por LARA FERREIRA LORENZONI & MARCELO SIANO LIMA*
Las apuestas, los juegos de azar, son lo que nos queda en un capitalismo cada vez más plataformizado y financiarizado.
1.
la aclamada serie Ronda 6 vuelve a la palestra en una nueva temporada y, una vez más, llama la atención como una especie de espejo grotesco y repulsivo de la realidad. La trama está marcada por la violencia explícita, actitudes desesperadas, lucha por la supervivencia y apuestas mortales. En resumen, el hipotético estado de naturaleza hobbesiano queda al descubierto en una versión aterradora y posmoderna.
Protagonizada por actores todos ellos muy empobrecidos, endeudados y prácticamente sin posibilidades de supervivencia material en el mundo de los intercambios mediados por el capital, la trama se desarrolla en torno al personaje Seong Gi-hun. Él, el Jugador 456, es el epítome del “perdedor” en la racionalidad neoliberal: desempleado, pobre, con una vida familiar arruinada y una alta deuda con varios usureros. Es decir, un gasto, un déficit productivo. Uno desechable.
Tu última oportunidad de redimirte: servir como pieza del tablero contra otros en la misma situación en partidas letales para el deleite de un selecto grupo de espectadores que pagan. Quién sabe, quizá de esta manera se pueda conseguir el gran premio final en metálico, que se acumula cada vez más con la muerte (física y literal) de cada uno de los participantes.
Los eliminados del juego, vale la pena aclararlo, pagan con su propia vida. Por cierto, aquí la muerte no se trata con ninguna ceremonia. El mal banal, como se ve en cualquier campo de concentración, es evidente. Los “empleados” o “soldados” encargados de continuar los procedimientos de la siniestra competición cometen asesinatos y recogen cadáveres con la misma naturalidad con la que quien bebe un vaso de agua. Y no podía ser de otra manera, porque el mensaje que subyace es muy claro: “Estamos haciendo un favor a la sociedad retirando de circulación a estos inmundos desgraciados”. Se trata, una vez más, de arte que representa la dura concreción del mundo material.
Se sabe desde hace tiempo que el sistema de producción y reproducción de bienes y de vida que hoy domina genera excedentes, tanto de mercado como humanos. Esto tiene la desastrosa consecuencia de la desechabilidad. En el capitalismo de plataforma del período histórico actual y en el sombrío juego de Ronda 6Allí se desarrolla una guerra continua contra la muerte en masa a través del carácter superfluo de la humanidad que organiza el fenómeno de la “vida desnuda”, la vida políticamente descalificada y matable. Aquellos que pueden ser asesinados son colocados como peones en la mesa para luchar entre sí, en una lógica bélica y binaria de matar o ser asesinado.
Es la brutalidad de un estado de naturaleza escenificado por Hobbes, en el que todos son enemigos potenciales y el afecto predominante es el miedo a la muerte violenta. Algo no muy alejado de una realidad en la que ya no hay ciudadanos ni clase trabajadora organizada. Todos ellos son mónadas, empresas individuales (“autoempresarios”) y, por tanto, competidores. Y la competencia, como sabemos, debe cancelarse.
En la serie se fomenta y recompensa constantemente el exterminio impasible, la frialdad ante la barbarie, el egoísmo y el engaño. Más que eso, son una condición condición sine qua non a la autoconservación. Esto se presenta entonces como una fatalidad: los hombres, dada su competitividad innata y su individualismo, están condenados a devorarse unos a otros. Es la apuesta final del “dueño del balón”, el jugador 001, en las escenas finales de la primera temporada. Es la conclusión cínica utilizada durante siglos para justificar una sucesión de violaciones de los derechos y garantías fundamentales en relación con los más vulnerables.
2.
De hecho, volviendo a Thomas Hobbes, conviene aquí un paréntesis en forma de pregunta: el filósofo inglés, en el siglo XVII, al sintetizar en su obra un comportamiento cruel y lleno de animosidad hacia los demás, estaría deduciendo en realidad una ¿Metafísica de la “naturaleza humana”, o descripción de la guerra y el canibalismo político que presenció en el surgimiento de la civilización europea moderna? En otras palabras: ¿la compulsión de destruir a los demás sería una esencia innata cuyo control se nos escapa, o una invocación social de un estado de excepción permanente? Vamos a ver.
