y rurales que dan estabilidad a los roles sociales de subordinación de los hinchas, son disposiciones interpretadas con nostalgia. Salida de Inglaterrasalida británica, Brexit) de la Unión Europea es la respuesta airada y resentida a la establecimiento. Tiene los colores del nihilismo, canalizado descaradamente por demagogos.

Nancy Fraser (op. cit.) concibe el sistema capitalista como más amplio que la categoría económica, es decir, “un orden social institucionalizado”. En esta formulación teórica sobre el capitalismo (como el neoliberalismo) como forma de vida, se encuentran tres elementos para una respuesta incisiva y combativa a la situación actual: (1) La dominación de género se inscribe entre la producción y la reproducción, así como la forma en que interfiere en los ejes de raza, nacionalidad y ciudadanía en las brechas entre explotación y expropiación, el centro y la periferia, que actualiza la lucha contra el sexismo, el racismo y el imperialismo; (2) El dominio sobre el trabajo no asalariado y expropiado en el círculo de la reproducción se ilumina por la resiliencia de sujetos invisibles (repartidores a domicilio, etc.) en tareas cotidianas en las que no son percibidos con la noble condición de “trabajadores”. ; (3) La dominación también tiene lugar donde se entrecruzan producción y reproducción, en la naturaleza, en la reproducción social y en el poder público, lo que revela la amplia gama de contradicciones generadas por el desarrollo capitalista/neoliberal. Estas luchas van más allá de las fábricas.

Es urgente reinventar el “movimiento de movimientos”, en un Foro Social Mundial (FSM) flamante. Boaventura de Sousa Santos, en El futuro empieza ahora: de la pandemia a la utopía (Boitempo), alude a la pregunta. La idea fomenta la militancia social y política. Superar la reprogramación de la gobernabilidad liberal requiere articulación internacional en el conjunto de confrontaciones que se vislumbran. La contrarreforma laboral en España, desde allí, alienta. La firme voluntad de Lula da Silva de enfrentar el precio de la gasolina, el diesel, el gas y el “techo de gasto” es una bendición para Brasil y América Latina. ¡Yo creo!

 

Sobre la gobernabilidad neoliberal

Anselm Jappe, en La sociedad autofágica: capitalismo, exceso y autodestrucción (Elefante), utiliza un formidable hallazgo, el mito griego (ecológico) de Erysichton, para una analogía sobre el gigantesco abismo excavado por la gobernabilidad neoliberal (en la lectura posliberal de Foucault). El mito, inexplicablemente olvidado y vigente, fue registrado por el poeta helenístico Calímaco y el poeta romano Ovidio. Guardianes de la memoria occidental.

Erysichthon, rey de Tesalia, derribó el enorme árbol que se encontraba en el centro de un magnífico bosque para transformarlo en el suelo de su palacio. Con eso, despertó la ira de Deméter, la diosa de las cosechas, quien trató de disuadirlo de la empresa. Erysichthon le respondió con desprecio. Y, tomando el hacha de manos de los vacilantes sirvientes, puso fin al enloquecido servicio, indiferente a sus súplicas. Deméter lanza la maldición del "hambre personificada" sobre él. La matriz se repite en la antigüedad. La desmesura que procede de la insensatez y de la soberbia impía acaba invocando el merecido castigo, como lo vivieron Prometeo, Ícaro, Sísifo.

El necio Erysichthon es presa de un hambre insaciable. Cuanto más comía, más hambre se apoderaba de su cuerpo. Devoró las provisiones que tenía, rebaños y caballos de carreras. Pero nada satisfizo las entrañas del rey maldito, que languidecía. Perdió lo que tenía y lo que no tenía para saciar el hambre torturante, sin éxito. Estaba mendigando comida en las calles. “Cuando la violencia de su enfermedad agotó todo alimento / y su penosa enfermedad le dio nuevos pastos / él mismo laceró sus propios miembros y comenzó a arrancarlos / mordiendo al desdichado para nutrir su propio cuerpo, mutilándolo”. Y Ovidio cierra la historia.

Para Jappe, Erysichton es el antepasado de los buscadores de oro, los agricultores agrícolas y todos los sepultureros del mañana. “Su castigo es el hambre. Un hambre que aumenta cuando comes y que nada puede saciar”. El mito “no sólo nos habla de la devastación de la naturaleza y la injusticia social, sino también del carácter abstracto y fetichista de la lógica comercial y sus efectos destructivos y autodestructivos”. Como el dinero en el casino de las finanzas, el hambre abstracta y vacía de contenido no satisface una necesidad específica. Hay un paralelismo evidente con el conocido mito del rey Midas que, trágicamente, muere de hambre porque todo lo que toca se convierte en oro, incluso la comida. El péndulo distópico es perverso.

Como si la satanización de lo social y político no fuera suficiente, el capitalismo en la fase neoliberal permite que millones de personas mueran de hambre en medio de la abundancia. Si fuera una pintura al óleo, el paisaje nacional e internacional que enfrentamos hoy podría estar firmado por Portinari.

La nueva sinrazón del mundo penetró los poros de la sociedad y la subjetividad de los individuos. En consecuencia, la humanidad se sumergió en los nueve anillos medievales del Infierno de Dante: desde el limbo donde se encuentran los paganos virtuosos hasta los círculos de la lujuria, la gula, la avaricia, la ira, la herejía, la violencia, el fraude y la traición, donde Judas Iscariote, Bruto y Casio (agente principal en la conspiración que asesinó a Julio César). O más bien, el neoliberalismo –que se dice modernizador– condensó y agravó los territorios de dolor y horror programados por criminales impolíticos anticivilizatorios. – ¡Vuélvete retro, satanás!

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

 

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