por NATALIA T. RODRIGUES*
Comentario al libro de Pedro Rocha de Oliveira
1.
Razones para odiar la ideología moderna. Este es quizás el tema central que motiva la escritura de Pedro Rocha de Oliveira, ya presentado en las primeras páginas de su nuevo libro: Discurso filosófico sobre la acumulación primitiva: un estudio sobre los orígenes del pensamiento moderno.
Siguiendo los pasos de algunos autores de los albores de la modernidad inglesa,[i] Poco a poco el autor va desreprimiendo el sentido histórico-social de un cierto “nosotros” cuidadosamente fabricado por esta clase –también conocida como intelectualidad – y que había estado orgánicamente involucrado en la acumulación primitiva de capital. Con un lenguaje ácido y un humor desconcertante, busca estimular la imaginación del lector para que se libere de cualquier rastro de simpatía por la ideología del progreso que insiste en impregnar la época contemporánea.
Las preocupaciones que ocupan el pensamiento del autor, si bien están en continuidad con sus estudios anteriores,[ii] Parecen adquirir una nueva forma, exigida por el propio tema en el que se basan. Al presentar algunos de los principales argumentos que guían los ensayos de este libro, intentaré visibilizar experiencias históricas brasileñas que parecen materializar el significado que sugiere el tema.
El libro consta de una introducción, tres ensayos y un epílogo. En él, el autor propone comprender el nacimiento de la modernidad, que se confunde con el capitalismo, bajo una doble inteligibilidad. Es decir, Pedro Rocha se interesa por las formulaciones de las ideas ilustradas, interpretadas en conjunto con el proceso de acumulación primitiva del capital, porque de esta manera la tradición filosófica y la historia entran en una relación de mutua iluminación (p. 55).
Los pensadores de los que trata el autor son tres de los más grandes teóricos del período en cuestión, y que formaron una escuela en la historiografía de este período.[iii] Nos llegan: la teoría del conocimiento de Francis Bacon, el humanismo de Thomas More y la economía política de Thomas Smith. Las herramientas para la elaboración de su escritura son: Dialéctica de la Ilustración, por Theodor Adorno y Max Horkheimer y La hidra de muchas cabezas, por Peter Linebaugh y Marcus Rediker, además de los textos e intérpretes de dichos teóricos.
Más útil que demostrar la falsedad de esas teorías, a Pedro Rocha le interesa analizarlas, rastreando el «contenido intestinal de la ideología moderna» (p. 55); después de todo, es este contenido el que explica la funcionalidad de esas teorías en el proceso de acumulación capitalista. Además, aunque no hay ninguna referencia explícita a El resentimiento de la dialéctica (1996), de Paulo Arantes, es también con quien Pedro Rocha dialoga en varios sentidos.
Al igual que Paulo Arantes, Pedro Rocha se centra en las paradojas en las que intelligentsia Participa en el proceso de formación nacional. Como es sabido, Paulo Arantes incorpora la perspectiva bifronte, centro vs. periferia, desarrollada por Roberto Schwarz para reflexionar sobre la dialéctica de la modernización capitalista desde una perspectiva periférica, la Alemania del siglo XIX. Para ello, recorre una extensa línea de investigación, comenzando con la circulación de ideas en la Ilustración francesa, especialmente notable en la conciencia dividida de... sobrino de Rameau (2019), hasta su despliegue al otro lado del Rin, expresado en intelligentsia del romanticismo y el idealismo alemán.
En lugar de tomar este camino desde el método estructural de interpretación de textos, opta por un camino alternativo, en el que estas filosofías se analizan desde una base social más amplia en el proceso de modernización global. Es decir, en primer lugar, Arantes muestra cómo las ideas fomentadas por intelligentsia El francés acabó contribuyendo a completar el proceso de formación nacional, aunque permaneciendo al margen de su gestión o administración.
Sin embargo, las ideas liberales burguesas que entonces movilizaban a los sectores letrados de Francia, cuando se incorporaron a intelligentsia Los alemanes estaban dando vueltas en círculos. Esto se debe a que las conexiones sociales necesarias para esa formación, como las que existían en Francia (e Inglaterra), no existían en la realidad material alemana. En ese momento histórico, se formó una intelectualidad resentida por haber sido privada de significado en este marco formativo. El resultado, según Paulo Arantes, sería el razonamiento que caracterizó la filosofía del romanticismo y el idealismo alemanes. Con este procedimiento de análisis trazado desde una perspectiva bifacética, Paulo Arantes extrajo el significado sociohistórico de intelligentsia Alemania se vio entonces implicada negativamente en el proceso de modernización capitalista, del que es una parte efectiva.
En este ámbito, lo que interesa a Pedro Rocha son los vínculos históricos entre las ideas desarrolladas por intelligentsia y el proceso de formación del Estado nacional inglés. Es decir, el autor traslada el esquema interpretativo de Arantes a los albores de la modernidad inglesa, donde los teóricos puente fueron: Francis Bacon, Thomas More y Thomas Smith. En este caso, sin embargo, los pensadores fueron, en efecto, prácticos; después de todo, todos ellos, en mayor o menor medida, participaron como empresarios, burócratas y asesores de la Corona en el proceso de colonización, deportación, fomento de la misoginia, entre otras barbaridades rampantes en aquel entonces en los países colonizados.
Podríamos preguntarnos cómo estos pensadores se convirtieron en cánones del campo progresista si sus discursos están tan comprometidos con tales horrores. Esto nos lleva al punto central del texto: que el discurso filosófico que surgió en los albores de la modernidad se basó en una serie de represiones, entre ellas la cultura oral, las continuas rebeliones de las masas campesinas contra los cercamientos de los campos e incluso el desinterés efectivo de la gente común por los valores modernos.
Lo que hacen, de diferentes maneras, la teoría del conocimiento de Francis Bacon, el humanismo de Thomas More y la economía política de Thomas Smith es colocar a sectores antagónicos dentro de una cáscara universal de “gente común”, pero que es particular, y que aparece de diferentes maneras en cada autor, desde “los comunes" - común; "mancomunidad” – república/sociedad hasta “la sociedad civil—Sociedad civil, este es quizás el quid de la cuestión. Con este procedimiento, observamos un sentido de «común» análogo al establecido años después con el Tercer Estado, durante la Revolución Francesa, donde «todo aquel que no es noble ni clérigo es común» (p. 19).
Este gesto de los teóricos de incluir a tantas personas en un único grupo conceptual terminó abarcando también a las oligarquías urbanas, la nobleza con menor nivel educativo, los terratenientes no nobles, entre otros terratenientes interesados en el auge del capitalismo, de lo cual Pedro Rocha, al analizar los diversos documentos y libros dejados por estas personas, extrae un significado más preciso. De hecho, nos encontramos ante unas «élites comunes» (p. 20), que nada tienen que ver con lo que hoy podríamos llamar «sectores populares», o aquellos que «se quedan atrás», en la expresión utilizada por Paulo Arantes en el debate de la presentación del libro.[iv]
2.
De Francis Bacon, el primer teórico de los puentes analizado, nos encontramos con la Ensayos morales (1625), donde se abordan diversos temas prosaicos y mundanos como el matrimonio, los negocios, la amistad, la juventud o incluso los viajes. Como demuestra Pedro Rocha, estos temas, sin embargo, no se plantearon por casualidad en Ensayos;Después de todo, Bacon tenía en mente destinatarios precisos, es decir, esa “élite plebeya”.
Entre los elementos que destacan en estos Ensayos Morais, Son las relaciones con los valores proclamados, útiles o no, según la situación. El valor de la verdad es ilustrativo: «En cuanto a la verdad, aunque grandiosa, tiene una utilidad limitada; la mentira, por el contrario, aunque vil, tiene cierta utilidad, como en el proceso de acuñación de oro llevado a cabo por el monarca» (p. 62).
La relativización de los valores es bien conocida por los lectores brasileños. Ya sea en el Brasil provinciano, pero no menos moderno, de Machado de Assis, o en el Londres de la década de 1625, el egoísmo, el esfuerzo y la superación personal terminan en fracaso. Simplemente no funcionan, ¡porque no siempre son útiles![V] Si bien la sensibilidad machadiana implosiona estos valores en su relato, Teoría del medallón (1881), Francis Bacon en su distinguida posición como accionista de la Compañía de Virginia[VI] y teórico social, enseña a sus compañeros una forma de empoderarlos, pero ¿cómo?
Presentando “una lección detallada sobre el uso de la palabra”, después de todo, “el sabio presta atención a su camino; el necio se extravía por medio de maquinaciones”.[Vii]. Aquí, Pedro Rocha nombra esta particular sabiduría como una auténtica “desvergüenza baconiana” (p. 62), lo cual está lejos de ser una tontería; después de todo, el teórico no olvida dedicar su Ensayos a Lord Buckingham, revelando, en este período histórico, los vínculos que entrelazan la dependencia de intelligentsia en relación con la nobleza.
La desfachatez clasista del hombre le sigue en masa en el Ensayos, Hasta que llegamos al análisis del autor de la Nuevo Organon (1620)En él, Bacon propone un nuevo ejercicio intelectual, basado en la tríada «observar-experimentar-interferir» (p. 108), con miras al progreso constante y seguro de la ciencia, un gesto que va más allá de una mera «percepción epistemológica» (p. 174). Este pasaje revela un desarrollo conceptual comprometido con las necesidades de la acumulación capitalista y que, por lo tanto, busca ocultar los vestigios de la teología, la enseñanza especulativa y el misticismo presentes en las universidades londinenses de la época; de ahí su especial atención a las «artes mecánicas», un artificio análogo a lo que entendemos por tecnología (p. 111).
Relacionada con tal inmundicia, también está la prohibición del lenguaje hablado en la vida cotidiana, la castración de la espontaneidad vivida. Pero ¿vivida por quién? ¿Quién atormentó, obstruyó toda esta sanitización que debía implementarse? La gente misma, brutalizada, grosera, vulgar, brutal, grosera, grosera, sucia, loca, sinvergüenza, burra, asno, idiota, grasienta, sucia; toda la gente verdaderamente común, producto de la violencia de la acumulación de capital, y cuyo nombre solo cambia según la región.
3.
Todas estas personas son también personajes reprimidos por el inventor de la palabra que da nombre al libro. Utopía (sin lugar), de Tomás Moro, pero que había sido venerado nada menos que por el Papa Pío XI, Karl Kautsky y Karl Marx (p. 163). Lo que estos notables hombres no nos habían dicho hasta entonces es que este hombre piadoso y caritativo, que simpatizaba con el pueblo, era también un feroz enemigo de los socialistas anabaptistas, un oponente de la Reforma y el luteranismo y, para colmo, dueño de una magnífica picota en su residencia (p. 265).
Elementos biográficos, históricamente situados y que a primera vista podrían interpretarse, en una lectura más estructural, como exógenos al texto. Lectura Utopía De lo contrario, lo que hace Pedro Rocha es mostrar cuidadosamente el modo en que todo ese contexto –que involucra varias opciones políticas de Thomas More– no sólo está dentro del texto, sino que configura el núcleo de la propuesta “otromundista” del autor (p.174).
En teoría, toda la obra UtopíaSe basa en la idea de una sociedad altamente racionalizada que garantizaría a todos el derecho a la alimentación, el vestido y la vivienda, incluyendo, sin mayores complicaciones, el ocio en dosis moderadas. Resulta que este acceso a un "igualitarismo radical",[Viii] A primera vista comprensivo, estaba impregnado de una realidad perversa en varios niveles. Por ejemplo, los traductores ingleses, al recurrir a un lenguaje neutro en cuanto al género, «para traducir algunos pasajes en los que Tomás Moro solo pensaba en el sexo masculino»,[Ex] Comenzaron a construir, poco a poco, “fraudes simples” que se extenderían a cuestiones de raza, clase, etc.
Todas estas sutilezas, sin embargo, constituyen en el argumento de Pedro Rocha “el núcleo específicamente moderno, racional y avanzado” (p. 173), reprimido en la mentalidad modernizadora que insiste en un discurso de autonomía de ideas. La autonomía implosionó cuando recuerda que Tomás Moro las formuló en una misión diplomática en Flandes, mientras negociaba los intereses de los productores de lana ingleses, es decir, los mismos responsables de recintos (p. 168). Así como los biógrafos de Francis Bacon dividen su vida en dos: la del hombre público y la del hombre privado, un procedimiento similar funciona con Tomás Moro.
En ambos casos, las ideas humanizan y, al mismo tiempo, se movilizan para defender a las clases propietarias y al Estado Tudor. ¿Cómo podemos explicar esta ecuación?, pregunta Pedro Rocha. Sencillo: «Como las ideas son mejores que el mundo, podemos reconocer en ellas un proyecto para mejorarlo». Hasta el punto, incluso, de que un rico terrateniente podría disfrutar de la lectura. Utopía, mientras daba “órdenes a los empleados para promover la acumulación primitiva de capital” (p. 172).[X] De compromiso en compromiso, las luces descenderían a la tierra, dejando atrás el mundo oscuro de la Edad Media. Resulta que en este no-lugar, donde el hambre no sería un problema, hay un contenido material latente: la colonización.
En pocas líneas Tomás Moro narra cómo Utopía Una vez fue la tierra de los Abraxianos.[Xi] – residentes de la isla – pero que fueron derrotados “en el primer asalto” (p. 207), gracias al general Utopos, formando así el cielo de brigada que Hythlodeus[Xii] Nos inculca el deseo. El referente, sin embargo, no es una fantasía; tiene una dirección y una fecha específicas: tuvo lugar en Irlanda entre los siglos XVI y XVII, bajo el yugo de la colonización inglesa.
Como una pequeña desgracia no tiene sentido, el humanista Tomás Moro impregna su obra de una misoginia obsesiva disfrazada de argumentos sobre el cuidado. Correspondería a los sifograntes —ancianos, intelectuales y propietarios— y a las matronas mediar en las relaciones sexuales entre las parejas para que todo saliera según lo previsto. Al colocar a los pretendientes «desnudos uno frente al otro», Tomás Moro creía que los matrimonios funcionarían; después de todo, en su opinión, las razones de su infelicidad o fracaso se debían a que las partes desconocían de antemano qué había debajo de la ropa de sus parejas (p. 215-216).[Xiii]
El adulterio se castigaría con la esclavitud (p. 225). Las mujeres, durante el embarazo y las comidas colectivas, se situarían cerca de la puerta de salida para, si enfermaban, poder salir sin molestar a nadie. El placer de comer, la espontaneidad de las relaciones sexuales o cualquier otro «sentimiento subjetivo de preservar la vida» (p. 256) serían hábitos sucios del pasado, que serían erradicados por la «vida relajada de los gerontócratas (…) inmersos en el placer intelectual» (p. 290). Utopía.
Pero no solo eso, esta clase de antiguos terratenientes también producía una risa —común en las obras de Geoffrey Chaucer y Giovanni Boccaccio— disfrazada de ironía sofisticada (p. 189). En este contexto, a diferencia de la alta nobleza, perezosa y poco aficionada a la lectura, la baja nobleza, con su ceguera natural debido a su ascenso, encajaba en un ideal racional de nobleza, más cercano al ideal utópico, y que contradecía la métier por Thomas More.
Después de todo, el humanista ascendió socialmente hasta integrarse en la clase letrada en una época histórica en la que la mayoría de la población era analfabeta. Al establecer estas distinciones de clase, Pedro Rocha nos muestra que la risa que se producía en gran parte de esta literatura se relacionaba con la risa de los demás, es decir, de la gentuza ya mencionada: los sacerdotes bufonescos que, en este contexto, se acercaban más a los pobres que a los obispos, los abades, los cortesanos ignorantes, las mujeres, los reyes avaros con sus cuerpos y estilos de vida.
Tanto los eruditos como los obispos (propietarios de extensas tierras) quedaron al margen de las bromas que se hacían entre pares.[Xiv] Recorriendo estos y otros puntos ciegos en la obra del humanista estimado por la historiografía progresista, Pedro Rocha nos muestra cómo, debajo de la genial idea de crear un bello, bucólico y placentero bosque llamado Utopía, vemos una realidad perversa y descaradamente patriarcal, anclada en los procesos violentos de colonización –contemporáneos a Tomás Moro–, cuya métrica siempre ha sido la de un “estado de excepción permanente” (p. 265).
4.
Finalmente, tenemos el análisis del último teórico del puente, Thomas Smith, uno de los personajes que ocupó los cargos más importantes en Inglaterra y quien fue el primero en acuñar el término «sociedad civil», tan apreciado en la economía política. El primer objeto analizado es el documento. De la República Anglorum, Escrito a mediados de 1565, publicado en 1583, en el que Smith argumenta, de diferentes maneras, cuán importante es un cierto ideal de estabilidad y eficiencia para República.
Aquí también nos encontramos ante un modelo de sociedad, diseñado de forma exclusivista; después de todo, incluye a los hombres propietarios, hijos de la élite económica, «interesados en ascender socialmente utilizando las dotaciones pecuniarias de la familia» (p. 296). En este documento, se identifica a la población como intrínsecamente tiránica, pero no solo eso, sino que Thomas Smith recurre a la Antiguo testamento para sugerir “una especie de origen mítico de la tiranía”. En este esquema, “Adán, Noé, Abraham, Jacob y Esaú” se interpretan como “patriarcas que ejercieron un gobierno absoluto (regla absoluta) sobre sus propios hijos o sirvientes (tranvía) (…) o en el mundo rudo, entre gente ruda e ignorante.”
¿Qué propone Thomas Smith en este escenario? «No sabemos si debemos obedecer o no a un tirano, pero sí sabemos que cambiar el gobierno y las leyes es una temeridad» (p. 304). En otras palabras, este teórico, que se ha ganado la simpatía de gran parte de la historiografía sobre la acumulación originaria, escribe claramente que importa poco si un gobierno es legítimo o no. Su función es servir a los intereses de quienes forman parte del pacto civil del gobierno; el resto, es decir, todos los no propietarios, se convierten, en este ideal de república, en el blanco de guerras constantes.
El segundo y tercer documento analizado por el autor es el Discurso sobre la República del Reino de Inglaterra [1581-1590] y una carta titulada tuberculosis De origen anónimo, pero que Thomas Smith y su hijo figuran como responsables de un proyecto para colonizar Irlanda (p. 382). A partir de este material, Pedro Rocha señala cómo Smith traduce a términos comerciales el procedimiento común de pillaje y saqueo en las colonias.
Es decir, Thomas Smith fue pionero en la idea de una especie de externalización de la empresa colonial, que se financiaría mediante un fondo de accionistas, y que terminó ayudando a la Corona inglesa, que en ese momento estaba demasiado ocupada con otros asuntos (p. 384-387). De los tres teóricos analizados, este es quizás el que demuestra más explícitamente el «realismo político brutal» (p. 405), en el que se basan tanto la idea moderna de democracia como la de república, tan apreciadas en la época contemporánea.[Xv]
Por último, tenemos el epílogo en el que el autor establece un hilo común entre estos ideales y el contexto brasileño actual.[Xvi] En lugar de presentarlo aquí, me gustaría seguir la misma línea revisando nuestros siglos XIX y XX, porque creo que, en cierto modo, tienen algo que decirnos sobre el tiempo en que vivimos. Comenzaré aquí desde dos puntos entrelazados que planteó Paulo Arantes durante la presentación del libro. Me interesa especialmente el doble sentido que adquiere el término «quedarse atrás» en este debate sobre la acumulación primitiva de capital, mencionado en algún momento por Paulo Arantes.
El primero, y el más obvio, se refiere a las miles de personas comunes que nunca se interesaron en ningún pacto de clases para la formación de ningún estado y que se estaban quedando atrás. El segundo se relaciona con cierta forma de escritura que, en algún momento, formó parte de la experiencia cultural brasileña, pero que pareció evaporarse con el tiempo. Quizás Paulo Arantes se refería aquí a la crítica ensayística escrita con un humor desconcertante, dirigida principalmente a intelectuales y artistas, escrita por Mário de Andrade. ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Cuál es la conexión que establece Paulo Arantes que une a un modernista de São Paulo con un carioca de la zona norte, en una época tan lejana?
Como camino hacia la comprensión, propongo desviarme del eje Río de Janeiro-São Paulo para observar a los habitantes del Nordeste. Después de todo, ¿quiénes eran estas personas? Alguien dijo una vez que eran portugueses que se mezclaron con los indígenas, los negros esclavizados, los moros que aparecieron en Ceará, pero también con los holandeses en Pernambuco, y que, en el proceso de formación nacional, se quedaron en el camino, se quedaron, se quedaron... "quedándose atrás".
Los ejemplos que considero válidos aquí corresponden al período mencionado, pero pueden variar según la imaginación del lector. Como es sabido, existe una gran cantidad de material que muestra cuánto ha beneficiado la experiencia cultural brasileña a los esfuerzos interpretativos del crítico, autodidacta y entusiasta de la educación en la USP, Mário de Andrade.
En el hermoso diario El aprendiz de turistaEl modernista nos lleva a conocer un Brasil de gente común en una época en que la población era mayoritariamente campesina. Nos lleva, como dijo una vez un intérprete, a su “razón” (GILDA DE MELLO, 2005). Al anotar las canciones, seguir las procesiones, los reisados, las congadas, Mário de Andrade queda deslumbrado por esta gente. Él, que había sido un “estudiante del toro” (ANDRADE, 2023, p. 163), dice, en cierto punto de su diario, “Los nordestinos, en general, no solo hablan mientras cantan, sino que también dan conciertos” y luego añade: “de hecho, la naturaleza pintoresca y elocuente de la conversación del nordestino en general es extraordinaria. Sin esfuerzo, hablan casi como los indígenas de José de Alencar”.
Con más realismo, por supuesto. Les gusta tocar el tema en imágenes cotidianas de un susto inesperado; es admirable» (ANDRADE, 2023, p. 133-34). En cierta medida, tenemos aquí un encuentro típico del intelectual con quienes, no acostumbrados a él, se asombran por su forma vívida de expresarse, libre de manierismos pequeñoburgueses.
En esta línea, podríamos volver a la ilustración francesa en la que el filósofo también quedó impresionado por el brío de la sobrino de Rameau;aún podíamos recordar cierto pasaje recordado en El lugar, de Annie Ernaux, en el que describe cómo «hay quienes aprecian el aspecto 'pintoresco' del dialecto y el francés popular» y cómo Marcel Proust llamó la atención «en éxtasis, sobre las imprecisiones en el habla de Françoise y su uso de palabras antiguas del idioma». Sin embargo, al novelista «solo le preocupaban las cuestiones estéticas; después de todo, Françoise es su criada y no su madre» (ERNAUX, 2021, p. 37-38), una línea interesante, pero irrelevante. En este punto, me parece más útil profundizar en lo que Gilda de Mello consideró un motivo, señalando los inevitables límites de Mário de Andrade.
Su visión de cómo vivían aquellos habitantes del noreste es de suma importancia. A pesar de que el "mango rosado" es para él "la fruta más hermosa del mundo", el "queso de mantequilla horneado" (ANDRADE, 2023, p. 144), entre tantas otras delicias que tanto le agradaban, nada de esto conduce a una visión idílica de la vida de los sertanejos, en este primer período del siglo XX. Así, dice en cierto pasaje: "Les garantizo que los sertones Es un libro falso. El desastre climático del Nordeste es indescriptible. Es necesario comprenderlo. Es espantoso. El libro de Euclides da Cunha es una belleza general, pero una falsificación espantosa. Pero parece que los brasileños preferimos enorgullecernos de la bella literatura antes que renunciar a ella por completo para comenzar nuestra labor como hombres. Euclides da Cunha transformó en la brillantez de frases sonoras e imágenes elegantes la insoportable ceguera de este sol; transformó en heroísmo la pura miseria, en una epopeya… No se trata de heroísmo, no. Se trata de miseria, una miseria mezquina, insoportable, espantosa. Que Dios me libre de negar la resistencia a este nordestino resistente. Pero llamar a esto heroísmo es ignorar un simple fenómeno de adaptación. Los más fuertes se van.
“¡Vamos al sur!…”
Los más fuertes se van. La población más antigua permanece, debilitada por el sol, apagada por la sequía, reseca, quieta, ¡viviendo porque el hombre vive, encuentra la manera de vivir hasta ahora! Pero se queda porque… ¡Dios mío! ¡Porque no sabe cómo irse!… (ANDRADE, 2023, p. 185-86).
5.
El lector puede tener, o conocer a alguien que tenga, un familiar que vino o se fue al Sur. Algo se sabe de quienes se fueron, muy poco de quienes se quedaron. El esfuerzo por borrar a estas personas que no son nada —acuñado por uno de nuestros inteligentes...[Xvii]Como «desempleables» y «saliendo a bailar», impulsa el compromiso de Pedro Rocha con el estudio del proceso de acumulación primitiva en los albores de la modernidad inglesa. Al observar el proceso de formación nacional brasileña, vemos que estas personas también existieron y resistieron.
Estoy pensando aquí en los años turbulentos de 1872-77, cuando la población de Alagoas, Paraíba, Pernambuco, Rio Grande do Norte y Piauí salió a las calles para protestar por la adopción del sistema métrico decimal, que introdujo el metro, el litro y el kilo en el país para reemplazar las antiguas unidades de medida coloniales, como la vara, las canadas y las onzas. El descontento con el aumento de los impuestos y el clamor por una nueva ley de alistamiento militar convergieron en el mismo espíritu de revuelta. Las notarías y las oficinas de impuestos fueron invadidas y todos sus documentos fueron quemados. Las cárceles fueron asaltadas y los prisioneros fueron liberados. Las ferias y los mercados se convirtieron en blancos del vandalismo. Los nuevos instrumentos de medición, considerados por los más exaltados como parafernalia de Satanás, fueron destruidos por la turba furiosa. De ahí el nombre [Revuelta] de Quebra-Quilos. En medio del caos, la gente gritó: ¡Viva Dios y muerte a los masones! (NETO, 2019, pág. 81).
¿Rebelión contra el metro? Pero ¿qué parámetros usaban estas personas para vivir? Los parámetros que tenían a mano, mezclados con un catolicismo popular secular.[Xviii] La manera en que vivían, deseaban y soñaban no tenía nada que ver con el colapso modernizador que se produciría más tarde.[Xix] Si el texto de Pedro Rocha se basa en el pueblo insubordinado de Hidra de muchas cabezas En Inglaterra también podemos movilizar nuestra imaginación recurriendo a las xilografías. Bestia de siete cabezas, de Pernambuco J. Borges.
En ambos casos, la violencia del proceso de formación nacional aún no había culminado, por lo que las miles de personas que quedaron rezagadas se rebelaron y se alzaron contra las supuestas mejoras de la vida moderna. Asociadas a la Revuelta de los Quebraquilos se encontraban las revueltas de las madres del sertão, que intentaron, de diversas maneras —a menudo incendiando las oficinas del registro civil—, impedir la lectura de nuevas leyes, como, por ejemplo, la «ley de cautiverio», que ordenaba el censo, el alistamiento militar y el registro de nacimientos y defunciones.
Todas estas medidas, además de indicar una fractura entre el mundo de los sabios y la cultura oral del sertão, delegaron en el Estado —cada vez más centralizado— el poder de decidir quién viviría y quién moriría, enviando a una serie de jóvenes a guerras que no les concernían, o incluso estableciendo quién sería libre y quién no. En la historiografía de la época, encontramos varios documentos de «amos que registraban como esclavos a los hijos de sus esclavos nacidos después de la ley de 1871, falsificando la fecha de nacimiento» (SECRETO, 2011, p. 22). Estas y otras revueltas anunciaron, en los albores de nuestra modernidad, la «derrota incomparable» que marcó la desconfianza hacia Tutu Caramujo, según la imagen proporcionada por el poeta.[Xx]
Finalmente, quisiera señalar un aspecto de la escritura de Pedro Rocha que, si bien Paulo Arantes lo conoce desde hace mucho tiempo, no se ha abordado. Si bien es cierto que el espíritu crítico del escritor carioca y el del escritor paulista se encuentran, ya que recurren al lenguaje hablado y a cierto humor ácido que desconcierta al lector con pretensiones intelectualizadoras, también es cierto, si no me equivoco, que existe un abismo irreconciliable entre ambos que desplaza los términos de comparación hacia otro eje, aún abierto.
Me refiero aquí a la aristocratización de la cultura, en la que se vio envuelta toda la clase media paulista, contemporánea de Mário de Andrade, y que, salvo error, no encuentra rastro de simpatía en los ensayos de Pedro Rocha. Bastará con un ejemplo. Pienso en cierta risa presente en los grandes escritores del siglo XIX, fundamental en la formación de esa clase media del siglo XX, entendida aquí como lo más radical, en los términos ya consagrados por Antonio Candido. Esta generación —identificada con el proletariado, pero aristocratizada por la cultura— había aprendido que la risa de alguien como Marcel Proust «no suprime el mundo, sino que lo derriba, corriendo el riesgo de romperlo en pedazos, ante lo cual él es el primero en llorar» (BENJAMIN, 1986, p. 41).
Si la risa sigue siendo un arma, con cierto poder destructor, las lágrimas que le seguirían parecen, finalmente, no encontrar ya correspondencia en la escritura de los escritores contemporáneos, entre ellos, los ensayos de Pedro Rocha de Oliveira.
*Natalia T. Rodrigues es dEstudiante de posgrado en Filosofía de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ).
referencia

Pedro Rocha de Oliveira. Discurso filosófico sobre la acumulación primitiva: un estudio sobre los orígenes del pensamiento moderno. Nueva York, Oxford, 2024, 504 páginas.https://amzn.to/4dYZsFj]
Bibliografía
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BENJAMÍN, Walter. La imagen de Proust. Magia y técnica, arte y política, Brasiliense, 1986, p. 36-49.
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ANDRADE, Mario. el aprendiz de turista. Editorial Itatiaia, 2023.
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DIDEROT, Denis. El sobrino de Rameau. Editorial UNESP, 2019.
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MIGUEL, Wisnik José. maquinacion del mundo. Drummond y la minería. São Paulo, 2018.
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OLIVEIRA, Peter Rocha. El dinero, la mercancía y el Estado en los orígenes de la sociedad moderna. Loyola, 2018.
SECRETO, Maria Verónica. Sin medida: La revuelta de los quebra-quilos (1874-1876). MAUAD, 2011.
Notas
[i] El término actual en la historiografía inglesa que analiza el autor es “modernidad temprana”, para oponerse a la idea del “inicio” de la modernidad, o el comienzo del capitalismo, el autor optó por traducir – amanecer de la modernidad.
[ii] Cf: Pedro Rocha y Felipe Brito (orgs). Hasta el último hombre: Las visiones de Río de Janeiro sobre la administración armada de la vida social, Boitempo, 2013; y Pedro Rocha, El dinero, la mercancía y el Estado en los orígenes de la sociedad moderna: Estudio sobre la acumulación primitiva de capital, Loyola, 2018.
[iii] Robert Brenner, Andy Wood, Christopher Hill, Neal Wood pero también Karl Marx y Karl Kautsky.
[iv] Registrarse“Discurso filosófico sobre la acumulación primitiva” – Debate inaugural con Paulo Arantes>
[V] Esto no significa que en el sistema baconiano haya una defensa del utilitarismo como valor a buscar, se trata de una “relativa autonomía o indiferencia de la utilidad frente a la moralidad” (p. 62).
[VI] Esta compañía tenía el monopolio de la exploración colonial en Irlanda.
[Vii] Pedro Rocha citando a Francis Bacon, (p. 63)
[Viii] Pedro Rocha citando Fundamentos de la economía política, por Andy Wood. (pág. 167)
[Ex] El autor se refiere aquí a una edición de Utopía publicado en 1895, Oxford: Clarendon Press, Ed. Joseph Lupton.
[X] El autor se refiere aquí a Guillaume Budé (1467-1540). Merece la pena leer donde Pedro Rocha cita una «reflexión» del propio Budé en el cuerpo del texto (p. 169). El comentario del autor sobre este pasaje también podría llevarnos a la anécdota recordada por Antonio Candido, en la que «los libros de Jorge Amado no le quitaban el sueño a Roberto Simonsen». El discurso se encuentra en los últimos minutos de una declaración de Candido sobre Mario de Andrade. Disponible enTestimonio de Antonio Candido sobre Mário de Andrade [Audio] (youtube.com) >
[Xi] El odio de Tomás Moro hacia los pobres también se expresa en el significado mismo de Abraxa: «Es un nombre de origen y significado poco conocidos, asociado con el gnóstico Basílides, quien se proclamaba discípulo de San Mateo y, por lo tanto, como algunos de los anabaptistas a quienes nuestro autor tanto detestaba, era una figura vinculada al cristianismo primitivo. ¿Podría ser que Utopos desatara contra los abraxianos una furia similar a la con la que los héroes míticos destruyeron a los «monstruos de África», a quienes Moro evoca al hablar de los herejes alemanes de su tiempo, es decir, la población que luchó contra la acumulación primitiva?» (p. 206).
[Xii] La traducción de este nombre es «vendedor de disparates», otro «chiste erudito». (p. 175)
[Xiii] Esta ideología, describe Pedro Rocha, sólo tiene sentido para una “clase social pomposa y rígida, enterrada en enaguas y moralismo” (p. 215-216).
[Xiv] Pedro Rocha desarrolla un importante argumento en el que académicos como Moro se apropiaron del anticlericalismo popular para reprimir a las mismas personas que fueron víctimas del proceso de expropiación de los campos. (p.187-191)
[Xv] Además, me parece que el estudio sobre Tomás Moro realizado por Pedro Rocha puede proporcionar una nueva clave de lectura para investigar la lógica de la racionalidad neoliberal contemporánea.
[Xvi] Quizás el mayor descubrimiento de Pedro Rocha fue mostrar cómo el Golpe de Estado de 64 no fue precisamente contra los comunistas, sino contra la “experiencia social de una ruptura faccional, de una sociedad dividida”, que en la práctica garantizaba que los sectores campesinos y populares tomaran lo que les correspondía por derecho, en una confrontación directa. Esta preocupación es análoga al problema humanista de las facciones que el autor analiza, desde el Renacimiento italiano (donde se encuentran autores como Maquiavelo, fundamental para la Ilustración inglesa), hasta “nuestro Renacimiento” (p. 419). Obviamente, el autor aclimata toda esta cuestión, teniendo en cuenta nuestras especificidades históricas. Por eso destaca cómo el esfuerzo por ilustrar a los “odiadores de la oscuridad” locales no solo es inútil, sino que en cierto modo también es cínico, porque forja un “nosotros” que nunca existió, salvo para ellos mismos y durante un breve período de “tregua” (hablamos de nuestros “treinta gloriosos”). Tregua que llega a su fin con el auge de la extrema derecha local (y global). Al fin y al cabo, la violencia estalla contra sectores que formaron parte del pacto, es decir, contra ellos mismos: los inteligentes, los progresistas, los odiadores de la oscuridad...
[Xvii] Fernando Henrique Cardoso.
[Xviii] El Colectivo de Teatro Alfenim En 2009, João Pessoa produjo una obra sobre este acontecimiento histórico, que recorrió todo Brasil. Puede consultar un reportaje sobre la obra en: Rompedor de kilos (youtube.com)
[Xix] Podemos recordar también la cultura socialista puesta en práctica en la aldea de Caldeirão y que fue liderada por el beato José Lourenço, célebremente recordado en el documental de Rosemberg Cariry, disponible en El Caldero de la Santa Cruz del Desierto – Rosemberg Cariry #MostraAfroolhar #LusoCine (youtube.com) >.
[Xx] Me refiero aquí al poema Itabira, presentar en un poco de poesía (1930) de Carlos Drummond de Andrade, interpretado por José Miguel Wisnik como nuestro “ángel de la historia” en el libro Maquinaria del mundo: Drummond y la minería. Compañía de Letras. 2018.
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