En el campo criminológico crítico, lo que se ha discutido es lo que hubiera sido el llamado giro punitivo para enfrentar el nuevo plan habitacional de la pobreza en el neoliberalismo –la cárcel-pena, con el fenómeno del hiperencarcelamiento. Resulta que, en el capitalismo postindustrial, especialmente en su periferia, ya no hay intención de moldear cuerpos dóciles para el trabajo, algo que está en franca extinción. La riqueza se ha vuelto autopoiética, el capital multiplica el capital. Ya no es necesario que el ser humano, como pieza de productividad, sea preservado o sometido a “mantenimiento” con vistas a su optimización y al beneficio. En lugar de un ejército industrial de reserva, lo que hay es un contingente financiero de miseria.
No es casualidad que estemos viviendo la distopía de apuestas:como en Ronda 6Las apuestas, los juegos de azar, eran lo que nos quedaba en un capitalismo cada vez más plataformizado y financiarizado. En ella, el mundo del trabajo sufre una auténtica destrucción de todos los paradigmas sobre los que se ha estructurado desde el siglo XIX y el motor de la economía pasa de la producción al rentismo, talando las plantas productivas.
Esto crea cada vez más personas subempleadas, precarias, desempleadas, desanimadas y susceptibles de ser asesinadas. Las estructuras de empleo y seguridad social se han vuelto líquidas. Al individuo le queda la lucha por la supervivencia, sometiéndose a una realidad de explotación dantesca, o al simple borrado social de su cuerpo, de su ser.
Brasil es un país que cultiva fuertes vínculos con una estructura ancestral autoritaria y excluyente, en la que la modernidad siempre llega tarde. Nuestro Estado de Bienestar, normativamente, nació con la Constitución de 1988, en el momento exacto en que la gramática neoliberal se imponía en todo el planeta, destruyendo cualquier rastro de igualdad y de reconocimiento de derechos individuales y colectivos. Con la crisis institucional iniciada en 2013, agravada por el golpe parlamentario de 2016, el Estado brasileño pasó a ocupar la posición de agente promotor de toda la desestructuración de lo que la Constitución había erigido.
La clase trabajadora brasileña, que se había fortalecido con las luchas sindicales durante el período de redemocratización de la década de 1970, perdió sus referencias más básicas. En este panorama, tanto la subjetividad como el credo neoliberal avanzaron con fuerza titánica, endulzando el emprendimiento y la meritocracia, presentados como soluciones modernas y sofisticadas para enfrentar los desafíos contemporáneos. Estos principios se arraigaron en un imaginario social perturbado por las crisis y asustado por la pobreza y la pérdida de poder adquisitivo. Como en Ronda 6, el individuo lucha, con todos los medios a su alcance, por mantenerse en un juego que le exige cada vez más.
Los profundos cambios que hemos vivido han dado a la situación actual un carácter dramático y único. El juego es cruel y el apuestasLas casas de apuestas se están consolidando como un espejismo del mismísimo Edén, un oasis, una solución rápida a tu alcance en medio del desierto y de una cotidianidad abrumadora. Los objetivos, como en la serie surcoreana, son seres indeseables, cuyas vidas son prescindibles, cancelables, en un planeta que no admite condiciones de dignidad humana para toda su población.
En este escenario, optar por la opción del “todo o nada”, disponer de la propia vida –biológica y/o simbólica–, poner en riesgo los últimos recursos materiales para garantizar la propia existencia, ya no parece tan absurdo, dada la suprema irracionalidad de en el que uno se encuentra. es pionero en la civilización de los casinos algorítmicos. Es cierto que nunca se ha apostado tanto. Nunca antes se pagó tanto por morir. Romper este ciclo de horror requiere coraje y trabajo colectivo. Para ello, en primer lugar, es necesario volver a las primeras lecciones de la política, a la comprensión de la vida como experiencia compartida, en comunidad, en definitiva, y una vez más, a la condición humana de la pluralidad.
*Lara Ferreira Lorenzoni, Abogado, Doctor en Derechos y Garantías Fundamentales por la Facultad de Derecho de Vitória (FDV).
*Marcelo Siano Lima, historiador, es estudiante de doctorado en Derechos y Garantías Fundamentales en la Facultad de Derecho de Vitória (FDV).
la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR